Zelda Fitzgerald en tres cartas
Nació en Alabama inaugurando el siglo XX y murió 48 años más tarde en un incendio desatado en el enésimo sanatorio mental en el que estuvo ingresada. En el 75 aniversario de su fallecimiento, recuperamos —a través de tres cartas recogidas en «Querido Scott, Querida Zelda» (Lumen), un volumen que recopila en su forma original la correspondencia que mantuvieron Zelda y su marido Francis Scott Fitzgerald— la figura de una musa y escritora de incuestionable talento natural. Junto a Scott, Zelda conoció el frenesí de los años veinte y el tormento derivado de una mezcla vital explosiva: amor, alcohol y locura. Las cartas que compartimos corresponden a tres momentos esenciales en su trayectoria: el noviazgo con Fitzgerald, uno de sus episodios de ingreso por supuesta esquizofrenia y la vuelta de un desastroso viaje de Cuba tras el que nunca más volvieron a verse (él, enfermo, quedó al cuidado de su hermana en Nueva York; ella, por su parte, regresó por sus propios medios al hospital psiquiátrico en Asheville).
Por Zelda Fitzgerald

Zelda Sayre y F. Scott Fitzgerald en la casa de la escritora en Alabama (1919, un año antes de contraer matrimonio). Crédito: Getty Images.
14. A SCOTT
[marzo de 1919]
[Montgomery (Alabama)]
Domingo.
Amor mío, amor mío, te quiero tanto –Parece como si hoy fuera Pascua, y me gustaría que estuviéramos juntos paseando lentamente bajo el sol y entre la gente que sale de la iglesia –Todo desprende un aroma cálido y agradable, y tu anillo tiene un brillo tan blanco a la luz del sol – como uno de los lirios de la iglesia cubiertos de un fino polvo amarillo–Debemos estar juntos esta primavera –Parece hecha para que podamos amarnos –
No puedes imaginar la desolación que ha causado el anillo – ayer por la noche todos estaban consternados en el baile –Todo el mundo opina que es maravilloso – y estoy muy orgullosa de ser tu chica – de que todos sepan que estamos enamorados – Es bueno saber que me sigues amando – y que pronto estaremos juntos para el resto de la vida –
Las tropas de Ohio han iniciado una correspondencia apasionada y encendida con las damiselas de Montgomery – Según todos los indicios, la División 37.º al completo se dejará caer en mayo–Supongo que para entonces las mariposas andarán un poco más agitadas – Me resulta muy extraño no estar preocupada por la perspectiva del regreso de por lo menos tres o cuatro novios – Mi cerebro se está entumeciendo por falta de actividad – llevo demasiado tiempo sin tener que usarlo –
Cielo, te quiero más que a ninguna otra cosa en el mundo – y quiero casarme pronto – pronto –
Mi amante – No digas que no soy entusiasta – Tú deberías saberlo
Un amor epistolar

Zelda vestida como una bailarina de ballet, sosteniendo un gato. Crédito: Getty Images.
158. A SCOTT
[junio de 1935]
[hospital Sheppard y Enoch Pratt, Towson (Maryland)]
Querido y siempre
Lamento que solo encontraras una cáscara vacía para recibirte. La mera idea del esfuerzo que has hecho por mí, el sufrimiento que esta nada te ha costado sería insoportable para cualquiera que no fuera un mecanismo vacío. Si tuviera sentimientos serían todos de gratitud hacia ti y de pesar por no ser capaz de ofrecerte al final de toda mi vida ni la menor reliquia del amor y la belleza que teníamos al principio.
Has sido tan bueno conmigo… y todo cuanto puedo decir es que siempre ha habido una corriente profunda en mi corazón: mi vida… tú.
¿Recuerdas las rosas del jardín de los Kinney?* (nota al pie) Eras tan galante y yo pensé «es la persona más encantadora del mundo» y tú dijiste «querida». Sigues siéndolo. El muro estaba húmedo y musgoso cuando cruzamos la calle y dijimos que nos encantaba el Sur. Pensé en el Sur y en un pasado feliz que nunca había tenido y pensé que formaba parte del Sur. Tú dijiste que adorabas esta adorable tierra. La glicina de la valla era verde y su sombra era fresca y la vida era vieja.
Me gustaría haber pensado alguna otra cosa… pero era un pensamiento confederado, nostálgico y romántico. Tenía el pelo húmedo cuando me quité el sombrero y me sentía segura y en casa y tú estabas contento de que me sintiera así y tenías una actitud reverente. Fuimos muy jóvenes y felices durante todo el camino hacia casa.
Ahora ya no queda ninguna felicidad y ya no tengo casa y ni siquiera queda ningún pasado ni ninguna emoción aparte de aquellas que tenían que ver contigo, en las que tal vez podría haber algún consuelo. Es una vergüenza que tengamos que encontrarnos en medio de tanta aspereza y frialdad donde hace tiempo había tanta ternura y tantos sueños. Tu canción.
Desearía que tuvieras una casita con un sicomoro y malvarrosas y con el sol de la tarde incrustado en una tetera de plata. Scottie estaría corriendo por algún lado toda blanca, en un Renoir, y tú escribirías libros a docenas. Y seguiría habiendo miel para el té, aunque la casa no estuviera en Granchester…* (nota al pie).
Quiero que seas feliz… si hubiera justicia lo serías… tal vez lo serás algún día…
Oh, Do-Do
Do-Do…
Zelda.
En cualquier caso te quiero… aun cuando no quede nada de mí o de amor o de vida…
Te quiero.

Scott y Zelda Fitzgerald junto a su hija Frances Scott celebrando una Navidad en París a mediados de la década de los veinte. Crédito: Getty Images.
221. A SCOTT
[abril de 1939]
[hospital Highland, Asheville (Carolina del Norte)]
Querido Do-Do:
No te sientas mal. Fuiste muy dulce en la estación. Desearía que las cosas hubieran sido distintas y pudiéramos seguir el viaje juntos hacia alguna parte. Hay un montón de lugares felices; eso dicen los horarios de las estaciones, y estoy segura de que pronto encontraremos uno para nosotros. Ponte bien. Se supone que los hombres que tienen fiebre no deben ir viajando por ahí, y tus pulmones son muy valiosos para un montón de personas aparte de ti.
Es muy agradable hacer footing por un campo salpicado de flores. Los campos se ven dorados y los árboles todavía se están acicalando y la vida parece estar contada y medida para algún propósito, si no una promesa. Podríamos cultivar cosas y hacer que salieran todas de acuerdo con la receta. Y hacer cosas, y asombrarnos de que los planes funcionan, y de que las cosas son como deben ser.
Me alegro de que hayas encontrado una buena casa: y Flora [?], y algunas cosas gratificantes. Tómatelo con calma. No hay nada en el mundo que necesitemos ni remotamente tanto como necesitamos tenerte otra vez a ti, recuperado y contento.
Mientras tanto sabes que estaré esperando sobre aquella colina verde, y esperándote a ti.
Te quiere,
Zelda

Scott y Zelda Fitzgerald junto a su hija Scottie en Italia. (Fotografía sin fecha conocida). Crédito: Getty Images.
* Zelda está recordando la época de su noviazgo en Montgomery.
* El último verso del poema de Rupert Brooke «The Old Vicarage, Grantchester» (1919) es: «¿Y queda todavía miel para el té?».