Tus hijos en el día a día

Fragmento

Introducción

¡Hola lectores y lectoras! Me encanta que nos encontremos nuevamente a través de la letra escrita, ustedes con ganas de informarse y formarse y yo con muchas ganas de trasmitirles buenos piques para la crianza de los niños. Este libro lo escribimos juntos, porque me basé en sus preguntas para hacerlo pero también porque de ustedes aprendo cada día.

Hace ya muchos años que nos conocemos aunque con algunos de ustedes nunca nos hayamos visto las caras. Empecé a estudiar lo relacionado con la salud mental, crianza y familias hace ya más de treinta años. Durante todo este tiempo me fui enamorando cada vez más de lo que hago y me fui convenciendo de la brutal importancia que tiene la crianza de los niños. Además de estudiar en muchos libros, aprender de muchos maestros y de conocer cientos de familias de todo tipo y color, también formé la mía, con tres hijos que hoy son hombres. No hay un solo día en que no haya aprendido algo importante de este complejísimo tema. Y desde el principio me aparecieron las ganas de difundir lo que aprendo, de contárselo a ustedes, los que están día a día modelando a los niños que crían. Casi seguro que me han visto por la tele, o escuchado por la radio o leído en revistas, diarios o libros. Y yo los he escuchado, los he observado y además, he tenido los mismos problemas y las mismas ganas de encontrar mejores caminos. Por eso es que para escribir este libro les pedí ayuda directamente. Por redes sociales y por e-mail les mandé esto:

¿Conocen ese relato de Galeano que habla de sacerdotes predicándoles a los indígenas? En él se cuenta que después de escuchar atenta y respetuosamente, los indígenas contestaron: «Eso rasca bien y rasca fuerte… pero rasca donde no pica». Desde que lo leí me persigue ese posible y desgraciado desencuentro con las personas a las que quiero comunicar ideas y hallazgos que tienen que ver con la crianza saludable y la salud mental de los más chiquitos. Por eso, ahora que estoy sentada frente a la compu con un nuevo proyecto de libro, quiero que ustedes me cuenten (anónimamente) qué cosas los preocupan, los ocupan, les resultan más complejas, no les encuentran la vuelta o lo que sea. No necesito cosas raras, solo madres y padres (abuelos o tíos o lo que sea también) comunes y silvestres con lo que les pasa cualquier día de sus vidas. Me voy a limitar a niños hasta los 12-13 años y no más, así que padres de adolescentes, abstenerse. Escríbanme a librodenatalia@gmail.com. ¡¡¡Muchas gracias!!!

Y como siempre, sus respuestas fueron más y mejores de las que esperaba. Así que en las próximas páginas encontrarán los temas que ustedes me pidieron, con algunos recortes de los e-mails que recibí. No tengo más que agradecimientos para todos ustedes y para la vida, que me ha permitido hacer lo que hago y sentirme como pez en el agua.

Capítulo 1
¿Qué tipo de persona queremos?

Si yo le preguntara a cada uno de ustedes qué quiere para sus hijos, seguro que la respuesta mayoritaria sería: «Que sean felices». Y yo me quedaría razonablemente conforme con la respuesta, porque es realmente un buen proyecto… siempre y cuando sepamos a qué nos referimos con felicidad. Si lo que estamos pensando es criar seres que no conozcan la frustración, ni la tristeza, ni la dificultad, que pasen todo el tiempo divertidos y excitados, no apoyaría ese proyecto para nada. Si, en cambio, por felicidad nos estamos refiriendo a un estado de bienestar que viene desde adentro y que trae paz y contento, ahí sí, me sumo al deseo.

Pero, como todos ustedes ya descubrieron, los deseos son una cosa y las realidades, otra. Uno puede desear con toda el alma la felicidad de sus hijos y, sin embargo, no lograrlo. Porque no es un camino fácil y porque, seamos sinceros, no depende exclusivamente de lo que hagamos nosotros. Hay muchas otras influencias: la genética, el entorno, la realidad social e histórica en que nos toque vivir, entre tantas . Sin embargo, lo que les ofrezcamos como clima familiar de crianza es determinante para que se tome por el mejor o el peor camino. Ofrecerles el mejor clima significa trabajar duro y parejo desde siempre, o desde cuando podamos —afortunadamente la vida nos da segundas y terceras oportunidades en muchas cosas.

Si realmente queremos para ellos un bienestar pleno tenemos que trabajar por su fortalecimiento y enriquecimiento interior. Eso implica enseñarles a tolerar frustraciones, a manejar el estrés y a saber qué hacer con cada una de las emociones. Hay que saber estar triste, enojado, alegre, porque todo forma parte de una vida normal. Necesitan que los ayudemos en el largo camino de aprender a controlar los impulsos que quieran controlar, a autorregularse. Es importante que desarrollen un buen vínculo consigo mismos, que se valoren y que confíen en sus recursos. Debemos ser capaces de habilitarles experiencias que los lleven a conocerse y a desarrollar habilidades que les permitan pensar y sentir, crear y aprender, dar y recibir. Y que les mane fuerte y viva la capacidad de entender a los otros, de sintonizar con emociones propias y ajenas y ponerse en sus zapatos aunque sea por un instante. Eso es la empatía, un tesoro que hay que cuidar y alimentar, y que les permitirá, entre otras cosas, desarrollar y mantener vínculos significativos con otros. ¿Cómo ser verdaderamente felices sin esa posibilidad?

De modo que trabajaremos para tener hijos felices y fuertes y ricos emocionalmente.

También les propongo seguir trabajando para tener hijos que, además de felices y fuertes, sean buenos. Todos necesitamos que nuestros niños sean mejoradores del bien común y sensibles a la ética y a la justicia. Que consideren a los demás, que tengan principios y sepan defenderlos, que no se dejen llevar por la comodidad, la conveniencia o la presión social, sino que sean capaces de pensar por sí mismos y que busquen sentir que sus actos se ajustan a lo que les parece que está bien.

Así sí serán felices de verdad, porque se sentirán libres, no importa donde estén: estarán consigo mismos y con todo lo que ustedes hayan sido capaces de sembrar en ellos.

Quiero que todos, desde la crucial trinchera del hogar, sumemos fuerzas para poblar nuestra aldea de chiquilines felices, fuertes y buenos. Como afortunadamente estamos en el siglo XXI y el ser humano ha desarrollado instrumentos y ha investigado rigurosamente en muchas áreas, hoy no podemos hablar de crianza saludable si no pensamos que cuando los criamos estamos modelando su cerebro, su mente y la persona que van a ser. De eso hablamos en el siguiente capítulo.

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