El río de la vida... y de la muerte: Daniel Ferreira y el dolor sin duelo
El Mapa de las Lenguas no tiene fronteras ni capitales. Es, en consecuencia, un territorio común para la literatura en un idioma compartido, el español. Invitados por LENGUA, los autores de la edición de 2023 conversan con quienes mejor conocen su obra, sus editores, para exponer su geografía narrativa y explicar cómo sus libros encajan en esta colección panhispánica global. En las siguientes líneas, Daniel Ferreira, autor de «Recuerdos del río volador» (Alfaguara), responde a las preguntas de Carolina López, directora literaria de Penguin Random House Grupo Editorial en Colombia.
Por Carolina López

Daniel Ferreira. Crédito: Adrián Hueso.
Daniel Ferreira tiene el talento en carne viva. Originario de San Vicente de Chucurí, un municipio colombiano que padeció el vaivén de la violencia entre guerrillas y paramilitares, obtuvo el Premio Latinoamericano de Primera Novela Sergio Galindo en 2010 con La balada de los bandoleros baladíes, su primer libro, publicado originalmente en México. Su segunda novela, Viaje al interior de una gota de sangre, recibió el Premio Latinoamericano de Novela Alba Narrativa, y la tercera, Rebelión de los oficios inútiles, fue galardonada con el Premio Clarín de Novela en 2014. En 2017 hizo parte de la segunda selección de Bogotá 39, que reunió a los 39 mejores autores menores de 39 años de toda Latinoamérica, y quedó claro que los lectores estaban empeñados en leerlo y en agradecerle su investigación de la barbarie. Con Recuerdos del río volador (Alfaguara) cierra el ciclo de novelas que ha llamado Pentalogía de Colombia, en el que recoge la historia del país durante el siglo XX.
Su inquieta observación de la realidad se traduce en muy distintas voces de la periferia con las que consigue encarnar el dolor pero también los destellos de humanidad en medio de los embates de la violencia. Y en toda su obra, impetuosa y desbordante, es tangible y nos habla al oído su esfuerzo por proveer de nuevos sentidos la experiencia de ser testigo de un país en incansable pugna.
Carolina López: Esta es una novela que se sumerge en muy distintos personajes e historias, ¿por qué decidió mencionar en el título a un río, un río volador, además?, ¿qué quería resumir con esa idea?
Daniel Ferreira: Al río Magdalena le da por volar en temporada de lluvias, algo que vi de niño. Y el título sitúa al lector ante el río. Es 1948 y en ese río desaparece un hombre. Ahí termina la historia y empieza otra. El Magdalena, que ha sido el corazón y testigo de la historia de Colombia, aparece evocado como un río que baña selvas amenazadas, aún surcado por buques de vapor y delineado por trenes, fantasma de lo que alguna vez fue. El río es el lugar por donde entran las noticias de ultramar: la guerra mundial, la caída de la República española, el crac económico, y noticias de la violencia política que se desata en todo el país como un fantasma sigiloso de guerras pasadas; noticias que llegan a un pequeño puerto industrial, el puerto del Cacique, donde se han instalado los extranjeros que explotan el petróleo y a donde acuden trabajadores de todos los rincones por el señuelo del progreso: el jornal. El río es también el medio por el que se huye a una vida mejor y la tumba abierta donde se ocultan los crímenes políticos. El río es el escenario.
Carolina López: Hay dos madres que se encuentran, se cruzan y enmarcan la vida y la muerte de Alejandro Plata, uno de los personajes centrales. ¿Cómo definiría el carácter y la influencia de este par de mujeres en él?
Daniel Ferreira: Mariquita es la madre de un desparecido, Alejandro. Todo su heroísmo en la novela es no cesar en la búsqueda. El seguimiento de su peregrinar es apenas un detalle de todo lo que han hecho las madres de un país como Colombia con más de 200.000 desaparecidos sin duelo. Hasta el siglo XXI la desaparición forzada no tenía ese nombre ni estaba tipificada como delito en Colombia. Los desparecidos de todo un siglo solo existieron para sus familiares, que fueron quienes restituyeron sus nombres y no cesarían en su empeño de encontrarlos. Lucía es una madre vicaria de una niña que sobrevivió a la violencia, y arriesga su vida por conseguir que esa niña que arrebató a la violencia se logre. Y lo consigue. Es su único triunfo, porque todo los demás son caminos truncados. Sacrifica la felicidad, la fe, los privilegios, por salvar a la niña. Ambos personajes son arquetipos que hacen eco de mitos trágicos como Hécuba o Antígona, aquellas que perdieron a sus hijos y contravinieron el poder para hacer el duelo, pero cuyos antecedentes directos están en la realidad: en las mujeres que han perdido a sus hijos y han enfrentado a la violencia y desafiado al poder violento con gestos de humanidad y de dignidad que nos salvan a todos.
Lo que el río se lleva
Carolina López: La fotografía, ese arte visual tan revolucionario a principios del siglo XX, cuando transcurre parte de esta historia, es un eje central de la novela. ¿Cómo impactó la exploración de este oficio en la escritura de Recuerdos del río volador?
Daniel Ferreira: Hoy sabemos que la fotografía no cambió al mundo, pero sí cambió la forma de ver el mundo. En este siglo está ya al alcance de todos y empezamos a dudar de la veracidad ante la imagen construida de forma artificial. En esa época estaba aún por escribirse la historia de la fotografía, pero en Colombia ya habían existido fotógrafos adelantados como Quintilio Gavassa, Amalia Ramírez de Ordóñez o Floro Piedrahita. La novela no incluye fotos, pero el protagonista se aficiona a la fotografía y pertenece a un club fotográfico, y en el relato se describen fragmentos de aquello que observó. Escribir sobre lo observado crea una imagen interna. La función de la fotografía en este relato es cambiar la mirada de lo cotidiano. Al cambiar la mirada, cambia el mundo. En la novela hay varios elementos de la historia de la fotografía en general y de la memoria visual colombiana en particular. La cámara y la foto son apenas dispositivos de registro de la memoria. Lo importante es la observación. Qué se observa, qué se registra, cómo la fotografía se vuelve documento que refuerza o refuta la historia. Las fotografías imaginarias que se describen en esta novela imitan un archivo fotográfico y aluden a fotografías históricas de fotógrafos públicos y anónimos donde quedó la huella de lo que costó el desarrollo del país, de las luchas sociales, de las fronteras agrícolas, de los territorios de colonización tardía donde se dieron las explotaciones industriales, agrícolas y humanas.
Carolina López: En sus novelas hay un esfuerzo muy contundente por desentrañar las distintas violencias que se han dado en Colombia. ¿Cuál ha sido el reto más arduo en esta tarea?
Daniel Ferreira: Esta novela con un protagonista ausente. Y pagar el arriendo y los servicios, claro.
Carolina López: Esta novela contiene diferentes formatos: cartas, testimonios, diarios, narraciones en primera y tercera persona. ¿Cómo fue la concepción de sus contenidos y su estructura y qué buscaba conseguir con esta multiplicidad de voces y de formas de contarlas?
Daniel Ferreira: Recuerdos del río volador imita un archivo roto. Los archivos son determinantes para conservar la memoria. Pero el archivo en sí es apenas un punto de partida. El archivo debe transmitir un relato para encontrar su sentido. En esta novela el relato se construye mientras el archivo se interrumpe constantemente, y son los personajes y el lector quienes completan el sentido de la historia al darle orden a las huellas del pasado. El relato que se despliega propone al lector hacerse consciente, en esa yuxtaposición de cartas, fotos, pistas, testimonios, indagaciones, de la historia apócrifa que legó el archivo. Si logra construirse ese relato, entonces se da pleno sentido a un destino individual, y nombre y rostro al desaparecido, cuya presencia refuta inclusive la historia oficial del país, que prefiere a los desaparecidos borrados, y narrar el progreso sin costos humanos y negar los crímenes y abusos del poder.
Carolina López: ¿Qué tanto marcó su búsqueda literaria Rebelión de los oficios inútiles, la novela con la que ganó el Premio Clarín en 2014?
Daniel Ferreira: Tardé en recuperar el control del paracaídas después del Clarín. Ya entonces intentaba ser fiel a la idea inicial de la Pentalogía de Colombia: un coro de voces que atravesaría un siglo. Pero tenía resistencia a la construcción de un discurso oral y al soliloquio; desde entonces exploré otras formas de narrar. En mis novelas siguientes busqué la voz en la textualidad, formatos como el diario íntimo en El año del sol negro, o las cartas en Recuerdos del río volador. De modo que el siglo se completó no como polifonía, pero sí como un puente entre lo íntimo, la historia y lo narrativo: registros y discursos de la memoria en un país que heredaba violencia sin hacer duelo ni encarar las verdades incómodas.