«La cabeza de mi padre», de Alma Delia Murillo: escribir sin zona postal
Todo mapa es una representación del mundo que refleja la visión de quien lo dibuja, y el Mapa de las Lenguas no tiene fronteras ni capitales: once libros, un año y un territorio común para la literatura de veintiún países que comparten un idioma con tantas voces y lenguas como hablantes. Invitados por LENGUA, los autores de la edición de 2023 exponen su geografía literaria y explican cómo ésta encaja en esta colección panhispánica global que presenta la mejor literatura en español. Aquí, Alma Delia Murillo escribe sobre «La cabeza de mi padre».
Alma Delia Murillo. Crédito: D. R.
Era el mes de marzo y el calor me derretía la piel entre las costillas. Llevaba el corazón a galope y un tatuaje recién hecho que punzaba en mi antebrazo izquierdo. Caminaba pensando que la calle es un estado fisiológico. «Estoy cansada, estoy hambrienta, estoy calle».
«Es marzo del año 2017 y hace tres días murió mi padre», repetía. Qué inoportuno, venir a morirse justo cuando acababa de conocerlo.
Esas fueron las primeras líneas que escribí luego de aquel viaje alucinante, luego de que mi sueño premonitorio se cumpliera con una precisión mefistofélica. Supe, desde ese momento, que escribiría una novela sobre la búsqueda de mi padre y su foto sin cabeza, lo supe porque todos mis textos han nacido con una intuición que emerge en mitad de la calle.
Vivir en la Ciudad de México es experimentar un estado narrativo peculiar. En una distancia de tres estaciones del Metro es posible sentir que se habitan no dos ciudades, sino dos mundos. Entre un semáforo en verde y otro en rojo puede materializarse una aparición maravillosa vestida de tlatoani danzante con penacho en la cabeza y furia en los ojos, o puede tragarte —con todo y automóvil— una grieta apocalíptica que se abre en el pavimento. Así de fantástico y así de jodido. Una ciudad de nueve millones de habitantes que, si suma la zona que llamamos Estado de México y que está a una hora de distancia, puede convertirse en un arrabal fortificado de veinte millones de personas, cuidado.
Una ruta hacia el pasado
Se escribe caminando, al menos yo escribo caminando. Las fantasías de convertirme en escritora y mis primeros relatos nacieron entre un transporte público y el otro, entre una línea del Metro y la otra.
Así llegué a la escritura, caminando, transitando de la barriada reseca y carente en el Estado de México a la barriada pringosa y un poquito menos carente en la Ciudad de México, tierra prometida, esperanza de alcanzar legitimidad con la hidalguía de ser llamada chilanga. Chilangos somos los que vivimos en esta ciudad y convertimos nuestras azoteas en el promontorio del alcázar para vigilar al mundo, celebrar los fines de semana o sobrevivir al encierro pandémico.
Esta ciudad, de la que tanto y tan bien escribieron Roberto Bolaño y José Emilio Pacheco, me ha visto hacer dieciocho mudanzas a las que todavía no me explico cómo he sobrevivido. Fue desempacando una de esas mudanzas que encontré una fotografía mía, apenas una niña de año, sentada en el mostrador de un boticario que quería ser farmacia, recargada en el brazo moreno de un hombre que me sostenía detrás.
Ese hombre era mi padre del que durante años escuché la versión oficial: tu padre está muerto.
Pero ni tan muerto que a mi madre y a mi abuela se les escapaban frases conjugando en tiempo presente y no en pasado, ni tan muerto que no estaba muerto pero su muerte se acercaba y yo la presentí con la urgencia de ir a conocerlo. Y allá fui, a mis cuarenta años, recorriendo las carreteras de este país que repentinamente me quitaba el título de chilanga.
Ese viaje sin mapa ni zona postal ha sido la travesía de mi vida. Por eso en este, el quinto libro que escribo, dejé la ficción para contar mi historia desde la narrativa del yo. Así nació La cabeza de mi padre, sin mapa ni certezas, pero con mucha calle y con el llamado de la sangre que se quedó fija en el tatuaje rojo de mi antebrazo y que vino a confirmar que, como la mitad de los mexicanos, yo también soy hija de un Pedro Páramo.
Mapa de las Lenguas es una colección panhispánica global que presenta la mejor literatura de veintiún países que comparten el idioma. Pero es, sobre todo, un itinerario de viaje por once de los libros que el año pasado tuvieron mayor trascendencia en su país de origen y que, a lo largo de 2023, recorrerán el resto del ámbito del español.
Adentrarse en la obra de estas once voces es transitar un territorio físico, tangible, pero también un espacio moral, intelectual, anímico, político y sociocultural. La lectura de un autor contemporáneo de cualquier país de habla hispana es una ventana a una forma de expresarse y escribir en español, pero también un modo de tomarle la temperatura a las preocupaciones y los anhelos de cada uno de esos lugares.