100 mitos sobre nutrición

Fragmento

100 mitos sobre nutrición

 

 

Estamos sumergidos en un mundo repleto de mensajes contradictorios de salud y nutrición. Para peor, los medios de comunicación nos terminan ayudando a que quedemos más expuestos. Un día sale un doctor anunciando que el vino hace bien para el corazón, pero a los tres minutos aparece en nuestra red social favorita, el post de un diario advirtiendo sobre el vínculo entre el cáncer y el alcohol. Esta exposición termina afectando nuestra comprensión y hace que quedemos mucho más confundidos.

 

 

Es más, es posible que las personas que tienen mayor confusión sobre un tema nutricional sean menos propensas a adoptar los cambios recomendados. Es que, cuando estamos demasiados confundidos, baja la percepción sobre la utilidad que pueden tener las recomendaciones y nos interesa bastante menos incorporarlas en nuestra vida.

En algún caso, la información compartida simplemente es incorrecta. En otras ocasiones, busca manipularnos y a veces hasta puede llegar a poner en riesgo nuestra salud.

En toda esta confusión es importante que aprendamos a diferenciar dos conceptos. Como establece Eric Helms, no es lo mismo la información errónea que la desinformación.

Muchos motivos pueden ocasionar que accedamos a una información incorrecta. La ciencia todo el tiempo se está actualizando. Si no somos de leer información actualizada, podemos acceder a datos que están obsoletos o no habernos enterado de que años después se demostró que esa teoría es errónea. Puede que no tengamos maldad, pero por no informarnos podemos estar repitiendo cosas que hoy en día ya sabemos que están mal.

También están aquellas personas que tergiversan la historia. Es decir, toman un concepto, pero le añaden creencias personales y anécdotas, convirtiendo al dato en una idea generalizada. Lamentablemente, en el mundo de la salud y el fitness esto es bastante común. Siempre hay algún influencer que busca vender verdades en forma de producto con una promo suculenta.

Los profesionales de la salud entienden que la ciencia es evolutiva. Saben que los datos pueden cambiar con el paso del tiempo y que la contradicción puede llegar a formar parte del proceso. En cambio, la sociedad es menos capaz de poder conciliar con estos datos y pretende resultados inmediatos. En parte es esperable que esto suceda, ya que el común de la gente desconoce cómo funciona la investigación científica.

La desinformación es la búsqueda intencionada de querer desinformar a la sociedad. Fotos comparando el antes y después, publicaciones tendenciosas, titulares alertando sobre el riesgo de algunos alimentos suelen ser algunas de las estrategias utilizadas para este fin. Típico contenido que aparece a diario en casi todas las redes sociales. Generalmente, esta estrategia la suelen utilizar los influencers, empresas, suplementos o una persona que atribuye el resultado del éxito a una estrategia o producto específico que incorporó. Casi siempre, la base de estos conceptos suele ser inconsistente.

¿Por qué persisten las creencias en los mitos si existe suficiente información como para poder refutarla?

El problema es que tendemos a percibir como verdad a las afirmaciones que estamos expuestos constantemente. A esto se le denomina «el efecto de la verdad ilusoria» y tiene que ver con eso de que «una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad». La repetición de las cosas termina afectando nuestra creencia sobre la verdad. Por eso, muchas veces terminamos creyéndoles a los anuncios publicitarios o a las noticias falsas.

Las investigaciones han demostrado que las personas tendemos a confiar más en las noticias que ya hemos escuchado previamente que a las noticias nuevas.

Por si fuera poco, este efecto se produce sin importar cuánto tiempo transcurrió entre las repeticiones. O sea, no importa si fueron minutos, semanas o incluso meses. Además, aunque nos consideremos personas sumamente inteligentes y por más que acudamos al asesoramiento de los profesionales, somos capaces de creer que el vinagre de manzana adelgaza. Influye bastante poco de dónde viene la información y la recomendación. Si nos sirve la promesa, vaya y pase.

Para aceptar un nuevo paradigma, muchas veces debemos ir en contra de nuestra propia psicología. Por desgracia, la mayoría de los mitos y la mala información quedan muy arraigados en nuestra ideología. Así es muy difícil que nos podamos desprender de estos conceptos.

No todo lo que creemos es cierto y el estar expuestos constantemente a mensajes contradictorios nos hace menos receptivos a querer adoptar nuevas estrategias e ideas.

Para peor, cuando las dietas no nos dan resultado, cuando perdemos la motivación de modificar los hábitos o si nos pintan una manera de poder perder peso más rápido, somos capaces de adoptar cualquier estrategia. A la hora de perder peso, el camino nunca es la recompensa.

Casi todos las que conocemos, no tienen fundamento o son estrategias que no han sido probadas. Sin embargo, tenemos un fuerte rechazo a poder soltar estos viejos conceptos y abrirnos a adoptar nuevas ideas.

Mi anterior libro, Saber Comer, nació con el objetivo de brindar herramientas para apropiarnos de nuestras decisiones en torno a la alimentación, para convertirnos en consumidores informados. Sin embargo, en el último tiempo me he dado cuenta de que, si bien sabemos que estamos rodeados de información falaz, la realidad es que existen pocos esfuerzos por erradicar y eliminar estos mensajes.

Entonces, me propuse el objetivo de erradicar gran parte de estos mitos. Este libro propone sumarle pensamiento lógico a muchas de las ideas en las que creemos, nos invita a la reflexión, a reconocer nuestras dudas y aumentar nuestro conocimiento.

Es un viaje mucho más directo, más pasional, que nos invita a recapacitar. Es un recordatorio a que tratemos de ser menos irracionales. A no creernos todo lo que leemos en las redes sociales.

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