Pulsus interruptus (Flash Relatos)

Marita Alonso

Fragmento

cap-1

Hoy cumplo un año de relación ficticia. Deberías felicitarme. Me temo que Facebook no ofrece situación sentimental alguna equiparable a «Relación inventada», por lo que supongo que podría decirse que, oficialmente, estoy soltera. O loca, por qué no. Estoy segura de que con la poquísima información que te acabo de dar, es lo que piensas. Pero antes de que te abalances al teléfono para llamar al psiquiátrico, deja que me explique. Porque deberías saber que ingresarme no te va a servir de nada: ya he estado en tres. En tres relaciones inexistentes y en tres centros psiquiátricos, aclaro. Como intuyes, cada relación fallida va irremediablemente unida a un encierro, al igual que las tres marcas que tengo en la muñeca derecha. Son un guiño epidérmico destinado a recordarme cada día mis amores imaginarios. También son magulladuras que luchan por aclarar que, en realidad, jamás quise terminar con mi vida al hundir una cuchilla en mi muñeca. Tan solo intentaba frustrar a los psiquiatras y hacerles ver que Yo era más fuerte que ellos, que mi mente no era débil, que tenían que dejarme libre. Ojalá hubiera sabido entonces que lo único que necesitaba para que me dejaran ir era ser Yo misma. Aunque todo forma parte de un papel que he creado a mi medida, porque me parece que no te he comentado que mis tres ingresos han sido por voluntad propia, por lo que podía haberme ido cuando se me antojara sin necesidad de ensayar suicidios que nunca he pretendido estrenar. Tal y como hago con mis relaciones sentimentales, prefiero forzar las rupturas, dinamitarlas y hacerlas estallar sin ser Yo la que pulse el detonador. Así es como hago mío siempre el papel de víctima y saco provecho de los restos de metralla que se ocultan en mi piel. En definitiva, me hice estas horribles marcas sin necesidad alguna, por el mero placer de ahondar en el victimismo y con la firme e innecesaria vocación de dar lástima. Como si para dar pena necesitara a estas alturas la ayuda de unas cicatrices insignificantes...

Pero volvamos a mi relación ficticia, la que me impulsará a hacerme una cuarta cicatriz. Que conste que Yo no me he inventado una relación. Es más: la tengo y la disfruto. Lo que se me ha olvidado comentarte es que esta relación es meramente sexual, y que la dimensión amorosa es la que existe solo en mi imaginación. Él —que te juro que no es fruto de mis delirios— jamás me ha dicho que me quiere, y quizás no lo diga porque sencillamente no me quiere. Si lo hiciera, no me plantearía hacerme una cuarta cicatriz y es probable que no estuviera —si es que de verdad lo estoy— enamorada de Él. Porque, por supuesto, Yo sí estoy enamorada, pero como soy muy considerada, se lo oculto.

Cuando eres La Otra no puedes aspirar a mucho más. No hay planes de futuro, no hay promesas ni espacios más allá de una silente cama de matrimonio. Un nombre, por cierto, paradójico, dado que el matrimonio es vapuleado y burlado cada vez que mancillamos ese glorioso edén del placer. Debería llamarse cama de adulterio, aunque no creo que los de IKEA me com

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