Mal día para ser mala

Fragmento

Mal día para ser mala

Las cosas no le iban en la vida como ella quería y se había cansado. Para variar, hoy tenía ganas de hacer algo malo. No una broma ni una trampa, algo malo de verdad.

Era un día muy frío. La chica que estaba enojada esperó a que se hiciera oscuro, subió al techo de una casa cualquiera (porque la maldad no estaba dirigida a alguien en especial, sino al que fuere, que es como decir a todos) y se dedicó a tapar la chimenea.

La casa comenzó a inflarse y, cuando estaba a punto de estallar, una voz tenebrosa tosió:

—Cof, cof, ¿quién anda por allí tapando mi chimenea?

A la chica que estaba enojada le dio un poco de miedo, pero enseguida recordó que ahora ella era mala. Respiró hondo y respondió con el tono más grave que pudo:

—Yooo.

—Pase, entonces —respondió la voz con cortesía.

La chimenea sobre la que estaba parada comenzó a hundirse como un ascensor, hasta llegar al interior de la casa. Incluso, le pareció a la chica, mucho más abajo. Cuando se detuvo, se encontró en un aposento iluminado con candelabros. Allá en el fondo, sobre un sofá con ribetes dorados, una cosa oscura la miraba. La chica no pudo distinguirla bien porque toda la pieza estaba llena de humo.

—Pase, tome asiento —le dijo la cosa.

La chica salió de la chimenea, se sacudió las cenizas y se sentó con solemnidad sobre un banquito de piedra.

—¿Qué la trae por aquí?

—Quiero ser mala.

—Ajá, está hablando con la persona indicada. Y dígame, ¿por qué quiere ser mala?

—Porque siendo buena no me ha ido bien en la vida.

—¿Y usted ha sido mala anteriormente? ¿Cuenta con alguna experiencia en el rubro que pueda mencionar?

—Esteeem, bueno, no. Justamente, quiero ser mala porque la bondad no funciona como lo esperaba.

La cosa anotaba en una planilla al tiempo que comentaba:

—No cuenta con experiencia… Bueno, después de todo, lo importante es la motivación más que la experiencia. Veamos… ¿tiene usted alguna inclinación especial hacia la maldad? Por ejemplo, ¿se animaría a jugar al ring-raje o a poner pimienta en el salero?

—Sí, claro.

—¿Y un yuyo diurético en el mate?

—¡Por supuesto!

—¿Y piedras en una almohada?

—Sí, sí, creo que sí…

—¿Y alfileres en la cama?

—Bueno… no sé, quizás…

—¿Se animaría a sacarle la silla a alguien

cuando se va a sentar?

—Pero… eso puede lastimar mucho, ¿no?

—¿Y se animaría a usar un tapado de oso panda?

—¡No, de ninguna manera!

—¿Y a reír y disfrutar mientras otros lloran?

—¡Ni loca! Jamás haría algo así.

—Bueno, mi amiga, no se lo tome a mal, no es que yo quiera decepcionarla tan al inicio de su carrera, pero usted no quiere ser mala, simplemente sufre de enojo y eso es algo pasajero. No hay que confundir un estado de ánimo con una auténtica vocación.

—Es que yo hoy tenía ganas de hacer algo malo.

—Está bien, vaya, vaya, mi amiga. Hoy tómese el día, haga un par de maldades, que tapar chimeneas tampoco es poca cosa. Vaya, pero le recomiendo que mañana vuelva a su amable rutina.

—Bueno… no sé… Muchas gracias de todas formas. Le agradezco su tiempo. Permiso…

Y la chica se fue, subiendo por la chimenea. La cosa terminó de completar la planilla y suspiró:

—Esta juventud… ¡Hoy en día es tan difícil conseguir gente buena para ser mala!

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