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PRÓLOGO DEL EDITOR
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Si éste es su primer contacto con ¡Piense y hágase rico!, le pido que se detenga al terminar de leer el tercer párrafo de este prólogo y que pase de inmediato al “Prólogo del autor” que aparece a continuación. Le espera el inicio de una experiencia muy profunda y capaz de cambiar su vida: una experiencia que año tras año ha dado a miles de hombres y mujeres la clave del éxito, desde que Napoleon Hill publicó esta obra maestra por primera vez.
¡Piense y hágase rico! es el único libro o recurso práctico sobre el éxito personal que usted DEBE tener. Le ayudará a hacerse rico, enriquecerá su vida, en todos los aspectos importantes, no sólo en el financiero y material. Las ideas que respaldan a ¡Piense y hágase rico! son la fuente de donde han brotado todos los movimientos legítimos sobre el “éxito personal” y “actitud mental positiva”. Cada libro, CD, DVD, o cualquier otro producto sobre el éxito personal que se haya producido después de la publicación de ¡Piense y hágase rico! simplemente redescubre las ideas y los principios del Dr. Hill.
Si está leyendo ¡Piense y hágase rico! por primera vez, por el momento no ponga atención en las notas a pie de página ni a los apéndices. Éstos proporcionan información que algún día incrementará el aprecio que usted siente por este libro, pero la primera vez que lo lea sólo le restarán velocidad e interrumpirán su proceso de aprendizaje. Cuando haya terminado de leer el libro por primera vez (¡porque va a leerlo muchas veces!), y por lo tanto haya comenzado su trayecto hacia grandes logros personales, hacia la independencia financiera y un éxito extraordinario en la vida, regrese a este prólogo para lograr una mejor comprensión de ¡Piense y hágase rico! y de la filosofía que conlleva. Estudie las notas al final: en ellas comprenderá mejor conceptos como el de la actitud mental positiva, entenderá mejor la época en que Napoleon Hill trabajó, las personas que él menciona, y por supuesto comprenderá mejor al propio Napoleon Hill.
Por lo tanto, insisto, si está usted leyendo este libro por primera vez, no dude, no pierda tiempo. Pase al “Prólogo del autor” para iniciar su estudio, ¡Y HÁGALO AHORA!
Si usted ya conoce la obra de Napoleon Hill y ha leído otra versión de ¡Piense y hágase rico!, le espera una recompensa distinta. La edición de ¡Piense y hágase rico! que ahora tiene en sus manos, como lo indica la portada, es la versión original, corregida y aumentada. Recuerde que Napoleon Hill publicó ¡Piense y hágase rico! y el secreto para producir dinero 1937, en lo más profundo de la Gran Depresión. En 1960 publicó una edición revisada del libro, en la que se omitieron muchas secciones que aparecían en el original. Gran parte de lo que se omitió se concentraba en temas específicos que se relacionaban con el entorno de una depresión económica. Es evidente que la razón de éste y otros cambios que se hicieron al manuscrito original fue evitar que la obra quedara “fija en una fecha”. Hasta nuestros días, los ejemplares de la edición de 1960, y de impresiones subsecuentes, han sido lo único disponible en las librerías y en la mayoría de las bibliotecas desde la década de los sesenta.
Esto es irónico, debido a los tremendos trastornos, interrupciones e incertidumbres que asolaron al mundo en las décadas de los ochenta y los noventa, y en el siglo que acaba de iniciar. Mucho de lo que se omitió en 1960 resulta sorprendentemente relevante en las circunstancias y condiciones que prevalecen en la actualidad. ¡Piense y hágase rico! se dirige, en su forma original, a la gente del siglo XXI con la misma claridad y en forma tan significativa como lo fue con la gente de principios del siglo XX y de años posteriores; y tal vez lo haga con mayor claridad y de manera aún más relevante.
La versión de ¡Piense y hágase rico! que está usted leyendo ahora devuelve al libro su forma original, pues vuelve a introducir en él la mayor parte del material que se eliminó hace cuatro décadas. (Varios pasajes originales no se incluyeron en el texto principal, pues son obsoletos, pero en general, esos pasajes se mencionan y se explican en las notas del final.)
Ante todo, esta nueva versión recoge la forma y el aspecto original de ¡Piense y hágase rico!, pero también se revisó el libro de principio a fin. En cada capítulo hay ligeros cambios en la puntuación, la terminología y en ocasiones en la redacción. Los datos financieros y económicos se actualizaron en contextos donde es lógico hacerlo (por ejemplo, se utiliza el valor actual del dólar en los ejemplos y en las cifras), para que los lectores no se vean obligados constantemente a hacer cálculos mentales y comparaciones. Cada una de estas revisiones en las palabras y en las cifras se hizo exclusivamente para eliminar obstáculos artificiales para una plena comprensión de las ideas del Dr. Hill. A cada paso, la meta ha sido lograr que ¡Piense y hágase rico! se dirija con naturalidad y claridad a los lectores de nuestros días.
Otro aspecto digno de mencionar, es que esta obra es traducción de la primera versión de ¡Piense y hágase rico!: contiene anotaciones, notas al pie de página y al final y apéndices; incluye el primer índice completo que ayudará a los lectores a utilizar el libro con mayor eficacia. La mayor parte de las anotaciones serán interesantes ante todo para los seguidores de Napoleon Hill que buscan comprender mejor el contexto histórico en el que el Dr. Hill creó ¡Piense y hágase rico! Aunque su mensaje en sí supera las limitaciones del tiempo, la mayoría de los lectores actuales no están familiarizados con muchas de las personas, los acontecimientos y las circunstancias que él describe en sus comentarios y en sus ejemplos.
¡Piense y hágase rico! (versión original, corregida y aumentada) intenta dejar en claro todos estos temas en la medida de lo posible sin trastornar o interferir en forma alguna con la integridad y el mensaje de la obra original.
¿Qué podemos decir sobre ¡Piense y hágase rico!? El libro del Dr. Hill es un fenómeno en el mundo editorial. Año tras año la gente lo sigue “descubriendo” en el rincón de una librería o en el estante de una biblioteca; o tal vez se lo prestó un amigo, un miembro de su familia o un compañero de trabajo. Lo leyeron, les encantó y lo usaron para darle un giro a su vida y dar rienda suelta a su capacidad creativa y a su imaginación.
El primer ejemplar de ¡Piense y hágase rico! se vendió en 1937. Once años más tarde, en febrero de 1948, la revista Coronet realizó una encuesta entre 300 jóvenes de ambos sexos que habían alcanzado el éxito y les preguntó: “¿Qué libro o libros tuvieron más influencia en su vida y contribuyeron a su éxito?” ¡Piense y hágase rico! tuvo el cuarto lugar en la lista. En septiembre de 1986, 38 años más tarde, habiendo gobernado ocho presidentes a Estados Unidos, el diario USA Today publicó una lista de los “10 libros sobre inversiones que más se vendieron en Estados Unidos ese mes”. A pesar de que ¡Piense y hágase rico! sólo trata el tema de las inversiones en forma muy general, tuvo el primer lugar en la lista. (¿Cuáles son algunos de los libros que superó?: Cómo comprar acciones, La única guía sobre inversiones que usted podrá necesitar y Conseguir lo suyo.)
Hace algunos años, la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos llevó a cabo una encuesta en la que preguntó cuáles eran los libros que más influencia habían tenido en la vida de los lectores. La respuesta más frecuente, por amplio margen, fue la Biblia. El segundo y el tercer lugar fueron, respectivamente, Atlas se encogió de hombros, de Ayn Rand, y ¡Piense y hágase rico!, de Napoleon Hill. En su número del 14 de octubre de 2002, la revista Business Week publicó su lista de best sellers. Es casi increíble que ¡Piense y hágase rico! haya aparecido en décimo lugar entre los 15 libros en rústica sobre temas de negocios que más se vendieron; ¡65 años después de que se vendiera el primer ejemplar!
Si entra usted a cualquier librería bien surtida en Estados Unidos, encontrará, en la sección de negocios o de motivación personal, varios ejemplares en rústica de ¡Piense y hágase rico! (por lo general, la versión de 1960 en alguna de sus manifestaciones). ¡Piense y hágase rico! sigue estando presente porque logra resultados.
Durante tres años tuve el privilegio de prestar mis servicios (siendo contratista independiente) como el primer editor en jefe de La Carta Informativa de Piense y Hágase Rico, publicada por Imagine, Inc., para la Fundación Napoleon Hill, una organización caritativa que el Dr. Hill estableció para llevar a cabo sus investigaciones y su trabajo. Mi experiencia en ese puesto no sólo me proporcionó la comprensión y confianza que necesitaba para realizar la corrección y revisión de ¡Piense y hágase rico!, sino que también me ayudó a entender el poder vital que tiene este libro para cambiar la vida de la gente. Estuve en contacto con las cartas y llamadas telefónicas que se reciben diariamente de personas de todo el mundo, de diversas profesiones y que se enfrentan a todo tipo de circunstancias.
Estas personas leyeron ¡Piense y hágase rico!, y han aplicado sus principios con diligencia; adquirieron confianza en sí mismos, se comprenden mejor y alcanzaron niveles de éxito que la mayoría de las personas sólo se atreven a soñar. Tal vez algún día usted también pueda dar ese tipo de testimonio.
Sin embargo, ¡Piense y hágase rico! no sólo tiene el poder de los principios que explica. Parte del atractivo del libro es la misteriosa perspicacia, casi profética, de Napoleon Hill respecto a asuntos y problemas de “actualidad”. Trata conceptos como networking (contactos profesionales) y redes sociales, manejo participativo, excelencia en el servicio a clientes, visualización de técnicas, lluvia de ideas, y el sistema de poner por escrito las metas y objetivos, mucho antes de que esas frases se convirtieran en el lenguaje típico de las corporaciones y los psicólogos; en la mayoría de los casos, incluso antes de que se crearan esas frases. El Dr. Hill dedica todo un capítulo al tema de programas de mentores, aunque nunca se refiere a él con esas palabras, y le da un toque muy característico.
Sus especulaciones sobre las funciones del cerebro humano preceden a todas las investigaciones que se han realizado sobre el lado derecho e izquierdo del cerebro. Cualquiera de las numerosas pruebas de análisis personal que se encuentran en sus páginas es perfectamente aplicable en la actualidad y en sí mismas justifican el precio que se paga por el libro.
Cincuenta años antes de que la palabra downsizing* se pusiera de moda, Napoleon Hill describe con detalles específicos la estrategia perfecta y las tácticas que deben usarse cuando de pronto uno se ve en la necesidad de buscar trabajo o de intentar iniciar un negocio. Sus análisis de la naturaleza y el significado del capitalismo (en el capítulo 6) es el análisis más convincente y persuasivo que jamás se haya hecho, y debería ser lectura obligatoria para todos.
Independientemente de la ciudad, estado o país en que uno viva, ninguna biblioteca relacionada con el éxito estaría completa sin esta versión de ¡Piense y hágase rico! corregida, aumentada, con anotaciones y un índice. En esencia, abarca todo el contenido original del libro, editado para el lector de nuestros días. Incluye el material corregido que lo convierte en una obra más relevante y valiosa en la actualidad que cuando se publicó por primera vez. Uno de los propósitos primordiales de ¡Piense y hágase rico! es enseñar los pasos prácticos para lograr la independencia financiera e incluso llegar a tener una gran fortuna. Pero el mayor valor de este maravilloso libro no es su capacidad de darle a usted el éxito financiero, sino su capacidad de ayudarle a USTED o a CUALQUIER persona a alcanzar el éxito sin importar cómo lo defina, y ayudarle a alcanzar cualquier otra cosa que desee en la vida.
Recordemos la afirmación de Napoleon Hill, que posiblemente es su declaración más famosa:
“¡Todo aquello que usted pueda concebir
y crear, amigo mío, podrá lograrlo!”
¡Piense y hágase rico! (versión original, corregida y aumentada) le muestra, paso a paso, cómo lograrlo.
ROSS CORNWELL
* El downsizing es un despido masivo de empleados que se justificaba en caídas de la demanda, adopción de nuevas tecnologías que suponen ahorro de trabajo.
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PREFACIO DEL AUTOR
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En cada capítulo de este libro se habla del secreto para ganar dinero; un secreto que ha forjado la fortuna de más de 500 personas de riqueza extraordinaria, a quienes he analizado de manera exhaustiva durante muchos años.
Andrew Carnegie me habló de ese secreto hace más de medio siglo. El astuto y encantador anciano escocés me lanzó ese secreto con cierto descuido cuando yo era muy joven.1 Luego se recargó cómodamente en su silla, con un alegre brillo en los ojos, y me observó detenidamente para ver si yo tenía suficiente inteligencia para captar todo el significado de lo que me acababa de decir.
Cuando vio que yo había captado la idea, me preguntó si estaría dispuesto a dedicar 20 años o más a prepararme para presentar ese secreto al mundo, a hombres y mujeres que, sin ese secreto, podrían fracasar en la vida. Le respondí que sí y con la cooperación del señor Carnegie, he cumplido mi promesa.
Este libro contiene el secreto que han puesto en práctica miles de personas de casi todas las clases sociales. Fue idea del señor Carnegie que esta fórmula mágica, que le proporcionó una fortuna estupenda, se pusiera al alcance de personas que no tienen tiempo para investigar cómo ganan dinero los hombres de éxito. Tenía la esperanza de que yo lo pusiera a prueba y demostrara la solidez de la fórmula mediante la experiencia de hombres y mujeres de todas las profesiones. Él creía que la fórmula debía enseñarse en todas las escuelas y universidades públicas, y expresó la opinión de que si se enseñaba en forma adecuada, revolucionaría todo el sistema educativo a tal grado que el tiempo que se pasa en la escuela podría reducirse a menos de la mitad.
Su experiencia con Charles M. Schwab y otros hombres de negocios jóvenes como él, convenció al señor Carnegie de que mucho de lo que se enseñaba en las escuelas y en las universidades no tiene ningún valor en lo que concierne a ganarse la vida o a acumular riquezas. Llegó a esa conclusión porque contrató un joven tras otro para trabajar en su negocio, muchos de ellos tenían muy poca preparación académica, pero asesorándolos en el uso de esta fórmula, desarrolló en ellos un liderazgo poco común. Además, gracias a su asesoramiento, quienes siguieron sus instrucciones lograron amasar fortunas.
En el capítulo 2, que trata sobre la “Fe”, usted leerá la sorprendente historia de cómo se organizó la gigantesca United States Steel Corporation, tal como la concibió y desarrolló uno de los jóvenes con los que el señor Carnegie demostró que su fórmula funciona a todos los que están preparados para ella. Charles M. Schwab aplicó el secreto una sola vez, y con eso produjo una inmensa fortuna, tanto en dinero como en OPORTUNIDADES. Para decirlo con franqueza, esa aplicación específica de la fórmula les produjo a los involucrados 600 millones de dólares.*
Estos hechos, con los que la mayoría de las personas que conocieron al señor Carnegie estaban muy familiarizados, presentan una idea bastante clara de lo que la lectura de este libro puede ofrecerle, siempre y cuando usted SEPA QUÉ ES LO QUE QUIERE.
Incluso antes de haberlo puesto a prueba por un periodo de 20 años, se reveló el secreto a muchos miles de hombres y mujeres que lo han utilizado para su beneficio personal, tal como el señor Carnegie lo había planeado. Muchos de ellos han forjado fortunas con él. Otros lo han aplicado con éxito en la creación de armonía en el hogar.
Arthur Nash, un sastre de Cincinnati, usó su negocio, que casi estaba en bancarrota, como “conejillo de indias” para poner a prueba la fórmula. El negocio resurgió y produjo una fortuna a sus dueños. El experimento fue tan extraordinario que los periódicos y las revistas le hicieron publicidad favorable por valor de más de un millón de dólares.2
Se le reveló el secreto a Stuart Austin Wier, de Dallas, Texas.3 Él estaba listo para recibirlo; estaba tan preparado para él que abandonó su profesión y entró a la facultad de leyes. ¿Tuvo éxito? También relataremos su historia.
Le comuniqué el secreto a Jennings Randolph el día en que se graduó de la universidad y lo usó con tanto éxito que lo llevó al Senado de Estados Unidos y a una carrera larga y próspera en la política a escala nacional.
Cuando yo trabajaba como director de publicidad en LaSalle Extension University (Universidad a Distancia LaSalle), que entonces era muy poco conocida, tuve el privilegio de ver cómo J. G. Chapline, presidente de la universidad, utilizó la fórmula con tal eficacia que transformó LaSalle en una de las universidades a distancia más importantes del país.4
El secreto al que me refiero se menciona por lo menos un centenar de veces en este libro. Todavía no se ha mencionado en forma directa, ya que parece funcionar mejor cuando simplemente se le pone al descubierto y se deja a la vista, de modo que QUIENES ESTÁN PREPARADOS PARA ÉL y LO ESTÁN BUSCANDO puedan captarlo. Por eso el señor Carnegie me lo lanzó de forma tan discreta, sin darme su nombre específico. Si usted está PREPARADO para ponerlo en práctica, reconocerá ese secreto por lo menos una vez en cada capítulo. Me gustaría tener el privilegio de decirle cómo sabrá si está preparado, pero eso le privaría de gran parte del beneficio que recibirá cuando haga el descubrimiento por sí solo.
Cuando estaba escribiendo este libro, mi hijo, que entonces se hallaba terminando el último año en la universidad, tomó el manuscrito del capítulo 1, lo leyó y descubrió el secreto por sí mismo. Utilizó la información con tal eficacia que de inmediato consiguió un puesto de responsabilidad con un salario inicial que superaba lo que por lo general gana una persona promedio. Su historia se describe brevemente en el primer capítulo. Cuando usted la lea, tal vez descarte cualquier sensación que haya tenido al inicio de un libro que promete tanto. Y hay algo más: si alguna vez se ha desanimado, si ha tenido que superar dificultades que consumían su alma, si ha intentado algo y ha fracasado, si alguna vez se ha visto limitado a causa de enfermedades o defectos físicos, la historia de cómo mi hijo descubrió y aplicó la fórmula de Andrew Carnegie puede ser para usted el oasis en el “desierto de la esperanza perdida” que ha estado buscando.
El presidente Woodrow Wilson utilizó ampliamente este secreto durante la Primera Guerra Mundial. Se le reveló a cada soldado que luchó en la guerra, pues se incorporó o se “introdujo” cuidadosamente en el entrenamiento que recibían los soldados antes de llegar al frente. El presidente Wilson me dijo que el secreto fue también un factor importante para conseguir los fondos necesarios para la guerra.5
En los primeros años del siglo XX, Manuel L. Quezón (que entonces era comisionado residente de las Islas Filipinas) se inspiró en el secreto para alcanzar la libertad de su pueblo y llegó a ser el primer presidente de esa nación insular libre.6
Algo peculiar que tiene este secreto es que quienes lo adquieren y emplean se ven literalmente arrastrados hacia el éxito, aparentemente sin mucho esfuerzo ¡y nunca vuelven a fracasar! Si usted lo duda, estudie los nombres de quienes lo han utilizado, sin importar dónde se les mencione. Verifique sus logros y convénzase.
¡Nunca se obtiene ALGO A CAMBIO DE NADA!
El secreto al que me refiero no se puede obtener sin pagar un precio, aunque éste sea muy inferior a su valor. No pueden conseguirlo a ningún precio aquellos que no lo están buscando intencionalmente. No es posible regalarlo y no se puede comprar con dinero, porque consta de dos partes. Una de ellas ya está en manos de quienes están preparados para él.
El secreto presta el mismo servicio a todos los que estén preparados para recibirlo. La educación no tiene nada que ver con él. Mucho antes de que yo naciera, el secreto llegó a manos de Thomas Alva Edison, quien lo utilizó en forma tan inteligente que llegó a ser el inventor más grande del mundo, aunque sólo había asistido a la escuela durante tres meses.
El secreto se transmitió a un socio de negocios del señor Edison. Lo utilizó en forma tan eficaz que aunque entonces sólo ganaba unos 12 mil dólares anuales, acumuló una gran fortuna y se retiró del mundo de los negocios siendo aún muy joven. Su historia se encuentra al principio del siguiente capítulo. Es una historia que debería convencer al lector de que la riqueza no está fuera de su alcance; de que todavía puede llegar a ser lo que anhela; que el dinero, la fama, el reconocimiento y la felicidad están al alcance de todo aquel que esté preparado y decidido a obtener esos beneficios.
¿Cómo sé yo esas cosas? Usted sabrá la respuesta antes de que haya terminado de leer este libro. Podría descubrirla en el primer capítulo, o tal vez en la última página.
Mientras llevaba a cabo la tarea de investigación que duró 20 años e inicié a petición del señor Carnegie, analicé a centenares de hombres famosos y muchos de ellos admitieron que habían acumulado su vasta fortuna con la ayuda del secreto de Carnegie;7 entre ellos** están:
HENRY FORD |
JOHN D. ROCKEFELLER |
WILLIAM WRIGLEY JR. |
THOMAS A. EDISON |
JOHN WANAMAKER |
FRANK A. VANDERLIP |
JAMES J. HILL |
F. W. WOOLWORTH |
FANNIE HURST CORONEL |
ROBERT A. DOLLAR |
GEORGE S. PARKER |
EDWARD A. FILENE |
E. M. STATLER |
EDWIN C. BARNES |
HENRY L. DOHERTY |
ARTHUR BRISBANE |
CYRUS H. K. CURTIS |
WOODROW WILSON |
GEORGE EASTMAN |
WILLIAM HOWARD TAFT |
THEODORE ROOSEVELT |
LUTHER BURBANK |
JOHN W. DAVIS |
EDWARD W. BOK |
MARIE DRESSLER |
FRANK A. MUNSEY |
ELBERT HUBBARD |
KATE SMITH |
WILBUR WRIGHT |
ELBERT H. GARY |
WILLIAM JENNINGS BRYAN |
ALEXANDER GRAHAM BELL |
DR. DAVID STARR JORDAN |
JOHN H. PATTERSON |
J. OGDEN ARMOUR |
JULIUS ROSENWALD |
CHARLES M. SCHWAB |
STUART AUSTIN WIER |
ERNESTINE SCHUMANN-HEINK |
DR. FRANK CRANE |
DR. FRANK GUNSAULUS |
J. G. CHAPLINE |
DANIEL WILLARD |
ARTHUR NASH |
KING GILLETTE |
ELLA WHEELER WILCOX |
RALPH A. WEEKS |
CLARENCE DARROW |
EL JUEZ DANIEL T. WRIGHT |
JENNINGS RANDOLPH |
Estos nombres sólo representan una pequeña fracción de los centenares de estadounidenses famosos cuyos logros, financieros o de otra índole, son una prueba de que quienes comprenden y aplican el secreto de Carnegie pueden alcanzar posiciones elevadas en la vida. No he conocido a nadie que se haya sentido inspirado a utilizar el secreto y no haya alcanzado un éxito extraordinario en el campo de su elección. Nunca he sabido que una persona logre distinguirse como profesionista o acumule considerables riquezas sin poseer el secreto de una u otra forma. Tomando en cuenta estos dos hechos, he llegado a la conclusión de que el secreto, como parte del conocimiento esencial para la autodeterminación, es más importante que cualquier otro concepto que uno reciba a través de lo que se conoce como “educación”.
En todo caso, ¿qué es la EDUCACIÓN? La respuesta a esta pregunta se dará en forma muy detallada. En lo que concierne a la formación escolar, muchos de esos individuos sólo recibieron lo elemental. En una ocasión, John Wanamaker me dijo que la limitada educación que había recibido la había adquirido de la misma manera en que una locomotora adquiere agua: abasteciéndose a medida que avanza.8
Henry Ford no llegó a la preparatoria, mucho menos a la universidad. No intento restarle importancia al valor de la educación formal, sólo intento expresar mi gran fe en que quienes conocen profundamente el secreto y lo aplican alcanzarán posiciones importantes, acumularán riquezas y negociarán con la vida en sus propios términos, aunque su educación formal haya sido mínima.
En algún punto, a medida que usted vaya leyendo, el secreto al que me refiero saltará de la página y se presentará ante usted con osadía, ¡SI ESTÁ PREPARADO PARA RECIBIRLO! Cuando aparezca, lo reconocerá. Ya sea que reciba su señal en el primero o en el último capítulo, deténgase un momento cuando se le presente y celébrelo, pues eso representará el momento decisivo más importante de su vida.
Ahora pasaremos a la “Introducción” y a la historia de un amigo muy querido que generosamente ha reconocido haber visto esa señal mística y cuyos logros en el mundo de los negocios son suficiente prueba de que ha descubierto el secreto. Al leer esa historia, y las que aparecen después, recuerde que abordan los problemas importantes de la vida que todos experimentamos; problemas que brotan de nuestro esfuerzo por ganarnos la vida, encontrar esperanza, valor, satisfacción y paz mental; de nuestro anhelo de acumular riquezas y disfrutar de la libertad del cuerpo y el espíritu.
También recuerde, conforme vaya leyendo este libro, que todo esto se relaciona con hechos y no con ficción, y que su propósito es transmitir una gran verdad universal a través de la cual quienes estén PREPARADOS no sólo podrán saber QUÉ HACER, SINO TAMBIÉN CÓMO HACERLO. Asimismo recibirán EL ESTÍMULO NECESARIO PARA COMENZAR.
Como una última palabra de preparación antes de que usted empiece a leer la “Introducción”, quisiera ofrecerle una breve sugerencia que tal vez le dé una clave con la cual podrá reconocer el secreto de Carnegie: ¡TODOS LOS LOGROS, TODA LA RIQUEZA QUE SE GANA, EMPIEZAN CON UNA IDEA! Si usted está preparado para el secreto, ya posee la mitad; por lo tanto, reconocerá la otra mitad con facilidad en el momento en que ella llegue a su mente.
NAPOLEON HILL
* Actualmente equivaldrían a 12.5 mil millones de dólares.
** Encontrará información adicional sobre estas personas en las notas del final.
El éxito llega a las personas que logran estar
CONSCIENTES DEL ÉXITO

El fracaso acosa a quienes con indiferencia sólo
están CONSCIENTES DEL FRACASO
Introducción
EL PODER DE LA MENTE
El hombre que se abrió camino
con base en “pensamientos”
La verdad es que los pensamientos son cosas; y son cosas muy poderosas cuando se mezclan con propósitos definidos, con persistencia y con UN DESEO ARDIENTE de convertirlos en riqueza o en objetos materiales.
Edwin C. Barnes descubrió en qué medida es cierto que en realidad la gente PIENSA Y SE HACE RICA.1 Su descubrimiento no surgió de pronto, sino fue apareciendo poco a poco, y empezó con el DESEO ARDIENTE de llegar a ser socio del gran Thomas Alva Edison.
Una de las características principales del deseo de Barnes fue que era definido. Quería trabajar con Edison, no para él. Observe con cuidado la descripción de cómo fue convirtiendo su DESEO en realidad y tendrá una mejor comprensión de los 13 pasos que conducen a la riqueza.
Cuando ese DESEO, o impulso del pensamiento, apareció por primera vez en su mente, Barnes no estaba en una posición en la que pudiera actuar conforme a ese deseo. Dos obstáculos se interponían en su camino: no conocía al señor Edison y no tenía suficiente dinero para pagar el pasaje en tren hasta Orange, Nueva Jersey, donde se encontraban los laboratorios del señor Edison. Esas dificultades habrían sido suficientes para desanimar a la mayoría de la gente en el intento de realizar ese deseo.
¡Pero no era un deseo ordinario! Barnes estaba tan decidido a encontrar una manera de lograrlo que al final prefirió viajar “entre los vagones de un tren” en lugar de sufrir una derrota. (En otras palabras, llegó a Orange en un tren de carga).
Barnes se presentó en el laboratorio de Edison y anunció que había llegado para hacer negocios con el inventor. Años más tarde, al hablar de su primer encuentro con Barnes, Edison comentó: “Estaba de pie frente a mí con la apariencia de un vagabundo común y corriente, pero había algo en la expresión de su rostro que transmitía la idea de que estaba decidido a conseguir lo que se había propuesto. Yo había aprendido, después de años de experiencia, que cuando un hombre desea algo tan imperiosamente que está dispuesto a apostar todo su futuro a una sola carta para conseguirlo, tiene asegurado el triunfo. Le di la oportunidad que me pedía, porque vi que él estaba decidido a no ceder hasta alcanzar el éxito. Lo que pasó después demostró que no cometí un error”.
Lo que Barnes le dijo al señor Edison en ese momento fue menos importante que lo que estaba pensando. ¡El propio Edison lo dijo! No pudo haber sido el aspecto del joven lo que logró que comenzara a trabajar en la oficina de Edison, ya que eso definitivamente estaba en su contra. Lo importante fue lo que él PENSABA.
Si fuera posible transmitirle al lector la importancia de esta afirmación, no sería necesario que leyera el resto de este libro.
Barnes no logró asociarse con Edison en su primera entrevista. Pero tuvo la oportunidad de trabajar en la oficina de Edison por un salario insignificante, realizando tareas que Edison consideraba sin importancia, pero que tenían una gran importancia para Barnes, pues le dieron la oportunidad de mostrar “su mercancía” donde la pudiera ver la persona con quien quería asociarse.
Transcurrieron varios meses. Al parecer, no había sucedido nada que hiciera realidad la codiciada meta que Barnes tenía en mente como su PROPÓSITO PRIMORDIAL Y PRECISO. Pero estaba sucediendo algo importante en la mente de Barnes. Constantemente intensificaba su DESEO de llegar a ser socio de Edison.
Los psicólogos acertadamente han afirmado que “cuando uno en realidad está preparado para algo, eso se presenta”. Barnes estaba listo para asociarse con Edison; además, se encontraba DECIDIDO A SEGUIR ESTANDO LISTO HASTA LOGRAR LO QUE BUSCABA.
No se dijo: “Bueno, ¿para qué intentarlo? Supongo que cambiaré de parecer y trataré de conseguir un trabajo como vendedor”. Sino que se dijo: “Vine aquí a asociarme con Edison, y eso es lo que haré aunque me lleve el resto de mi vida”. ¡Lo decía en serio! ¡Qué historia tan diferente contaría la gente si sólo adoptara un PROPÓSITO DEFINIDO, y se apegara a él hasta que el tiempo lo convirtiera en una obsesión que lo consumiera todo!
Quizás el joven Barnes no lo sabía en ese momento, pero su determinación inconmovible, su persistencia en respaldar su único DESEO, estaba destinada a superar toda oposición y a darle la oportunidad que buscaba.
Cuando surgió la oportunidad, se presentó con una forma diferente y llegó desde una dirección distinta de lo que Barnes había esperado. Ése es uno de los ardides de la oportunidad. Tiene el taimado hábito de entrar a hurtadillas por la puerta de atrás y a menudo viene disfrazada como un infortunio o un fracaso temporal. Tal vez por eso tantas personas no pueden reconocerla como una oportunidad.
El señor Edison acababa de perfeccionar un nuevo aparato de oficina, conocido en aquella época como la máquina de dictar de Edison (más tarde se le llamó “ediphone”). Sus vendedores no se mostraron entusiasmados con ese aparato. No confiaban en que se pudiera vender sin grandes esfuerzos. Barnes vio su oportunidad. Había surgido discretamente, oculta en una extraña máquina que sólo le interesaba a Barnes y al inventor.
Barnes supo que podría vender la máquina de dictar de Edison. Se lo sugirió y de inmediato obtuvo su oportunidad. Claro que vendió la máquina. En realidad, lo hizo con tanto éxito que Edison le dio un contrato para distribuirla y venderla en toda la nación. Gracias a esa asociación de negocios, surgió el famoso eslogan: “Hecha por Edison, instalada por Barnes”.
Esa alianza comercial fue un gran éxito durante más de tres décadas. A partir de ella, Barnes se hizo rico en dinero, pero también logró algo infinitamente más importante: demostró que uno en realidad puede “pensar y hacerse rico”.
No tengo manera de saber cuánto dinero le reportó a Barnes su DESEO original. Tal vez fueron 2 o 3 millones de dólares,2 pero la cantidad, cualquiera que haya sido, parece insignificante cuando se la compara con la adquisición de un recurso de más valor: el conocimiento definido de que un impulso intangible del pensamiento se puede “transmutar” en su contraparte física mediante la aplicación de principios conocidos.3
¡Barnes literalmente logró asociarse con el gran Edison con la fuerza de su pensamiento! Esa fuerza de pensamiento lo hizo dueño de una fortuna. No tenía nada al empezar, excepto la capacidad de saber lo que deseaba y la determinación de RESPALDAR ese deseo hasta haberlo realizado.
Por principio de cuentas, no tenía dinero. Tenía muy poca educación formal y carecía de influencia. Pero sí tenía iniciativa, fe y la voluntad de triunfar. Con esas fuerzas intangibles se transformó en el “socio número uno” del inventor más grande que había existido.4
A un metro del oro
Ahora abordemos una situación diferente y estudiemos a una persona que tenía gran evidencia tangible de riquezas, pero que las perdió porque se detuvo un metro antes de alcanzar la meta que se había propuesto.
Una de las causas más comunes del fracaso es el hábito de abandonar un proyecto cuando nos vence una derrota temporal. Todo el mundo es culpable de ese error en un momento u otro.
Un tío de R. U. Darby5 fue presa de “la fiebre del oro” en los días en que llegaron multitudes a California buscando ese metal, y viajó al oeste para CAVAR Y ASÍ HACERSE RICO. Nunca había escuchado que se ha sacado más oro del cerebro humano que de la tierra. Consiguió una licencia y se puso a trabajar con el pico y la pala. El trabajo era duro, pero su deseo de encontrar oro era inquebrantable. Después de varias semanas de trabajo obtuvo la recompensa de descubrir una veta de ese mineral brillante. Necesitaba maquinaria para extraer el mineral. Con discreción, cubrió la mina, regresó a su hogar en Williamsburg, Maryland, y les habló a sus parientes y a algunos vecinos del “hallazgo”. Reunieron el dinero necesario para la maquinaria y la mandaron a la mina. Darby y su tío volvieron a trabajar en ella.
Extrajeron el primer carro de mineral y lo enviaron a un fundidor. ¡Las utilidades demostraron que poseían una de las minas más ricas de Colorado! Con unos cuantos carros más de mineral saldarían todas las deudas. Entonces empezarían a ganar dinero en grande.
¡Los taladros empezaron a funcionar! ¡Darby y su tío tenían grandes esperanzas! Entonces sucedió algo. ¡El filón de oro desapareció! ¡Habían llegado al final del arcoíris y la olla de oro ya no estaba allí! Siguieron perforando en un desesperado intento por volver a encontrar la veta, pero fue en vano.
Finalmente, decidieron ABANDONAR EL PROYECTO.
Le vendieron la maquinaria a un chatarrero por unos cuantos centenares de dólares y tomaron el tren para regresar a casa. Algunos chatarreros son tontos, pero éste no. Llamó a un ingeniero en minas para que estudiara la mina e hiciera algunos cálculos. El ingeniero le informó que el proyecto había fracasado porque los dueños no estaban familiarizados con las “vetas falsas”. Sus cálculos mostraron que la veta reaparecía ¡A SÓLO UN METRO DE DONDE LOS DARBY HABÍAN DEJADO DE PERFORAR! ¡Allí fue precisamente donde la encontró el chatarrero!
El chatarrero extrajo millones de dólares en mineral de aquella mina porque supo buscar el consejo de un experto antes de darse por vencido. La mayor parte del dinero que se invirtió en maquinaria se obtuvo gracias a los esfuerzos de R. U. Darby, que entonces era muy joven. Consiguió el dinero con sus familiares y vecinos que confiaban en él. Aunque se tardó años, les pagó hasta el último centavo.
Mucho tiempo después, Darby se recuperó totalmente de su pérdida, cuando descubrió que el DESEO se puede transmutar en oro. Lo descubrió después de entrar en el negocio de la venta de seguros de vida.
Al recordar que había perdido una inmensa fortuna porque se DETUVO a un metro del oro, Darby aprovechó esa experiencia en el trabajo que había elegido, con el sencillo método de decirse: “Me detuve a un metro del oro, pero nunca me detendré si la gente me dice que no cuando trate de venderle un seguro”.
En su época, Darby fue uno de los pocos hombres, menos de 50, que vendían más de 1 millón de dólares anuales en seguros. Debía su tenacidad a la lección que había aprendido al “abandonar” el negocio de la mina de oro.
Antes de que el éxito aparezca en la vida de cualquier persona, seguramente encontrará muchas derrotas temporales. Cuando una persona sufre una derrota, lo más fácil y lógico es que ABANDONE SU PROYECTO. Eso es exactamente lo que hace la mayoría.
He consultado a 500 de los hombres más prósperos que se han conocido en Estados Unidos y me han dicho que sus mayores éxitos surgieron tan sólo un paso más allá del punto en que la derrota se había apoderado de ellos. El fracaso es un embustero con un mordaz sentido de ironía y malicia. Se deleita al hacernos tropezar cuando el éxito está casi a nuestro alcance.
Una lección de persistencia por 50 centavos
Poco después de que el señor Darby se graduara en la “universidad de la vida”, y decidiera aprovechar su experiencia en el negocio de la mina de oro, tuvo la buena fortuna de estar presente en un incidente que demostró que la palabra no no necesariamente significa no.
Una tarde estaba ayudándole a un tío a moler trigo en un viejo molino. El tío administraba una granja grande, donde vivían algunos granjeros arrendatarios de raza negra. La puerta se abrió silenciosamente, y una niña, hija de uno de los arrendatarios, entró y se quedó junto a la puerta.
El tío levantó la vista, miró a la niña y le gritó con violencia:
“¿Qué quieres?”
“Mi mamá dice que le mande usted 50 centavos”, respondió la niña con humildad.
“No le voy a mandar nada”, replicó el tío, “y ahora vete a casa.”
“Sí, señor”, dijo la niña, pero no se movió.
El tío siguió con su trabajo; estaba tan ocupado que no prestó atención a la niña y no se dio cuenta de que no se había marchado. Cuando volvió a levantar la mirada y la vio allí parada, le gritó:
“¡Te dije que te fueras a casa! Ahora vete o te daré una paliza.”
“Sí, señor”, dijo la niña, pero siguió inmóvil.
El tío dejó un saco de grano que estaba a punto de echar a la tolva del molino, tomó una duela de barril y empezó a acercarse a la niña con una expresión amenazante.
Darby contuvo el aliento. Podía asegurar que estaba a punto de presenciar una paliza. Sabía que su tío tenía un temperamento terrible. En esa época, a los niños pobres, en especial a los hijos de granjeros arrendatarios, no se les permitía mostrar una abierta actitud de desafío. Cuando el tío llegó donde estaba la niña, ella de inmediato dio un paso al frente, lo miró a los ojos y gritó con todas sus fuerzas: “¡MI MAMÁ NECESITA ESOS 50 CENTAVOS!”
El tío se detuvo, la miró unos instantes y luego lentamente dejó a un lado la duela de barril, se metió la mano en el bolsillo, sacó medio dólar y se lo dio a la niña.
Ella tomó el dinero y retrocedió despacio hacia la puerta, sin quitar los ojos del hombre al que acababa de vencer. Después de que se fue la niña, el tío se sentó en una caja y se quedó mi