El cuerpo de «Beloved», la mirada de Toni Morrison
La audacia de la presencia en la radicalidad de la muerte, la persistencia de la libertad en la materialización de su ausencia, la letanía de la hija en la elegía de la madre, y la herida umbilical de la pérdida que no cicatriza: sangre y leche amasadas en la piel de «Beloved». La novela pulsa en el núcleo de la obra de Toni Morrison y articula los ejes de su poética y práctica narrativa: plasmar personajes como transfiguración de la mitología occidental y construcción de un corpus propio; rememorar a través del diálogo entre documentación histórica y conciencia precisa de la contemporaneidad; (re)escribir como tensión semántica, estilística, formal en la página que es mirada y pregunta: amada.

Toni Morrison en Nueva York en 1985. Crédito: Getty Images.
«En el 124 había un maleficio: todo el veneno de un bebé»: el pasado, la palabra mágica –que nombra, visibiliza y modifica– y la genealogía inauguran y atraviesan los espacios de Beloved, la quinta novela de Toni Morrison (1931-2019). Publicada en 1987, inyectó instantáneamente linfa crítica en la potencia de la ficción para revisitar el pasado interpelando sus rastros en el presente, aislados en la crudeza de su verdad histórica y modulados por las voces de personajes que encarnan verdades narrativas y, sin embargo, son médulas de realidad. La biografía de Sethe, la madre que comete infanticidio para salvar de la esclavitud a su hija Beloved, el reencuentro entre las dos en el hogar libre y envenenado, constelado de figuras y símbolos, y los latidos de la muerte que reclama la vida, merecieron el Premio Pulitzer de ficción y proyectaron la visión de su autora en una lengua vibrante de acentos, única en su despliegue. En 1993, con seis novelas publicadas, Toni Morrison se convirtió en la primera mujer afroamericana en recibir el Premio Nobel de Literatura. Escribió seis novelas más y libros infantiles y un relato largo y tres piezas teatrales y un poemario y ensayos y libretos para ópera. Y fue galardonada con premios y reconocimientos y doctorados honoríficos. Y escribió, en La fuente de la autoestima, que «la literatura nos permite (no: nos exige) la experiencia de nosotros mismos como individuos multidimensionales. Y justo por ello se hace mucho más necesaria que nunca». Como sus preguntas, que siguen cuestionando nuestro presente.
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1. Sobre la piel
El 13 de septiembre de 1987 el New York Times publicó, bajo el título «Jaunted by their nightmares» (Embrujados por sus pesadillas), una reseña elogiosa de Beloved, firmada por una escritora canadiense: «la versatilidad de Morrison y su rango técnico y emocional parecen no tener límites. Si había dudas sobre su estatura como una ilustre novelista estadounidense de su generación o de cualquier otra, Beloved las despejará. […] Está escrita con una prosa anti minimalista, rica, elegante, excéntrica, cruda, lírica, sinuosa, coloquial y todo hasta el máximo nivel». Son palabras de Margaret Atwood, quien dos años antes había publicado El cuento de la criada y encontró (sigue haciéndolo) en la propuesta de Toni Morrison el espejo multiplicado de sus propias inquietudes, desde la admiración y la sintonía de intenciones.
El diálogo con la tradición literaria no se expande sólo hacia el presente de la recepción y el futuro de la interpretación, en la visualización de mapas de relaciones simbólicas entre geografías literarias, sino que conforma la textura de la mirada de Toni Morrison. La tesis que presentó en 1955 para la obtención del Master of Arts en la universidad de Cornell analizaba el tratamiento de la alienación en la obra de Virginia Woolf y William Faulkner. Durante los casi veinte años (desde 1965 hasta 1983) en los que trabajó como editora en el departamento de ficción de Random House y los siguientes veinte dedicados a la docencia universitaria y a la escritura, Toni Morrison nunca detuvo su voluntad de dibujar una cartografía de literaturas afroamericanas y africanas y soldar los puntos de contacto con las literaturas dominantes, en un doble gesto de generosidad y apreciación, recuperación y cuestionamiento.
El germen de Beloved brotó, de hecho, de un recorte que su autora descubrió mientras editaba The Black Book (1974), una antología de documentos, ensayos, fotos e ilustraciones relativas a los tiempos de esclavitud en Estados Unidos hasta los años veinte del siglo pasado. La protagonista era Margaret Garner, una mujer afroamericana, fallecida en 1858, que asesinó a su propia hija para evitar que fuera esclavizada. La transfiguración de Medea transita de la realidad a la ficción, reactivando y recontextualizando las preguntas que la tragedia de Eurípides, representada en el año 431 a.C., formuló acerca del rol de la mujer en la sociedad, del límite entre impulso y norma, deseo y misterio. Y ahí, en ese margen, Toni Morrison moldea a sus personajes femeninos: «¿y si, en lugar de verse obligada a tener hijos (por ser mujer, por ser esclava, por rentabilidad), una eligiera responsabilizarse de ellos; reivindicarlos como propios; ser, en otras palabras, no criadora, ¿sino madre?», se pregunta en sus notas sobre Beloved, incluidas en La fuente de la autoestima. Reivindicar la descendencia, la pertenencia a una cadena biológica de continuidad afectiva, defenderla hasta el infanticidio, en el gesto político de autodeterminación extrema. Suprimir una vida para salvarla, condenando la propia. Todo el veneno de un bebé fluyendo en las venas.
Beloved aparece en la escalera del número 124 de Bluestone Road en Cincinnati, Ohio. Sus ojos hechizan los de Sethe y su cuerpo se cuela en las páginas y en el hogar, embebiéndolo de pasado. Primero el resentimiento en los pies, que truenan contra el suelo inestable; después la voracidad en la boca, que mastica palabras y gestos, se atraganta de deseo de otro cuerpo, vomita la vergüenza; finalmente, la venganza en el abdomen que invade la habitación y coloniza la cotidianidad siempre incierta. Y la voz, siempre la voz, que canta desde el silencio de la muerte. «Remontar la cadena infinita de los hechos, su proceso, hasta los inicios. Averiguar en la propia carne el lugar donde se entrelazan las secuencias, las primeras huellas, la primera violencia», escribe Chantal Maillard en su Medea. Sethe y Beloved, la madre y la hija, comparten la violencia primera, la otredad más radical.

Toni Morrison en Nueva York en 1979. Crédito: Getty Images.
2. Sobre la memoria
«Nunca había tenido un mapa que indicara cómo era ella», una mirada que reflejara la suya y acariciara los rasgos de su rostro quemado. La esclavitud englobaba cada dimensión de la existencia de Sethe –íntima, privada, colectiva– y establecía sus confines, marcados por el color de la piel y la brutalidad de los códigos sociales. La relación con el personaje de Paul D. infunde una cohesión aparente en la nueva vida de la mujer que se sabe libre y, sin embargo, cada mañana amasa pan para empezar «el trabajo serio del día, la tarea de abatir el pasado». La necesidad de recordar bombea sangre en las arterias de la novela y tiñe el ahora con las marcas del antes en toda la obra de Toni Morrison: «La historia frente a la memoria y la memoria frente a la ausencia de memoria. Rememorar como recuperar y recordar como reunir los miembros dispersos del cuerpo, la familia, la población del pasado. Y fue esa lucha, la batalla campal entre el recuerdo y el olvido, lo que acabó siendo el mecanismo de la narración», explica acerca de Beloved. No olvidar para seguir viviendo.
Sethe se reconoce en Beloved, la hija que huele a la muerte en vida de la que precisamente quiso salvarla. Por ella no olvida y con ella dibuja las coordenadas del mapa. En los márgenes entre realismo y magia, Toni Morrison coloca la vivencia de sus personajes y la nuestra, convirtiendo la lectura en una invitación al desplazamiento, porque el placer del texto precisa el cambio de perspectiva, la apertura a la dimensión extratextual que es social y pública. En este sentido Jazz (1992) y Paraíso (1997) dialogan con Beloved, conformando una trilogía narrativa que explora los intersticios de la memoria: el pasado de Joe y Violet, los protagonistas de Jazz, compone la improvisación que rige su presente, en un ejercicio impecable de tiempos y espacios que danza entre Harlem en 1925 y las plantaciones de Virginia de mitad del siglo XVIII. Y el pueblo ficticio de Ruby centraliza la acción en Paraíso, escenario de un entramado de acusaciones racistas que fundamentan la supuesta organización paradisíaca. Las tres novelas «presentan una misma anomalía estructural: una conclusión posnarrativa, extratextual y externa al libro que no comenta el argumento o la historia, sino la experiencia del argumento; que no habla del significado de la historia, sino de la experiencia de extraer significado de la historia. Esas conclusiones […] son actos sociales que completan la experiencia lectora», escribe Toni Morrison en «La literatura y la vida pública». La relectura (de los textos y de sus contextos) se configura como urgencia también en las novelas previas a la trilogía: Ojos azules (1970) cuestiona los cánones de belleza que alimentan el discurso racista; Sula (1973) explora las complejidades de la amistad femenina en el equilibrio entre secreto y recuerdo; La canción de Salomón (1977) desanuda la pregunta acerca de la identidad mientras abarca más de treinta años de la vida de su protagonista (la novela recibió el National Book Critics Circle Award); Tar Baby (La isla de los caballeros, 1981) desentraña las diferencias sociales en la comunidad afroamericana a partir de la relación amorosa entre Jadine y Son. La unicidad de personajes y situaciones incide en la construcción de un universo literario que es público, nuestro.
Toni Morrison «sabía que necesitábamos que fuera no solo una escritora, sino un discurso, y se convirtió en uno, creando su lenguaje de la nada y concibiendo cada novela como un proyecto, como una misión, y nunca como mero entretenimiento», afirmó la escritora británica Zadie Smith en su contribución de 2019 al tributo del PEN America a la Premio Nobel. El título, «Hijas de Toni Morrison», ya sugiere la posición simbólica de la autora de Beloved en las propuestas que impulsó su literatura. Zadie Smith también escribió un epílogo perfecto para la reedición en 2022 de Las dos amigas (un recitativo), un relato largo publicado en la antología Confirmation en 1983. Y Cora, la protagonista de El ferrocarril subterráneo, la novela que le valió a Colson Whitehead el Premio Pulitzer de ficción en 2017, se hace eco de las preguntas de Sethe: «¿Había escapado del cautiverio o caído en sus redes: cómo describir el estatus de un fugitivo? La libertad era una cosa que iba cambiando según la mirabas, igual que el bosque de cerca está repleto de árboles, pero desde fuera, desde la pradera, muestra sus límites de verdad. Ser libre no tenía nada que ver con las cadenas ni el espacio que tuvieras». Ser libre implica rememorar.

Toni Morrison en 1992. Crédito: Getty Images.
3. Sobre la lengua
Con una parábola, encarnación de la memoria oral, abrió Toni Morrison su discurso de aceptación del Premio Nobel, una oda magistral al poder del lenguaje para plasmar realidades, a la responsabilidad artística y política de utilizarlo con conciencia y a la necesidad de respetarlo en todos sus matices: «el trabajo con las palabras es sublime […] porque es generador; produce un significado que protege nuestra diferencia, nuestra diferencia humana, es decir, esa forma de distinguirnos de cualquier otra forma de vida. Morimos. Tal vez sea ese el sentido de la vida. Pero por el camino creamos lenguaje. Tal vez sea esa la medida de nuestra vida».
La metáfora, el símbolo, la ambivalencia, la variedad de acentos, registros y tonos, la elaboración de una sintaxis propia –que improvisa, se repliega sobre sí misma, reintegra estructuras orales en el fraseo, como si fuera una pieza de jazz– componen la(s) lengua(s) de Toni Morrison y dan cuenta de la musicalidad originaria. El 7 de mayo de 2005, en la Detroit Opera House se estrenó la ópera Margaret Garner, con música de Richard Danielpour y libreto de nuestra autora. Del archivo a la novela y al escenario, Beloved nos recuerda que «al principio no había palabras. Al principio era el sonido y todas sabían cómo sonaba»: el sonido de la vida.
«Me interesa la complejidad y la vulnerabilidad de una idea», le explicó Toni Morrison a Elissa Schappell en 1993 durante la entrevista para The Paris Review. Por eso contempló el lenguaje y expandió sus cuerdas hasta que pudiera dar cuenta del adentro y del afuera, en formas diversas y con intencionalidad específica. Bien lo explica en el documental dirigido por Timothy Greenfield-Sanders en 2019 y estrenado en el Sundance Festival del mismo año, Toni Morrison: the Pieces I Am (Los fragmentos que soy), y en The Foreigner's Home (La patria del extranjero) resultado de la etapa como curadora en el Museo del Louvre, en 2006, y del seminario del mismo título que impartió en la Universidad de Princeton. Complejidad y vulnerabilidad se funden en los versos de «Eve remembering» (Eva recordando), uno de los Five Poems (Cinco poemas) que publicó en 2002 como libro infantil, con ilustraciones de la artista Kara Walkers: «Lo haría todo de nuevo / Ser el puerto y soltar la vela / Dejar el viento y domar la estela / Atesorar la cosecha de lo que he sido».
Porque somos seres lingüísticos, en transformación constante, metáforas de vidas íntimas y compartidas. «Ser vuestra propia historia significa que siempre podéis elegir el tono. También significa que podéis inventar el lenguaje para decir quiénes sois y qué queréis decir», afirmó Toni Morrison en el discurso de graduación para la promoción 2004 de Wellesey College. Y con ella y gracias a ella –hoy– podemos ver los rostros y los cuerpos de Beloved, con esa mirada que reconoce y dice:
Beloved
Eres mi hermana
Eres mi hija
Eres mi rostro, eres yo.
Bibliografía citada
AA.VV., «The Paris Review» (1953-2012), traducción de M. Belmonte, J. Calvo, G. Fernández Gómez y F. López Martín, Barcelona, Acantilado, 2020.
Chantal Maillard, Medea, Barcelona, Tusquets, 2019.
Colson Whitehead, El ferrocarril subterráneo, traducción de Cruz Rodríguez Juz, Barcelona, Literatura Random House, 2017.
Toni Morrison, Beloved, traducción de Iris Menéndez, Barcelona, Debolsillo, 2001.
Toni Morrison, Five poems, Las Vegas, NV, Rainmaker Editions, 2002.
Toni Morrison, Jazz, traducción de Jordi Gubern, Barcelona, Debolsillo, 2021.
Toni Morrison, La canción de Salomón, traducción de Carmen Criado Fernández, Barcelona, Debolsillo, 2014.
Toni Morrison, La fuente de la autoestima, traducción de Carlos Mayor, Barcelona, Lumen, 2020.
Toni Morrison, La isla de los caballeros, traducción de Mireia Bofill, Barcelona, Debolsillo, 2004.
Toni Morrison, Las dos amigas (un recitativo), epílogo de Zadie Smith, traducción de Carlos Mayor, Barcelona, Lumen, 2023.
Toni Morrison, Ojos azules, traducción de Jordi Gubern, Barcelona, Debolsillo, 2021.
Toni Morrison, Paraíso, traducción de Carmen Francí, Barcelona, Debolsillo, 2016.
Toni Morrison, Sula, traducción de Mireia Bofill, Barcelona, Debolsillo, 2004.
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