Amores adúlteros

Beatriz Rivas
Federico Traeger

Fragmento

Título

Casados con apariencia de felicidad, de pronto uno o los dos rompen el pacto de fidelidad, absurdo si se quiere, decimonónico, trasnochado pacto, pero todavía vivo en las sociedades contemporáneas. Con frecuencia, ese “pacto” no tiene la suficiente fuerza frente a lo que, en principio, está destinado a lo efímero: el amor sin ataduras. Los “compromisos establecidos” que quieren proyectarse en el tiempo se tambalean ante esa potente emoción de lo prohibido, de aquello que pone en peligro los anclajes de estabilidad que se acordaron en la otra ribera. O es precisamente esa estabilidad la que es contra natura: la idea misma de estar amarrado provoca que se quiera romper con ese amarre. Ahí está la paradoja: al tratar de retener, se genera una energía disruptiva capaz de poner en riesgo todo el edificio de la relación de pareja, de familia, del patrimonio, de entorno social.

Hay adulterios de pronóstico, y otros sorpresivos que dejan sin aliento, incluso a los adúlteros. Los adúlteros no siempre terminan en el rompimiento, con frecuencia son profesionales del juego que establecen un cuartel general para las batallas del amor sin freno durante el tiempo que dure la embrujante guerra.

El adulterio desarrolla una inteligencia entre los involucrados que asombraría a un estratega. La prioridad es ocultarlo de tal manera que descubrir el enga­ño sea un elaborado trabajo de espionaje. El o los engañados, al caer en la duda, desarrollan nuevas antenas persecutorias, se transforman en la encarnación de la sospecha. No en balde, con frecuencia aparecen los investigadores privados capaces de rastrear todas las pistas hasta que una lleva a la madriguera del amor furtivo. Si fidelidad deriva de fidelitas, al final del día es una traición a un Dios.

Capaces de destruir su anterior vida, los adúlteros renacen, emanan una energía que resulta envidiable. Los años retroceden, la juventud vuelve a visitarlos. ¡Cómo rechazar la diabólica tentación de dar vuelta a la vida! Nos convertimos en Fausto dispuestos a pactar con el demonio mismo. El antiquísimo misterio está allí para ser escudriñado y la literatura es un arma muy eficaz.

Beatriz Rivas y Federico Traeger lanzan la flecha al corazón mismo de ese misterio. La fórmula literaria es muy certera y riesgosa en tanto que dan voz a los adúlteros. Nos invitan así a un recorrido por los laberintos de esa relación, que también se debe explicaciones a sí misma.

—¿Crees que por hacer el amor estemos tan enamorados?

—No lo sé, quizá porque estamos enamorados es que hacemos tanto el amor.

—¿O será que el amor nos hace a nosotros?

El texto a cuatro manos presenta un amplio menú de relaciones adúlteras, desde las muy erotizadas que caminan en el lindero de una pornografía suave, muy eficiente, hasta las frecuentes expresiones poéticas repletas de metáforas, analogías y atributos delicados:

No busquemos respuestas. Sería muy arrogante tratar de describir el océano, simplemente bañémonos en sus aguas y permitamos que las olas sigan llegando llenas de lo nuestro.

Y hay más:

Dónde pongo

El mundo que inventamos

Los besos que nos dimos

Las cumbres que alcanzamos

El amor que nos hicimos

Los autores también lanzan sentencias,

… la felicidad es el deseo de existir con la mayor intensidad posible…

Él y Ella son una dupla de la cual por momentos creemos saberlo todo, y en otros son fantasmas que sólo viven un instante. Cuidadosos de su decir, nos invitan a la sensible travesía de ser adúltero.

¿En qué mundo cabe que habiéndonos conocido tan pronto nos hayamos conocido tan tarde?

El humor también merodea:

Incoherencia: Cuando logran un instante de magia, Él bufa y gruñe. Sin embargo, no es un animal. Ella dice Dios mío, Dios mío, aunque no cree en Dios.

Juegan consigo mismos, juegan con el amor y el amor con ellos.

Tengo hambre de ti…pero estoy a dieta.

O

Quiere comérsela a besos, aunque teme indigestarse.

Esa actitud de juego es fascinante, porque los autores subvierten cánones, revierten concepciones, por eso puede haber una sección que venga De Cabeza. Vistos los textos de esta forma son una aventura que recurre ¿por qué no? a espléndidas fotografías que insinúan, delatan, proponen, desnudan intimidades, de forma tal que la realidad y la ficción se cruzan y terminamos convencidos del adulterio real en ambos; adulterio confeso que lleva a las dedicatorias; adulterio gozoso que no conoce la pena y menos la culpa; adulterio provocador de las buenas conciencias. Adulterio pleno.

Así de pronto estamos metidos en la sábana de un hotel a la espera de la amada, o en el práctico departamento que se encuentra al lado del gym, para facilitar los sistemáticos e intensos encuentros a favor del ejercicio horizontal del amor, o vemos las prendas caer o ya están en el piso como recordatorio de esa prisa que invade a los amantes y que sólo se calma con… amor.

De esta manera fue como Beatriz y Federico construyeron un mundo literario que devela recovecos antiquísimos y también cotidianos de la condición humana del siglo XXI. De nuevo, exhiben el poder la literatura.

FEDERICO REYES HEROLES

Título

Amores adúlteros

Título

Cero
(O de cómo empezó todo)

Esa mañana, Él bajó las escaleras oliendo a Ella. Caminó por la avenida sintiéndose dueño de su vida, ligero, con ganas de tener una guitarra para ir tocando y cantando. Entró a una cafetería; fue el primer comensal. Se le notaban los besos en la mirada y el whisky en la sonrisa. La mesera lo atendió, mientras en su cabeza sonaba una canción: Blackbird. En tan

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