Madariaga y otros

Marcelo Mellado Suazo

Fragmento

Madariaga y el PC

MADARIAGA Y EL PC

El Cara de Viático es un concejal socialista que suele acaparar las movidas de viaje que surgen cada tanto en el municipio. Estas aparecen a modo de invitaciones que llegan a la institución edilicia, ya sea para un seminario, una capacitación o un evento organizado por la asociación de municipalidades u otras entidades análogas. Él capitaliza dichas prebendas para sí mismo, porque es como el delfín del alcalde, aunque, en ocasiones, debe compartirlas con otros concejales por razones de mínima justicia distributiva o por seguir un procedimiento proporcional de repartición de responsabilidades políticas o simplemente por guardar un poquito las apariencias.

Las invitaciones implican, a veces, viajes al extranjero. Por lo general están dirigidas a algún personaje destacado de la comunidad —puede ser un deportista o un artista, alguien representativo del sentir cívico—, pero en la práctica son los concejales del municipio los que aprovechan estas oportunidades, constituyendo un área más de corrupción que podríamos denominar «blanda» —la otra, la que mueve millones, tiene otras (des)regulaciones, según ha constatado la Contraloría—. Madariaga registra los recortes de prensa que dan cuenta de estos antecedentes en su sistema de archivos locales. Es un crítico acérrimo de la labor municipal.

Un buen día, instalado bajo el parrón en el patio de su casa, bebiendo vinito blanco con chirimoya mientras piensa en tirar al horno de barro una pierna de cordero, Madariaga recibe la visita sorpresiva de don Exequiel Plaza, encargado de la Dirección de Asuntos Especiales del Partido Comunista local, a quien ubica de la época en que trabajó en el puerto. Don Exequiel, previa introducción, no exenta de citas clásicas, le solicita que, aprovechando su condición de taxista, vigile muy de cerca al Cara de Viático; las razones son varias, entre ellas la vinculación de este personaje con una empresa de basuras tóxicas que se quiere instalar en la ciudad, además de otros negocios particulares que según el partido atentan contra la autonomía del concejo y del desarrollo de la ciudad, sobre todo en la actual situación política, con el regreso de la vieja alianza socialista comunista. El partido debe estar alerta.

La idea es buscar información sobre las actividades personales del concejal y reunir pruebas para poder acusarlo a la Contraloría o al Ministerio Público, de modo de neutralizarlo políticamente, porque está algo desbocado. Madariaga desprecia al Cara de Viático no solo porque es un corrupto, sino también por ser un conocido «trancador de pelotas», es decir, un obstáculo del deseo ciudadano, sobre todo por su obsesión personal de poder y de protagonismo escénico. El pago por los servicios, agrega Plaza, será con otros servicios, como almuerzos y comidas gratis en algunos locales de compañeros del partido.

Madariaga decide instalarse un tiempo en la residencial de una prima que queda frente al Venus para controlar los pasos del Cara de Viático, pero al segundo día empieza a aburrirse, acostumbrado como está a la acción más directa.

Así pues, decide ingresar directamente al local caracterizado como otro parroquiano, un vendedor viajero, para no despertar sospechas. Piensa sacarle partido al hecho de que las dominicanas suelen ser sus clientas noctámbulas. Precisamente ese día jueves habrá sesión en el concejo municipal y es muy probable que el Cara de Viático vaya al Venus, porque después de las sesiones se le relaja el esfínter sicosocial y se pone compulsivo, por eso necesita una zona de evacuación de esa energía pervertida. Madariaga podrá ser testigo de su comparecencia abusiva.

Aunque esa noche el objeto de investigación no aparece —circunstancia que está dentro de las posibilidades—, igual la instancia le sirve al colectivero Madariaga para recoger información. Una de las chicas dominicanas, llamada Mayra, le sopla un dato que le parece relevante, mientras simula tomar una piscola, brebaje que desprecia pero que en ese instante lo blinda. Según la información, el Cara de Viático suele reunirse casi todos los fines de semana con unos amigos en una parcela en la zona de Aguas Buenas, en la parte alta de la ciudad puerto, donde comienza la Cordillera de la Costa.

Ese mismo fin de semana se dirige al área. Madariaga tiene clientes por todas esas rutas. Es el rey de los caminos laterales, de los recovecos urbanos y rurales en una zona en que ambos límites tienden a diluirse en un plano regulador que aspira al deterioro de la calidad de vida de los habitantes o al favorecimiento de la especulación inmobiliaria.

Guiando su Lada ochentero acude al área en cuestión, donde un ruidoso asado parrillero lo orienta. Estaciona su vehículo a cierta distancia y camina el resto del trayecto hasta ubicarse en un sitio desde donde puede observar el escenario. Se parapeta detrás de un tronco de eucalipto caído, saca fotografías con su celular a una muy concurrida situación de asado en la que se juegan, al parecer, varios niveles de la vida local, tomando en cuenta la gente que puede distinguir con sus anteojos de larga vista, que siempre porta para la mejor realización de su trabajo. Casi ninguno de los concurrentes le es extraño.

En somero análisis, a Madariaga le calzan algunos relatos sobre un sistema de trata de personas en que estaría involucrado el mismo alcalde y ciertos funcionarios ligados a su entorno y a otro grupo fáctico compuesto por socialistas históricos (y otros no tanto) enquistados en algunas de las reparticiones edilicias. Un simple paneo al paisaje humano le da esa certeza. Cree descubrir que los concertados para delinquir aprovechan los vehículos de la corporación municipal para trasladar a unas chicas centroamericanas hasta unas cabañas que pertenecen a la asociación de empleados municipales, donde se les obligaría a ejercer el comercio sexual. Además de eso alcanza a distinguir otras situaciones que van surgiendo dosificadamente a medida que el asado se convierte en una fiesta.

Madariaga entrega esa información a su cliente en el restorán El Checo, mientras almuerzan una cazuela de cordero; concretamente, a través de un pendrive que el partido le ha destinado para ese efecto. El compañero Exequiel Plaza le agradece a nombre del partido los servicios prestados y le comenta que esta fue solo la primera etapa de la investigación y que ahora debe esperar nuevas instrucciones.

El apodo o alias de Cara de Viático se lo puso un cronista local al sorprenderlo por azar una vez en la Patagonia y luego en Arica, cuando andaba haciendo unos reportajes sobre la asociación de municipalidades. Descubrió que había concejales que, beneficiados por la repartición de pasajes que hacía el alcalde, viajaban más de la cuenta; entre ellos estaba este concejal bien tostadito. Tal es la respuesta que le da Madariaga a su amigo al ser consultado por el apodo.

Madariaga, más tarde, indagará en las actas del concejo municipal con el objetivo de armar un pequeño prontuario político que pretende publicar como artículo en una revista financiada por el partido. Ahí dará cuenta de los días de playa qu

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