Narcotráfico, corrupción y Estados

Fragmento

Narcotráfico, Corrupción y Estados

Introducción

Actualmente en Colombia no se observa la violencia urbana que se registraba en los años ochenta y a comienzos de los noventa, cuando Pablo Escobar, el Patrón, tenía una posición dominante en el narcotráfico mundial. Ya no hay bombas explotando en vuelos comerciales o en concurridos centros comerciales en ciudades como Bogotá. Ya no hay más toques de queda o prohibiciones para transitar por las calles de Medellín, decretadas por el propio Escobar. Ya no hay capos tan famosos como los hermanos Rodríguez Orejuela en Colombia. Tampoco hay una confederación, como fue en su momento el cártel de Medellín, que dominaba el narcotráfico mundial.

Es tentador, por lo tanto, argumentar que el narcotráfico ha sido casi erradicado de Colombia. Pareciera que el Estado colombiano aniquiló a sus grandes capos y sus grandes cárteles. Pareciera que Colombia es un ejemplo a seguir para aquellos países productores o corredores del tráfico de drogas ilícitas, que actualmente enfrentan algún tipo de guerra contra las drogas.

Sin embargo, Colombia sigue siendo uno de los mayores productores de cocaína del mundo. Así lo señalaba, por ejemplo, Édgar Valdez Villareal, la Barbie, en septiembre de 2010, cuando fue capturado por las autoridades mexicanas: “Toda la droga viene de Colombia”. ¿Entonces en qué consiste el éxito de Colombia, que aparentemente pudo controlar la acción de sus principales narcotraficantes y cárteles, pero que al mismo tiempo sigue siendo un país protagónico en el narcotráfico mundial?

Cuando la evidencia empírica se analiza con detalle, se encuentra una transformación radical en la estructura del narcotráfico. Dicha transformación consiste, principalmente, en una mayor participación de narcotraficantes mexicanos que han asumido la tarea de ingresar en Estados Unidos las drogas ilegales producidas en Colombia y en otros países andinos. Algunas razones parecen justificar este cambio estratégico. Una de ellas ha residido en los fuertes controles de interdicción aérea y marítima establecidos por Estados Unidos a lo largo de sus costas. Otra razón consiste en las 1592 millas de frontera terrestre entre México y Estados Unidos, con un intenso intercambio comercial y transporte masivo de mercancías. Gracias a aquella extensa frontera atravesada por ríos, caminos y túneles legales e ilegales, durante los últimos años ha sido más fácil para los narcotraficantes colombianos llevar las drogas ilegales a México, y esperar a que narcotraficantes mexicanos luego la ingresen en territorio estadounidense.

Otras razones se relacionan con el desmantelamiento de los grandes cárteles colombianos, como los de Medellín y Cali, y su sustitución por pequeñas y medianas redes con menor poder criminal y menor capacidad de negociación internacional. Relacionado con dicho proceso, también debe contarse el creciente poder territorial de algunas redes mexicanas en su propio país, y su progresivo aumento de influencia en países vecinos, especialmente de Centroamérica. Dicha expansión, como se discutirá en el presente libro, ha sido consecuente con una mayor participación de las redes mexicanas en la cadena del tráfico de drogas en el hemisferio, y con una mayor capacidad de maniobra en el campo institucional y político doméstico, facilitada por el fin del régimen presidencialista del PRI, por la alternancia partidista, y por una avanzada descentralización administrativa, especialmente en ciertos sectores de la administración pública, como la policía. Como se verá, la descentralización no siempre contribuye per se a consolidar la democracia, por lo cual es necesario prestar especial atención al tipo de modelo de descentralización que adopta cada Estado.

Lo anterior, por supuesto, no quiere decir que actualmente no haya narcotraficantes colombianos enviando droga directamente a Estados Unidos. Aún se tiene noticia de correos humanos y semisumergibles que parten de los puertos aéreos y marítimos de Colombia hacia Estados Unidos. También se sabe de narcotraficantes colombianos movilizándose hacia las costas de África Occidental, para recibir la droga procedente de Colombia que pasa por Venezuela y Brasil, y luego es ingresada en países europeos. Sin embargo, en lo relacionado con el mercado estadounidense, algunos narcotraficantes colombianos han aceptado disminuir sus utilidades mientras ceden a los narcos mexicanos la tarea de introducir la droga en Estados Unidos.

Ahora bien, aunque los controles aéreos, marítimos y terrestres impuestos por México han sido fortalecidos en los últimos años, también han sido —y seguramente seguirán siendo— más débiles que los estadounidenses, no sólo en términos tecnológicos sino institucionales. Comparativamente, México se caracteriza por falta de efectividad en medidas anticorrupción y por inadecuados niveles de observancia del Estado de derecho. Según el índice de Control de la Corrupción del Banco Mundial (2009), Estados Unidos registró 85.2%, mientras que México 49 por ciento. Esto, para no mencionar el indicador de “imperio de la ley” (rule of law): Estados Unidos registró 91.5%, mientras que México 34 por ciento. Así, en principio sería más fácil sobornar o cooptar agentes de seguridad en México que en Estados Unidos, por lo tanto, ceteris paribus, podría ser más sencillo transportar drogas ilegales en México que a través de Estados Unidos. Esta situación de debilidad institucional que se observa en México ha sido claramente aprovechada por narcotraficantes colombianos y mexicanos.

En general, las condiciones geográficas hacen más fácil para los narcotraficantes mexicanos ingresar las drogas en Estados Unidos a través del territorio mexicano, en tanto que las condiciones de debilidad institucional mexicana hacen más fácil para los narcotraficantes colombianos llevar la droga a México. La combinación de esos dos elementos ha conducido a un escenario simbiótico. Así, progresivamente se ha consolidado una adaptación estratégica por parte de importantes narcotraficantes del hemisferio occidental; adaptación que, como se verá, tiende hacia una integración trasnacional de redes ilícitas y hacia una diversificación de mercados ilegales. Es decir, se observan redes ilícitas que, aunque concentradas en el narcotráfico, cada vez incursionan más en distintos mercados ilegales como el de la extorsión, la piratería y el tráfico de armas; de personas y de recursos naturales, entre otros. Esta situación hará cada vez más difícil confrontar y desmontar las complejas estructuras de la región.

Por otro lado, la transformación estratégica del negocio del narcotráfico no se detendrá en el aprovechamiento de las debilidades institucionales de México o de la extensa frontera entre México y Estados Unidos. Incluso si México mejorara sus controles aéreos, por ejemplo, gracias al despliegue de aviones estadounidenses no tripulados, los narcotraficantes colombianos, entre otros, seguramente adecuarían sus rutas y estrategias para transportar drogas ilegales hacia países cercanos a México, sobre todo los limítrofes que presenten condicion

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