La cultura de los árabes

Ikram Antaki

Fragmento

Título

PRÓLOGO

El antropólogo mexicano Guillermo Bonfil me habló una vez del significado de los cincuenta y dos años para los mayas, de sus propios cincuenta y dos años y de la libertad conquistada al llegar al punto de su vida en que nadie podía decirle “si debía o no debía beber”, “si debía o no debía amar”. A los cincuenta y dos años ¡ya sabía!

Para los árabes los cincuenta y dos años del ciclo precolombino se reducen a cuarenta. Es la edad en que un hombre es padre e hijo a la vez, en que sus propios hijos han pasado por todas las edades de la infancia hasta la responsabilidad y en que se vuelve responsable de su propio padre. A los cuarenta el hombre árabe ¡ya sabe! Quizá por ello estoy escribiendo este libro ahora. Quizá por ello el resultado fue éste y no otro.

Hace cinco años se empezó a dar en el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS) un curso sobre la cultura de los árabes. La idea era impartir algo diferente. Tanto en la Universidad como en El Colegio de México se enseñaban la historia y la política de los árabes, y a veces, en menor medida, también su literatura.

Pero nadie explicaba por qué actuaban los árabes así: ¿qué hay detrás del gesto y de la palabra?, ¿cómo “funcionan” los árabes?

Durante la invasión israelí del Líbano, los periódicos ostentaron titulares a ocho columnas con declaraciones de Gaddafi: “Los palestinos se tienen que suicidar”, mientras que Arafat le contestaba que “se debía cortar la lengua”.

Los demás humanos —normales y racionales— vacilaban entre calificar a los árabes de locos o de exagerados sin entender que nadie en el mundo árabe se sentía siquiera emocionado por estas proclamaciones frenéticas. Un grupo de mexicanos visita Libia, se entrevista con Gaddafi y lo escucha proponerles pagar la deuda externa mexicana. Eufóricos, regresan a México con la seguridad de haber resuelto los problemas vitales de su nación. ¿Cómo explicarles que ni las declaraciones de los dirigentes árabes, en 1982, ni su propia experiencia caen en el campo de la política sino en el campo de la antropología? ¿Cómo explicarles el sentido de las palabras árabes sin aclarar cuál es la relación de un árabe con su lengua, después de haberla transformado en una cosa que ni siquiera necesita significar para existir?

Apareció la necesidad de crear un curso sobre la cultura de los árabes dado que están en medio del acontecimiento político y económico del mundo, que poco se sabe (y menos se entiende) de ellos y que la situación de estos conocimientos en México se acerca a lo deplorable. La lejanía real, la falta de interés de unos Estados por otros,1 la falta absoluta de información —prensa, libros— o su manipuleo, la mala fe y la ignorancia, hacían de los árabes algo parecido a los marcianos. Por otra parte, una comunidad árabe sui generis, en su mayoría libanesa maronita, venida a principios de este siglo por necesidad material y que hizo su fortuna a partir del comercio, sin ninguna relación con su cultura materna, daba de sus orígenes una imagen absolutamente irreal y falseada.2 En cuanto a los mexicanos, que por su ubicación política se sentían impulsados a interesarse por los árabes, su actitud variaba entre el desprecio a los “turcos3 ignorantes y antisemitas” —con su consecutivo apoyo al Estado de Israel, “representante de la democracia occidental en el seno de un mundo totalitario”, y representante de los judíos sobrevivientes del holocausto en general— y un proarabismo que empezaba por el apoyo romántico a la causa palestina y acababa en un “flirteo” oportunista con los representantes de los poderes árabes más reaccionarios. Era un proarabismo tan vergonzoso como su antítesis, un proarabismo que se hacía pagar viajes a Arabia Saudita o “cocteles” en las embajadas como otros se hacen pagar viajes y honores por Israel. ¿Qué tenía todo esto que ver con una cultura, la angustia de un pueblo, los lazos de pertenencia y las heridas del desencuentro que todo ser pensante debe tener con su propia autenticidad? ¿Qué tenía que ver todo esto con el verdadero saber de lo que son los árabes, de lo que pueden ser o dejar de ser?

Una civilización que fue grande, dejó de serlo y acabó desgraciada. Un pueblo que se nutrió de sus recuerdos durante siglos, guardó muchas reservas, como para vivir de ellas tanto tiempo. Llegaron los tiempos actuales, un fin de milenio ­donde todo parece cuestionado, como si por fin nada quedara, como si esta civilización se hubiera agostado hasta sus propias raíces.

Empecé por dar un curso sobre la cultura árabe. La idea siguiente era hacer un libro (de texto) partiendo de este curso, para ahorrar a la gente la necesidad de comprar veinte libros sobre diferentes temas: un libro generalizador.

Pero el resultado fue diferente. De haber sido mexicano el que escribiera este libro, quizá la idea original hubiera sido posible, sin dolores de parto ni grandes desgarramientos personales. Pero la autora es una mujer árabe —doble maldición—, antropóloga de profesión y poeta de oficio, que se encontró escribiendo sobre su propia cultura a una edad en que los humanos decidimos generalmente arreglar nuestras cuentas con la vida.

El libro La cultura de los árabes es el resultado de estas cuentas.

IKRAM ANTAKI,
México, 28 de enero de 1988


1 No hubo en México intelectuales árabes de la primera generación (como la generación del Mahjar —emigración— que dio, a partir de Estados Unidos, a un Gibrán, por ejemplo). En la segunda y tercera generaciones los intelectuales de origen árabe ya estaban completamente mexicanizados y ubicados en la cultura nacional de su país de nacimiento. En cuanto a aquellos que se seguían reuniendo y actuando como comunidad, su alejamiento absoluto de la realidad política —tanto árabe como latinoamericana—, la pequeña o mediana fortuna que lograron reunir y su ignorancia ontológica los llevó a actitudes sumamente fanáticas y antiárabes, como por ejemplo el fenicianismo de los libaneses. Un pequeño grupo —muy reducido— alimentaba su nacionalismo con actitudes tan fanáticas como las de los antiárabes, con base también en la ignorancia. El cuadro general no deja de ser lamentable.

2 Existen muy pocas embajadas árabes en México, y el desconocimiento absoluto por parte de los gobiernos árabes de lo que representa este país en América Latina y su importancia como potencia regional hace que las representaciones diplomáticas aquí sean consideradas como exilios para políticos en desgracia o diplomáticos de cuarto nivel.

3 Nombre que se sigue dando en México a los árabes.

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