La mayorÃa de las personas, cuando fuimos niños, nos sentimos alguna vez desprotegidos en mitad de la noche.
Quienes tenemos hijos sabemos que, a veces, un peluche, un cuento, una pequeña frase pueden servir para darle a un niño esa seguridad tan importante para que no se sienta inquieto, ni tenga temores nocturnos.
Por supuesto, y dependiendo de la forma de ser de nuestro hijo o hija, en otras ocasiones es bastante más complicado lograr que nuestros pequeños se sientan seguros y duerman de un tirón.
El propósito de este libro es intentar que los niños descubran que los cuentos son una puerta de entrada a unos sueños muy especiales, unos sueños compartidos con sus padres, y que sepan que su papá y su mamá también velarán por ellos dentro de los mundos en los que se adentran cuando se quedan dormidos.
Para un niño no existe mayor seguridad que la que le dan sus padres, y dormirse sabiendo que compartirá sus sueños con ellos puede aportarle confianza.
Para nosotros, los padres, no es ningún esfuerzo compartir nuestros sueños con nuestros hijos, pues nos pasamos la vida soñando con su bienestar, con su futuro y su seguridad.
Buenas noches y felices sueños,
J. S. Pinillos
Érase una vez un cuentista que cocinaba cuentos.
Para prepararlos, solÃa echar las palabras enteras,
porque están más sabrosas,
aunque, en ocasiones, también las pelaba,
las cortaba, las hacÃa rodajitas,
y hasta ponÃa letras sueltas para dar aroma o sabor.
Después, las metÃa en una cazuela
o, a veces, en la sartén.
Y al fuego con ellas.
También le gustaba poner un poco de picante.
Una pizca de sal.
Incluso trocitos de frutas.
Y otros condimentos.
Con una cucharita lo probaba un poquito, para ver si estaba rico. Y le daba muchas vueltas para que no se quemara.
Cuando el cuento estaba en su punto, lo sacaba, lo metÃa en un táper, y tachááán, ya quedaba listo para ser contado.
SolÃa preparar dos o tres, para tener diferentes cuentos, por si acaso uno no gustaba tanto, asà tendrÃa otros que ofrecer.
Entonces, se iba a una escuela donde les contaba cuentos a los niños pequeños. Lo hacÃa todas las semanas, y siempre recordaba qué cuentos habÃan gustado más, para, la próxima vez, intentar preparar otros igual de ricos.
El cocinero de cuentos siempre decÃa:
—Los cuentos son el alimento del alma de los niños, asà que tengo que esforzarme al máximo, para ayudarlos a que tengan los mejores sueños y a que crezcan fuertes y felices.
¡Y esta es la pequeña historia del cocinero de cuentos!
¿Qué te ha parecido?
Somos una familia feliz. Un papá, una mamá, una niña que ya casi tiene seis años, y un peque de tres.
Cuando llega la hora de acostarse, para que se duerman seguros y felices, pero también para que aprendan cosas importantes, a papá y a mamá nos encanta contar pequeñas anécdotas y cuentos a nuestros hijos.
Y después, la magia de la noche nos lleva a seguir aprendiendo, a maravillarnos, a soñar juntos.
Pues padres e hijos estamos unidos, en la vida y en los sueños, por un amor incondicional que es la fuerza más grande que existe en el mundo.
Nunca dejemos de soñar.
Ni de compartir nuestros sueños.
Sigamos soñando juntos.
Esta es una pequeña historia sobre el amor que solÃa contarme tu abuelita. Te la cuento y, después, cuando haya acabado, te duermes y nos vemos en tus sueños. ¿De acuerdo?
Érase una vez una mamá que cada noche le decÃa a su niña:
—Te amo incondicionalmente.
Y, como si fuese un juego, cada noche, la niña le preguntaba:
—Mamá, ¿y qué es el amor incondicionalmente?
Y, siempre, después, la niña se reÃa.
Asà que, todas las noches, su mamá le daba una explicación diferente, o le contaba una pequeña historia sobre el amor.
—¿El amor incondicional? Pues mira, te voy a poner un ejemplo: ¿Tú sabes lo que pasa si arrancas un árbol de la tierra?
—¿Que se muere? —le respondió la niña.
—Claro. El árbol nace de la tierra y la necesita para alimentarse y vivir. Pues eso es el amor incondicional. Los papás somos la tierra de la que los niños nacéis y, mientras que sois pequeños, nos necesitáis para alimentaros y sobrevivir.
—¿Hasta que nos hacemos fuertes como un árbol?
—Claro, e incluso después, porque un árbol siempre sigue unido a la tierra. Asà es la relación entre padres e hijos.
Después de cada respuesta, la niña se quedaba un momento pensando y volvÃa a preguntar:
—Mamá, ¿y quÃ