Mariano Sigman: «Antes no podía escribir si no tenía un mate al lado, ese vicio tan rioplatense»
Hay algo revelador en los escritorios. No solo son lugares de trabajo, sino también refugios, laboratorios y, a veces, trincheras. En ellos se acumulan papeles, tazas, libros subrayados, fotos antiguas, notas escritas a toda prisa. El escritorio de un escritor puede decir tanto como sus libros, y quizás por eso, visitarlo siempre es una forma de entrar en su mundo desde otro ángulo. Con esa intención —y sin ánimo de interrumpir demasiado— nos acercamos a la casa de Mariano Sigman para conocer sus rutinas y los pequeños hábitos que rodean su proceso creativo y para fotografiar —a través de la mirada de Jeosm— el corazón de su escritura, el lugar donde todo empieza.
Por Jeosm

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LENGUA: ¿A qué hora sueles ponerte a escribir?
Mariano Sigman: Diría que soy más búho que Alondra, soy más de la noche que de la mañana, pero a medida que ha ido pasando el tiempo esto ha ido cambiando. Sin embargo, la escritura es algo que todavía se me da mejor cuando termina el día que cuando empieza.
LENGUA: ¿Escribes todos los días?
Mariano Sigman: No. Escribo a rachas. A rachas muy intensas, de hecho, y después puedo pasar un buen tiempo de hibernación. Creo que soy más como un oso que hiberna. Tengo temporadas, a veces cortas y a veces más largas, en las que escribo con altísima energía y después momentos de descanso donde abandono completamente la escritura.
LENGUA: ¿Prefieres seguir una rutina o escribir cuando te apetece?
Mariano Sigman: Yo diría que ni la una ni la otra. Hay momentos que mi rutina es muy intensa, pero lo hago un poco cuando me apetece. Busco momentos, como el que navega y busca un buen viento, lo aprovecha y se pone en un modo de exprimir cada instante. Pero luego puedo pasar un largo tiempo en reposo.
LENGUA: ¿Dónde sueles escribir? ¿Siempre en el mismo sitio?
Mariano Sigman: En general, no escribo en el mismo sitio. Voy alternando en tres o cuatro lugares. Escribo mucho en casa, en la nave donde trabajo y a veces viajo para escribir porque necesito encontrar algunos momentos de alta concentración. En algunas ocasiones viajo a lugares donde me aisló de casi del todo para poder escribir. Me gusta escribir en una mesa o un escritorio, pero también puedo estar en un sofá con la computadora en las rodillas. Creo que en esto soy bastante versátil.
LENGUA: ¿Qué objetos no faltan nunca en tu escritorio?
Mariano Sigman: Tengo papel, lápiz y mi computadora; lo suelo alternar, hay ciertas estructuras que me gusta tenerlas en papel y otras en la computadora. Además de eso, antes no podía escribir si no tenía un mate al lado, ese vicio tan rioplatense. Ahora, sobre todo, y esto tiene que ver con el corrimiento de la noche a la mañana, he podido escribir sin mate, en general reemplazándolo por alguna infusión, té o café, algo que tiene más que ver quizás con el ámbito mecánico de tener algo al lado que con la hidratación misma. Y no mucho más.
LENGUA: ¿Tienes algún objeto especial que te acompañe cuando escribes?
Mariano Sigman: Necesito tener algo que me permita distraerme, un tablero de ajedrez, una guitarra o a veces otros libros, necesito entrar en ese modo de incubación o distracción en el que voy trabajando el inconsciente.
LENGUA: ¿Escribes a mano, con ordenador o mezclas ambos?
Mariano Sigman: Escribo con los dos métodos y además cosas bastante distintas. La escritura continua la hago con ordenador, entre otras cosas porque mi letra es tan mala que a veces ni yo mismo la entiendo. Soy muy malo caligráficamente: tardo mucho, no voy fluido. Me gustaría muchísimo poder escribir todo a mano. Lo que sí hago en papeles son dibujos, estructuras, mapas, secuencias conceptuales... Diría que de alguna manera la estructura global del libro la tengo en papel y después toda la conversión la hago en la computadora.
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LENGUA: ¿Escuchas música mientras escribes? ¿Qué tipo o qué grupos?
Mariano Sigman: Escucho muy poca música cuando escribo. A veces me funciona cierto ruido, a veces escribo bien en aviones o trenes donde hay ruido humano, ya que genera como una reverberación que me resulta una buena catálisis para la escritura.
LENGUA: ¿Corriges mucho o escribes del tirón?
Mariano Sigman: Suelo escribir del tirón y luego tengo muchas etapas de corrección. Hago mucha edición, recuerdo que de pequeño leí un libro de Miguel Ángel en el que hablaba del ir quitando, de cómo la escultura está en la piedra. Por eso concibo la escritura así, genero un material muy crudo, una especie de primer corte, y a partir de ahí voy puliendo en capas sucesivas, con capas cada vez más finas. Hago todo un trabajo de ediciones sucesivas casi como un proceso de ir esculpiendo y recortando. Es un ejercicio de edición, pero también de pulir, como ir quitando piedra. En definitiva, sí, reviso mucho mis textos.
LENGUA: ¿Cómo sabes cuando un texto está terminado?
Mariano Sigman: «¿Cuándo sé que está terminado? Nunca lo sé». Siempre me gustó esa frase que decían Borges y Bioy Casares: cuando se preguntaban por qué publicaban, si por vanidad o por dinero, y al final decían que era para no vivir eternamente revisando manuscritos. Recuerdo cuando escribí mi tesis doctoral, que fue el primer texto largo que escribí, y le dije a mi amigo Guille: «No aguanto más el texto». «Entonces ya lo has terminado, ¿no?», me respondió él. Creo que ahí hay una especie de equilibrio, en el momento que uno declara el final: no es tanto una decisión artística, estética o literaria sino de equilibrio personal, cuando uno ya siente que ha dado lo que tenía que dar a esa obra, entonces ahí la entregas. Es como en el momento que uno esta pedaleando y dice: ya no aguanto más. Ahí entregas. A mi parecer siento que si hubiese tardado tres años más en entregar un libro también hubiese mejorado, pero llega el momento de entregar y listo. Creo que la escritura es un poco errática, temporaria, corregible, imperfecta. No termino los libros cuando creo que han llegado a una situación donde ya no pueden mostrar más, sino cuando han llegado a ese equilibrio en el que siento que no tengo más fuerza para hacerlo.
LENGUA: ¿Te cuesta empezar o sueles arrancar con facilidad?
Mariano Sigman: Me cuesta arrancar. Cuando yo empecé a escribir crónicas para una revista en Nueva York lo hacía tarde, a partir de las doce de la noche. Me ponía a jugar al ajedrez una y otra vez. Debía entregar ese texto a la mañana siguiente, y de repente se me hacían las cinco o las seis de la mañana y me ponía a escribir como un condenado. Lo hacía de corrido y después enviaba el texto. Siempre me preguntaba por qué no lo hacía al revés. Pero luego entendí que esas cinco horas que había dedicado a jugar al ajedrez en realidad estaba escribiendo, estaba incubando, estaba preparando, trabajando el inconsciente. Desde siempre he estado buscando esos tiempos en los que parece que estoy perdiendo el tiempo pero que en el fondo presiento que estoy calentando motores, incubando ideas. Ese es el tiempo que me cuenta arrancar, pero una vez lo hago ya voy a toda velocidad porque en realidad he estado amasando en el inconsciente, a veces incluso con mucho detalle, aquello sobre lo que quería escribir.
LENGUA: ¿Sueles tener libros a mano mientras escribes? ¿Cuáles?
Mariano Sigman: Sí, suelo tener muchos libros a mano. De dos tipos: algunos como distracción, cómics, historietas de Astérix y algunas cosas así; y otros a modo de material sobre lo que estoy trabajando. Yo escribo ensayo y muchas veces leo algunas cosas que me sirven como punto de partida o consulta. Tengo una pila de unos diez libros que suelen ser centrales del tema sobre el que estoy escribiendo... y luego tengo otra montaña con otros libros aledaños.
LENGUA: ¿Te molesta que te interrumpan cuando estás escribiendo?
Mariano Sigman: Sí, al igual que te decía que me gusta escribir en el tren o cuando hay algo de ruido, una distracción puntual es algo que puede ser muy distractivo y puede ralentizarme mucho en el proceso. Busco crear un clima en el que estar sin que tenga que parar para hacer otra cosa.
LENGUA: ¿Le enseñas tus textos a alguien antes de publicarlos?
Mariano Sigman: Sí. De hecho, lo hago mucho, muchas veces y con mucha gente. Converso mucho sobre mis libros. Busco lectores a los que les agradezco con toda la fuerza de mi corazón, son amigos piadosos, a los que leo el libro en voz alta. Van apareciendo cosas, a veces en la lectura misma, en los comentarios o durante la conversación. Mucha parte de la fase de edición del libro la hago así. Por ejemplo, mi libro El poder de las palabras se lo leí en voz alta en diferentes lecturas y versiones a unas quince o veinte personas, amigos, colaboradores y gente de la editorial incluso. Y en cada una de esas ediciones el libro fue cambiando, fue mutando, estoy muy contento con esta idea porque ese libro justamente habla del poder de la conversación, que es una herramienta para aclarar nuestras ideas, aquello que expresamos para encontrar la mejor versión de nuestros pensamientos, de nuestros textos y nuestras ideas. Siento que fui muy consecuente con esta idea por que el libro pasó por un filtro de conversaciones muy intensivas.
LENGUA: ¿Te inspiras en lo que ves desde tu escritorio o en tu entorno cercano?
Mariano Sigman: Un poco, aunque no demasiado. Puede que haya un cierto tono que cambia según estoy mirando algo verde, el mar o algo urbano. Pero soy una persona que para bien o para mal vivo mucho en mi mundo. Hay gente que es mucho más sensible y conectada por el entorno visual en el que está, yo tengo una entrada muy fuerte de mi propio mundo. Esto no es algo de lo que esté orgulloso, pero es así y esto hace de alguna manera que las fluctuaciones en el entorno que estoy observando tengan menos impacto en aquello que estoy escribiendo.

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