Jo Nesbø y Juan Gómez-Jurado: anatomía del crimen
Uno es autor de una de las sagas policiales más exitosas de las últimas décadas, la de Harry Hole. El otro, una de las revelaciones de los últimos tiempos en castellano con la trilogía Reina Roja. Pero, además, ambos comparten un pasado en el periodismo, recientes incursiones televisivas y un interés activo en la promoción de las historias y la lectura. Por eso, a finales de mayo, Jo Nesbø y Juan Gómez-Jurado se reunieron para «Reyes del thriller», un encuentro virtual moderado por el editor Jaume Bonfill. El resultado es este diálogo, en el que despliegan su meticulosa fascinación por los mecanismos del thriller, el oficio de escribir, las novelas malas de los escritores magistrales y —de paso— el descomunal salto que Nesbø acaba de dar con la publicación de «El reino», su nueva novela.
Por Jaume Bonfill
Reyes del thriller: Jo Nesbø y Juan Gómez-Jurado charlan a propósito de El reino.
Por REDACCIÓN LENGUA
Fotomontajes de MAX ROMPO
Jaume Bonfill: Creo que Jo y Juan tienen en común muchas cosas, no solamente su afición por el thriller y, últimamente, elegir títulos que tienen que ver con la realeza. Ambos se han dedicado al periodismo, entre otros oficios, antes de empezar su carrera literaria. Ambos han cultivado también la literatura infantil. Ambos han desarrollado o están desarrollando proyectos originales de ficción televisiva. Y, por último, otra cosa en común y aquí lanzo una primera y rápida pregunta, que obedece a mi pura curiosidad, tengo la sospecha de que compartís también nombre de pila y sois tocayos. No sé si Jo es una forma abreviada de John o Johan.
Jo Nesbø: Sí, podemos decirlo así, para hacerlo fácil.
Jaume Bonfill: Bueno, pues entonces tenéis muchas cosas en común. Juan, ¿quieres preguntarle algo a Jo?
Juan Gómez-Jurado: Ya que has empezado por el nombre, a mí me resulta muy interesante saber, por favor, Jo, ¿qué es un nesbø? Porque a lo mejor significa algo y nosotros no lo sabemos.
Jo Nesbø: Es una descripción geográfica de una especie de península. Bueno, casi.
Juan Gómez-Jurado: Claro, mi apellido significa «jurado» (podríamos traducirlo como «jury» en inglés), o sea que yo ya estaba predestinado al thriller. Me hace mucha gracia la gente que tiene nombres o apellidos que luego se relacionan con su profesión ulterior... Antes de que empecemos, lo primero que tengo que hacer es darle la enhorabuena a Jo porque he leído prácticamente todos sus libros y creo que este es, con mucha diferencia, el mejor de ellos. Creo que con esta novela, con El reino, has dado un paso más de madurez literaria por el que tengo que hacer dos cosas: lo primero, darte la enhorabuena, y lo segundo, el pésame. La enhorabuena es evidente por qué, porque el libro es muy bueno; lo segundo, el pésame, porque esto ya es de escritor que empieza a estar viejo. Quiero decir, esto ya es de una persona que ha vivido mucho, Jo.
Jo Nesbø: Sí, bueno, cumplí los sesenta hace poco y, de repente, algo le pasa a tu escritura y a tu visión de la vida, supongo, cuando te das cuenta de que tienes más vida detrás que delante. Y creo que, aunque mi personaje principal, Harry, ha estado preocupado por la muerte, no solo por las víctimas de los homicidios, sino por su propia muerte, yo lo he descrito con una cierta distancia. Mi hermano falleció hace algunos años, y él era un año más joven que yo, así que, en ese momento, la muerte se hizo mucho más cercana. Por supuesto, durante esta pandemia, aunque el número de muertes en Noruega es mucho menor que en España, constantemente se habla de ello en los periódicos, de que la vida es solo un suspiro y que estamos aquí de paso. Supongo que cuando vives estas cosas de cerca, eso afecta tu estilo. No necesariamente porque pases a escribir novelas lúgubres, sino más bien lo contrario, empiezas a celebrar la vida con más intensidad. Y sí creo que la edad influye en tu manera de escribir. No solo tiene que ver con que hagas mejor tu trabajo. A veces te vuelves más descuidado, te cansas de un oficio, simplemente sigues escribiendo porque es tu trabajo. Quiero decir que hay muchos ejemplos de escritores que tal vez deberían haber dejado de escribir. Así que me alivia oírte decir que El reino es una obra madura, y no la de un escritor que parece que se está cansando de su trabajo.
Juan Gómez-Jurado: Pero hay una cosa que... a mí me pasa leyendo este libro y es que es el libro de un gran escritor, pero no es un libro sobre la muerte. Por supuesto lo has escrito tú, o sea que muerte tiene que haber, indiscutiblemente. Pero creo que en este libro has escrito sobre el amor. Sobre un amor muy difícil de comprender y muy difícil de agarrar. No puedo decir mucho más, obviamente. Pero yo creo que hay una luminosidad, o una especie de luminosidad oscura, si es que es posible hablar de eso, que es muy distinta a todo lo que habías hecho hasta ahora.
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Jo Nesbø: Sí, tal vez porque tiene un punto personal, trata de la familia y de las relaciones entre personas que no han tenido la posibilidad de elegirse mutuamente, que se encuentran en una situación determinada. Esta es una historia sobre dos hermanos, y yo crecí con dos hermanos. Uno era Knut, al que ya he mencionado. Era un año menor que yo y jugábamos en los mismos equipos de fútbol en nuestra juventud, teníamos los mismos amigos, y en los últimos años, antes de que falleciera, tocábamos en la misma banda. Así que estábamos muy unidos. Y al igual que Roy y Carl en El reino, compartíamos habitación y litera, así que supongo que he escrito sobre el amor. Creo que es una historia de amor, no solo entre chico y chica, sino también una historia de amor entre dos hermanos, su lealtad, el modo en que están conectados, su amor, su comprensión mutua, y también la competencia y la envidia están ahí, por supuesto, como siempre ocurre con los hermanos. Creo que surgen esos sentimientos duales. Y entiendo que algo sale de mi propia experiencia. Y también considero que, en una relación con un hermano, tan íntima, hay tanto luz como oscuridad.
«Cumplí los sesenta hace poco y, de repente, algo le pasa a tu escritura y a tu visión de la vida cuando te das cuenta de que tienes más vida detrás que delante. No solo tiene que ver con que hagas mejor tu trabajo. A veces te vuelves más descuidado, te cansas de un oficio, simplemente sigues escribiendo porque es tu trabajo. Quiero decir, hay muchos ejemplos de escritores que tal vez deberían haber dejado de escribir». Jo Nesbø
Jaume Bonfill: Quería preguntaros, quizá lanzarle la pregunta primero a Jo, sobre el punto de vista, el lugar desde el que se explica una historia. En esta novela has escogido una voz narrativa diferente, has escogido la primera persona. ¿Qué reto significa para vosotros el momento en el que pasáis a narrar en primera persona? ¿Qué conflictos puede crear incluso vuestra propia voz personal a la hora de narrar una historia desde los ojos o desde la cabeza del personaje?
Jo Nesbø: Me parece que escribir en primera persona brinda algunas posibilidades y algunas limitaciones. La limitación obvia es, evidentemente, que no puedes moverte alrededor, es como una producción con una sola cámara. Así que no puedes ser una mosca en la pared escuchando la conversación de otras personas. O sea que es más como la vida real, la visión del mundo según la persona que narra la historia. Pero creo que la posibilidad que te ofrece es que se presta a una especie de reflexión en la que puedes utilizar el humor, en la que puedes utilizar el autoengaño, del que todos somos culpables. Y también puedes utilizarlo para pintar el cuadro del narrador de una forma más interesante que si lo describes desde fuera. Quiero decir que, incluso cuando escribes en tercera persona, y esto puede sonar un poco técnico, al narrar desde el punto de vista de una tercera persona, mi técnica preferida es no ser el narrador omnisciente. Creo que era Umberto Eco quien decía que hay una diferencia entre escribir «dijo alegremente» o «dijo con voz alegre». Es decir, que como narrador debes elegir si estás en la mente del personaje y si sabes que es feliz o no, o si eres una mosca en la pared y solo puedes observar que su risa sonaba alegre. Y yo prefiero esto último, casi siempre al menos, prefiero ser una mosca en la pared. Pero a veces me gusta cambiar, también puedo estar en la mente del observador o, como en la novela titulada El heredero, por ejemplo, en la que estoy en la mente de todos los observadores, excepto la del personaje principal. Nunca entramos en la cabeza del personaje principal, es el único que podemos observar solo desde fuera. Así que puedes jugar con estas diferentes técnicas y diferentes puntos de vista. Me parece fascinante. Es como ser el fotógrafo de tu propia película, debes escoger cuidadosamente la lente adecuada y el ángulo de la cámara, es decir, escoger el punto de vista. Y creo que eso da más color y sabor a la historia de lo que son conscientes muchos escritores. Evidentemente, hay algunos escritores que son maestros en este aspecto, pero hay otros que parecen no prestarle mucha atención.
Juan Gómez-Jurado: Como lo ha explicado prácticamente todo sobre la técnica de la primera persona, sí que diré que plantea un particular desafío, y creo que Jo, con esto, va a estar de acuerdo conmigo también. Y es que como tú estás dirigiéndote directamente al espectador y generando un personaje que es el narrador, construyendo un narrador no omnisciente, sino absolutamente humano, de carne y hueso, que siente, que suda, que tiene pensamientos impuros, que se enfada con alguien, tienes que hacer que ese personaje sea muy muy empático, le tiene que caer muy bien al lector, lo cual plantea un desafío enorme porque a poco que el personaje no sea lo suficientemente divertido, no conectes con su sentido del humor o simplemente no creas que se merece la buena o la mala suerte que tenga, tienes un problema. Entonces, como todo, la elección del punto de vista, como cualquier elección narrativa a la hora de contar, supone que ganas unas cosas y pierdes otras. Puedes hacer unas apelaciones directas al espectador o relacionarte directamente con el lector. Pero, a cambio, estás perdiendo otras cosas desde el punto de vista puro y duro de la técnica, que es lo que más nos interesa a Jo y a mí, que es saber qué vas a decirle a la gente y cuándo vas a hacer una revelación de quién ha cometido algo, quién ha dejado esta pista falsa en tal sitio: te obliga a jugar tus cartas de una forma increíblemente distinta. Pero ganas y pierdes cosas en el camino. Y por eso, y eso es de lo que la gente nunca se da cuenta, escribir un thriller no es sencillo, no puedes hacer un pinta y colorea, no hay esquemas que te garanticen cómo vas a poder contar bien una historia. De hecho, cada vez es más difícil contar una historia desafiando las convenciones del espectador y del lector. Cómo puedes contar un thriller después de El silencio de los corderos, cómo puedes contar un thriller después de Seven, cómo puedes contar un thriller después de Sospechosos habituales. Siempre hay que estar desafiando las expectativas del lector, con lo cual es progresivamente más difícil, y esto va para aquellos que dicen que escribir una novela de género es mucho más fácil. ¡Los cojones!
Jo Nesbø: Creo que tienes toda la razón, especialmente en el género whodunit, según el cual tu contrato con el lector te permite manipularlo y le vas dando ciertas pistas, y la emoción de leer un thriller...
Juan Gómez-Jurado: ¡Pero sin mentir! Puedes manipular, pero no puedes mentirle, que no es lo mismo. Y eso es interesante.
Jo Nesbø: Tienes que ser justo. Si no eres justo, te arrestarán. Pero creo que la emoción, como mencionabas, en Seven o especialmente en Sospechosos habituales, llega cuando te planteas preguntas y te ves como el experto que puede resolver misterios de ese calibre. Te sientes orgulloso cuando sospechas que has descubierto la trama, quién es el culpable. Pero cuando te equivocas y te das cuenta de que has sido burlado, de buenas maneras, esa es la mayor emoción, ¿no? Supongo que estarás de acuerdo conmigo. Pero eso también significa que tienes que ser... tienes que respetar la inteligencia del lector y su experiencia en la resolución de misterios, y todo lo que ha visto y lo que ha leído. Exactamente como apuntabas, debes tener en cuenta las películas y las novelas populares. Normalmente no leo novela negra, así que supongo que, en cierto modo, he tenido suerte, porque seguro que algunas de mis tramas han copiado otras populares en su momento, simplemente porque no era consciente de que existieran. Pero, aun así, creo que tienes razón. Hay que adelantarse al lector un poco, no mucho, pero creo que un poco sí.
Jaume Bonfill: Yo creo que, a propósito de lo que cuenta Jo, en el caso que nos ocupa hay un manejo de la expectativa en El reino, sin ánimo de hacer spoiler, sobre todo con un aspecto en concreto, me gustaría preguntarle a Jo, me gustaría también preguntarle a Juan, qué le pareció...
Juan Gómez-Jurado: Creo, Jaume, que estás pisando hielo muy fino. No digas nada más, y déjame retomarlo a mí: hay un punto en El reino que te obliga a desafiar lo que tú crees con respecto a nuestro narrador. Y sobre eso, doy fe que mientras lo estaba leyendo, decía: «Qué duro está jugando, está jugando muy al límite». Tiene tarjeta amarilla y sigue jugando duro, ¿verdad? Y luego lo entendí. Y dije: «¡Qué cabrón brillante! ¡Qué bien lo ha hecho!». Es mucho riesgo el que toma a lo largo de la novela y ya prevengo al público que tienes que aguantar con nuestro protagonista, tienes que aferrarte a él, porque lo que va a ocurrir en un momento determinado del libro va a ser maravilloso. Y no digamos más, dejémoslo aquí.
Jaume Bonfill: Creo que Juan lo ha expresado perfectamente. Te planteas un reto aquí muy difícil, Jo. No solamente es lo que decía Juan de que el personaje tenga credibilidad para que puedas empatizar con él, o que toma decisiones morales muy ambiguas, sino que además se está jugando la tarjeta roja continuamente, él como personaje y tú como narrador. ¿Eres consciente de que estabas tomando este riesgo? ¿Desde el principio te lo planteaste como un reto narrativo? ¿O te encontraste ahí y saliste como pudiste?
Jo Nesbø: Sí, por supuesto, soy muy consciente de esa línea y de hasta dónde la puedes llevar. Es decir, hasta qué punto el malo de la historia puede ser malo, cuán despreciable puede llegar a ser. Ya he jugado con esos desafíos en el pasado. Un famoso director de cine me contó en una ocasión que la teoría que prima es la de «salvar al gato». Si tu personaje principal salva a un gato al comienzo de la historia, después de eso, la gente le tolerará cualquier cosa. En cierto modo habrá decidido que el personaje es su tipo. Apostará por él. Ese director de cine contaba que incluso es más simple que eso. Si ves a una persona en apuros en la primera escena, aunque no hayas decidido si es tu tipo o no, lo único que quieres es que salga del apuro. Y si lo consigue, es tu tipo. Creo que elegimos a nuestros protagonistas un poco como elegimos a nuestros grupos musicales favoritos, que nos gusta la música, pero también nos gusta sentir una cierta exclusividad. Necesitamos sentir que ese chico o esa chica no es amigo de cualquiera. Él o ella es mi amigo. Hay algo en mí que hace que me guste esa persona. Y yo probablemente también le gustaré. Así que tenemos que desafiar un poco al lector para que tenga la sensación de que, de acuerdo, este personaje no es del agrado de todo el mundo, pero sí del mío. Y si consigues eso, creo que has dado con un muy buen personaje principal, alguien a quien el lector querrá y apoyará independientemente de lo que haga.
«Tienes que respetar la inteligencia del lector y su experiencia en la resolución de misterios, todo lo que ha visto y leído. Debes tener en cuenta las películas y las novelas populares. Normalmente no leo novela negra, así que he tenido suerte, porque seguro que algunas de mis tramas han copiado otras populares en su momento, simplemente porque no era consciente de que existieran». Jo Nesbø
Juan Gómez-Jurado: Es curioso que Jo ha mencionado ahora un par de técnicas, las ha mencionado muy por encima. Una de ellas, de las que ha mencionado, es el famoso «salvar al gato». Existe este libro escrito por Blake Snyder, un famoso guionista de Hollywood, donde describe a la perfección esta técnica. Y este libro, tú te lo lees y cuando terminas lo tiras y dices: «Estoy exactamente igual que al principio». Porque un escritor que respeta a sus lectores lo primero que hace es hacer gimnasia a diario. Es decir, leer mucho. Leer mucho de tu género o de otros géneros o de lo que sea, porque tú lo que quieres es ser mejor escritor, ¿no? Y cuanto más lees y cuanto más avanzas y cuanto más profundizas, más te das cuenta de que cada una de las veces en las que tú tienes que enfrentarte al principio de una novela y a un personaje, es cada una de las veces en las que tú te tienes que dar una ducha de agua fría o tirarte a —ya que estamos con Jo— un lago helado en Noruega. Todas y cada una de las veces tus pelotas se van a encoger porque no hay manera de acostumbrarse a eso. No se puede no reaccionar porque el cuerpo tiene que empezar cada vez; la mente de un escritor tiene que empezar con cada novela de cero. Y cero palabras escritas o todo lo que hayas escrito antes no vale cada vez que empiezas una novela, porque además los escritores tenemos mucha inseguridad, tenemos muchísimos desafíos propios y creemos siempre, no sé si esto te pasará también a ti, Jo, que cada vez que empezamos a escribir es el momento en el que la vamos a cagar, vamos a escribir el peor libro de nuestra carrera y vamos a ser muy muy pobres. No importa cuántos libros hayas vendido, siempre crees que la próxima vez que lo hagas la vas a cagar y luego empiezas a escribir, te esfuerzas, vuelves a superar ese desafío. Y, antes o después, el libro deja de ser tuyo, le pertenece a otro, y volvemos a empezar otra vez. Con lo cual, no valen las técnicas, no vale nada, sino simplemente el trabajo duro y la suerte. ¿Tú también tienes miedo de acabar siendo repudiado y muy muy pobre... cada vez que empiezas a escribir?
Jo Nesbø: Creo que en cierto modo escribir un libro es quizá como ser un piloto de un gran avión Jumbo; cuando empiezas a acelerar por la pista te preguntas: «¿Funcionarán de nuevo las leyes de la física?». O sea, ¿despegará esta máquina? Porque parece imposible. Parece demasiado pesada y te preguntas si realmente despegará por la velocidad y las alas. No estoy seguro de que el milagro se repita la próxima vez, pero hasta ahora lo ha hecho. En mi caso, cuando empiezo a escribir una novela, no es que ya haya decidido que se va a publicar, siempre me queda esa casilla de salida, esa vía de escape de que, bueno, si no me gusta, no la publico. Y en realidad tengo dos novelas escritas, especialmente una, terminada y completa que, después de hablar con mi editor, decidí no publicar. Señalaron algunos aspectos que había que resolver. Y yo era consciente de esos problemas y sabía que no se podían solucionar. Así que me fui a casa y pulsé el botón de borrar. Más o menos dos años de trabajo, esfumados...
Juan Gómez-Jurado: ¿La has borrado por completo? ¿No hay copia en ninguna parte del mundo?
Jo Nesbø: Guardé algunas partes que en realidad eran buenas, que realmente me gustaban; un poco como cuando sacas las piezas de un coche que sabes que podrás reciclar en otro en algún momento más adelante. Lo hice. Pero aparte de eso, la novela desapareció y fue un alivio. Ya sabes, primero pensé que me sentiría fatal después de haberla borrado, y no.
Juan Gómez-Jurado: Déjame proponerte una cosa, Jo. Ese archivo, que seguro que tienes por ahí alguna copia, mándaselo a Jaume, porque cuando tú mueras y ya no nos importe tu opinión, vamos a hacer mucho dinero con ese archivo.
Jo Nesbø: Juan, te prometo que era una mala novela (risas). A veces me sorprende lo malos que pueden ser los buenos escritores, y si me atrevo a incluirme entre los escritores razonablemente buenos, puedo ser muy muy malo. Lo que está publicado no lo leo porque ya es demasiado tarde. Pero cuando releo algunos borradores o primeras versiones de cosas que he escrito, me horroriza constatar que a veces son realmente malos. Malos de verdad. Y uno de mis escritores favoritos, no sé si tú eres fan de Jim Thompson...
Juan Gómez-Jurado: 1280 almas es una de mis novelas favoritas.
Jo Nesbø: He leído algunas de sus novelas menos famosas, algunas de sus últimas novelas, y es impactante descubrir lo malo que puede llegar a ser un genio como él. Y a mi parecer eso demuestra que todos nosotros, cuando no estamos en nuestro mejor momento, podemos ser realmente malos. La misma persona puede llegar a escribir novelas espantosas. Así que me gusta mantener ese as en la manga, la posibilidad de borrar una novela porque sé que, en un mal día, soy realmente malo. ¿Y tú, Juan? ¿Cómo eres tú cuando tienes un mal día?
La vida sin Harry Hole
«Un escritor que respeta a sus lectores lo primero que hace es leer mucho, de lo que sea. Cuanto más lees y más profundizas, más te das cuenta de que cada vez que te enfrentas al principio de una novela y a un personaje, tienes que tirarte a —ya que estamos con Jo— un lago helado en Noruega. Cada vez, tus pelotas se van a encoger porque no hay manera de acostumbrarse a eso. No se puede no reaccionar porque el cuerpo tiene que empezar cada vez; la mente de un escritor, tiene que empezar con cada novela de cero». Juan Gómez-Jurado
Juan Gómez-Jurado: Yo he escrito novelas muy malas antes de ser un escritor profesional y están guardadas en un cajón y nunca se publicarán. Pero a mí me sucede una cosa y es que hasta ahora he gestionado mi carrera de una forma muy concreta: no poniendo contratos con fecha de publicación, lo cual me permite pensar durante mucho mucho tiempo el libro que voy a escribir. Y soy de la clase de escritor que solo escribe cuando ya tiene el libro prácticamente en la cabeza y queda la molestia de tener que teclearlo. Pero toda la historia está ya y la he hecho funcionar. No me quiero comparar con él, eso por supuesto, pero esto lo hacía Alfred Hitchcock, que decía que él diseñaba toda la película y lo que más le molestaba cuando ya la tenía toda en la cabeza era rodarla, ¿no? Pues a mí me pasa lo mismo con la escritura, salvando muchísimo las distancias con el mayor genio de nuestro trabajo que ha sido Hitchcock, ¿no? Pero pienso mucho, hago muchos cuadernos, escribo mucho a mano, voy trazando todo el plot y solo cuando sé que la emoción está exactamente en su sitio es cuando me pongo a escribir. Sin embargo, hay otros escritores que van siguiendo una brújula; por ejemplo, mi escritor favorito, Stephen King, tiene una idea y empieza a ver dónde le lleva esa idea y, a veces, hace finales de mierda siendo un genio como es. ¿Por qué? Porque no se ha parado a pensarlo y porque su manera de trabajar es esa, ¿no?
Jo Nesbø: Creo que hay ejemplos de grandes novelas que se escriben tanto gracias a una buena planificación como por puro instinto o una buena corazonada. Creo que ambas formas funcionan. Yo probablemente soy más como tú, que cuando me siento y empiezo a teclear, a escribir el capítulo uno, me gusta tener la sensación de que no estoy creando la historia, sino que estoy narrando una historia que ya tiene cuerpo. Que invito con confianza a mis lectores a sentarse a escuchar; les digo: «Acércate porque tengo una gran historia que contarte. Confía en mí, sé exactamente adónde vamos».
Jaume Bonfill: A propósito del tema que estáis hablando ahora, a mí me llama la atención que tanto Juan como tú, Jo, en cierto modo siempre habéis dicho que sois lectores precoces. Os habéis enganchado a la lectura desde pequeños. Pero es verdad que sois autores que, en el caso de Juan, tu primera novela la publicaste alrededor de los treinta años, creo. Y tú, Jo, alrededor de los treinta y siete o treinta y ocho años. Antes os habéis dedicado a otro tipo de trabajos, pero hay un momento en el que de repente os abrís a la escritura profesional. Y casi casi entráis en una autopista en la que apenas hay paradas porque es una autopista de cuatro carriles: sois muy prolíficos y sin mayores problemas a la hora de hacerlo. No sé qué pasó antes de eso. Es decir, qué papel jugó, no sé si hubo un escritor adolescente o postadolescente trabajando en la sombra.
Juan Gómez-Jurado: Tengo que decir dos cosas sobre lo que nos acabas de decir. La primera es que yo he querido ser escritor desde siempre. Y siempre me ha gustado el thriller. Pero antes de escribir Espía de Dios, ya había leído novelas de Jo Nesbø. Ya había leído El murciélago, había leído no sé si dos o tres novelas de Harry Hole. Con lo cual no sé hasta qué punto tienes tú la culpa de que yo haya empezado en mi carrera, así que tendrás que disculparte ante la humanidad, Jo.
Jo Nesbø: Lo siento mucho (risas). En mi caso, como en el de Juan, fui lector y escritor desde una edad temprana, sobre todo de poemas. Recuerdo también los ejercicios de redacción en la escuela. Los profesores nos daban títulos de redacciones que teníamos que escribir, como «Un bello día en el bosque». Supongo que en vuestro caso es igual. Y yo escribía la redacción, y en ella nadie salía con vida del bosque. Así que mis historias fueron bastante violentas desde el inicio. Luego empecé a escribir letras de canciones. Yo no tocaba en ningún grupo en la adolescencia, pero todos mis amigos sí tocaban en bandas y hacían sus propias canciones y recurrían a mí para las letras. Así que escribía letras para las bandas de mis amigos. Y un tiempo después empecé a tocar yo también en la banda. Escribía relatos cortos solo para guardarlos en el cajón. No los enseñaba a nadie, pero escribía letras para mi propia banda, y eso fue mi escuela de narrativa. Eso y mi familia, en la que siempre se contaban historias. Escuchar a mi familia, a mis tías y tíos, y a mi padre contando historias. Contar historias era algo sagrado en mi familia y en mi entorno. Y por eso siempre tuve esa confianza en mí mismo como narrador, fue algo heredado. Recuerdo que cuando era un chaval íbamos a una casa de campo a pasar las vacaciones de verano y todos los jóvenes nos juntábamos en la buhardilla, dormíamos allí, en el desván, con colchones, y contábamos historias de fantasmas y siempre me pedían que las contara yo. Y me sentía muy orgulloso porque era el más joven del grupo. Así que pensé, bueno, debo de ser un gran narrador porque quieren que sea yo quien las cuente. Solo años después descubrí que si me lo pedían era básicamente porque estaba tan motivado que podían sentir el miedo en mi voz al contar las historias. Y les encantaba ese efecto. Pero, en cualquier caso, eso me dio la confianza necesaria, esa imagen de mí mismo como narrador. Así que, cuando debuté como escritor, a los treinta y siete años, como apuntabas… A ver, mis amigos se sorprendieron mucho cuando grabé mi primer disco con la banda porque nunca lo habían imaginado, pero cuando publiqué mi primera novela me dijeron: «Sí, claro, ¿cómo has tardado tanto? Todos sabíamos que acabarías escribiendo algo, una novela o algún relato, en algún momento». Así que supongo que, aunque escribí mi primera novela muy tarde, hacía ya mucho tiempo que me sentía autor.
«Cuando empiezo a escribir una novela, siempre me queda esa vía de escape de que si no me gusta, no la publico. Y en realidad tengo dos novelas escritas que, después de hablar con mi editor, decidí no publicar. Señalaron algunos aspectos que había que resolver. Yo era consciente de esos problemas y sabía que no se podían solucionar. Así que me fui a casa y pulsé el botón de borrar. Dos años de trabajo, esfumados...». Jo Nesbø
Juan Gómez-Jurado: Hay una cierta musicalidad y una cadencia muy particular de tus novelas que creo que es muy reconocible, incluso para los que nos vemos obligados a leerlas traducidas porque no sabemos noruego. Pero creo que hay una musicalidad y una manera de hablar de tus personajes que es muy reconocible. ¿El haber sido músico ha influido también en tu manera de escribir?
Jo Nesbø: No lo sé. Creo que se puede tener una prosa muy musical sin ser músico, pero al mismo tiempo creo que se trata de un estándar musical diferente, una musicalidad distinta. Sí creo que hay ciertos vínculos. Una vez entrevisté al famoso escritor noruego Dag Solstad y le pregunté: «¿Cómo escribes prosa?». Porque su prosa es hermosa, y me respondió que la clave es respirar, inhalar, exhalar. Suena a respuesta algo simplista, pero creo que entiendo a qué se refería. A mí me pasa lo mismo cuando escribo. Hay escritores muy diferentes a mí, que tienen un ritmo diferente, y, al cabo de un tiempo, entras en ese ritmo… Un escritor como Charles Bukowski, por ejemplo, tiene un humor mordaz... Pero para mí, ante todo, la clave es el ritmo. Es el ritmo de su prosa lo que de verdad me encanta.
Jaume Bonfill: Lanzo una pregunta a los dos para empezar a terminar esta charla. Ambos sois figuras públicas. Creo que tenéis una responsabilidad social que habéis asumido totalmente, especialmente tú, Jo, que tienes la Fundación Harry Hole y eres un activista de la alfabetización. ¿Por qué creéis que este tipo de mandatos morales los tienen los escritores y la gente de la cultura y no otras personas que son celebrities, como futbolistas, por ejemplo? ¿Por qué ocurre esto?
Juan Gómez-Jurado: Yo voy a ser increíblemente breve. Cualquier escritor, antes que ser escritor, es un enamorado y un apasionado de las historias y de los libros. Antes de crear las historias tienes que amarlas con locura, así que a partir de ahí, todo lo que no sea ayudar lo posible —antes incluso que la promoción de tus propios libros— a que las historias, cualquier tipo de historias, sean amadas por otros, es impensable. Por eso hay que ayudar todo lo que podamos. Lo que haga falta, porque lo más importante es el amor por las historias.
Jo Nesbø: Cuando encuentras algo que enriquece tu vida como lo hace la literatura, es algo que se puede compartir sin mermar el producto. Si es una gran historia, debes compartirla. Tan simple como eso. La Fundación Harry Hole va de historias; combatir el analfabetismo entre los niños del tercer mundo pasa por enseñar a leer libros, claro está. Pero es más que eso. Pasa por implicarte en el gobierno de tu país, elegir a las personas adecuadas. Para ello, es preciso estar informado, participar de la democracia, para simplemente tener la posibilidad de mantener a tu familia y conseguir una vida mejor para ti y los tuyos. Creo que cuando vivimos en países como España y Noruega, lo damos por sentado, pero como persona privilegiada de la parte rica del mundo, empecé a viajar cuando era muy joven, me gastaba todo el dinero viajando cuando era adolescente. Y lo que aprendí entonces fue que muchas de las cosas que damos por sentadas son puro lujo en otros lugares del mundo, y que hay una injusticia fundamental en el mero hecho de que, solo por haber nacido en España, o incluso en mayor medida en Noruega, te conviertas en una persona tan privilegiada.
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