Cuando Elon Musk era un niño en Sudáfrica, sufría a menudo acoso escolar. Un día un grupo de niños lo empujó por unas escaleras de hormigón y le patearon hasta que su cara se hinchó como una pelota. Pasó una semana en el hospital. Pero las cicatrices físicas fueron insignificantes comparadas con las emocionales, las que le había causado su padre, un canalla, ingeniero carismático y fant...
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Cuando Elon Musk era un niño en Sudáfrica, sufría a menudo acoso escolar. Un día un grupo de niños lo empujó por unas escaleras de hormigón y le patearon hasta que su cara se hinchó como una pelota. Pasó una semana en el hospital. Pero las cicatrices físicas fueron insignificantes comparadas con las emocionales, las que le había causado su padre, un canalla, ingeniero carismático y fantasioso. Cuando Elon llegó a casa tras ser dado de alta del hospital, su padre le reprendió. «Tuve que escucharlo durante una hora mientras me gritaba, me llamaba idiota y me decía que era un inútil», recuerda.
El impacto psicológico que su padre le causó perduró. Se convirtió en un joven fuerte pero vulnerable al mismo tiempo, propenso a bruscos cambios de humor -a lo Jekyll y Hyde-, con una gran tolerancia al riesgo, ansias de drama, un épico sentido de misión y una intensidad maníaca, cruel y a veces destructiva.
A principios de 2022, después de un año marcado por el lanzamiento de treinta y un satélites de SpaceX, la venta de un millón de coches de Tesla y de convertirse en el hombre más rico de la tierra, Musk confesó con arrepentimiento su impulso por provocar el drama. «Necesito cambiar mi forma de pensar para que deje de estar en modo crisis, como lo he estado en los últimos catorce años, o probablemente toda mi vida», explicó.
Fue un comentario melancólico, no un propósito de año nuevo. Cuando hizo la promesa, estaba comprando en secreto acciones de Twitter, el patio de recreo por excelencia. Con los años, cuando se encontraba en un momento difícil, se veía transportado de nuevo al acoso que sufrió en el patio del colegio. Ahora tenía la oportunidad de poseerlo.
Durante dos años, Isaacson fue la sombra de Musk, asistió a sus reuniones, recorrió juntos sus fábricas, y pasó horas entrevistándolo a él, a su familia, amigos, compañeros y adversarios. El resultado es un relato íntimo y revelador, repleto de historias asombrosas, triunfos y perturbaciones, que aborda la pregunta: ¿son los demonios que mueven a Musk también lo que se necesita para impulsar la innovación y el progreso?
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