Oscuro abril

Fragmento

Hacia las ocho de la noche del 19 de abril de 1970, cuando los periodistas Arturo Abella y Jaime Soto lanzaron al aire el primer consolidado sobre las elecciones presidenciales, con el escrutinio del 25 % de los sufragios, Gustavo Rojas Pinilla aventajaba a Misael Pastrana; desde esa hora, en los hogares de Colombia nadie volvió a desprenderse de la radio. Hasta las 9:50 p. m., cuando fue suspendida la programación de televisión e intervino el ministro de Gobierno Carlos Augusto Noriega para anunciar que, en adelante, solo el registrador Ricardo Jordán Jiménez podía aportar información sobre los resultados electorales. La radio quedó conminada a refugiarse en el silencio.

“En este momento voy a salir de aquí, del despacho de la televisora, adonde están los dilectos amigos de las emisoras, para decirles que están haciendo informaciones inexactas y que si continúan dándolas, se van a aplicar sanciones”, fue el cierre del ultimátum televisivo del ministro Noriega para impedir que circularan en la radio los avances noticiosos electorales. En adelante, varios periódicos cerraron sus ediciones dando como ganador a Rojas Pinilla y algunas agencias internacionales de prensa replicaron esa tendencia. Pero antes del alba del lunes 20 de abril, el primer reporte oficial fue el remonte de Misael Pastrana en las urnas, su victoria apretada y el revuelo en las calles.

Bogotá amaneció militarizada, pero desde las nueve de la mañana empezaron las protestas. Se prolongaron hasta el martes 21, cuando el reporte oficial anunció el triunfo de Pastrana y el reclamo de Rojas, según él, porque hasta donde se había permitido a los medios informar, aventajaba a su rival. Lo demás es recordado como la noche del reloj. De nuevo fue interrumpida la señal de televisión y apareció el presidente Carlos Lleras para concluir que todo era orquestado por un movimiento subversivo y anunció severos decretos de estado de sitio, consejos verbales de guerra y cierre de emisoras para neutralizarlo, mientras la ANAPO llamaba a desconocer las elecciones.

“Son las ocho de la noche, a las nueve no debe haber gente en las calles”, advirtió Carlos Lleras esa noche del martes 21 de abril, y su toque de queda llegó acompañado de detenciones, redadas y allanamientos. El brigadier general Ricardo Charry Solano, que orientaba los servicios de inteligencia, agregó su disposición a cumplir las órdenes gubernamentales, y los líderes de la ANAPO fueron detenidos o bloqueados. Pero el miércoles 23 persistieron los saqueos y el alcalde de Bogotá, Emilio Urrea, ratificó que hubo al menos 412 detenidos. Hasta el cuarto día, el jueves 23 de abril, la Registraduría oficializó la victoria electoral de Misael Pastrana por escasos 63.557 votos.

Desde ese fin de semana, la opinión pública se polarizó, sin opción intermedia, entre quienes exaltaron al presidente Carlos Lleras como la figura nacional por haber impedido la violencia, y quienes quedaron convencidos de haber asistido a un burdo fraude electoral. Con un suceso distractor que ayudó a apaciguar las aguas agitadas de la política. El lunes 27 de abril, una semana después de las elecciones, comenzó la vigésima versión del evento deportivo que entonces cautivaba a la audiencia nacional: la Vuelta a Colombia en bicicleta, que aquella vez resultó más emotiva de lo habitual, por la victoria definitiva del novato Rafael Antonio Niño, tras la última etapa entre La Dorada y Bogotá.

Y si faltaban noticias para terminar de pasar la página de la agitación política causada por las elecciones, por esos mismos días, en la antesala del Mundial de fútbol México 1970 que por primera vez se transmitía en directo por televisión para Colombia, fue detenido en Bogotá el capitán de la selección de Inglaterra, Bobby Moore, acusado de hurtar un brazalete de oro en una joyería situada en el Hotel Tequendama. Este episodio judicial, sumado a las incidencias del torneo mundialista, también sirvieron para que la agenda noticiosa cambiara sus planos, y que el 19 de abril de 1970 comenzara a pasar de largo. Tampoco hubo ambiente político para que la protesta pública tuviera importancia.

Eso sí, el día de la instalación de las sesiones ordinarias del Congreso, el 20 de julio, el presidente Carlos Lleras y la congresista María Eugenia Rojas se trenzaron en un duro debate verbal. El edecán del jefe de Estado quiso intervenir y la Capitana alcanzó a palmotearlo en el rostro. Su esposo Samuel Moreno se sumó a la disputa y el oficial lo tomó de la solapa y lo sacó del recinto. Luego, un grupo de agentes del DAS hizo lo propio con María Eugenia Rojas. Minutos después se repitieron los incidentes en la Cámara Baja. Ante la negativa de las autoridades electorales y judiciales de indagar lo sucedido, la protesta de la ANAPO obró en ese momento como su constancia de rechazo.

Pasaron muchas cosas por esos días que la memoria fue perdiendo de vista, que poco a poco derivaron en una fecha que terminó dejada de lado, porque al final el ruido político cesó y Misael Pastrana gobernó los cuatro años que le otorgó la Constitución. Cuando el recuerdo del 19 de abril de 1970 parecía destinado a pasar a la historia como el escándalo que no fue, el miércoles 17 de enero de 1974, a siete meses de que Pastrana entregara el mando, apareció un grupo armado con ese nombre dispuesto a librar la guerra. El Movimiento 19 de Abril (M-19), que con el robo de la espada del Libertador, Simón Bolívar, emprendió su recorrido guerrillero de dieciséis años, aunque no transitando por el mismo carril de la ANAPO.

En esta división de caminos, el M-19 se quedó con la fecha como impronta para su nombre y, con ella, la invocación del fraude, mientras la ANAPO se diluyó entre los gajes de la política. Pero la verdad de lo sucedido en abril de 1970 se transformó en una tarea aplazada. Pasaron los años setenta y los ochenta con esporádicas reseñas, hasta que, en 1995, al cumplirse veinticinco años del 19 de abril, el entonces senador Samuel Moreno Rojas reabrió el debate. El asunto alcanzó notoriedad porque el editorialista de El Tiempo, Roberto Posada, conocido como D’Artagnan, usó el hecho para cruzarse dardos moralistas con el expresidente Misael Pastrana en la pelea de fondo del proceso 8.000 y el Gobierno Samper.

A pesar de que el exministro Carlos Augusto Noriega terció con una versión que no dejó bien parado a nadie, y que los medios de comunicación alcanzaron a interesarse por el tema histórico, el debate se desvaneció ante el huracán del narcoescándalo de 1995. En adelante, volvió a ser un efímero recuerdo de la fecha en la que se forzaba el acuartelamiento militar en prevención a los ataques del M-19, o la efeméride de una apretada elección que terminó en toque de queda. Casi todos decidieron olvidarse de esos días de abril, pero a la vuelta del siglo XXI, a dos estudiantes de la Universidad Javeriana se les convirtió en una obsesión romper ese silencio y entender lo sucedido.

En 2005, María Ximena Plaza Cuéllar y Sandra Carolina Rodríguez Novoa hicieron de su pes

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