Los juicios del cóndor

Francesca Lessa

Fragmento

Los juicios del cóndor

PRÓLOGO

En el caso del Uruguay, para los buscadores de justicia, las investigaciones que logran arrojar luz sobre las zonas oscuras de la actuación criminal de los Estados son objeto de especial atención, sobre todo cuando son herramientas idóneas que ayudan a resolver adecuadamente algunos dilemas actuales, vinculados a la construcción de democracias superadoras de la impunidad. Es desde ahí que le debemos reconocer un especial valor a este trabajo de Francesca Lessa, sobre el desarrollo y la implementación de los sofisticados mecanismos represivos, orquestados para la actuación de los Estados dictatoriales del Cono Sur en los años setenta y ochenta.

Para esa labor de búsqueda de memoria, verdad y justicia, los trabajos sobre esta temática, entre ellos, las investigaciones históricas, las forenses y las periodísticas han sido muy importantes, ante los silencios y las complicidades de gobiernos de las actuales democracias. Pero todas esas investigaciones fueron posibles a partir de los testimonios de las víctimas, de los sobrevivientes, para superar las dificultades de la poca o nula colaboración ofrecida por los Estados.

Aunque no es el centro de esta investigación, como una suerte de telón de fondo aparecen dos aspectos sobre los que este trabajo plantea ejes de reflexión: las experiencias de las distintas propuestas políticas que fueron el blanco de la acción represiva de los Estados dictatoriales en aquellos años, y la perversión que operó sobre la justicia, transformando su rol de amparadora de las actuaciones autoritarias de los Estados en limitadora de los derechos ciudadanos, especialmente la protección judicial.

A partir de este trabajo sobre la coordinación represiva bilateral o multilateral entre los Estados autoritarios de América del Sur y las distintas estrategias para enfrentarlas, la autora nos desafía, abriéndonos esas nuevas perspectivas que emergen del desarrollo que tuvo en cada país de la región, tanto aquella acción criminal de los Estados como los caminos que se llevaron adelante en busca de justicia.

En la medida en que este libro es el resultado de un prolongado y exhaustivo esfuerzo intelectual y trabajo de campo, de quien ha sido también protagonista activa de los procesos de justicia en Uruguay mediante su estrecha colaboración con el Observatorio Luz Ibarburu, su contenido y originalidad es de gran valor. Esos no son los únicos méritos que hacen recomendable dedicarle una atención muy especial por parte de quienes, en estos tiempos, seguimos desarrollando esfuerzos para terminar con la impunidad. Es un libro que, sin perder la necesaria rigurosidad de la investigación histórica, se propone, y lo logra con creces, tener un valor pedagógico y comprometido. Este es un aspecto que muchas veces se descuida en trabajos de este tipo, y seguramente explica por qué su autora ha sido objeto de amenazas en el Uruguay por parte de defensores de la impunidad, como el autodenominado Comando Barneix.

Por otro lado, esta mirada sobre el fenómeno de la coordinación represiva no es una simple versión, se asienta en hechos objetivos que están registrados en documentos, en acontecimientos no controversiales, en los testimonios de las víctimas.

El libro inicia y termina con dos tramos de la historia de Anatole y Victoria Julien Grisonas, dos niños que, en la mañana del 22 de diciembre de 1976, fueron abandonados en la plaza O’Higgins de la ciudad portuaria de Valparaíso, Chile, luego de haber transitado por cárceles clandestinas de Argentina y Uruguay. A partir de ese caso, el libro nos introduce en uno de los capítulos más horrendos de las actividades criminales de los Estados de las dictaduras del Cono Sur: la coordinación represiva trasnacional. Sus padres, Roger Julien y Victoria Grisonas, integrantes del Partido por la Victoria del Pueblo, una organización formada por exiliados uruguayos que entre 1975 y 1976 se había convertido en uno de los objetivos principales de la represión transnacional al catalizar la resistencia contra la dictadura uruguaya en Buenos Aires, habían quedado en poder de agentes de seguridad argentinos y uruguayos que habían tomado por asalto el domicilio de la familia en la provincia de Buenos Aires.

De los muchísimos aciertos que se encuentran en este meticuloso libro, es de destacar el haber tomado la odisea de algunos casos, entre ellos el de Anatole y Victoria, para ilustrar la acción del llamado Plan Cóndor, y así hacer de él un trabajo de pedagogía necesaria en el nuevo escenario político de la región. En forma muy contundente, la historia de Anatole y Victoria, así como otras, mediante una periodización de los mecanismos de la coordinación represiva en varios países del Cono Sur le permiten a este libro ilustrar con mucha elocuencia dos problemáticas centrales: por un lado, la coordinación represiva transnacional, y, por otro, los esfuerzos denodados de las organizaciones de la sociedad civil para desnudar su entramado en busca de verdad y justicia.

La detención, el 6 de septiembre de 1969, por la policía uruguaya del ciudadano brasileño Wilson do Nascimento Barbosa y su posterior entrega a la policía política de la dictadura brasileña, dos meses después, luego de haber sido torturado, es otro de los casos (no el único) que en este trabajo le permite a la autora poner el acento en los acuerdos y las prácticas de la coordinación represiva que se ejecutaban en el Cono Sur desde fines de los años sesenta.

Como sostiene Francesca Lessa, el caso de Barboza y otros de similares características demuestran que el Cóndor surgió a partir de una colaboración gradual y creciente a lo largo de los años, que terminó de consolidarse a fines de 1975 cuando se puso en marcha un novedoso sistema que superó a los anteriores. Como explica este trabajo, ya desde 1969 se producían prácticas de coordinación represivas, y estas, con el correr del tiempo, se fueron perfeccionando y profundizando. El trabajo minucioso y sistemático llevado a cabo para este libro revela que el Sistema Cóndor, entre marzo 1976 y diciembre 1978, fue la etapa más institucionalizada y letal de toda la década del terror transnacional en el Cono Sur.

Formo parte de esos buscadores de justicia, de los muchos que, a lo largo de años, se obstinaron en reunir pruebas sobre el terror sin fronteras, para que se empezara a hacer justicia respecto de los crímenes trasnacionales. Con el fin de lograrlo, que costó muchos esfuerzos, muchas veces se debió recurrir a algunos casos emblemáticos, para, a través de ellos, alcanzar otras historias similares que ocurrieron en aquella época. La desaparición, la búsqueda incansable de indicios sobre los paraderos de los desaparecidos y los niños apropiados, así como otros crímenes de lesa humanidad, enfrentaron a veces la negación, otras el silencio y, casi siempre, la inacción de las autoridades locales auspiciando y haciendo posible la impunidad; pero también transformaron a los familiares de las víctimas, a los sobrevivientes y a los integrantes de algunos de los colectivos políticos que fueron blanco de la acción criminal de la coord

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