Te conozco, Mendizabal

Eduardo Sacheri

Fragmento

Te conozco, Mendizábal

Te conozco, Mendizábal. Te conozco tanto, mirá vos. No te miento si te digo que puedo contarte todo lo que hiciste desde que te escapaste, fijate. Todo este tiempo, estos años... Te puedo decir qué hiciste cada día, cada hora, atendeme, desde que te borraste del mapa.

No, no me pongas cara de compungido, Mendizábal. Esa cara no te la cree nadie. Ni vos te la creés. Quedate ahí sentado, y dejame mirarte un poco, che. Estás igualito, mirá vos lo que son las cosas. Igualito, igualito, me cacho. Y yo con esta panza, y estas canas. Si parece que fuera treinta, ¡qué digo!, cuarenta años más grande que vos. Y nada que ver che, porque, ¿qué te llevo? Quince, o veinte a lo sumo, ¿no?

Ah, ¿eso quiere decir que sí? ¿Así que ahora se te dio por contestar con gestos? No me digás que hasta de hablar te olvidaste, Mendizábal. Bueno, también..., todo este tiempo tan solo, tan alejado de todo el mundo, se ve que se te olvidó. Y mirá que te gustaba hablar, ¿eh? Mirá que antes eras un disco, meta y meta charla. Y ni te digo cuando tenías algún vinito encima. Pucha digo, no había quien te parara, Mendizábal: chiste va, chimento viene, hilvanando una con otra, una con otra... Y ahora nada, fijate. Desde que entré te me quedaste mirando con esa cara medio de puchero, medio de opa. Miraste a todos lados, eso sí, a espaldas mías. Y paraste la oreja tratando de oír qué pasaba en el pasillo. Trataste de ver si venía solo, o había traído a alguien para ayudarme, ¿no?

Si no hay caso, Mendizábal, sos el mismo de siempre. Pero siempre fuiste medio chambón, sabés. Medio atolondrado. ¿Cómo vas a dejar el caño en la mesa de luz, con lo que tardás en sacarlo? No, mi amigo: el caño, debajo de la almohada. Ley de fierro. Punto y aparte. Y más en una pensión de mala muerte como ésta, no sé si me explico. Mirá si se descuelga un perejil para afanarte, o algún mamado se te equivoca de pieza. A lo mejor conmigo pensaste eso, ¿no, Mendizábal?

O a lo mejor es que te has reblandecido con el tiempo. Ha de ser eso. Porque dejarte madrugar así, fijate un poco. Y mirá que yo solito, ¿eh? Porque afuera no hay nadie, te lo garanto. A lo mejor te extraña que haya venido solo. Y si te descuidás tenés razón, mirá vos, en extrañarte. ¿Sabés qué pasa? Que si le decía a alguno de los muchachos: “Che, pibe, acompañame que me pasaron el dato de dónde está acovachado Mendizábal; y deciles a dos muchachos más”, seguro que venían, ¿viste? Pero andá a saber cómo reaccionan al verte. Figurate, Mendizábal, con la bronca que se morfaron con lo de Uriarte. Capaz que vienen y te cosen a balazos y yo sin poder frenarlos, vos viste cómo son, y cuando me quiero acordar ya estás ahí, tosiendo en tu sangre, empapando el piso y nosotros saliendo de raje porque acá la cana es medio brava, y lo único que falta es que alguno termine cayendo justo ahora, que lo de Uriarte terminó por amainar, viste. Pero como yo tenía otros planes dije no, voy solo, me la juego de callado.

¡No, eso sí que no! No te pongas a llorar como una puta, Mendizábal. Mirá que yo me banco cualquier cosa, pero que un tipo se arrastre como una babosa no lo tolero, atendeme. Tratá de dejar de ser el cobarde de mierda que fuiste siempre por dos minutos, aunque sea. Te lo pido yo, Mendizábal. Hacé el esfuerzo. Aparte ya te dije que para vos tengo otros planes. Y además ando con tiempo, sabés. Y vos, a juzgar por el agujero en el que andás, se ve que mucho que hacer no tenés. Che, reíte un poco. Mirá que eras fiestero, Mendizábal. Y fijate ahora. Porque ahora que te miro bien, ¡qué ojeras, hermano! Te cuelgan hasta el piso, figurate. Y tenés los ojos a la miseria, che. Parecés un conejo de tan colorados... Ya sé, no tenés nada que hacer, acá no tenés ni radio, ni nada para entretenerte, y beso va, beso viene, la botella dura poco, ¿no, Mendizábal?

Fijate que ahora colijo lo de haberte agarrado tan desprevenido, fijate. Primero pensé que de aburrido te habías vuelto descuidado. Pero ahora que lo pienso se me hace que de puro mamado, mirá. Qué lástima, ¿no? Porque ahora, del cagazo nomás, estás despierto como un granadero, fijate vos. Tomá, che, dejate de temblar, echate la frazada por los hombros, no sufrás al pedo.

¿Qué te venía diciendo? Ah, sí. Que andás medio arruinado, fijate un poco. ¿Sabés que diría mi vieja? “La conciencia, m’hijo, la conciencia es el pior de los jueces”, así decía mi vieja, pobrecita. Che, Mendizábal, mirá que estás severo, me cacho, no te reís ni a cañonazos, será posible. Pero hablando en serio, algo de razón tendría, ¿no? Mirá que meterte a morir en este establo. Yo no sé, pero se ve que te faltó imaginación, Mendizábal. Mirá que con toda esa guita. Yo qué sé, cruzar el charco, rajar al interior, no sé, algo. Pero no. Te termino encontrando acá, a veinte cuadras del Obelisco, con la guita encanutada en una valija debajo de la cama.

¿No te digo que sos un ingenuo, Mendizábal? Te digo debajo de la cama y vos mirás para el lado del ropero haciéndote el disimulado. Así que la tenés en el ropero. ¿No te digo que te tengo más junado que “La Cumparsita”, Mendizábal? A veces, cuando ando malhumorado me digo: “Gordo, mirá que fuiste imbécil, gordo. ¿Cómo te dejaste cagar por el boludo ese?”. Perdoname lo de boludo, Mendizábal, pero seamos sinceros, viejo. Lo tuyo era muy modesto, muy simple. ¿Cómo me voy a imaginar que vos nos ibas a meter en semejante brete y a volar con los morlacos? Y yo que me las daba de junar a la gente de verla, Mendizábal. Me curaste de golpe, fijate un poco. No, no te pongás nervioso, si no te voy a hacer nada. Mirá, para que te quedes tranquilo, voy a dejar el revólver acá, a los pies de la cama, así charlamos más cómodos, ¿viste?

¿Qué te decía? Ah, sí, de cómo me enseñaste, che. Pero decime un poco, Mendizábal. ¿Vos no hubieras hecho lo mismo? Te viene un pibe nuevo, recomendado por amigos. Y por amigos buenos, no sé si me explico. Le das un laburito, te lo hace. Le das otro, también te lo cumple. Es servicial, es respetuoso: que jefe de acá, que patrón de allá. Y vos le tomás cariño, ¿viste? Aunque no sea demasiado piola, entendeme. Porque vamos a ser claros, Mendizábal. Nunca fuiste una cosa de decir a la flauta, qué tipo vivo, qué muchacho despierto. Nada de eso, permitime vos la crítica, que es sin mala intención ni ánimo de ofender, no te hagas cargo.

Capaz que el error fue mío. No vayas a creer que no lo pienso, nada de eso. Muchas veces me digo, porque yo me hablo mucho, ¿viste?: “Gordo, capaz que vos debiste guiarlo, enseñarlo un poco, para que no se engrupiera. Capaz que si lo apadrinabas lo ibas sacando bueno, Gordo”. Así que fijate que muchas veces hasta pienso que la culpa en parte fue mía, entendeme. Pero son días, ojo. Porque también están los días en que me levanto cruzado, figurate. ¿A vos no te pasa? O que te cayó mal la comida, o que discutiste con tu jermu, o que te duelen los callos porque está por llover, yoquesé. Y bueno, el asunto es que en esos días se me da por acomodarme, ¿viste?, de aquella noche cuando fuimos de Uriarte. Y enseguidita, p

Suscríbete para continuar leyendo y recibir nuestras novedades editoriales

¡Ya estás apuntado/a! Gracias.X

Añadido a tu lista de deseos