Yo, Rubén Darío

Ian Gibson

Fragmento

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Créditos

1.ª edición: marzo, 2016

© Ian Gibson, 2002

Autor representado por Silvia Bastos, S. L. Agencia Literaria

© Ediciones B, S. A., 2016

para el sello B de Bolsillo

Consell de Cent, 425-427 - 08009 Barcelona (España)

www.edicionesb.com

ISBN DIGITAL: 978-84-9069-386-5

Todos los derechos reservados. Bajo las sanciones establecidasen el ordenamiento jurídico, queda rigurosamente prohibida, sin autorización escrita de los titulares del copyright, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, así como la distribución de ejemplares mediante alquiler o préstamo públicos.

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Contenido

Portadilla

Créditos

Dedicatoria

Al lector

Agradecimientos (de la primera edición del libro)

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Dedicatoria

Para Donald Shaw, que transmitió la llama

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Al lector

Al lector

Rubén, desde el otro lado, repasa su vida. Vida solo contada de manera parcial en la breve autobiografía dictada poco antes de su muerte en 1916, cuando, horrorizado por la carnicería de la Gran Guerra, iba perdiendo su fe en la humanidad.

Escribí la presente narración en 2000 tras una relectura de las obras completas del fabuloso nicaragüense (poesía, prosas, crónicas), y ello a modo de homenaje a quien, con Azul..., me introdujera, a los dieciocho años y con solo unos rudimentos del idioma, en un insospechado universo lírico, deslumbrante de belleza nueva y de fervor.

Lo que no sabía entonces era que Darío fue maestro de Federico García Lorca, en cuyas obras juveniles se percibe, a cada paso, la presencia de «Rubén el Magnífico». Me complace expresar aquí mi gratitud por haber tropezado, justo cuando los necesitaba, a los dos enormes poetas, uno de los cuales soñó con la Alhambra y el Generalife desde su infancia centroamericana, el otro nacido con las torres de la Colina Roja casi a la vista, allí al fondo de la hermosa Vega de Granada.

Algún crítico, al publicarse la edición original de este texto, me achacó el haber seguido demasiado cerca, a veces, las mismas palabras del protagonista, espigadas aquí y allá entre los miles de páginas de su corpus oceánico. Creo, empero, que el proceder fue legítimo, dado que el propio Darío, que en mi relato habla en primera persona, se da cuenta de que es esclavo de sus recuerdos ya expresados en letras de molde, que de alguna manera le impelen a repetirse.

Haber equivocado el camino tampoco me importaría, de todos modos. Solo quería intentar meterme, en la medida de lo posible, en la piel y el alma de quien décadas atrás me abriera los ojos y el corazón a un mundo desconocido. Si el librito consigue que alguien vuelva a leer a Rubén, o se inicie en la aventura de frecuentarlo, me daré por satisfecho. El resto no me preocupa, y creo que el vate estaría conforme.

IAN GIBSON

Madrid, 1 de enero de 2016

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