La historia íntima de los Derechos Humanos en la Argentina (reedición actualizada)

Graciela Fernández Meijide

Fragmento

“Pero si me paro un momento, si consigo

Cerrar los ojos, los siento a mi lado.

De nuevo, aquellos que he amado: viven conmigo”.

Poema de ANTERO DE QUENTAL,

tomado del libro El lápiz del carpintero, de Manuel Rivas

“Eso era lo que no conseguía yo captar: la oquedad, la absoluta falta de adecuación entre la facilidad con la que es posible matar y la tremenda dificultad que debe haber en morir. Para nosotros, era otro asqueroso día de trabajo; para ellos, el fin de todo”.

Las benévolas, de JONATHAN LITTELL

“La historia se escribe siempre más a partir de las sorpresas que de los hechos predecibles”.

GERALD MC FARLAND, 69 años. Nacido en los Estados Unidos, es profesor de historia y dictó cursos en la Argentina

“[…] cada vez que a través de testimonios personales o de documentos tomamos contacto con la cuestión de los desaparecidos en la Argentina […] el sentimiento que se manifiesta casi de inmediato es el de lo diabólico.

[…] quienes han orquestado una técnica para aplicarla mucho más allá de casos aislados y convertirla en una práctica […] saben perfectamente que ese procedimiento tiene para ellos una doble ventaja: la de eliminar a un adversario real o potencial (sin hablar de los que no lo son pero que caen en la trampa por juegos del azar, de la brutalidad o del sadismo), y a la vez injertar, mediante la más monstruosa de las cirugías, la doble presencia del miedo y de la esperanza en aquellos a quienes les toca vivir la desaparición de seres queridos”.

JULIO CORTÁZAR,

Primer Coloquio sobre la Desaparición de Personas,

París, enero de 1981

PRÓLOGO
Gracias, Graciela

El libro de Graciela Fernández Meijide es, sin dudas, un libro testimonial, pero desde dos dimensiones diferentes. Por un lado, la historia del desarrollo de las luchas de las organizaciones de derechos humanos durante la dictadura militar, el advenimiento de la democracia y la labor de la Conadep, desde la perspectiva de una protagonista directa de esos episodios. Por el otro, es un testimonio íntimo, visceral, de una tragedia humana, de los sentimientos de una madre a la que le arrancan de su propia casa a un hijo adolescente, casi un niño, de diecisiete años de edad.

La reconstrucción de los hechos del pasado, la labor propia de los historiadores, no es una tarea sencilla. Es necesario recurrir a una gran cantidad de fuentes, archivos, documentos, publicaciones, diferentes relatos, etc., para tratar de brindar un panorama lo más objetivo posible de los hechos, sobre los que se podrán hacer o no las interpretaciones que se deseen. Graciela no solo narra los sucesos de acuerdo con sus propias vivencias y recuerdos, sino que acude a otras visiones y a distintos documentos. El resultado es una sólida narración de cómo se fue gestando la resistencia de las organizaciones de derechos humanos a los crímenes de la dictadura, las diferencias entre cada una, sus tensiones y luchas internas. El increíble plan delictual de represión que ordenaron los comandantes militares incluía, necesariamente, el secreto acerca de los secuestros, torturas y asesinatos para garantizar así la absoluta impunidad de los ejecutores. El dominio sobre el aparato estatal y el control sobre los medios de comunicación permitieron en los primeros años del Proceso mantener frente a la sociedad la apariencia de que las Fuerzas Armadas actuaban con sujeción a cierta legalidad. La verdadera oposición a los militares no surgió desde los partidos políticos, sino que provino de las organizaciones de derechos humanos. Ellas se fueron conformando bajo el impulso desesperado de los familiares de las víctimas que, teniendo vedado el acceso a la justicia, pues los reclamos que emprendían resultaban inocuos ante un Estado responsable de los delitos que se le pedía esclarecer, comienzan a tratar de agruparse e impulsar denodadamente acciones para develar lo que estaba ocurriendo y saber el paradero de los secuestrados.

La actividad de todos estos grupos, la valentía personal de sus integrantes que ponían en riesgo su libertad y su propia vida, como les ocurrió a varios de ellos, es lo que comenzó a provocar fisuras en el muro de silencio impuesto por el régimen militar, grietas que se ensancharon progresivamente hasta derrumbarlo en los albores de la recuperación democrática. Pero esos corajudos militantes de los derechos humanos son merecedores del reconocimiento de la sociedad, pues se constituyeron, quizá sin saberlo en ese entonces, en los artífices de la democracia que venía.

El libro hace referencia a las actividades de la APDH, lugar donde intervino activamente Graciela, pero no se omite por ello en estas páginas el nacimiento y desenvolvimiento de otras organizaciones, explicando las diferencias de matices y enfoques.

Graciela describe minuciosamente el contexto de la época y sus cambios a medida que se acerca el advenimiento de la democracia. De su lectura es posible entender cómo se fueron gestando las posibles respuestas que debía dar el nuevo gobierno popular a los delitos de la dictadura, e incluso efectuar alguna comparación con la situación actual.

Un dato esencial es la inexistencia por aquel entonces del derecho internacional de los derechos humanos, tal como ahora se lo conoce. No cabe duda, como relata el libro, que la visita y posterior informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en 1979 tuvieron una enorme importancia; también las denuncias que se acumularon en Ginebra en la Comisión de Derechos Humanos a la luz de la famosa resolución 1503. Pero no existía un sistema articulado de defensa y protección de derechos humanos como lo hay actualmente. Las Declaraciones y Convenciones sobre derechos humanos, como las interpretaciones de los órganos encargados de la vigilancia en su aplicación, carecían de toda fuerza prescriptiva y eran vistas como expresiones de buenos deseos, libradas a la voluntad de cada país soberano. Cabe recordar que recién durante los inicios del gobierno de Raúl Alfonsín se ratifican los tratados internacionales más importantes sobre derechos humanos. Por otra parte, creo que otras dos circunstancias tenían su gravitación. La Argentina fue el primer país de la región en recuperar la democracia, pues al 10 de diciembre de 1983 se encontraba rodeada de dictaduras, en Uruguay, Paraguay, Brasil y, d

Suscríbete para continuar leyendo y recibir nuestras novedades editoriales

¡Ya estás apuntado/a! Gracias.X

Añadido a tu lista de deseos