Tú no naciste para sufrir

Blake D. Bauer

Fragmento

Tú no naciste para sufrir

Introducción

Tú no naciste para sufrir nació de mi búsqueda personal de dos cosas en la vida. La primera era la libertad de mi propio sufrimiento mental, emocional y físico. La segunda era mi insaciable deseo por la verdad, la verdad acerca de la vida, la verdad sobre mí mismo y, más importante, la verdad acerca del propósito destinado de mi vida.

¿Quién soy? ¿Por qué estoy aquí? ¿Cuál es el propósito de la vida, y de mi vida en particular? ¿Cómo me sano a mí mismo y encuentro la paz de manera mental, emocional y física? ¿Dónde puedo encontrar salud profunda, felicidad y amor verdadero? ¿Cómo puedo progresar cada día en vez de sólo arreglármelas y sobrevivir? ¿Cómo puedo crear una vida satisfactoria por la cual me tenga respeto sin vender mi alma o conformarme con menos de lo que sé que es posible?

Después de encontrar las respuestas que buscaba desesperadamente, y de ayudar a miles de personas alrededor del mundo a hacer lo mismo, las reflexiones empoderadoras que descubrí forman los cimientos de las páginas siguientes.

En aquel momento no estaba consciente de ello, pero cuando era joven sufrí profundamente de manera interna, sobre todo mental y emocionalmente, pero algunas veces también de forma física. La primera parte de mi vida, como muchas de nuestras vidas, tuvo su buena cuota de experiencias dolorosas. Aunque no pude expresarlo sino hasta años después, crecí sintiéndome muy inseguro e indigno de amor. Con frecuencia me sentía confundido, ansioso y avergonzado por cómo me sentía.

En mis intentos por huir tanto de mis luchas internas como de las situaciones complicadas a mi alrededor, sin querer creé una gran cantidad de sufrimiento para mí mismo. Sumado al impacto del tumultuoso divorcio de mis padres, la ausencia de mi padre biológico, varios familiares drogadictos, y el contexto de disfunción mental extrema en el que me criaron, desarrollé múltiples hábitos dañinos mediante los que me causé mucho daño profundo.

Para cuando tenía 18 años había puesto en marcha el efecto dominó que provocó que mi de por sí inestable mundo se derrumbara. Me suspendieron de la preparatoria en tres ocasiones. Vendía drogas, y me habían arrestado por posesión de las mismas varias veces. Me pidieron que renunciara como capitán del equipo de futbol de la escuela a tres meses de la temporada de mi último año después de que me arrestaran por manejar bajo los efectos del alcohol y varias sustancias ilegales.

Después de una noche de festejos excesivos, en las primeras horas de la mañana, estacioné mi auto y me quedé dormido junto a una señal de alto frente a las vías del tren. Por aquellos tiempos también alejé a mi novia de la preparatoria mientras pasaba mucho tiempo bajo el efecto de medicamentos que no tenía necesidad de tomar y que no me habían sido recetados. Aunque la amaba y me importaba profundamente, sin querer la lastimé y arruiné la relación mediante mi comportamiento autodestructivo.

En mi adolescencia, claramente estaba fuera de control. De manera inconsciente consumí drogas, alcohol e incluso comida como muletas para mi roto y confuso corazón. Había desarrollado un ego muy grande y poco saludable para sobrevivir y compensar el sentirme profundamente incompetente e indigno de amor.

Quería tanto ser aceptado por mis compañeros, encajar y ser respetado, porque en lo profundo no me amaba a mí mismo ni me sentía apreciado en casa. Como resultado, creé una gran cantidad de dolor no sólo para mí, sino también para el que estuviera cerca. No tenía idea en esa etapa de que estaba huyendo de mí mismo, de mi vida y de mi pasado. No sabía que estaba negando años de pensamientos y emociones internalizados, de los cuales nunca me había sentido seguro de hablar ni apoyado para comprenderlos.

Justo antes de graduarme de la preparatoria había partido mi corazón en dos y perdido los dos aspectos más importantes de mi vida al mismo tiempo: perdí a la chica que amaba y el juego (futbol) y el equipo que tanto me gustaban. En este punto de mi desarrollo como persona, estos dos aspectos de mi vida comprendían gran parte de mi identidad, o de mi ego, y dentro de un periodo muy corto los alejé a ambos sin intención. En retrospectiva, llegué a ver que, al hacer esto, había perdido mi sentido de identidad, o quien pensé que yo era. No lo sabía en ese entonces, pero había experimentado lo que en el pensamiento psicológico y espiritual se conoce como «muerte del ser», en la que la idea o la imagen de lo que pensamos y creemos que somos se ve por completo destrozada.

Pasé de ser extremadamente arrogante y de pensar que era invencible a sentirme dolorosamente inseguro, paranoide, cohibido y torturado por mis pensamientos, que en realidad siempre fueron la causa debajo de la fachada que había creado de manera instintiva para sobrevivir. Aunque esto tenía mucho propósito en términos generales, sabotear las partes de mi vida que más amaba y que me ofrecían un escape de la disfunción que era normal para mí me dejó sintiéndome muy solo, avergonzado e ignorante de cómo pedir la ayuda que ni siquiera sabía que necesitaba.

Ahora que reflexiono sobre ello, aunque fue un periodo muy difícil, estoy agradecido por lo que experimenté, porque puso en marcha el nacimiento de mi verdadero yo, así como el descubrimiento de mi propósito de vida. Me mostró cómo encontrar la fuerza, la confianza y la compasión dentro de mí, para mí, que después probaría ser mi único refugio y salvación. Sin el dolor que experimenté de niño con mi familia y el dolor posterior que creé como adolescente, no estaría en un lugar el día de hoy desde el que puedo voltear a ver esa parte de mi vida con un entendimiento profundo del propósito que cumplió en el descubrimiento de mi destino. Ahora sé que tenía que perderme a mí mismo por completo para poder sanar y encontrarme verdaderamente. La persona en la que me había convertido para sobrevivir tenía que morir para que mi verdadera naturaleza pudiera florecer y guiarme hacia una vida de conocerme, amarme y respetarme profundamente.

Más adelante, después de la preparatoria, me fui de casa a la universidad cargando aún con mi dolor psicológico y emocional mayormente inconsciente. Me fui a la universidad porque era lo que mi familia y mi comunidad esperaban de mí. La mayoría de las personas que se habían graduado de mi preparatoria irían a la universidad. No tenía una idea verdadera de quién era yo o de lo que quería hacer con mi vida en este punto. Simplemente seguí la corriente de forma inconsciente.

Comencé a tomar clases de negocios, finanzas y publicidad, porque pensaba que quería ganar mucho dinero, ya que éste parecía ser un aspecto muy importante en la vida, si no es que el más importante. Mi familia y la comunidad en la que me crie estaban muy enfocadas en el dinero y la riqueza material.

Mientras crecía, también fui testigo de cómo mis padres y muchos miembros de la familia atravesaron dificultades financieras

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