Cienciología

Lawrence Wright

Fragmento

Introducción

La cienciología desempeña un gran papel en el conjunto de las nuevas religiones que han surgido en el siglo XX y sobreviven en el XXI. Esta iglesia no publica cifras oficiales de afiliados, pero extraoficialmente afirma contar con ocho millones de miembros en todo el mundo, una cifra que se basa en el número de personas que han donado a la iglesia.1 Un reciente anuncio afirma que esta acoge a 4,4 millones de nuevos miembros cada año.2 Y, sin embargo, según un antiguo portavoz de la iglesia, la Asociación Internacional de Cienciólogos, una organización en la que se alienta enérgicamente a integrarse a los miembros de aquella, cuenta solo con unos 30.000 afiliados.3 La mayor concentración, de alrededor de 5.000 personas, se da en Los Ángeles. Un estudio de la afiliación religiosa en Estados Unidos publicado por la Oficina del Censo de dicho país estima que de hecho solo 25.000 estadounidenses se califican a sí mismos de cienciólogos. Eso es menos de la mitad del número de los que se identifican a sí mismos como rastafaris.

Pese a las varias décadas de disminución del número de miembros e intermitentes escándalos que podrían haber hundido cualquier otra religión, la cienciología se mantiene a flote más de un cuarto de siglo después de la muerte de su quimérico líder, L. Ron Hubbard. En parte, su supervivencia se debe a sus colosales recursos financieros: alrededor de 1.000 millones de dólares en activos líquidos,4 según antiguos miembros bien informados. Hablando estrictamente en términos de reservas de efectivo, esa cifra eclipsa las posesiones de la mayoría de las principales religiones del mundo. La riqueza de la cienciología testimonia la avidez de sus miembros, su implacable recaudación de fondos, y el legado de los derechos de autor de Hubbard sobre los miles de libros y artículos que publicó.

La iglesia también afirma tener más de 1,1 millones de metros cuadrados de propiedades en todo el mundo.5 Hollywood es el centro del imperio inmobiliario de la cienciología, con 26 propiedades valoradas en 400 millones de dólares. La incorporación más reciente al patrimonio de la iglesia en Hollywood es un estudio de televisión situado en Sunset Boulevard, anteriormente propiedad de la cadena KCET y adquirido con el fin de poner en marcha un centro de difusión de la cienciología.6 En Clearwater, Florida, donde la cienciología mantiene su cuartel general espiritual, la iglesia cuenta con 68 parcelas de tierra en gran parte exentas de impuestos y valoradas en 168 millones de dólares. En ellas hay bloques de pisos, hoteles y moteles, almacenes, escuelas, edificios de oficinas, un banco y varias extensiones de terreno baldío.7 A menudo la iglesia adquiere edificios emblemáticos cerca de zonas urbanas clave, como Music Row en Nashville, Dupont Circle en Washington y Times Square en Nueva York. Una estrategia similar rige el emplazamiento de las propiedades de la cienciología en otros países. Normalmente, sus edificios son tesoros arquitectónicos magníficamente restaurados y lujosamente acondicionados, incluso cuando el número de socios resulta insignificante. La iglesia posee un complejo de más de 200 hectáreas en el sur de California, y un crucero, el Freewinds, que tiene su base en el Caribe. La Iglesia de la Tecnología Espiritual, la rama de la cienciología que posee las marcas registradas y los derechos de autor de todos los materiales de esta —incluyendo el inmenso corpus de ficción popular de Hubbard—, mantiene bases secretas en varios lugares remotos en al menos tres estados norteamericanos, donde se guardan las obras del fundador en latas de titanio almacenadas en criptas a prueba de explosiones nucleares. Uno de esos emplazamientos, situado en la población de Trementina, Nuevo México, cuenta con una pista de aterrizaje y dos gigantescos círculos entrelazados grabados en el suelo del desierto; una señal para ovnis, creen algunos, o para el espíritu reencarnado de Hubbard cuando decida volver.

Hay, de hecho, tres clases de cienciólogos. Los cienciólogos públicos representan la mayoría de los miembros. Muchos de ellos tienen su primer contacto con la religión en una estación de metro o un centro comercial, donde se les puede realizar gratis una «prueba de estrés» o un inventario de personalidad denominado «Análisis de Capacidad de Oxford» (que en realidad no tiene vinculación alguna con la Universidad del mismo nombre). En tales ocasiones, probablemente se les dirá a los potenciales reclutas que tienen problemas que la cienciología puede resolver, y luego se les dirigirá a una iglesia o misión local para hacer cursos o terapia, lo que la iglesia denomina «auditoría». Eso es lo más lejos que llegan la mayoría de los nuevos miembros, pero otros inician un largo y costoso ascenso por el escalafón espiritual de la iglesia.

La aureola de misterio que rodea a esta religión se debe principalmente a la segunda clase de miembros: un pequeño número de actores de Hollywood y otros famosos. A fin de promover la idea de que la cienciología es un refugio excepcional para las estrellas de cine espiritualmente hambrientas, además de una especie de fábrica del estrellato, la iglesia gestiona Centros de Celebridades en Hollywood y varios núcleos estratégicos de la industria del espectáculo. Cualquier cienciólogo puede asistir a cursos en los Centros de Celebridades; forma parte del señuelo el hecho de que un miembro normal y corriente pueda imaginarse compartiendo una clase con actores o músicos de renombre. En la práctica, los verdaderos famosos tienen su propia entrada y sus aulas privadas, y raras veces se mezclan con el público en general, excepto los grandes donantes económicos, a quienes se concede el mismo estatus elevado. Es imposible calcular el número total de famosos de la iglesia, tanto porque el propio término resulta demasiado elástico como porque algunas personalidades conocidas que han realizado cursos o auditorías no desean que se conozca su relación con ella.

Un cienciólogo público normal y corriente puede pasar desapercibido. Nadie tiene por qué saber realmente cuáles son sus creencias. Los miembros públicos que dejan la iglesia raras veces arman un escándalo; se limitan a marcharse con discreción, y la comunidad cierra el círculo tras ellos (aunque es probable que durante el resto de su vida se les siga persiguiendo con requerimientos por teléfono o por correo electrónico). Los miembros famosos, por su parte, se ven constantemente presionados para que se añada su nombre a las peticiones, para ser exhibidos en talleres y galas, o para unir su foto al lema «Yo soy cienciólogo». Su fama magnifica enormemente la influencia de la iglesia, y se despliega para potenciar las agendas sociales de la organización, incluyendo ataques a la psiquiatría y la industria farmacéutica, así como la promoción de las cuestionadas teorías de Hubbard sobre la educación y la rehabilitación de drogadictos. Pasan a hallarse vinculados al estandarte de la cienciología, lo que hace más difícil la ruptura en caso de que se sientan desencantados.

Ni los cienciólogos públicos ni los famosos podrían existir sin el tercer nivel de afilia

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