La Argentina fascista

Federico Finchelstein

Fragmento

Introducción
Del nacionalismo a los campos
de concentración

Lógicamente, el nacionalismo es insostenible […]

¿Qué pensar de una doctrina que cambia

según los colores del mapa?

Jorge Luis Borges

¿Qué es el fascismo? Ésta es una pregunta que muchos fascistas y antifascistas se plantearon en el pasado y que hoy muchos no se hacen cuando se habla del fascismo. En la actualidad, el fascismo parece ser algo evidente para muchos que lo piensan como un adjetivo para describir una típica actitud autoritaria, intolerante y/o represiva. Esta laxitud en el uso del término crea en su eventual usuario una confianza analítica que es a todas luces problemática. ¿De qué se está hablando cuando se habla de fascismo en el presente?

En América latina, desde Juan Domingo Perón a Hugo Chávez y desde el general argentino Jorge Rafael Videla al general chileno Augusto Pinochet, el adjetivo fascista se ha utilizado menos como intento de análisis que como crítica política. Esta última es muchas veces entendible pero está inexorablemente dotada de exageración o de simple anacronismo. Para verlo en términos argentinos: por supuesto que es posible comparar a la dictadura argentina (1976-1983) con la de Mussolini o incluso con la de Hitler.Todos estos regímenes suprimieron el Estado de derecho, asesinaron a miles de sus ciudadanos y promovieron la guerra (“interna” y externa) como último instrumento político. Asimismo, todas estas dictaduras promovieron una concentración sustantiva del capital en pocas manos y también suprimieron sindicatos y otras formas de oposición al régimen. Sin embargo, las diferencias entre los fascismos alemán e italiano con el caso argentino, o con cualquier régimen político reciente o contemporáneo son, de todas formas, más importantes que las semejanzas. Estas diferencias son de grado y en el caso del Holocausto incluso se transforman en diferencias cualitativas en su extremismo. Los motivos de los fascismos nazi e italiano eran mesiánicos en todo sentido: cambiar el mundo (“conquistarlo”), establecer un nuevo imperio romano o un Reich de mil años respectivamente, olvidar la Revolución Francesa, establecer un modelo alternativo al capitalismo liberal y al comunismo y, finalmente, estar en un estado de guerra permanente, una guerra total en la cual, como sostenía Mussolini, los súbditos fascistas se iban a convertir en nuevos hombres. Los motivos de la última dictadura argentina, aunque compartían pautas ideológicas, eran más modestos: callar y selectivamente eliminar toda oposición, concentrar el capital, y eventualmente, ganar una guerra y un mundial de fútbol. La persecución fascista de los propios ciudadanos desembocó en Alemania y en Italia en la distinción racial entre distintas clases de ciudadanos y su eventual exterminio por vía directa o indirecta. El racismo italiano que incluyó el uso indiscriminado de armas químicas en África se ve opacado por el Holocausto perpetrado por los nazis.

Los regímenes fascistas de Hitler y Mussolini eran claramente totalitarios, es decir, intentaban establecer un autoritarismo in extremis que busca un control absoluto y orgánico sobre la sociedad. Al igual que el totalitarismo, el fascismo como término político contemporáneo es menos útil como categoría analítica que como arma de combate, como adjetivo descalificatorio que muchas veces explica características evidentes en aquellos a los que se atribuye el término (por caso, la última dictadura argentina presenta dimensiones fascistas ciertamente notables). Para los comentaristas políticos, el fascismo es entonces un instrumento muchas veces recomendable, un concepto abstracto. Para los historiadores, el fascismo es, o debería ser, en cambio una realidad histórica concreta.

En la extensa y, generalmente, compleja historia del fascismo se han estudiado y discutido distintas cuestiones fundamentales para su entendimiento. Los estudiosos del fascismo intentan establecer qué fue el fascismo en su época. Para ellos, el fascismo fue un fenómeno genérico caracterizado por: a) una política revolucionaria de masas específica, b) una forma extrema de nacionalismo dotada de una ideología propia, que adopta en la Argentina una identificación extrema entre la política y lo sagrado, con Dios y la Iglesia Católica, c) el desarrollo de un estilo público relativamente único que enfatiza tanto la emoción de las masas como la acción simbólica, que reivindica las relaciones jerárquicas, ideas corporativas e integralistas y políticas autoritarias y racistas, y que asimismo plantea en términos doctrinarios el valor regenerador de la violencia política, la tortura y la guerra.

Esta definición histórica de fascismo por su flexibilidad y su amplitud es representativa del pensamiento de muchos historiadores. El fascismo así delimitado presenta, sin embargo, diferencias importantes en sus distintas expresiones nacionales.

En esto coinciden la mayor parte de los especialistas. Menos coincidencias provocan los intentos de comparación entre los fascismos europeos y sus primos latinoamericanos.

¿Es posible hablar de fascismo en la Argentina? En charlas de café uno puede escuchar y utilizar la palabra facho para denotar una actitud política de extrema derecha. Para muchos, con razón, la palabra es un insulto. En términos históricos, sin embargo, sería anacrónico hablar de fascismo luego de 1945. Más apropiado sería hablar de neofascismo o posfascismo o incluso neonazismo. Esta imposibilidad de pensar el fascismo luego de su derrota mundial no implica el hecho de que, al menos en la Argentina, los fascistas criollos que no fueron derrotados se preocuparon por dejar un legado en nuestra cultura política que trasciende el nombre fascista original pero no sus ideas principales. Éstas no fueron sólo aquellas devenidas de la influencia de los fascismos europeos sino sobre todo resultado de la particular creación de un fascismo específicamente argentino.

Es difícil, pero no imposible, definir una ideología política como fascista. Pero es más difícil negarla cuando un determinado grupo como los nacionalistas argentinos no sólo reúne estas características generales pero también se define a sí mismo como fascista e intenta formular una ideología específicamente argentina y “cristiana”. Una ideología que el historiador italiano Loris Zanatta ha denominado “clérico-fascismo”, que sus enemigos y contemporáneos en general también definen como tal. Las definiciones constantes del fascismo a la argentina se complejizan en un contexto que las convierte también en experiencias históricas y creaciones ideológicas cambiantes, en movimiento. En suma, los nacionalistas argentinos de extrema derecha fueron fascistas. Pero, ¿fue ése el caso de Perón o Videla?

Para la mayor parte de los historiadores, incluso movimientos como el peronismo que fueron influidos por el fascismo entre otras ideologías, no son necesariamente fascistas. Sin embargo, Perón se presentó como un alumno de Mussolini. En declaraciones a un diario fascista durante su estadía en la Italia de Mussolini, el militar argentino colmó de elogios al régimen fascista y a su líder. ¿Cómo explicar este exceso de diplomacia? La respuesta tiene que ver con la influencia de la ideología fascista en un mundo de entreguerras que ya estaba globalizado. La influencia del fascismo en la historia argentina no sólo abarca al peronismo. Por ejemplo, el presidente ra

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