PRÓLOGO
Las mujeres hemos incorporado —desde hace dos generaciones— formatos de vida masculinos, incluyendo altas dosis de estrés, autoexigencia y ambiciones colosales en una carrera imperceptible con el fin de formar parte de un mundo que nos fue vedado en el pasado. Estas nuevas oportunidades nos excitan y nos fortalecen; de hecho, en todas las regiones del planeta lo estamos demostrando con una formidable inteligencia.
Sin embargo hay una instancia femenina que no tiene cabida en el despliegue de habilidades mundanas: la función materna. El amor, la dedicación, la disponibilidad afectiva, el resguardo, el amparo, el territorio emocional, el silencio y la conmoción interior que nos generan ingresar en el mundo sutil de los niños pequeños desordenan aquella vida reglada que habíamos organizado antes de los nacimientos de nuestras criaturas.
Las mujeres hemos abandonado los territorios delicados de las relaciones tiernas, al punto de perder nuestras brújulas internas. Entonces la presencia de nuestros hijos nos hiere las entrañas, el devenir cotidiano es arduo y para colmo estamos desorientadas. ¿Mujeres autónomas y exitosas perdidas por una pequeña criatura? Sí, porque la lógica del vínculo con el niño no concuerda con la lógica de las relaciones sociales. Nada funciona como esperábamos. El llanto inagotable del bebé materializa nuestras supuestas ineptitudes, al punto de creer enloquecer.
Por eso, en estos tiempos de conectividad y alta velocidad que poco tienen que ver con el universo fusional al que hemos sido succionadas, precisamos que ciertas mujeres se conviertan en nuestras maestras y guías. Aquí es donde la labor de mujeres valientes como Vanina Schoijett encuentra su razón de ser. Quienes nos convertimos en madres precisamos palabras coherentes, ánimo para bucear en nuestro propio ser, apoyo para dar crédito a todo lo que nuestro hijo manifiesta, compañía para atravesar las tormentas emocionales, sostén para ordenar nuestros sentimientos y tribu para compartir aquello que no podemos describir con palabras.
Estas páginas describen el trabajo cotidiano de puericultoras y doulas, quienes están ejerciendo un oficio que —no tengo dudas— será uno de los más importantes en el futuro cercano. A medida que las mujeres nos distanciamos de las habilidades femeninas, más indispensable será el apoyo de mujeres sabias, maduras, atentas y dispuestas a derramar cariño y compasión sobre las madres y nuestras criaturas.
Este libro tiene la virtud de ser simple y honesto, regalando a cada madre agotada un salvavidas emocional, un oasis de paciencia y empatía. Funciona como un ayudamemoria cuando nuestra intuición entra en contradicción con las voces externas o cuando la niña herida que hemos sido busca un confort pasajero en detrimento del bienestar de nuestro hijo pequeño. También es un libro prudente. Las madres, al leerlo, sentiremos que nos habilita a resolver las dificultades cotidianas usando nuestro sentido común y la alineación con nuestro ser esencial. Que, en definitiva, es todo lo que —nuestros cachorros y nosotros— necesitamos.
LAURA GUTMAN
SOBRE MÍ
Cuando tenía doce o trece años decidí que cuando fuera mayor quería estudiar publicidad. Sostuve esa idea durante toda la secundaria y, al terminarla, inicié la licenciatura en esa profesión, que desempeñé durante trece años de mi vida... hasta que fui mamá. Es una carrera muy demandante y con horarios alocados, bastante poco compatible con la maternidad. Cierto es que, incluso antes de ser madre, estaba algo cansada y aburrida, pero no podía dilucidar a qué otra cosa podría dedicarme. Eso era lo que había estudiado y de lo que había trabajado toda mi vida... hasta que fui mamá.
Con la maternidad llegó también la toma de decisiones importantes, como la de renunciar a mi trabajo y dedicar mi tiempo completo a la crianza de mi hija durante sus primeros años. Y junto con esta etapa de cambios, llegó también la idea de iniciar una nueva carrera, la de puericultora, una especialización en lactancia y crianza. Nunca imaginé que a partir de la maternidad nacería mi verdadera vocación, pero así fue.
Mi experiencia personal como madre, mis lecturas, los debates eternos con mis amigas madres, que me ayudaron a repensar muchas ideas y a expandir la cabeza, y mis ahora estudios formales en el tema fueron despertando la necesidad de volcar todo eso en alguna parte, mientras esperaba recibirme para comenzar a ejercer como puericultora.
Mi marido tuvo la idea de crear una página en Facebook, una comunidad en la que yo pudiera transmitir ciertas ideas sobre maternidad, crianza y lactancia de una forma especial, con un estilo personal y diferente al que habitualmente encontramos en las páginas sobre estas temáticas. Y así, con la intención de hacer algo disruptivo, con humor ácido pero a la vez mucha seriedad a la hora de comunicar, fue que nació Duérmete Hannibal. Era noviembre de 2012.
¿Y por qué “Duérmete Hannibal”? El nombre es una parodia del libro Duérmete, niño del doctor Eduard Estivill, a través de la que buscamos dramatizar el estrés, el desapego, la inseguridad y las potenciales consecuencias emocionales —ya comprobadas por la neurociencia— que puede provocar en nuestros hijos la aplicación de este “método” para “enseñarles” a dormir a fuerza de llanto. Esas consecuencias, llevadas al extremo con sarcasmo, están representadas por Hannibal Lecter, el asesino serial del film El silencio de los inocentes, un perfil con severas carencias afectivas en su crianza. Hannibal es el resultado completamente opuesto a una crianza responsable y consciente, que es la que queremos transmitir en este libro. Porque, además de involucrarnos con el sueño infantil, trasladamos ese mismo criterio al resto de los aspectos que implican ser madre y padre de un niño desde una mirada empática y respetuosa de sus tiempos y necesidades.
Casi sin darnos cuenta, la página se disparó. Los posts empezaron a compartirse una y otra vez, empezaron a llegar consultas de muchas partes del mundo, y cada artículo sembraba una enorme cantidad de comentarios y debates (muchas veces enardecidos). Fue y sigue siendo una enorme gratificación ver y sentir la adhesión de tantas personas del otro lado de la pantalla de mi computadora. Nunca pensé que Duérmete Hannibal se volvería tan popular y una página referente para tantas personas. ¡Estoy profundamente conmovida y agradecida por eso!
La llegada de mi segundo hijo rale