El improbable éxito de «Million Dollar Baby»: de cuando Clint Eastwood disparó el último... y mejor
Hasta hoy (marzo de 2024), solo 18 directores han logrado ganar dos Óscar en la categoría de Mejor dirección (de hecho, solo tres nombres superan esa cifra: Frank Capra y William Wyler, con tres estatuillas, y John Ford, con cuatro en total). Entre los cineastas que suman dos están, por ejemplo, Billy Wilder, Steven Spielberg, Alejandro González Iñárritu, Alfonso Cuarón... y Clint Eastwood, quien tocó el cielo con «Sin Perdón» y «Million Dollar Baby» (ambas fueron distinguidas también como Mejor película). Cuando apenas faltan unas horas para que se celebre la 96ª edición de los Premios Óscar, publicamos un extracto de «Clint Eastwood. Vida y leyenda» (Lumen), la biografía del mito firmada por el historiador de cine Patrick McGilligan, un texto en el cual se detalla la intrahistoria de «Million Dollar Baby», el drama al que Eastwood logró dar vuelo a pesar de la desconfianza que generó el proyecto (y la taquilla) en un primer momento.
Los Ángeles, California. 27 de febrero de 2005. Million Dollar Baby recibió cuatro premios Oscar, incluyendo a mejor película, mejor director (Clint Eastwood, en la imagen), mejor actriz principal (Hilary Swank) y mejor actor de reparto (Morgan Freeman). Crédito: Getty Images.
(...) Al parecer Clint se guardaba otra carta en la manga, y la siguiente, el as de corazones, se llamaba Million Dollar Baby. Esta película ya se hallaba en fase de posproducción cuando volvió a casa con las manos vacías de los Oscar de 2003.
F. X. Toole era el nom de plume de un veterano entrenador de boxeo y «parcheador» (encargado de curar las heridas en el ring) llamado Jerry Boyd, bien conocido entre los púgiles de Los Ángeles. Después de recibir durante cuarenta años notas de rechazo de las editoriales, Toole (cuyo seudónimo era una combinación de san Francisco Xavier y Peter O'Toole) publicó, cumplidos ya los setenta, una colección de historias realistas de boxeo titulada Rope Burns: Stories from the Corner, que tuvo una excelente acogida. Los productores de Hollywood se precipitaron como un enjambre sobre el autor, y Albert S. Ruddy, que podía jactarse de una carrera larga y variada que se remontaba al Oscar conseguido por El padrino, y que pertenecía al círculo de amigos de Clint (había participado en la negociación del acuerdo con Sondra Locke), se hizo con los derechos.
Varios directores y estrellas se mostraron interesados antes que Clint. Fue Ruddy quien encargó el guión al sobresaliente Paul Haggis, que ya conocía y admiraba el libro de Toole, y que intentaba desmarcarse de la televisión, donde había escrito profusamente para programas tan diversos como Different Strokes, Trenta y tantos, El show de Tracy Ullman, especiales de Scooby-Doo, además de Walker, Texas Ranger, que había sido una serie de Ruddy.
«Million Dollar Baby», uno de los relatos del libro, sobre la relación entre Frankie, un entrenador avejentado, y una boxeadora resuelta y prometedora llamada Maggie (el relato que hacía llorar a cuantos lo leían), se convirtió en el tema central del guión de Haggis. Extrajo a Danger y Shawrelle, los encarnizados rivales del gimnasio, de otro relato, «Frozen Water», al tiempo que inventaba el personaje que interpretaría Morgan Freeman, Eddie Scrap-Iron Dupree («Scrap»), y concebía la ingeniosa narración en flashback que enmarca la película, y que en los momentos finales se sabría que es el texto de las cartas que Scrap escribe a la hija de Frankie, distanciada de su padre.
Clint Eastwood. Vida y leyenda
Patrick McGilligan
Del spaghetti western al cine de autor. La primera gran biografía del polifacético cineasta norteamericano.
«Implacable. […] Arrasador, incisivo, documentado, repleto de declaraciones.»
Gregorio Bel...
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El primer borrador del guión también hizo llorar a todo el mundo, y durante un tiempo se habló de que Haggis dirigiría Million Dollar Baby, con Clint de protagonista. Luego este decidió dirigirla y Haggis se retiró (llevaría a cabo su espectacular debut como director en 2005 con Crash, escrita por él mismo). Como era habitual con Clint, se rodó ese primer borrador. «Deberíamos reunirnos y hablar de tus notas e ideas», le dijo Haggis durante su primera llamada telefónica. «No, el guión es bueno», contestó Clint, quien declaró más tarde a los entrevistadores que prefería el guión «plagado» de imperfecciones.
Frankie era un entrenador de boxeo que estudiaba gaélico y citaba a Yeats. Hillary Swank, que había ganado su primer Oscar a la mejor actriz con el papel de una infortunada adolescente transexual en Los chicos no lloran (1999), se unió pronto al proyecto como Maggie. Amante de los deportes y el ejercicio desde pequeña, Swank inició por su cuenta el duro régimen de entrenamiento y las clases de boxeo que exigía el papel. Morgan Freeman, que había llegado a especializarse en la interpretación de viejos sabios en la pantalla, y que se había destacado a las órdenes de Clint en Sin perdón, era el actor ideal para el ex boxeador Scrap, la voz de la conciencia y el ayudante de Frankie.
El rodaje se llevó a cabo con discreción en los clubes de boxeo de Los Ángeles y alrededores a principios de 2004. En el equipo técnico se había producido un cambio de guardia: después de Cowboys del espacio, el último trabajo como director de fotografía de Jack Green para Clint, Tom Stern, principal técnico de iluminación a las órdenes de Green, se ocupó de la cámara. La característica fotografía en tonos azules y negros de Clint, introducida por Bruce Surtees en los años setenta, alcanzó su máximo esplendor en Mystic River y Million Dollar Baby, con muchas escenas bellamente realzadas por sombras y oscuridad. Henry Bumstead seguía siendo el diseñador de producción de los decorados estilo Edward Hopper, y Joel Cox, el montador. Clint compondría de nuevo la música, y Lennie Niehaus se encargaría de la orquestación.
Clint había jugueteado con peleas a puñetazos en otros filmes (sobre todo en Duro de pelar y La gran pelea), pero tuvo la astucia de percibir que Million Dollar Baby no era una «película de boxeo», sino «una historia de amor que por casualidad tiene lugar en el mundo del boxeo, una historia de amor entre padre e hija», en sus palabras. Una y otra vez, este hombre con vástagos nacidos de varias relaciones encontraba subtextos personales en películas sobre hijos heridos y padres rebeldes que buscan un terreno común.
La inmensa mayoría de los críticos colmó de alabanzas a Million Dollar Baby. Escena tras escena, el ambiente de la película era descarnado; la interpretación de Swank, soberbia; las actuaciones de Clint y Morgan, elegantes, y las escenas de boxeo tan duras como sentimental el desenlace.
En Million Dollar Baby había otro subtexto que suscitó una de aquellas polémicas nacionales que parecían sembrar la carrera de Clint. Maggie (Hillary Swank) queda tetrapléjica a consecuencia de una lesión sufrida durante su pelea para el campeonato y pide a Frankie (Eastwood) que acabe con sus sufrimientos desconectándola de los aparatos en el hospital. Frankie lo hace, después de una reflexión sobre su fe católica que le lleva a rechazar los consejos de un sacerdote. Este es el final lacrimógeno de la película y del relato.
Cuando la cinta se estrenó en diciembre de 2004, la gente recordó que Clint se había manifestado contrario a los derechos de los minusválidos. La Asociación Nacional de Lesionados de Médula Espinal y el grupo de activistas Not Dead Yet alzaron la voz indignados. A las protestas contra Clint por apoyar el suicidio asistido se sumaron, aunque parezca increíble, comentaristas radiofónicos de derechos como Russ Limbaugh y cruzados conservadores del mundo del cine como Michael Medved, gente que, por lo general, se encontraba en el mismo bando que Clint Eastwood.
Diciembre de 2004. Clint Eastwood y Hilary Swank en una imagen promocional de Million Dollar Baby. Crédito: Getty Images.
«No tiene por qué gustarte el incesto para ver Hamlet —se defendió Clint—, pero está en la historia.» El escándalo tuvo sus ventajas publicitarias y movilizó a aliados de Clint como los columnistas liberales del New York Times Frank Rich y Maureen Dowd, quienes defendieron Million Dollar Baby de los ataques. (Daba igual que los grupos en favor de los derechos de los discapacitados fueran indiferentes a la autoría, y que Clint hubiera forjado su mística «ayudando» a morir a muchísimos adversarios en la pantalla).
«Un melodrama lacrimógeno y paternalista», se lamentó Tania Modleski, estudiosa del cine y feminista, quien criticó la película desde la izquierda con una andanada en Cineaste. Modleski arguyó que el personaje de Clint se daba tanto autobombo como de costumbre, ennoblecido por la angustia, el gaélico y Yeats; que a la hija de Frankie nunca se le permite expresar sus reproches, y que las madres están llamativamente ausentes de la película, excepto una (la de Maggie), que vive engañando a la asistencia social.
Aun así, la inmensa mayoría de los críticos colmó de alabanzas a Million Dollar Baby. Escena tras escena, el ambiente de la película era descarnado; la interpretación de Swank, soberbia; las actuaciones de Clint y Morgan, elegantes, y las escenas de boxeo tan duras como sentimental el desenlace.
En los años setenta y ochenta, el nombre de Clint garantizaba una buena taquilla, pero sus mejores películas otoñales, que tomaban nuevos rumbos, presentaban una pauta diferente. El público debía tener paciencia. Los toques lacrimógenos y gratos para las masas no ayudaron comercialmente a Million Dollar Baby en la taquilla al principio. La mujer boxeadora y el final deprimente habían asustado a Warner Brothers, que se había asociado con otra compañía para producir la película, y ahora costaba vender Million Dollar Baby a los espectadores.
Antes de las listas de los mejores filmes y los diversos premios concedidos por la crítica al final del año, antes de que se anunciaran las nominaciones a los Oscar, Million Dollar Baby solo había vendido entradas por valor de ocho millones trescientos mil dólares y se proyectaba únicamente en ciento cuarenta y siete salas. Pero la inteligencia de Clint como vendedor era equiparable a la que le caracterizaba como cineasta. Después de las nominaciones Million Dollar Baby se proyectó en muchísimos más cines y recaudó cincuenta y seis millones seiscientos mil dólares antes de los Oscar, para recoger otros treinta y cinco millones seiscientos mil dólares tras la ceremonia. «Más del noventa por ciento de la recaudación de Million Dollar Baby —informó Los Angeles Times—, fue posterior a las nominaciones».
Así que la noche fue un éxito, pues Million Dollar Baby solo perdió en las categorías de mejor montaje, guión y actor principal: Clint. (No podían negar el premio a Jamie Foxx por su encarnación de Ray Charles en Ray).
El Gremio de Directores concedió una mención a Clint por su destacada obra como director, pero Eastwood lo tenía difícil la noche de los Oscar de febrero de 2005, pues competía con la extravagante El aviador, de Martin Scorsese, una película de gran presupuesto basada en la biografía de Howard Hughes (once nominaciones), y Entre copas, la popular comedia de Alexander Payne (cinco nominaciones). Million Dollar Baby, con siete candidaturas, fue la sorpresa de la noche, pues se llevó los premios a la mejor película, director, actriz (Swank) y actor secundario (Freeman).
Clint tuvo la oportunidad de dar las gracias a su madre Ruth, que entonces contaba noventa y seis años y estaba sentada entre el público. «Hay montones de grandes películas que han ganado el premio de la Academia, y montones que no —dijo con generosidad Clint fuera del escenario, aferrando sus segundas estatuillas de mejor director y mejor película—. Lo hacemos lo mejor que podemos».
Así que la noche fue un éxito, pues Million Dollar Baby solo perdió en las categorías de mejor montaje, guión y actor principal: Clint. (No podían negar el premio a Jamie Foxx por su encarnación de Ray Charles en Ray). Si bien podían ponerse algunos pequeños reparos a la interpretación autoennoblecedora de Clint, es innegable que en su papel de Frankie demostró una cualidad que antes le había sido esquiva en la pantalla. «No puedo… Por favor… No me pidas eso», suplica entre lágrimas cuando Maggie le pide que la ayude a morir. Llámenlo corazón o ternura, incluso impotencia; fuera lo que fuera, no era el «frío bacalao» sin miedo de Harry el Sucio.
En mayo de 2005 cumplió setenta y cinco años y se enfrentó al mayor desafío de su carrera: las dos películas sobre la Segunda Guerra Mundial, Banderas de nuestros padres y Cartas desde Iwo Jima.