Una vida sustentable

María Natalia Mazzei

Fragmento

Introducción

Ser ambientalista es para mí una elección de vida o quizás no. Tal vez es la única alternativa que veo posible y entonces, en verdad, no tengo mucho margen para elegir otra cosa.

Durante mi infancia, cuidar el agua, apagar las luces, no tirar basura a la calle eran hábitos que formaban parte del día a día. Esos recuerdos tan frescos me llevan a sentir que siempre me importó el cuidado del planeta y que, desde mi pequeño lugar, hice lo que estaba a mi alcance para proteger este mundo lleno de agua y vida en el que habitamos.

También pienso que, si hubiera contado con más información, podría haber hecho más: podría haber separado residuos, podría haber compostado los orgánicos, podría haber tenido una pequeña huerta.

Si en la escuela, en la televisión o en la colonia me hubieran enseñado todas esas cosas, habría ido corriendo a contarles a mis papás hasta convencerlos de consumir menos envases plásticos, de comer menos carne y más legumbres, en fin, hubiera hecho todo lo posible por elegir una vida sustentable.

Hoy tengo la información y vengo a compartirla.

¿Por qué tenemos que pasar a la acción?

Cuando estaba en la escuela, en la clase de Naturales o Biología, ya no lo recuerdo, nos explicaban que los recursos de la naturaleza se clasifican en renovables y no renovables. Se hablaba de cierta idea aspiracional de, en algún momento, abandonar el consumo y la dependencia a los combustibles fósiles y aprovechar las múltiples ventajas de las energías renovables, como la eólica, la solar, la hidráulica, etc. También aprendíamos sobre la naturaleza de los materiales, los orgánicos y los inorgánicos, y de la diferencia principal entre ellos, que radicaba no solo en su composición, sino también en su descomposición: ¿qué pasaba con ellos al final de su vida útil? Allí descubrimos que una hoja de árbol se biodegrada en pocas semanas mientras que una botella de plástico puede estar cientos de años habitando la Tierra.

Lo curioso es que en aquel momento yo creía que cuando todo esto se volviera insostenible iban a darse un par de factores: yo ya iba a estar muerta y la ciencia y los dirigentes del mundo iban a encontrarle la solución. Pero hace algunos años me di cuenta de que estaba completamente equivocada: esto se está volviendo insostenible, yo estoy vivita y coleando y la ciencia y los dirigentes del mundo no están resolviendo casi nada. Entonces, ¿qué hacemos? Pasar a la acción.

En este libro compilé las muchas cosas que fui aprendiendo en los últimos años sobre cuidado ambiental, sobre nuestro día a día como habitantes de este planeta y sobre cómo hacer para que este transitar sea lo más respetuoso posible de nuestro entorno.

Durante muchos años creí que alguien más iba a encargarse, pero cuando entendí que no y que ya no nos queda tiempo para esperar milagros, decidí cambiar yo, cambiar mis hábitos, cuestionarlo todo y compartir cada paso de ese camino, confiando en que si lograba poner la información al alcance de mucha gente, ya no sería yo sola luchando contra los molinos de viento, sino que podríamos ser miles cambiando el rumbo de nuestro planeta.

Aunque recién estés empezando, acordate de que nunca es tarde para cambiar de hábitos.

Capítulo 1

LAS 3 R

Cuando comencé a leer sobre temas ambientales, enseguida apareció el concepto de las 3 R, una especie de regla nemotécnica que nos permite recordar tres palabras superimportantes a la hora de pensar en una vida más sustentable: reducí, reutilizá, reciclá.

Reducí

Empecemos por el principio, la R más importante: reducí. Uno de los grandes problemas de nuestra era tiene que ver con el consumo desmedido y su consecuente generación de residuos. Por eso, desde el ambientalismo se plantea la necesidad de reducir. Reducir la cantidad de descartables que consumimos, los residuos que generamos, nuestro impacto ambiental, nuestra huella de carbono, nuestra huella hídrica. Reducir las distancias que existen entre nosotros y el lugar de producción de los alimentos que elegimos. Reducir nuestro consumo de carne y de otros productos de origen animal. Reducir la frecuencia con la que usamos vehículos que dependen de combustibles fósiles.

Cuando pensamos en esta palabra antes de adquirir algo nuevo, nos damos cuenta de los miles de pequeños cambios que se van generando en nuestras elecciones de consumo.

Esta primera R está muy relacionada con otra que muchas veces aparece mencionada, la R de REPENSÁ. Al plantearnos todos estos cambios en nuestra forma de consumir y de disponer de nuestros residuos, necesariamente debemos repensar lo que siempre hicimos de manera automática. Por eso me gusta mucho decir que la sostenibilidad nos invita a “salir del automático”, porque las decisiones que tomamos hasta ahora, nuestra forma automática de manejarnos con el entorno, es insostenible.

Para ser ambientalista es imprescindible transitar la incomodidad de entender que tenemos que repensar y reaprender muchas conductas adquiridas.

Reutilizá

Todo esto nos conecta con la segunda R: reutilizá. La reutilización es una gran aliada a la hora de intentar disminuir el volumen de nuestra bolsa de basura.

¿Cómo interpretamos esta R? Por un lado, hace referencia a la importancia de reemplazar los productos descartables por otros reutilizables. Dos ejemplos muy básicos son la botellita reutilizable de agua para evitar comprar las descartables y la bolsa de tela reutilizable para decir con orgullo “sin bolsa por favor”. Acostumbrarnos a llevar encima productos reutilizables puede ser un poco engorroso al principio pero, como todo, requiere un poco de empeño y buena voluntad. Poco a poco, esto que hoy parece tan lejano puede volverse un hábito tan incorporado que ya no nos genere esfuerzo.

La otra forma de interpretar la segunda R tiene que ver con reutilizar aquellos materiales que fueron cr

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