Jonathan Lethem: «Crecí en un Brooklyn en el que la metáfora más a mano para expresar nuestra realidad era el crimen»
Entre los incontables cronistas que ha tenido el barrio de Brooklyn, pocos en el siglo XXI se han acercado a él desde un conocimiento tan profundo de sus códigos callejeros y menos aún con la voluntad de trasplantarle algunas de las lecciones de la literatura popular para componer un retrato que ampliara la visión costumbrista en la que con tanta frecuencia ha quedado encajado. Jonathan Lethem (Nueva York, 1964) le dedica ahora su sinfonía más ambiciosa y su experimento más juguetón: «Brooklyn, una novela criminal» (Random House, 2025). Hablamos con él.
Por Antonio Lozano

El escritor Jonathan Lethem en Como, Italia, en 2019. Crédito: Getty Images.
Huérfanos de Brooklyn y La fortaleza de la soledad, las dos novelas que consagraron al escritor, acudían al género detectivesco y al lenguaje de los cómics de superhéroes, respectivamente, para hablar del sentido de pertenencia a un lugar que nunca acababa de revelar sus misterios. Tras dos novelas de ambientación californiana -Anatomía de un jugador y El detective salvaje-, Jonathan Lethem regresa a casa -al lugar que lo formó y cuya esencia no ha dejado de explorar con sentido de la renovación y ánimo heterodoxo- en Brooklyn, una novela criminal (Random House). En breves capítulos que abarcan desde los años 70 hasta el presente, el autor convoca a una fauna de locales de lo más diversa para componer una historia oral y una historia secreta, un atlas antropológico y un repositorio de leyendas, detenerse en la cualidad ritual de sus actos delictivos y celebrar los edificios, rincones y antros que no han sido víctimas de la gentrificación avasalladora. Un poema y un réquiem que cabalga a lomo de «el estilo encallecido», aquel que señorea en las calles y que «consiste en una tendencia lingüística -urbana, desilusionada, sardónica, reducida- que codifica cierta actitud hacia el conflicto y la violencia. Una actitud estoica y socarrona. Cierta bravuconería».
Entre un enjambre de voces y zigzags espaciotemporales, cada lector deberá conducirá su propia investigación sobre cuál es el gran crimen en el corazón negro de Brooklyn. Lethem atendió a LENGUA en el marco del festival Ja! de Bilbao que cada año busca las confluencias entre humor y creatividad, y que en esta última edición [octubre de 2025] estuvo dedicado a Nueva York.
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LENGUA: ¿Cómo nació el proyecto de Brooklyn, una novela criminal? El familiarizado con su obra no puede dejar de pensar que es el libro que nació para escribir, una declinación, por así decirlo, de títulos previos a los cuales completa.
Jonathan Lethem: Sí, está en especial sintonía con La fortaleza de la soledad, novela que escribí hace veinte años y que marcó un punto de inflexión en mi carrera. Curiosamente, tras publicarla, pensé, ingenuo de mí, que era concluyente, que ya había dicho e imaginado todo lo que podía sobre Brooklyn. En consecuencia, abordé otros temas y escenarios. Como es lógico, el mundo siguió girando y cambiando, igual que lo hice yo. Brooklyn no fue una excepción, que yo hubiera desplazado el foco no significaba que todo se hubiera detenido o cerrado donde lo dejé en aquel libro, pues experimentó transformaciones muy profundas y extremas, con el fenómeno de la gentrificación en su núcleo. Siempre me he sentido muy orgulloso de La fortaleza de la soledad, pero empecé a observarlo desde una óptica llamémosla histórica, entendiéndolo como reflejo de un momento particular en mi vida y escritura sobre el que cabría volver con nuevos ojos. Me propuse descifrar desde el presente aquel lejano Brooklyn, mirarlo desde dentro, pasear por él de un modo diferente, reordenar los materiales con los que en su día había trabajado. ¿De qué formas Brooklyn y yo ya no éramos los mismos?
LENGUA: Pese a las concomitancias, no repetirse era fundamental, ¿cuáles fueron las guías maestras para evitarlo?
Jonathan Lethem: Claro, aunque La fortaleza de la soledad y Brooklyn, una novela criminal eran dos proyectos relacionados, no podían ser idénticos y pronto entendí que debía abrazar un género, un estilo y un mensaje de cariz políticos bien diferentes. Si el primero era básicamente una novela de formación con un trasfondo muy autobiográfico, el segundo demandaba que yo me alejara del núcleo para mostrar las experiencias de otras personas. De aquí que Brooklyn, una novela criminal sea casi como una historia oral de carácter colectivo y que la mirada del narrador tenga un componente antropológico.
LENGUA: En la novela todo suena muy realista, precisamente como si hubiera reunido a un gran número de recuerdos personales, testimonios ajenos, leyendas urbanas y todo tipo de fuentes variadas, y luego moldeado para dar con una voz y un estilo que las armonizaran. Todo ello con el objetivo final de crear una suerte de sinfonía que retratara y explicara Brooklyn.
Jonathan Lethem: Me parece un resumen acertado. Es el libro que me ha requerido un mayor trabajo de documentación. A medida que iba entrevistando a más y más gente, y a bucear en más y más archivos, me percaté de que estaba construyendo algo que trascendía el género de la novela, que abarcaba también la investigación científica y la reconstrucción histórica. Esta idea de la ductilidad de la novela, su capacidad de absorber otras formas, me resultó muy sugerente. Además, siento que también se acerca al género del docudrama, no es un documental porque carece de cualquier pretensión de objetividad e incurre en demasiadas excentricidades, pero, al modo de las películas de Chris Maker o de una producción como Fraude de Orson Welles, pretende mezclar realidad y representación, vida e imaginación.
«Me propuse descifrar desde el presente aquel lejano Brooklyn, mirarlo desde dentro, pasear por él de un modo diferente, reordenar los materiales con los que en su día había trabajado. ¿De qué formas Brooklyn y yo ya no éramos los mismos?».
LENGUA: Acerca de esto, la clave sobre el modo en que la realidad y la ficción interaccionan en el libro quizá esté sintetizada en la frase «esto hubo de ocurrir para que tuviera el impulso de inventarlo».
Jonathan Lethem: Sí, la ficción no dice la verdad y no se sostiene en testimonios directos, pero paradójicamente alcanza algún tipo de verdad formulando una mentira, generando una ilusión. En ella las cosas deben sonar factuales y alcanzar una grado de honestidad más intenso que el la verdad a partir de poner el acento tanto en lo filosófico como en lo emocional. La verdad de la ficción debe proyectar una luz más profunda y fuerte que la de la verdad de los hechos.
LENGUA: Volvamos al proceso de documentación. ¿Puede detallarnos un poco más en qué consistió?
Jonathan Lethem: Un hecho peculiar sobre este libro es que lo concebí y empecé a documentarme sobre él justo antes de que la COVID-19 nos obligara a confinarnos. Mi idea original fue que visitaría Nueva York con frecuencia -actualmente resido en California- para ir conversando y entrevistando a un amplio listado de fuentes que había ido compilando y contactando, compuesta básicamente de viejos amigos y enemigos, así como de sus respectivos padres y hermanos. En resumen, todos aquellos presentes en la escena del crimen, es decir, en el Brooklyn de los años setenta al que quería volver principalmente. Pero tras un rastreo minucioso y sistemático de los mismos, llegó el encierro y no pude acudir a Nueva York a verlos en persona, teniendo que trasladar la operación a Zoom o al teléfono. Lo que al principio me pareció un revés y una molestia devino finalmente una ganancia enorme. Cuando el mundo se detuvo, si tenías la fortuna suficiente de no encontrarte enfermo o cuidando de uno, o con un ser querido en el hospital, se abrió un periodo de reflexión profundo. Mucha gente -y quizá especialmente los de cincuenta y muchos, como yo en aquellos momentos y tantos otros de mi generación a los que iba a recurrir para el libro- empezó a formularse preguntas tan difíciles como significativas. ¿Quién soy? ¿Cómo ha sido mi vida? ¿Cómo he llegado hasta aquí? ¿Cómo quiero pasar el tiempo que me queda? La situación de emergencia sacó al filósofo que todos llevamos dentro. Esta coyuntura fue como viento en las velas del proyecto pues el conjunto de personas con las que conversé de cara a recoger su testimonio, gente con la que había crecido, ido al colegio y compartido mil cosas, se abrieron de un modo que no habría sido posible en circunstancias normales. No sólo todo el mundo disponía de una barbaridad de tiempo para conversar gracias a la cuarentena, sino que su ánimo para escarbar en sus recuerdos y pensar a fondo en sus vidas se traducía en un material de ensueño para la novela.
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Jonathan Lethem. Crédito: Ian Byers Gamber.
LENGUA: A mi parecer, Brooklyn, una novela criminal es tanto una carta de amor como un panegírico. ¿Sus intenciones iban por este camino?
Jonathan Lethem: Mi relación con Brooklyn siempre ha tenido un carácter agridulce. El amor y el desamor, la alegría y la tristeza, la comunión y la pérdida, son emociones, sentimientos y sensaciones que me han acompañado desde mucho antes de que fuera escritor y pudiera ponerlos en palabras. A lo largo de mi vida he necesitado escapar de ella para descubrirme echándola terriblemente de menos desde la distancia, me ha provocado un sentido de pertenencia fortísimo y un desencanto doloroso que me ha llevado a hacer las maletas. Quererla a muerte y salir huyendo de ella de forma despavorida son dos caras de la misma moneda.
LENGUA: En su último libro vuelve a los planteamientos y mecanismos del género detectivesco. ¿Qué le aporta para explicar esta recurrencia?
Jonathan Lethem: El modo en que el género detectivesco organiza y estructura una historia supone una herramienta muy versátil a la que es cierto que he vuelto de forma reiterada a lo largo de mi bibliografía. Cuando mis argumentos lidian con momentos complejos, situaciones de difícil descernimiento, sensaciones ambiguas o incluso misterios que bordean lo esotérico, encuentro que resulta muy útil acudir o apoyarse en la imagen del investigador que intenta recopilar pistas de cara a juntar las piezas de un relato fragmentado y críptico. Por descontado, mis detectives, reales o aficionados, siempre fallan, les es imposible reconstruir el rompecabezas, sólo les queda el consuelo de lo excitante que les resulta el trayecto. Sin embargo, son figuras que galvanizan la atención del lector o espectador, nos identificamos con su deseo de procurar entender algo que se nos escapa, hallar la solución a un enigma. Y Brooklyn es sin duda un gran enigma.
«En el Brooklyn de mi juventud todos nos sentíamos dentro de un mundo definido por la criminalidad. La pregunta que atraviesa la novela no es si podías liberarte de esa idea, paradigma o principio, sino cuál era tu relación con la misma».
LENGUA: Y, como muestra desde el mismo titular, un lugar indisociable del crimen.
Jonathan Lethem: Crecí en un ambiente en el que la metáfora más a mano para expresar nuestra realidad diaria era el crimen. En el Brooklyn de mi juventud todos nos sentíamos dentro de un mundo definido por la criminalidad. La pregunta que atraviesa la novela no es si podías liberarte de esa idea, paradigma o principio, sino cuál era tu relación con la misma. ¿Eras una víctima o un perpetrador? ¿O quizá combinabas ambos roles? No me cabe duda de que la conclusión a la que quería que llegara el lector al cerrar el libro es que todos fuimos ambas cosas. A estos dos papeles se sumaba el de testigo, es decir, que uno ejecutaba, recibía u observaba. Vivir en Brooklyn en los años setenta era verse forzado a saltar de uno a otro sin descanso.
LENGUA: Desde el principio, presenta Brooklyn, una novela criminal como una investigación a la que todos los lectores están convocados. ¿Qué buscaba con este enfoque?
Jonathan Lethem: He escrito tres novelas con detectives profesionales porque es un formato muy tradicional y atractivo, donde late esa belleza que nace de la expectativa y la predictibilidad. Con Brooklyn, una novela criminal busqué algo diferente porque el detective que promete el libro no aparece, no gratifico ese deseo avanzado por el título, animando al lector a que asuma su cometido. Pero ni siquiera esta invitación queda expresada con claridad, no supone una necesidad evidente. Pienso que cada lector debe llegar a su propia conclusión, asignarse el trabajo a medida que avanza con la lectura si ese es su deseo. De alguna manera juego con él, le tiendo una trampa susurrándole al oído: «creo que tú deberías encargarte de este trabajo».
LENGUA: El lector no deja de interrogarse sobre a qué crimen hace referencia el título porque encontramos diversos crímenes menores pero el grande, aquel llamado a recorrer y vertebrar todo el libro, parece más abierto a interpretación, quizá incluso sólo sea de carácter simbólico. ¿Está de acuerdo?
Jonathan Lethem: Sí. La idea era dejar la cuestión abierta al lector. Si parece que me inclino hacia alguna interpretación en concreto, sólo debería entenderse como una entre muchas posibles.

Jonathan Lethem en Milán en el año 2010. Crédito: Getty Images.
LENGUA: Una de las particularidades del libro es la forma en que se mueve constantemente de un concepto abstracto, una idea o teoría, a una experiencia muy vívida que por lo general acontece en la calle. Pensamiento y acción están muy juntas, inmersas en una suerte de intercambio constante.
Jonathan Lethem: El método del libro, por así decirlo, consiste en irse dividiendo de forma permanente entre el mundo interior/la mente/el lenguaje y algo más teatral que abarca el comportamiento, la conversación, las anécdotas, las bromas, el encuentro entre los personajes y la violencia. He agudizado este péndulo que bascula todo el rato de lo filosófico a lo teatral, por simplificar la cuestión en dos extremos. Otra de mis propósitos con el libro fue conseguir que el lector se sintiera como si estuviera sentado a la barra de un bar y al lado tuviera a un plasta que de tanto en tanto le sorprende con ideas muy profundas o teorías paranoicas fascinantes, alguien que cuando estás a punto de salir corriendo suelta un chiste o un apunte ingenioso que provoca que vuelvas a sentirte atraído hacia su órbita. De modo que le aguantas una historia más porque nunca sabes cuándo te va a revelar algo importante, te va a hacer reír o te va a asustar. Quería volcar esta musicalidad desconcertante y este ritmo sorprendente en la novela, que reprodujera todas las voces que se habían quedado aleteando dentro de mi cabeza tras conversar con tantísima gente durante el proceso de documentación.
LENGUA: Actualmente reparte su tiempo entre Los Ángeles y Maine. ¿No añora Brooklyn?
Jonathan Lethem: Es parte de mi vida y vuelvo con frecuencia pero ya no dispongo de un hogar ahí. Ha cambiado tanto en los últimos tiempos que me cuesta reconocerlo. Mi problema cuando lo visito es que sólo lo veo como era antes, me resulta muy difícil conectar y comprender su presente. En un momento de la novela, un personaje comenta que el lugar ya no les pertenece porque, aun estando físicamente ahí, se han quedado anclados en el pasado, sienten como si el presente los hubiera dejado atrás. Como comentaba antes, me he pasado la vida escapando de él y regresando. Lo que tengo comprobado es que escribo mejor sobre Brooklyn cuando he puesto tierra de por medio. Gran parte de La fortaleza de la soledad la completé en Toronto y este nuevo libro se confeccionó mayoritariamente en California. Imagino que la distancia me facilita desplegar el pequeño diorama mental que conservo del lugar.
«Quería volcar esta musicalidad desconcertante y este ritmo sorprendente en la novela, que reprodujera todas las voces que se habían quedado aleteando dentro de mi cabeza tras conversar con tantísima gente durante el proceso de documentación».
LENGUA: ¿Podríamos decir que Brooklyn, novela criminal conforma una especie de trilogía con Huérfanos de Brooklyn y La fortaleza de la soledad, o que cuando menos las tres dialogan o tienen puntos de contacto significativos?
Jonathan Lethem: Digamos que existe un trilogía, pero está en marcha, ya que el título que la cerrará sólo es por el momento un proyecto a largo plazo que pulula por mi cabeza. Diría que Huérfanos de Brooklyn se relaciona con esta trilogía de la misma manera en que El Hobbit lo hace con El Señor de los Anillos. Lo que está claro es que Brooklyn seguirá alimentando mi obra.
LENGUA: Debo preguntarle si El Susurrero de la novela es una persona real y si lo del sótano misterioso en el que Lovecraft habría dejado textos muy valiosos es real, inventado o una leyenda urbana.
Jonathan Lethem: El personaje de El Susurrero lo construí a partir de diversas personas, en especial de una cuyas peroratas -donde lo confesional se mezclaba fatalmente con lo obsesivo- sufrí en varios garitos y calles de Brooklyn, aunque también debo confesar que una pequeña parte de él sale de mí. Lo del sótano de Lovecraft era un rumor que circulaba con fuerza por el condado y una de sus posibles ubicaciones se hallaba en una librería de segunda mano en la que trabajé. Parece ser que Lovecraft odiaba Brooklyn y la posibilidad de que dejara atrás algunos inéditos y papeles varios antes de salir por piernas es uno de los múltiples misterios que anidan en la novela.
LENGUA: Con lo cinéfilo que es, ¿no se siente atraído por adaptar para el cine o la televisión alguno de sus libros o proyectos ajenos que admire?
Jonathan Lethem: He rechazado todas las propuestas que me han llegado porque siento que aún me quedan varios libros por escribir y quiero que ellos sean mi prioridad.
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