La misteriosa muerte de Eleanor Rigby

Fragmento

Algunas pistas para los lectores

«Eleanor Rigby» es considerada una canción «culta» de los Beatles, en el sentido de que su letra va más allá de lo que hasta entonces los músicos de Liverpool habían escrito, y en ella construyen un relato que es casi un cuento corto. Sus palabras desarrollan la breve historia de dos solitarios: la solterona Eleanor y el patético padre McKenzie. La narración culmina con la muerte de Eleanor, y las manos sucias de tierra del sacerdote –tras sepultarla y regresar del cementerio– traducen, en una poderosa imagen, un sentimiento de desamparo y soledad. Grabada el 28 y 29 de abril de 1966 y editada el 6 de junio de ese mismo año, desde el punto de vista musical y poético «Eleanor Rigby» es una de las canciones más misteriosas y bellas que compusieron los Beatles, y su protagonista, la enigmática Eleanor, ocupa un lugar mítico en el imaginario de la música popular.

He aquí la letra:

Ah, look at all the lonely people…

Ah, look at all the lonely people…

Eleanor Rigby

picks up the rice in the church where a wedding has been;

lives in a dream.

Waits at the window

wearing the face that she keeps in a jar by the door;

who is it for?

All the lonely people,

where do they all come from?

All the lonely people,

where do they all belong?

Father McKenzie

writing the words of a sermon that no one will hear;

no one comes near.

Look at him working

darning his socks in the night when there’s nobody there;

what does he care?

All the lonely people,

where do they all come from?

All the lonely people,

where do they all belong?

Ah, look at all the lonely people…

Ah, look at all the lonely people…

Eleanor Rigby

died in the church and was buried along with her name.

Nobody came.

Father McKenzie

wiping the dirt from his hands as he walks from the grave.

No one was saved.

All the lonely people,

where do they all come from?

All the lonely people,

where do they all belong? *

Paul McCartney llevó la primera estrofa de la canción a la casa de Lennon en Weybridge y, durante una reunión con amigos, los otros Beatles fueron colaborando en la escritura de la letra. Peter Shotton, amigo de Lennon, sugirió el final, con la muerte de Eleanor y el funeral a cargo del padre McKenzie, nombre sacado de la guía telefónica. Aparentemente, el tema quedó listo esa noche, por más que se ha dicho que la última estrofa se completó el día de la grabación.

Una vez leí que Peter Shotton, en la jornada en que fueron escritos los versos de «Eleanor Rigby», sugirió la posibilidad de que el padre McKenzie hubiese matado a Eleanor. Antes, Lennon había insinuado un romance entre ambos.

Siempre pensé que la historia de Eleanor podía contarse llenando los espacios vacíos e imaginando lo que la letra de la canción no había dicho. No importa que una homónima de Eleanor Rigby haya existido realmente y la foto de su lápida pueda verse en internet. Eleanor –la de la canción– fue y sigue siendo un personaje de ficción y es la víctima perfecta de un relato policial.

Esa posibilidad me inspiró e impulsó a escribir La misteriosa muerte de Eleanor Rigby. Tal vez influido por el misterio que inspira esa canción que escucho desde mi adolescencia, el personaje de Eleanor se me impuso, y la poderosa sugestión de la letra de los Beatles se fue amplificando con los años. Habiendo escuchado miles de veces el tema, de alguna manera la malograda Eleanor ha permanecido por más de medio siglo en mi mente y puedo decir que es una antigua conocida. La historia sobre su misteriosa muerte y todo lo que la rodeó se fue forjando desde hace mucho tiempo dentro de mí.

Por circunstancias que no creo necesario comentar, a mediados de 2016 sentí la necesidad de contar esa historia. Poder hacerlo me deparó una experiencia asombrosa en la que me sumergí durante dos meses, deambulando por una Liverpool que nunca visité y reconstruyendo sitios desconocidos de esa ciudad en 1939. Un ejercicio de estilo, inspirado en la novela detectivesca inglesa, se convirtió en una tabla de salvación que me mantuvo a flote durante ocho semanas, en las que cada día de escritura me permitió sobrellevar una instancia difícil en lo personal. De ese milagroso proceso que todavía no he logrado explicarme, nació la historia que sigue. Una historia con una muerte misteriosa que alguien llegado a Liverpool desde Londres debe investigar.

Espero que, con la tácita anuencia de los Beatles vivos y los que ya no están, el enigma de la muerte de una posible Eleanor Rigby quede aclarado.

H. B.

* Ah, mira toda la gente solitaria… / Ah, mira toda la gente solitaria… / Eleanor Rigby recoge el arroz / de la iglesia donde se ha celebrado una boda; / vive en un sueño. / Espera en la ventana usando la cara / que guarda en un frasco junto a la puerta; / ¿para quién es? / Toda la gente solitaria, / ¿de dónde viene? / Toda la gente solitaria, / ¿a dónde pertenece? / El padre McKenzie escribe las palabras / de un sermón que nadie oirá; / nadie se acerca. / Mírenlo trabajando / remendando sus calcetines / de noche, cuando no hay nadie; / ¿qué más le da? / Toda la gente solitaria, / ¿de dónde viene? / Toda la gente solitaria, / ¿a dónde pertenece? / Eleanor Rigby murió en la iglesia / y fue enterrada junto con su nombre. / Nadie asistió. / El padre McKenzie sacude la tierra de sus manos / mientras se aleja de la tumba. / Nadie se salvó. / Toda la gente solitaria, / ¿de dónde viene? / Toda la gente solitaria, / ¿a dónde pertenece? (Traducción de Camila Burel).

1. Horatio Pinkerton

Ante una pinta de Guinness servida en el mostrador del pub, Horatio Pinkerton consideró el tedio de las más de cuatro horas del viaje en tren desde Londres como una razón de peso suficiente para permitirse esa pausa antes de entrar en el caso. Acababa de tomar una habitación en un pequeño hotel de la calle Hanover, cercana a la estación de ferrocarril Liverpool Central, y ahora podía empezar a planear los pasos siguientes de la pesquisa que le había encomendado el capitán Cecil Whitehead, su antiguo jefe en la Policía de la ciudad de Live

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