Halcones de la Noche

Roberto Ampuero

Fragmento

INTRODUCCIÓN

Hace un tiempo atrás filmé un documental autobiográfico que pretendía retratar, con genuina inmadurez, las desgracias de un joven cineasta que peleaba contra sus conflictos internos y malas decisiones. Cuando esa experiencia terminó, tuve la sensación de haber hecho algo muy inapropiado. Busqué descanso e inicié un viaje por el Amazonas, que me llevó a involucrarme en ceremonias y ritos chamánicos con ayahuasca. El resultado de esos rituales fue mágicamente sorpresivo. Los problemas que me aquejaban, y que me producían dolor y desvelo, desaparecieron al regresar del viaje espiritual que se inició al tomar aquella medicina. Si hasta ese momento me encontraba viviendo irresponsablemente como un joven salvaje, prendiendo fuego en mi interior por diversión, curiosidad o dolores sin resolver, ese nuevo amanecer trajo una dulce calma, y con ella, una curación que incentivó un despertar. El instinto y la selección natural comenzaron a operar más rápido que el intelecto. Los intereses y prioridades cambiaron. De manera espontánea tomé distancia de la exposición, el estrés y lo innecesario. Dicen que uno es lo que es, y lo que siempre ha sido, y puede que sea cierto. Pero al menos a mí, el ayahuasca ha ido permitiendo que llegue a ser como siempre he querido.

Después de una temporada en Barcelona regresé a Santiago para desarrollar una actividad laboral que estuviera en sintonía con mis nuevas necesidades, las que fueron apareciendo a medida que pasaba el tiempo. Al llegar, las energías de personas confundidas y resentidas, angustiadas por sobrevivir y ansiosas por destacar en una ciudad de abusadora lógica laboral, importante congestión vehicular y gigantesca nube de esmog, se dejaron sentir con suma rudeza. Al igual que el comidillo pequeño y mal intencionado; ese donde comúnmente las personas se refieren de mala manera de otras, incluso inventando historias inexistentes. La sociedad santiaguina mostró su cara más árida. Las desigualdades sociales, el deterioro medioambiental y el vacío espiritual dejaban al descubierto la dificultad para generar desarrollos emocionales sanos, relaciones honestas, espacios quietos, amores duraderos. Se hace difícil seguir viviendo a tan alta velocidad, en un medio alienado con la televisión, las redes sociales y los dispositivos móviles; donde constantemente se está incentivando la exaltación del yo, sobre todo el de seres que están muy a la deriva.

Buscando referentes que me ayudaran a entender lo que está ocurriendo, y los cambios que se debieran hacer para tener vidas que valgan la pena de ser vividas, comencé a reunirme con hombres y mujeres que han logrado un nivel de equilibrio y armonía. En poco tiempo, todo lo que hoy vive estará muerto. ¿Cuál es el sentido de seguir viviendo como lo hacemos hasta ahora?

XIMENA ABOGABIR

DEBEMOS SER NOSOTROS MISMOS SIN CONCESIONES

Nació en Santiago en 1948. Estudió periodismo en la Universidad de Chile. A los veintisiete años fue gerente general de una de las agencias de publicidad más importantes del país. A comienzos de los ochenta ayudó a fundar Casa de la Paz y abandonó la publicidad para dedicarse al activismo medioambiental. Actualmente preside la fundación que creó y es expositora permanente en foros nacionales e internacionales sobre participación empresarial en las comunidades locales.

VARITA MÁGICA

Como muchos de mi generación siento que fui tocada por la varita mágica de Lola Hoffmann, por su lucidez. Fue un hallazgo y una suerte haber podido conocer a una mujer sabia. Era potente, dulce y punzante a la vez. A una amiga, en un taller de sueños, le dijo: «No vuelvas a venir, porque no estoy dispuesta a perder mi tiempo con personas que se mienten a sí mismas». Yo la conocí cuando recién me había separado, y vivía un duelo muy fuerte; nunca, ni por nada en el mundo, pensé que me separaría de mi marido. Ahí apareció Lola para guiarme, para hacerme crecer, para ayudar a reinventarme. Con ella aprendí el valor de la libertad, de la individualidad. Siempre he sentido que me sucedió lo que le pasa a los eucaliptus: cuando los cortas, sus brotes vuelven a aparecer; pero para que eso ocurra hay que cortar el eucaliptus. A Lola le caí bien de entrada, porque le gustaban las periodistas. Ella entendía que había que construir una masa crítica para el cambio, y que serían las mujeres quienes lo harían; como yo era mujer y periodista, le caí fantástico. (Risas.) Así hice amistad con ella y con un grupo extraordinario de personas que han hecho caminos muy potentes. Y bueno, al poco tiempo conocí un programa que se llamaba «la iniciativa planetaria para el mundo que elegimos», que básicamente era una reacción ciudadana a lo que ocurría en esos años: Guerra Fría, crisis nuclear. A raíz de eso, todas las personas que circulábamos en torno a Lola formamos Casa de la Paz. Durante los años ochenta trabajamos en la temática nuclear a nivel internacional y en el restablecimiento de la democracia en América Latina. Luego, en los noventa, derribado el muro de Berlín y restablecida la democracia en Chile, evolucionamos al tema medioambiental. En la conferencia Cumbre de la Tierra se pensaba que entraríamos en una etapa de sabiduría; que ya no existiría esa separación loca de Oriente y Occidente, que había desaparecido el fantasma de la guerra, que América Latina se fortalecería en democracia, que los científicos se dedicarían a mejorar la salud y la vivienda. Pero ese optimismo duró hasta 1995, cuando se desató una lucha ideológica desde Occidente contra el mundo. Ahí todo se volvió cuesta arriba de nuevo.

LA HEGEMONÍA DE OCCIDENTE

La

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