La economía del Peronismo

Marcelo Rougier

Fragmento

Introducción

Existe consenso entre los investigadores y analistas en considerar al período peronista como una etapa decisiva en la historia política y social argentina, por múltiples razones y en variados sentidos. No obstante, desde una perspectiva económica ese acuerdo parece horadarse rápidamente. Si bien para algunos el peronismo habría puesto fin a la larga agonía del modelo agroexportador comenzada en los años treinta, para otros sólo fue parte de un proceso de crecimiento industrial iniciado en esa fecha y que no concluiría hasta muchos años después de derrocado el gobierno. Pero, en general, la idea predominante es que aquellos años fueron de ruptura; más aún, se habría realizado un “giro copernicano”, una “divisoria de aguas” que modificó de manera cardinal las relaciones sociales dando origen a un proceso de industrialización pujante y a la emergencia, junto a una clase obrera consciente de sus potencialidades, de una burguesía comprometida con el desarrollo nacional. Se trataría del momento histórico en el que la industria y los derechos sociales de los trabajadores se conformaron como ejes centrales de un proceso económico y social conducido por el Estado dejando atrás definitivamente un sistema basado en la exportación de la producción primaria. Para otros, el peronismo también significó un punto de inflexión pero habría dado inicio a un prolongado retardo económico, de alejamiento del patrón de crecimiento que siguieron otros países incluso los latinoamericanos. En esta interpretación, la Argentina se encontraba al finalizar la Segunda Guerra Mundial (SGM) en condiciones inmejorables para ensayar distintas estrategias económicas sin mayores restricciones: casi no poseía deuda externa, tenía amplias reservas y una industria creciente; además, existía una alta demanda internacional de materias primas y alimentos con muy buenos precios. Pero, en opinión de estos analistas, cuando a comienzos de los años cincuenta la situación y los precios de los productos de exportación se deterioraron, esa pléyade de oportunidades fue desperdiciada, puesto que el peronismo no habría tomado el rumbo correcto para modificar la estructura económica y lograr de ese modo una mayor independencia de los vaivenes de la economía internacional. En particular se ha culpado al gobierno por no utilizar las divisas disponibles para crear una industria de base y con mayor grado de eficiencia y por gastarlas, en cambio, en la nacionalización de los ferrocarriles y la repatriación de la deuda externa, o haber estimulado el desarrollo de empresarios acostumbrados a vivir a expensas del Estado y de los altos niveles de protección. También se ha argumentado que en esas favorables circunstancias iniciales debieron haberse impulsado las exportaciones agrícolas, aun cuando eso supusiese una contención del consumo interno, y las industriales, de forma tal de tener cubierta la provisión de divisas y a la vez mantener la competitividad de la producción local. Esta imagen —quizá predominante— presenta a un gobierno no tan interesado en la industrialización en sí misma sino más en el incremento del consumo y del empleo, más en la seguridad económica de las masas y en la de un grupo de empresarios favorecidos a costa del incremento de las inversiones y de la capacidad para transformar la economía, como apuntó Carlos Díaz Alejandro, en su obra clásica sobre el desarrollo económico argentino.

La interpretación negativa de aquella experiencia se ha visto reforzada por otra idea vinculada no tanto con las erróneas medidas de política económica sino con la inconsistencia para poder sostenerlas en el más largo plazo, una idea que se asocia al populismo en economía. Luego del fallido tercer gobierno peronista, interrumpido por el brutal golpe militar de marzo de 1976, Aldo Ferrer estilizó un modelo de política económica “populista”, identificable con la experiencia de los años cuarenta y cincuenta que ha marcado a fuego un número no menor de elucidaciones sobre el período. De acuerdo con ese esquema, la política económica del primer peronismo tenía como objetivo mejorar el nivel de vida de los trabajadores y para eso se centró básicamente en el aumento salarial y en la transferencia de ingresos desde el sector agropecuario al industrial. Ello supuso un incremento de la intervención estatal en el conjunto de las actividades económicas y sociales que no sólo respondió a una mera ampliación de las innovaciones heredadas desde los años treinta sino que constituyó una ruptura importante respecto de esa coyuntura, en particular en lo que se refiere a la orientación de la intervención y los beneficiarios de ese proceso. En los años de bonanza los buenos precios internacionales habrían permitido la redistribución y el éxito de esa política para luego dar lugar a otra, que no podía ser considerada “peronista”, caracterizada por una reversión de las medidas económicas iniciales en todos su planos, y particularmente en la redistribución del ingreso, el objetivo más importante de la política económica inicial. Esa política “no peronista” habría predominado de hecho desde 1949 hasta el final del gobierno (aunque muchos, al igual que el propio Ferrer, marcaron el “cambio de rumbo” hacia 1951-1952) abarcando la mayoría de los años de la gestión de Juan Perón.

Estas miradas críticas y relativamente lineales apenas si fueron cuestionadas; poco se indagó sobre el período hasta hace unos pocos años, y el ciclo peronista quedó subsumido en explicaciones de más largo plazo de la historia económica argentina que le sustrajeron sus connotaciones específicas. Desde esa perspectiva, la experiencia en ese decenio, más allá del reconocimiento de cambios importantes, habría sido una cuestión de grado y quedó diluida dentro del proceso de industrialización por sustitución de importaciones y de incremento de la intervención estatal observable desde los años treinta y sólo interrumpida por las políticas de desindustrialización impulsadas desde mediados de la década de 1970. No obstante, como destacamos, en los últimos años se ha producido una revisión importante de variados aspectos del peronismo, incluso en dimensiones impensadas tiempo atrás por el avance de las disciplinas vinculadas con la sociología, la política o la cultura. Con todo, sorprendentemente no se ha publicado ningún libro sobre la economía peronista, y sólo recientemente comenzaron a ser indagados algunos de sus aspectos específicos, en particular del desempeño industrial y agrario.

Es probable que el nuevo contexto que abrió la feroz crisis económica, social y política de 2001 y la irrupción de un nuevo programa político identificado con variados elementos del peronismo histórico haya hecho las veces de catalizador de la investigación sobre aquellos años “fundacionales”. Aunque no de manera unívoca es indudable que la trama actual ha animado y estimulado las investigaciones y reinterpretaciones sobre el pasado encauzándolas hacia determinados temas y problemas, permitiendo focalizar en períodos específicos y confrontar con aquellas consideraciones más generales que sobre el peronismo habían brindado las interpretaciones estructurales o de largo plazo. De hecho, algunos componentes identi

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