A la vuelta

Fragmento

¿CÓMO
LLEGAMOS
TAN LEJOS?

Estamos quietos como estatuas, pero estamos vivos. En la avenida principal de Melbourne, con los pantalones bajos y el cuerpo pintado de blanco esperamos que una moneda nos permita y obligue a movernos. La propuesta se llama Baño Público y cada uno de nosotros encarna a un señor de traje y galera, sentado sobre un inodoro, leyendo un libro, quieto como piedra. A nuestra izquierda, cepillos de baño, y adelante una pelela con monedas, que se va llenando a medida que la gente pasa y disfruta de la propuesta. Un clic de foto, un clap de aplausos, un tip de un dólar.

Llegamos a Melbourne y está lleno de artistas callejeros. Por ahí un cantante de rock, más allá una mujer que hace caricaturas y al final de la calle dos niños que improvisan con sus violines. Nosotros ponemos monedas. En la esquina del trabajo, un artista grafitea atardeceres sobre madera; camino a la estación, un mago encanta niños; en la entrada del mercado, los bolos de un malabarista tocan el cielo. Nosotros queremos ser parte.

Navegamos en internet en busca de ideas originales para una estatua viviente, porque no sabemos cantar ni pintar ni otra cosa que no sea quedarnos quietos.

Encontramos un video de una mujer que habla sobre sus vivencias como artista callejera y cuenta que más allá de la aparente inestabilidad de este trabajo, casi todos los días se junta la misma plata. Además, dice que siente una hermosa conexión con los que le dejan propina, algo así como un reconocimiento silencioso de la existencia del otro, y que es muy feliz con lo que hace. Agrega algo que resulta bastante obvio después de escucharlo: que los artistas callejeros no pueden mantenerse cada día y a horario completo si lo que hacen no les da cierto rédito económico. Entonces toma fuerza la idea de hacer algo.

Conseguimos dos bancos, los rodeamos de plástico y atornillamos. Compramos caños de PVC, diseñamos las cisternas y les colocamos las cadenas; compramos la ropa, la pintamos de blanco y ensamblamos todo. Demasiadas horas de esfuerzo; es momento de elegir un día para debutar, condensar todo en una mochila para poder llevarlo y tirarse a ver qué pasa.

Tenemos libre en el trabajo y además es feriado. Es el día de la Armada nacional, un día en que todos salen a la calle a festejar. Entonces entendemos que es el momento de animarse y probar, de arriesgar y terminar con la incertidumbre. Lo hacemos por 3 horas y el saldo económico es de 176 dólares. El saldo emocional es todavía mayor. La gente se divierte, nos devuelve buena onda, se saca muchas fotos, nos felicita y nos deja una gran satisfacción personal: la tranquilidad de saber que esas noches dedicadas a construir esta propuesta empiezan a tener sentido. Entonces, volvemos cada fin de semana, algunos miércoles y todos los viernes. Las jornadas se multiplican, la experiencia es cada vez mejor.

Y acá estamos hoy, quietos como estatuas pero vivos, más vivos que nunca. Somos caras pintadas y conocidas en la avenida principal de Melbourne, somos los toilet men. La pelela rebosa de monedas y el corazón explota de alegría. Nos han dejado cartitas diciendo que les cambiamos un día negro por uno lleno de sonrisas, nos dejaron propinas acompañadas de “gracias”, vimos pasar mucha gente que no parecía tener dinero de sobra y de todos modos colaboró. Fueron horas y horas de recibir y dar amor de una manera muy especial y enriquecedora, con miradas. Ahora otro clic de foto, otro clap de aplausos, otro tip de un dólar a cambio de una experiencia impagable.

Hace tiempo que no somos normales. Salimos del paisito, de lo seguro a lo imposible. Dejamos todo. Somos nosotros, juntos y solos, con las mochilas llenas de dudas y una sola certeza: el mundo está ahí afuera para que vayamos a conocerlo. No buscamos llegar sino vivir el camino, responder más a “qué pasó” y preguntarnos menos “qué hubiera pasado”.

¿Cómo llegamos tan lejos?

Las próximas hojas explican eso. Reviven 1117 días de viaje por el mundo; nuestra búsqueda por saber lo que buscamos. En el camino cruzamos historias de personas y lugares que rozamos por ahí. En una esquina de India, en el medio de Japón, con los nómades de Mongolia o en las playas más lindas. Junto a uruguayos que nos muestran el mundo y extranjeros que nos muestran cómo somos. Animándonos, yendo al límite, ese que cada día corrimos un poco más.

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