Contribución de los ingenieros de caminos catalanes al progreso de España

Fernando Sáenz Ridruejo

Fragmento

Prólogo

Prólogo

Fernando Sáenz Ridruejo es el más sabio conocedor de la Ingeniería de Caminos, Canales y Puertos, que es la suya y en la que alcanzó el doctorado. Hijo y hermano de ingenieros de Caminos notables, ha explorado diversos destinos profesionales tanto como funcionario público como en la empresa privada, pero, sobre todo, ha dedicado su vida a conocer y divulgar la historia de las obras públicas y, dentro de ella, la de los propios ingenieros de Caminos, Canales y Puertos, que se formaron como cuerpo facultativo de la Inspección de Caminos en 1799, aunque la Escuela de Ingenieros de Caminos propiamente dicha abrió sus puertas en el Palacio del Buen Retiro el 19 de noviembre de 1802.

Desde aquella remota fecha, los ingenieros de Caminos contribuyeron a la edificación de las obras públicas y a la modernización del país y, al constituir un cuerpo administrativamente potente y prestigioso, tuvieron también con frecuencia cometidos políticos. Durante el siglo XIX y el primer tercio del XX, fueron muchos los que estuvieron en primera línea de la política, y asimismo padecieron las vicisitudes acarreadas por el tránsito del régimen autoritario —en el que no tuvieron ascendiente— al liberal. Hubo numerosos ingenieros diputados y senadores, y figuras como Echegaray —que fue ministro de Hacienda, presidente de la Real Academia de Ciencias y premio Nobel de Literatura— o Sagasta —figura clave de la Restauración y varias veces presidente del Consejo de Ministros entre 1870 y 1902— ilustran la trayectoria de un cuerpo singular que estuvo siempre en la zona medular del progreso de la nación.

Sobre esta evolución, Fernando Sáenz ha recopilado, con la paciencia del entomólogo y el sentido reflexivo del historiador moderno, todas las vicisitudes del cuerpo en dos libros fundamentales, ambos editados por el Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos: Ingenieros de Caminos del Siglo XIX (1990) y Los ingenieros de Caminos (1993, 2012), que contienen ya el acervo completo de la profesión, descrita en su contexto técnico, político y cultural. Una lectura intensa de ambas obras no solo informa de su objeto principal, el papel histórico de aquellos profesionales, sino también de la evolución socioeconómica del país, con la que los ingenieros de Caminos —junto a otras profesiones ilustradas, justo es reconocerlo— estuvieron permanentemente comprometidos.

Pues bien, el surgimiento del conflicto catalán, que en buena medida se ha basado en una adulteración malintencionada de la historia, ha impulsado al historiador de la ingeniería a realizar un ejercicio singular y prodigioso a la vez: analizar la contribución de los ingenieros de Caminos catalanes al progreso de España.

Antes de entrar en materia, el autor realiza un ejercicio pedagógico de valor decisivo: resulta que, con escasas variantes, los diez o doce apellidos más frecuentes en el conjunto del Estado español ocupan una posición muy semejante también en Cataluña. Tal homogeneidad reveladora contrasta con una narrativa falaz promovida por el nacionalismo radical que ignora que Cataluña y el resto de España han formado un continuum sin fisuras hasta que, artificialmente, se ha pretendido reescribir el pasado. Una anécdota chusca sobre el desconocimiento de un guía turístico de lo que fue y lo que representó la Corona de Aragón consolida la sospecha de que ha habido una burda manipulación tendente a afirmar grietas inexistentes, enemistades increíbles y divergencias faltas de todo fundamento.

El libro que el lector tiene en sus manos explica con la minuciosidad proverbial del autor el tema que enuncia: el papel de los ingenieros catalanes en el ámbito del Estado español. Pero sobre todo muestra con naturalidad que hubo una absoluta permeabilidad entre los ingenieros de todos los rincones de este país, que, por las características de su propia profesión —debían viajar entre unas obras y otras a medida que se desarrollaba su carrera profesional—, se movieron mucho por la piel de toro a lo largo de su vida.

En definitiva, Fernando Sáenz Ridruejo, persona muy reconocida en la profesión —es desde hace años colegiado de honor y posee numerosas distinciones profesionales e históricas—, ha querido detenerse en un aspecto parcial de su gran investigación sobre la ingeniería de Caminos en España para colmar una curiosidad intelectual pero también para salir indirectamente al paso de las falacias que se prodigan estos años, que buscan reescribir la historia y descubrir compartimentaciones inexistentes que justificarían ahora el ansia de emancipación. Durante dos siglos largos, los ingenieros de Caminos catalanes, como los de todas las demás procedencias, han sido artífices de la modernización de la nación española, Cataluña incluida, sin particularismos ni sectarismos.

Por la calidad de su trabajo, que agranda sus perfiles con esta nueva obra, y por ese objetivo pacificador y promotor de la verdad histórica frente a quienes no vacilan en desfigurar la historia para conseguir objetivos espurios, un jurado promovido por el Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos y por la editorial Debate decidió otorgar a esta obra el Premio Sagasta de Ensayo en la segunda edición del certamen. El galardón, todavía joven, madura y se ennoblece al reconocer a personalidades de la envergadura de Fernando Sáenz Ridruejo.

ANTONIO PAPELL

Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos

Director de Comunicación del Colegio de Ingenieros de Caminos

El pasado tiene un engranaje con el presente y este engranaje es el que hay que estudiar.

JULIO CARO BAROJA, en el prólogo a

Eduardo Saavedra, ingeniero humanista, de José Mañas

Una mirada al pasado para abordar el presente.

INMACULADA AGUILAR CIVERA, en la dedicatoria

de El discurso del ingeniero en el siglo XIX

La historia es un saber sobre formas de vida del pasado que tiene como objetivo la acumulación de datos con los que afrontar los desafíos de la sociedad.

JOSÉ ENRIQUE RUIZ-DOMÈNEC,

Informe sobre Cataluña

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