El bachiller, El donador de almas, Mencía y sus mejores cuentos

Amado Nervo

Fragmento

El bachiller, El donador de almas, Mencía y sus mejores cuentos

Prólogo

AMADO NERVO:
LA TRANSMIGRACIÓN DEL PROSISTA

UN CADÁVER CON ALGO DE “CARNITA PARA RESUCITAR”

Amado Nervo falleció el 24 de mayo de 1919 en Montevideo. Tenía entonces 49 años de edad y escasos meses de representar al gobierno de Venustiano Carranza en Argentina, Uruguay y Paraguay. Era el escritor mexicano más conocido en su país y en el extranjero. “Él es nuestro as de ases”, dijo Ramón López Velarde en tono de epitafio.

En febrero de aquel año había llegado a Buenos Aires con la misión de que los países suramericanos apoyaran el reconocimiento que Estados Unidos negaba al presidente Carranza. Hasta donde se lo permitió su salud, mermada durante un accidentado viaje de tres meses, Nervo cumplió aquel encargo diplomático con profesionalismo gracias a la experiencia de trece años en la embajada de Madrid. Debido a su trayectoria literaria de tres décadas, fue recibido con entusiasmo en las capitales de Argentina y Uruguay, donde Nervo gozaba del aprecio de Leopoldo Lugones, Alfonsina Storni, Juana de Ibarbourou y José Enrique Rodó, entre otros. Además era sumamente popular entre el público de diarios y revistas masivos como La Nación y Caras y Caretas de Buenos Aires, pues desde Madrid enviaba colaboraciones con frecuencia.

El fallecimiento imprevisto de Nervo despertó el interés de la prensa nacional y suramericana. Las imágenes de las multitudes de lectores y simpatizantes que asistieron a sus honras fúnebres en Montevideo se reprodujeron en las primeras planas de diarios y revistas continentales. Casi de inmediato se reeditaron en diversas capitales latinoamericanas varias de sus obras en prosa y verso; además se realizaron antologías de poesía y semblanzas biográficas. El cuerpo embalsamado de Nervo se trasladó a México, seis meses después de su deceso, en el buque de guerra Uruguay. Durante la trayectoria se sumaron cruceros de diversas nacionalidades americanas y se realizaron ceremonias luctuosas en distintos puertos del continente. Finalmente, la comitiva desembarcó en Veracruz el 10 de noviembre de 1919. Tres días después arribó a la capital. Los funerales resultaron apoteósicos. Carlos Monsiváis aseguró que el de Nervo es el entierro más grande del siglo XX en México, pues unas trecientas mil personas contemplaron el cortejo, cantidad superior a la que asistió a los sepelios de artistas mitológicos como Pedro Infante o Cantinflas.1 Los restos de Amado Nervo fueron sepultados en la Rotonda de las Personas Ilustres del Panteón de Dolores el 14 de noviembre de 1919.

Para el numeroso público del escritor nayarita en España y Latinoamérica, a partir de 1920 Alfonso Reyes reunió las primeras Obras completas de Nervo. En total se publicaron 29 tomos en Madrid. Pese al empeño de otros editores —Alfonso y Gabriel Méndez Plancarte, Francisco González Guerrero y Ernesto Mejía Sánchez—, el prestigio del autor de Serenidad decayó entre las siguientes generaciones literarias, pero su nombre y parte de su obra se preservaron en la cultura popular y de masas. Con pasajes de su vida y algunos títulos de poemas se filmaron películas en Argentina y México. En una de ellas Jorge Negrete cantó “Gratia plena”, versos popularísimos de La amada inmóvil. Carlos Gardel vendió millones de copias de El día que me quieras, tango escrito con versos del homónimo título de Nervo. En la radio y en discos de vinilo, su poesía era declamada y se reeditaba en antologías y libros escolares.

Misterios de la paternidad literaria: no es extraño que las obras escapen a las intenciones y afanes de editores y críticos, incluso a la voluntad de sus autores. Nervo es un caso singular, tal vez el de un cadáver con algo de “carnita para resucitar”, como afirmó, irónicamente, Antonio Alatorre en 1999, cuando ya era un hecho el retorno del prosista y, en menor medida, del poeta.

La recuperación actual de la obra de Nervo —denostada con fuerza desde mediados del siglo XX por José Luis Martínez y Octavio Paz, aunque no sólo por ellos— debe mucho a dos lectores agudos e informados: Manuel Durán y José Emilio Pacheco. Sus afanes críticos en torno al cincuentenario del fallecimiento del nayarita orientaron lecturas posteriores de su narrativa, crónica y ensayos. Una valoración fundamental fue la de Durán en Genio y figura de Amado Nervo (1968), seguido de cerca por Pacheco en el ensayo “Amado Nervo o el desencanto profesional” (1969), en las notas críticas de La poesía mexicana del siglo XIX (1965) y la Antología del modernismo (1970). En junio de 1969, Pacheco reconoció las virtudes del libro inusitado de Durán y la dimensión del homenaje luctuoso en México y en distintas capitales latinoamericanas; en su opinión, Nervo había salido ya del “purgatorio que atraviesa todo autor que fue célebre”, y era indispensable devolverle “críticamente el sitio que merece entre los poetas y los prosistas mexicanos ”. Pacheco insistió en el reconocimiento de un “poeta central” del modernismo mexicano, dueño de un léxico original y creador de formas poéticas y ritmos novedosos que expresan la sensibilidad y la cultura del novecientos, así como la conmoción de la Primera Guerra Mundial. También destacó la virtudes evidentes de su prosa: humor, ironía, brevedad, apuesta por la narrativa fantástica y de ciencia ficción, y desde luego: la relación fundamental entre creación y periodismo.2

Gracias a las lecturas de Pacheco y Durán, pero también a los estudios posteriores de Ramón Xirau, Antonio Alatorre, José Ricardo Chaves y a los reconocimientos tardíos de Monsiváis y José Joaquín Blanco, en nuestros días la prosa de Nervo encuentra nuevos lectores e incluso espacios de divulgación como el fanzine. En lo que va del siglo su narrativa se dispersó en la red. En 2005 la UNAM inauguró el portal Amado Nervo: Lecturas de una obra en el tiempo; vinculadas con este proyecto, al año siguiente, aparecieron los dos primeros volúmenes de las Obras en proceso del nayarita. Incluso, hoy podemos descargar algunos relatos en las voces de Rosa Beltrán y Juan Villoro, por mencionar a dos narradores que aprecian al autor de El donador de almas, quizá tanto como Vicente Leñero, Ignacio Solares, Carmen Boullosa, Vicente Quirarte, Aline Petterson, Bernardo Ruiz y Sandra Lorenzano, sólo por mencionar a quienes han expresado algún testimonio público sobre la restitución de Nervo al canon de la narrativa mexicana.

LAS “PALABRAS QUE NO ENVEJECEN”

En contraste con el interés editorial y crítico por la narrativa de Nervo, su poesía no ha despertado el mismo entusiasmo en esta centuria. Hay quien la encuentra “cursi” o “pasada de moda”, tal vez por el desgaste de su enorme popularidad, o por el cambio radical en la manera de escribir poemas a partir de la segunda década del siglo pasado. Sorprende que el propio Nervo estuviera consciente de cómo se transformaría la

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