Que nada te frene

Mar Lucas

Fragmento

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¡Por fin es viernes! Mi día favorito de la semana. Me encanta que la última clase de la semana sea Dibujo Artístico. Acabo con una sensación superinspiradora que me hace pensar que he tomado la decisión correcta al estudiar el bachillerato de artes. Hice bien en escuchar a mi corazón y... ¡a mi madre! Siempre me ha dicho que tengo que dedicarme a lo que me haga feliz. Estoy convencida de que es felicidad lo que siento mientras doy los últimos trazos sobre el dibujo del paisaje que tengo delante. Hoy Celia, la profe, nos ha llevado al bosque de pinos y encinas que hay detrás del instituto y nos ha dejado elegir la parte que más nos gustara para dibujarla. No es que no tenga abuela, pero... creo que me ha quedado estupendo.

—¡Mírala! Qué artista, ¿no? —dice Adrián de golpe, señalando mi dibujo y sacándome de mis reflexiones.

—Sí, sí. ¡No veas, Mar! Parece un Manet —le sigue la corriente Hugo.

—Creo que te refieres a Monet. Si hubieras estado atento en Historia del Arte sabrías que Manet se especializó en retratos y Monet, en paisajes —le corrige Carla, puntillosa.

—Y ¿qué más da? Pero los dos pintaban y lo hacían bien, ¿no? —responde Hugo un tanto ofendido.

—Ya te he entendido, Hugo —decido intervenir antes de que estalle la típica discusión entre la marisabidilla de Carla y el guasón de Hugo—. Gracias por el halago. La verdad es que estoy bastante orgullosa del resultado.

Mientras guardamos los lápices y los blocs en las mochilas aparecen Abril y Julia.

—Bueno, chicos. Me muero de hambre y tengo ganas de irme a casa. ¿Al final cómo quedamos mañana? —pregunta Abril—. He conseguido un ordenador modelo 5150 de 1981 y estoy deseando repararlo y ponerlo en marcha. Ya sabéis que, si no tengo clara la hora y el punto de encuentro, se me va el santo al cielo con mis inventos y desaparezco del mapa.

—¿Qué os parece si nos vemos a las 12 en la estación? —propongo.

—¡Perfecto! —responden todos a la vez. Bueno... casi todos, porque Julia creo que solo ha asentido tímidamente, aunque, como ya la conocemos, lo interpretamos como un sí.

De camino a casa, pienso en el planazo que tenemos entre manos para mañana. ¡Ir todos juntos de rebajas de primavera a la capital! ¿Quién me iba a decir hace unos meses que encontraría a estos amigos tan diferentes entre sí pero tan imprescindibles para que el grupo funcione? Y también, ¿quién me iba a decir que conseguiría por fin ahorrar la paga de tres meses para comprarme todo lo que encuentre?

Abril:

Aaaaaaaarg!

Abril:

Lo siento, lo siento, lo sientooo.

Abril:

Me he dormido. Me visto rápido y voy corriendo a la estación.

Julia:

Qué raro...

Abril:

Carla:

Date prisa. El próximo tren pasa a las 12.30.

Abril:

Sí, sí. Sorry, soy lo peor.

Mar:

Anda, no exageres. Tranquila, te esperamos aquí al solecito

Adrián:

Como tardes mucho, nos vas a encontrar fritos. Mar ha venido en top y está aprovechando para ponerse morena, pero yo llevo camisa y americana, ¿sabes? Así que, ¡corre, porfa!

Abril llega justo a tiempo de coger el tren de las 12.30.

—Madre... mía... pensaba... que no llegaba... —dice medio ahogada.

—Me hace mucha gracia que insistas tanto en que concretemos la hora y el sitio en el que quedamos y siempre siempre siempre llegues tarde —le suelta Hugo.

—¡Ay, chico! Yo lo intento, pero... Al final ayer me lie a desmontar el PC y me acosté a las tantas.

—Haya paz —digo para tranquilizar un poco los ánimos—. Vamos a concentrarnos en lo realmente importante, es decir, en toda la ropa nueva que habrá... en los vestidos de Flixer, en las deportivas de JK Look, en los accesorios de Awesome y, por último, ¡en los modelitos indispensables que habrá en Blondie Inc.! ¡Se me acelera el corazón solo de pensarlo!

—Pues para mí, lo realmente importante ahora es encontrar un sitio donde comer lo antes posible —susurra Julia con un hilo de voz.

—¿Qué has dicho, Julia? —le pregunta Carla.

Julia baja la mirada a sus pies y se pone colorada.

—Nada... que tengo hambre —balbucea como puede, utilizando el mínimo de palabras posible.

—Yo, de verdad, Julia, nunca entenderé por qué te pones roja cuando hablas con nosotros. ¡Si nos ves cada día! —suelta Adrián con su espontaneidad natural.

Antes de que la situación empeore y Julia dé media vuelta y se largue, como ha sucedido en otras ocasiones, intervengo.

—A veeer, Adrián, cada uno es como es, ¿vale? Déjale a Julia su espacio y no la agobies.

—Ya está, la psicóloga ha aparecido —contesta Adrián mientras Hugo, a su lado, se parte de risa.

Yo también me río y le doy un empujón simpático que le hace bambolearse.

—No es por nada, pero, como sigáis con el rollito infantiloide, nos vamos a pasar de largo la parada y nos vamos a tener que olvidar de Flixer, Awesome y Blondie. ¿Soy la única que no quiere acabar en un polígono industrial? Falta una parada, así que mejor que estemos atentos. —Como es habitual, Carla nos devuelve a la realidad.

—¿Qué haríamos sin ti? —le digo, mientras la cojo por los hombros y le besuqueo la mejilla.

—Probablemente, divertirnos más —espeta Hugo.

Menos mal que Carla encaja bien la broma y todos nos reímos.

Me encanta venir a la ciudad. En serio, me siento como en Nueva York, con tanta variedad de tiendas y restaurantes, la gente de diferentes países y el hecho de que nadie te mire por la calle y que puedas ir como te dé la gana. ¡Es genial! Tengo claro que me gustaría vivir en un sitio así. La verdad es que, como Julia, también tengo hambre, así que, antes de que Adrián y Hugo entren en alguna tienda y empiece la gran locura de las compras, propongo que vayamos a comer a Veggie & Mex.

—Me apasiona el rollo vintage de este restaurante —dice Adrián.

—Sí, el local es chulísimo, pero lo de comer hierba ya no me hace tanta gracia —responde Hugo.

—Os aseguro que os va a sorprender lo que cocinan aquí. ¡Confiad en mí! —exclamo esperanzada.

Desde que estoy en esto de Instagram, los propietarios de Veggie & Mex me han invitado un par de veces a probar sus platos vegetarianos y son espectaculares.

—Espero que nos sorprenda para bien —murmura Julia.

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