Cuentos Montessori para las buenas noches

Marta Prada

Fragmento

cap-2

Capítulo 1. Despedir el día en conexión

Durante algún tiempo me frustré porque cuando le preguntaba a mi hijo cómo le había ido el día en la escuela no me contaba nada. Sin embargo, mi frustración desapareció cuando comprendí que no era una decisión consciente. Contar implica haber procesado todo lo vivido y eso lleva su tiempo.

Finalmente dejé de preguntarle: «¿Qué tal la escuela?». Los niños viven el momento presente y centran su atención en él. Salirse de ahí es como irse de una fiesta cuando han sacado el pastel: no les gusta.

El reencuentro con los niños, después de la escuela o el trabajo, es un momento clave de reconexión, de cambio, de cobijo.

El niño ha pasado unas horas separado de sus figuras de apego, ha vivido diferentes situaciones y emociones. Necesita que entremos en su momento y lo hagamos nuestro, necesita sentirse acompañado de nuevo. En el reencuentro no está la necesidad del niño de contar, sino la nuestra de saber.

Si te reencontrases en el aeropuerto con un ser querido después de cinco años sin verle, no pensarías en preguntarle qué ha estado haciendo. ¿Qué haríamos seguramente? Abrazarle, sonreír, besar, hacer cualquier comentario en tono de broma que nos ayudase a romper el hielo… Es posible que, unas horas más tarde, ya comenzaseis a contaros cosas después de esa conexión inicial.

Justo antes de dormirse, cuando el niño se nota sereno, tranquilo, en calma, cuando ha pasado tiempo con nosotros y se ha sentido acompañado, es cuando van fluyendo todas las historietas de ese día o de días pasados.

Por eso, el final del día tiene una trascendencia vital: es momento de sentir acompañamiento, de conectar con un cuento con el que los niños puedan empatizar, de sonreírnos, de sentirnos cerca con un masaje, una canción o una pequeña charla.

El sueño tiene un peso muy importante en el desarrollo cognitivo y fisiológico. Ayuda a afianzar e integrar aprendizajes, a organizar percepciones y a consolidar recuerdos, además de esa necesaria función de recarga de cuerpo y mente. El momento justo de antes de ir a dormir influye en la calidad del sueño y en los pensamientos y emociones que registra el cerebro inmediatamente antes de entrar en este modo de «desconexión y procesamiento de información».

¿Dónde queda eso cuando los niños se duermen sin acompañamiento o simplemente viendo la tele o jugando con la tableta?

He escrito este libro para ayudar a las familias a encontrar ese momento al final del día. Con pequeños textos para acompañar a padres y madres, y cuentos para que los niños saquen, reflexionen, paren, valoren, se empoderen antes de irse a dormir y procesen lo vivido en el subconsciente. Hayamos tenido el día que hayamos tenido, irnos a dormir con un abrazo, una mirada y un mensaje de aliento nos ayuda a verlo todo desde un prisma más sereno y positivo. Reflexionar sobre todo lo bonito que tenemos dentro y fuera nos ayuda a apreciarlo aún con más fuerza al día siguiente. Por eso, los cuentos están cargados de amor por la naturaleza, de mensajes que invitan a los niños a seguir su ritmo, a valorar lo cotidiano, a apreciar el mundo en todos sus aspectos y a ser ellos mismos. Todo desde el prisma de respeto, confianza en el ser humano y amor de la filosofía Montessori.

Hagamos un hueco en nuestro tiempo para encontrar ese momento. No podemos dormirnos también con prisas. Muchas familias se frustran porque sus hijos no quieren acostarse, y a veces lo que ocurre simplemente es que les falta ese momento para expresarse, compartir emociones vividas y conectar con sus figuras de apego. Inconscientemente buscan aquello que les falta saltando encima de la cama, correteando por el pasillo, pidiendo un vaso de agua cuando acaban de beber... Los niños nos hablan todo el tiempo con sus acciones, solo hay que observarlos para aprender a escuchar sus mensajes.

Ese tiempo previo al sueño es un momento de recarga también para nosotros como padres. A lo largo del día no siempre actuamos como el padre o la madre que queremos ser, a veces nos equivocamos. Disponer de un momento al final del día en el que simplemente tengamos que preocuparnos por disfrutar de la mutua compañía mientras nos hacemos un masajito, leemos un cuento o charlamos nos ayuda a conectar con nuestra mejor versión, a perdonarnos y a querernos.

Ojalá todos los niños se fuesen a dormir con la sensación de que son amados y acompañados incondicionalmente, de que hay muchas pequeñas cosas bonitas que apreciar en el mundo que los rodea, aunque hayan tenido un día de tormenta. Cuanto más gris haya sido el día, más necesitamos ver el arcoíris para no perder las ganas de seguir mirando hacia arriba.

Hoy se acurrucan a nuestro lado, buscan nuestros abrazos, tocan nuestra oreja o nuestro pelo y entrelazan sus pequeñas manitas con las nuestras. Hoy nos hacen sonreír antes de dormir con sus ocurrencias y su forma de entender el mundo. Es uno de esos momentos tan mágicos como efímeros que te regalan los niños. Sé que estás cansado o cansada, es el final del día y has hecho muchas cosas, muchísimas. Por eso te mereces parar y simplemente disfrutar de ser padre o madre, a su lado, mientras los ojitos se van cerrando con esa sensación tan necesaria e increíble de sentir el amor, la compañía y la conexión.

¡Felices sueños!

cap-3

En mis ojos

La noche ya ha llegado. Nila no tiene nada de sueño; ni siquiera se ha dado cuenta de que ya ha oscurecido.

Mueve sus brazos de acá para allá como una bailarina, salta como una trapecista y canta como una cantante de ópera.

—¡La, la, laaa, lará, la, la, la, laaa! ¡Hoy no quiero dormir! —dice mientras sale de la habitación bailoteando.

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—Nila, ¿adónde vas? —le pregunta su mamá mientras sale en su busca.

—¡Ya sé! —dice Nila—. Iré... ¡a la cocina! —Al llegar se da cuenta de que ya ha cenado—. Ahora no hay nada que hacer aquí, ya no tengo hambre.

—¡Nilaaa! ¿Estás ahí? —Su mamá la busca en el salón, pero Nila no aparece.

—¡Ya sé! Iré... ¡al baño! Pero... ya me he duchado, he hecho pipí, me he lavado los dientes... Tampoco hay nada que hacer aquí.

—¡Nilaaa! ¿Estás ahí? —Su mamá la busca en la cocina, pero Nila no aparece.

—¡Ya sé! Iré... ¡al salón! —Nila está muy convencida. Pero, al llegar, no hay nada divertido que le apetezca hacer allí. Los ojos le empiezan a pesar y su cuerpo ya no tiene tanta energía... —Volveré a la habitación. ¿Mami? ¡Mamiii!

Cuando escucha su llamada, la mamá de Nila acude a la habitación de nuevo.

—¡Nila, estás aquí! ¡Qué alegría haberte encontrado!

Ambas se sientan juntas sobre la cama.

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