Malvinas. Identidad de héroes

Daniel Santa Cruz

Fragmento

Sensaciones

Testimonios recogidos el 14 de marzo de 2018, horas después de viajar con familiares de caídos en la guerra de Malvinas para visitar a los soldados sepultados en Darwin, identificados por primera vez desde sus muertes en 1982.

“Cuando en el último momento, ese día tan terrible, que es el 14, y te dicen que te tenés que ir y dejás a tus compañeros tirados ahí, muertos, y te tenés que ir. Y vos te vas corriendo, desesperado, hacia el aeropuerto y mirás para atrás... y ves humo, fuego, tremendo. Y corrés y corrés y corrés y estás siempre en el mismo lugar, como si nunca pudieras avanzar. Es inexplicable… Las sensaciones que se viven. Por eso, ahora, cuando llegue al cementerio de Darwin, es para decirles a mis compañeros: ‘Flaco, acá estoy, no me olvidé de ustedes’, porque es terrible cruzar esa puerta, que es mágica, recorrer las 230 cruces, buscar a mis compañeros Chávez, Bordón, Valdidarez, no encontrarlos, encontrar solo placas que dicen: ‘Soldado argentino solo conocido por Dios’, es esa placa tan negra y tan fría que me partió la cabeza. No la comprendí, no entraba en mi cabeza. Es ahí donde nos propusimos desde el corazón y desde la voluntad saber de qué manera podíamos regresar a las islas, de qué manera podíamos devolverles la identidad y de qué manera saber si existe o no existe un cuerpo debajo de esa cruz. Eso hicimos”.

Julio Aro, veterano de guerra argentino

“Tengo en mi cabeza una mezcla de pensamientos. Primeramente, un sentido enorme de alivio, de que yo había terminado con mi equipo, mis camaradas, una tarea importantísima. Durante décadas pensé en mis chicos, los despedimos con honores militares, con respeto, pero a la vez estaban solos, lejos de sus familias; todos merecían ser identificados. Mi informe, que detalló ese trabajo, siempre estuvo a disposición. Porque todo este tiempo, dentro de mi cabeza había siempre algo que me preocupaba y eran los soldados que no se había podido identificar; no era justo para sus madres. Hoy lo hicimos y pudimos visitarlos junto a ellas”.

Coronel Geoffrey Cardozo

“Algo más de lo que esperaba, mucho más, muy fuerte, la verdad, después de esperar tantos años y ahora estar frente a la tumba de mi hijo fue apoteótico. Hablé con él… Hablé con él y me escuchó y me contestó, sé que me contestó, seguro me contestó”.

Coco Massad, padre de Marcelo Daniel Massad,

uno de los héroes caídos en Malvinas

I

El Plan Proyecto Humanitario Malvinas

Cuando la guerra de Malvinas culminó, comenzó un proceso doloroso para toda la Argentina que llevó a gran parte de la sociedad a dejar atrás los recuerdos de la contienda, tan íntimamente relacionados con la dictadura militar, que vivía sus últimos días.

La mayoría exigía como prioridad investigar los crímenes de lesa humanidad cometidos por las juntas militares: “juicio y castigo”, “memoria, verdad y justicia” eran las proclamas de gran parte de la sociedad argentina. Esa primacía, de un modo u otro, le dio la espalda a un recuerdo reciente, doloroso, cuya inercia patriótica llevó a millones de argentinos a embanderarse detrás de la gesta bélica que dejó un saldo de 650 combatientes argentinos y 255 soldados ingleses muertos.

Toda la sociedad recuerda esa Plaza de Mayo del 2 de abril de 1982, horas después de que se diera a conocer que las tropas argentinas habían tomado las Malvinas para recuperar su soberanía. Una plaza repleta de argentinos dispuestos a aplaudir al dictador Leopoldo Fortunato Galtieri, quien anunciaba: “Hemos recuperado salvaguardando el honor nacional, sin rencores, pero con la firmeza que las circunstancias exigen, las Islas Australes que integran por legítimo derecho el patrimonio nacional” y que, ante la hipótesis de un conflicto bélico, afirmaba: “Si quieren venir, que vengan, nosotros les presentaremos batalla”. Así presentaba el general Galtieri, que presidía la Junta Militar de gobierno, los próximos 74 días de guerra que nuestro país comenzaba a transitar, la primera contra otra nación desde la guerra de la Triple Alianza, que ocurrió entre 1864 y 1870.

La euforia nacionalista se hizo carne de modo extremo en gran parte de la sociedad, que festejaba las noticias tendenciosas emitidas por el canal oficial, cargadas de patriotismo simbólico y mentiras, como si fuesen goles de nuestra selección en un mundial de fútbol.

La sociedad hacía notar su compromiso con la gesta patriótica a través de colectas solidarias. Muchas personas donaban sus joyas de buena fe para reunir fondos patrióticos convocados por maratones televisivas. Mientras tanto, en las islas, nuestros soldados se debatían con muestras de heroísmo en un combate desigual, injusto, que dejó un saldo irreparable de muertes y dolor que aún hoy nos enluta.

Culminada la guerra, los argentinos pasaron de la euforia a la depresión, a la bronca. Eran tantas las demandas —democracia, libertad, justica, derechos humanos, participación— que Malvinas retrocedió en el interés colectivo y comenzó a rezagarse en la agenda de prioridades.

Quizás algunos se sintieron cómplices por acompañar ese fervor nacionalista, que no tuvieron, por supuesto, con la represión ilegal. Algo se rompió; hasta los chicos, soldados, “colimbas” que volvían al continente necesitaron años para ver reconocidos sus derechos como veteranos de guerra.

La “desmalvinización” existió, no porque el gobierno de turno lo decidiera, sino porque la sociedad tardó años en entender y hacer propio y visible ese reclamo.

De los 650 argentinos muertos, 246 quedaron en las islas. Muchos de ellos fueron sepultados en fosas comunes, tumbas de guerra, en algún cementerio local o simplemente quedaron esparcidos en el suelo helado de las islas cubiertos con piedras, tapados con mantas o directamente sobre la tierra, en el mismo lugar donde cayeron.

Luego del retiro de las tropas argentinas, comenzó una etapa de estancamiento en las relaciones bilaterales entre el Reino Unido y nuestro país, una relación que, cuando se recompuso, siempre dejó fuera del diálogo el tema de la soberanía en las islas.

Se sabe que en dos ocasiones, apenas culminada la guerra, el gobierno inglés pidió a las autoridades argentinas que enviaran una misión para “repatriar” los cuerpos de los soldados, ofreciendo toda la colaboración y la medidas de seguridad par

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