El espejo del alma

Fragmento

INTRODUCCIÓN

El espejo del alma es el fiel reflejo de cómo somos.

Mirarnos en él nos llenará de regocijo, pues

habremos perdido el miedo de enfrentarnos a los

aspectos más oscuros de nuestra persona. ¡Hoy es

el día; no lo dejes pasar! ¡Obsérvate y reconoce

tus debilidades! Recién, en ese momento, habrás

empezado a crecer, si así lo deseas.

W.D.

Bienvenido a este nuevo desafío que tiene por objeto mirarnos en el espejo del alma, para realizar los balances a los que inexorablemente nos enfrentamos a medida que transitamos por los caminos de la vida.

Me adelanto a decirle que lo que yo pretendo en este nuevo trabajo es llamarnos a la reflexión sobre nuestra propia realidad, para que juntos podamos instrumentar un proyecto de vida que contemple nuestras aspiraciones.

Es pues la hora señalada para el reconocimiento de cuáles han sido nuestras decisiones y nuestras elecciones en el pasado y adónde nos han transportado en el presente. ¿Cómo nos sentimos con la vida, de acuerdo con la aplicación de nuestras creencias y de nuestros modelos de comportamiento?

¿Cuál es el grado de satisfacción que tenemos con respecto a nuestra existencia, y además qué cuota o parte de ese agrado o desagrado es nuestra responsabilidad?

Es posible agregar infinidad de preguntas respecto a lo que ya vivimos, y las respuestas que obtenemos de ese diálogo interno forman una parte inseparable de esa historia personal que cada uno de nosotros tiene y que se escribe minuto a minuto con cada latido de nuestro corazón y con cada pensamiento y sentimiento que fluye desde el centro mismo de nuestra persona.

Sí, es la hora del análisis, es la hora de confrontarnos con lo mejor y con lo peor de esa historia, pero no para castigarnos o destruirnos con la angustia de los posibles errores cometidos, sino para generar la luz necesaria para evaluar con justicia nuestros actos, y construir la esperanza de un presente y un futuro mejores para cada uno de nosotros.

Sí, comparto con usted la impresión que solemos tener cuando nos disponemos a hurgar en la profundidad de nuestro ser, para descubrir cuáles fueron las motivaciones que nos pueden haber llevado a adoptar tal o cual actitud, frente a los sucesos o a los acontecimientos que nos ha tocado vivir.

Hoy quizás no seamos todo lo equitativos que deberíamos ser, porque frente a las consecuencias de lo que ya hemos experimentado, es muy fácil reprocharnos por no habernos sabido anticipar a la realidad actual.

Pero la naturaleza humana nos ha hecho de una sola manera y nos ha impuesto el vivir primero las derivaciones de nuestras decisiones y acciones, para luego poder sacar conclusiones de si han sido certeras o no.

Es justamente en esos reconocimientos, que periódicamente tenemos que realizar, donde descubrimos nuestra verdad y donde encontramos las alternativas para acceder a nuestro bienestar y, por qué no, a nuestra felicidad.

Claro está que para lograr este difícil equilibrio emocional, primero tenemos que sentir que somos merecedores de esa ventura personal, simplemente por el hecho de ocupar un lugar en el universo, algo que fácilmente olvidamos, creyendo que ese bienestar que hoy nos puede ser esquivo es la realidad de algunos pocos elegidos, incrementando de ese modo el sentimiento de minusvalía que cada tanto nos embarga.

Iniciar ese necesario proceso de reingeniería personal, de cambios trascendentes, requiere de una actualización de nuestra autoestima, para lo cual utilizaremos ese espejo del alma, que nos devolverá la justa imagen de la confianza y el respeto por nosotros mismos.

Como en todo balance, existen muchos rubros que deberemos analizar, pero se impone como uno de los primeros, el evaluar el juicio que nos merece nuestra propia persona.

Esa es una de las claves fundamentales si queremos mirar el futuro con la esperanza de un cambio basado en nuestras fortalezas, intentando con paciencia y perseverancia convertir nuestras debilidades en nuevos bastiones que nos ayuden a transitar por la vida con un concepto diferente de nosotros mismos.

El mundo cambia vertiginosamente, los escenarios se suceden uno tras otro mientras usted, yo y todos los hombres y mujeres de la Tierra somos los actores principales de la historia de la humanidad.

Para poder salvaguardar nuestra integridad, tenemos que flexibilizar nuestras posturas, y adaptarnos a estos cambios que exigen de nosotros esa capacidad que con urgencia tenemos que adquirir, si aún no la poseemos. Hoy todo apunta hacia la excelencia y la pregunta que nos tenemos que hacer es si hemos incorporado ese concepto a nuestro estilo de vida.

Se impone pues un alto en nuestro largo peregrinar por la existencia, para reflexionar acerca de si estamos yendo por la senda correcta. Para preguntarnos y contestarnos sobre lo que queremos para nuestra vida y si eso que queremos lo estamos logrando con nuestras intenciones, con nuestras decisiones y con nuestras acciones del día a día.

Si la interpretación de lo que estamos viviendo hoy nos satisface plenamente, pues entonces adelante porque estamos en el buen camino. De lo contrario, comencemos juntos a revisar los espacios recorridos, con el único propósito de poder descubrir en qué hemos errado e incorporar, ahora sí, sin más dilaciones, esta nueva idea de la excelencia para que guíe nuestros propósitos.

Volvamos al principio e introduzcámonos en la necesidad de realizar periódicamente estos balances que nos van a mostrar lo que tenemos en el “haber” y lo que nos ha quedado en el “debe”.

Es simplemente saber hasta qué punto tenemos saneada nuestra casa interna y qué medidas tenemos que tomar en ese proceso de mejora continua, que nos llevará a aprender a minimizar errores y a ejercitarnos a pensar en nosotros, como actores principales de la obra más importante que hayamos podido representar y cuyo nombre es “nuestra vida”.

Si del análisis de esa realidad concluimos que venimos cosechando un fracaso tras otro, no solo vamos a tener la imperiosa necesidad de cambiar los procedimientos que utilizamos, sino que se va a hacer imprescindible innovar para obtener los resultados que buscamos y que esperamos.

¿Qué quiere decir la palabra innovar? Básicamente, significa que lo que hacemos habitualmente admite otras formas de llevarlo a cabo, con la posibilidad, ahora sí, de ser exitosos en nuestro esfuerzo.

El primer objetivo será lograr ser amigos de nosotros mismos. Esto es franquear las barreras que nos impiden ser sinceros en nuestro diálogo interior, para reconocer en qué aspectos de nuestras propuestas de vida nos hemos equivocado y qué decisiones han sido certeras y eficaces, para utilizar estas últimas como agentes motivadores de una nueva apuesta hacia el futuro.

Este es uno de los valores fundamentales que emergen espontáneamente cuando realizamos los necesarios balances de nuestra vida.

La confianza y el respeto por nosotros mismos son los dos pilares básicos de una buena autoestima, y este respeto lo tenemos que construir des

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