Susana Martín Gijón: Sevilla tiene un color (negro, negrísimo) especial
Tras consolidar Sevilla como un escenario de alto voltaje en su trilogía sobre la inspectora Camino Vargas (a saber: «Progenie», «Especie» y «Planeta»), Susana Martín Gijón sigue explorando el filón literario de su ciudad natal en «La Babilonia, 1580» (Alfaguara). Sin embargo, en esta ocasión lo hace a través de un «thriller» histórico que nos transporta a finales del siglo XVI, un periodo de tinieblas y esplendor que la autora llena de peripecias, tensión, fervorosa ambientación y mensaje feminista.
Por Antonio Lozano
-Emilio-Morales.jpg)
Susana Martín Gijón. Crédito: Emilio Morales.
En los intersticios de las relaciones internacionales, de las organizaciones en pro de los derechos humanos y del asesoramiento jurídico seguramente abunden brotes de historias turbias sobradamente capaces de convertirse en novelas negras y thrillers estimulantes, una vez pasadas por el tamiz de la ficción. Sin embargo, pocos trabajadores de esos ámbitos dan el paso. Susana Martín Gijón (Sevilla, 1981) sí lo hizo. Con un currículum repleto de altas responsabilidades en instituciones definidas por el compromiso social y la ayuda al desfavorecido, no es de extrañar que su salto a la literatura se apartara de los caminos más trillados para sostenerse en la figura de Annika Kaunda, la protagonista de su primera novela (Más que cuerpos, 2013), una agente de policía de raíces namibias afincada en Extremadura y especializada en las diferentes formas de abuso practicadas contra las mujeres.
Siete años después, la autora inauguraría una nueva serie que supondría un salto de madurez y que le reportaría una enorme popularidad. Puede decirse que el personaje de la inspectora Camino Vargas, jefa del Grupo de Homicidios de Sevilla, potenció como nunca antes las prestaciones de la capital andaluza para el género negro y el thriller. Publicadas entre 2019 y 2022, Progenie, Especie y Planeta han lidiado con asesinos escurridizos y espeluznantes, mientras su protagonista se endurecía y navegaba entre la vulnerabilidad y la resolución, dejando de nuevo claro que a su creadora la anima tanto entretenernos con descensos a los infiernos como denunciar algunas de las peores lacras de nuestra sociedad.
Cuando lo más fácil habría supuesto prolongar el ciclo, Martín Gijón ha arriesgado con su primera incursión en la novela histórica, La Babilonia, 1580 (Alfaguara), donde dos antiguas amigas -una prostituta y una monja de clausura- investigarán el brutal asesinato de una tercera y por el camino desenterrarán secretos de órdago. Construida a partir de una documentación prodigiosa que nos transporta por todos los rincones, ambientes y estratos sociales de una Sevilla que es a un tiempo orgullosa capital del comercio entre el Viejo y el Nuevo Mundo y tenebrosa ejecutora de los designios del Santo Oficio, la obra supone una experiencia inmersiva en la que hierven multitud de personajes envueltos en una maraña de conspiración y terror.
LENGUA: Te licenciaste en Derecho y te especializaste en Cooperación Internacional. ¿Fue vocacional o más bien fruto de la tradición familiar o quizá de algo más azaroso?
Susana Martín Gijón: Pude estudiar la carrera de Derecho gracias al esfuerzo de mis padres, que nunca gozaron de las oportunidades que yo sí tuve. La especialización en derechos humanos y en cooperación internacional supongo que también se la debo a ellos, por inculcarme los valores de igualdad y justicia social.
Sevilla, año del Señor de 1580
LENGUA: En tu inclinación por la novela negra sí que se ha repetido el ascendente de tu madre y de tu abuela. ¿En qué consistió exactamente?
Susana Martín Gijón: Mi abuela era una lectora apasionada de las novelas criminales, en especial de las de Agatha Christie y Arthur Conan Doyle, y eso me lo transmitió, pues yo iba detrás leyendo lo que ella terminaba. En cuanto a mi madre, era y es una lectora voraz y entusiasta, y en mi casa nunca faltaban nuevos libros, ya fueran de la librería o de la biblioteca.
LENGUA: Desde tus primeras novelas se hace patente la importancia que concedes a la denuncia social, descollando temas como la violencia contra las mujeres y las problemáticas del inmigrante. ¿Sin moral no hay género negro?
Susana Martín Gijón: Para mí, la denuncia social es un ingrediente sustancial de la novela negra. Si no lo hay, será otra cosa; puede que un thriller, en algunos casos una novela macabra, casi siempre criminal, pero no entrará dentro de esa categoría. En mi caso y como escritora, escojo temas que me preocupan como ciudadana y que en muchos casos no han sido aún abordados desde el género.
LENGUA: ¿Por qué un thriller histórico ahora? ¿La historia te encontró o fuiste a por ella porque el género llevaba tiempo llamándote la atención?
Susana Martín Gijón: La novela histórica es uno de los géneros que siempre me han atraído. Te enriquece como lectora al tiempo que te ofrece una historia en la que sumergirte. Tras una decena de novelas ambientadas en la época actual, sentí que llegó el momento. Pero sí, de alguna forma esta historia me encontró a mí.
LENGUA: Más allá de la documentación y la necesidad de cierto rigor histórico, ¿qué grandes desafíos te planteó aplicar semejante salto atrás en el tiempo a una trama negra/thriller?
Susana Martín Gijón: Esos fueron los grandes retos, desde luego. Hasta no comprender y tener bien interiorizada la época, no sentía que pudiera encontrar mi voz de escritora, la que tanto yo misma como mis lectores ya reconocen. A partir de ahí, la escritura fluyó sin pausa.
-Emilio-Morales.jpg)
Susana Martín Gijón. Crédito: Emilio Morales.
LENGUA: En el centro del relato colocas a dos mujeres, antaño amigas de la infancia, que a priori no podían ser más opuestas: una prostituta y una monja de clausura. ¿Qué juego querías extraerle al contraste y qué nos dicen de la situación de la mujer en la época?
Susana Martín Gijón: Las dos parten de un pasado común terrible, huérfanas supervivientes de Triana, por entonces uno de los arrabales más desamparados. Y las dos han logrado sobrevivir y hacerlo sin supeditarse al dominio de un marido, pero no han dejado de pagar un alto precio: la venta de su cuerpo en el caso de Damiana y la renuncia a su nombre y a su libertad en el de sor Catalina. La situación de las mujeres era asfixiante en cualquier caso, no había salida posible de la jaula. Pero había mujeres tercas y valientes que anteponían su determinación a cualquier circunstancia.
LENGUA: Háblanos un poco de tu esforzada labor con la prosa. No solo debiste familiarizarte con la jerga de la época y con lenguajes especializados, sino que en muchos momentos le imprimes mucho detallismo y vigor para transportarnos al bullicio de las calles sevillanas.
Susana Martín Gijón: He hecho todo lo posible para meter al lector en una máquina del tiempo. Y para trasladarlo a esa época, hay que tirar no solo de prosa, sino de sensaciones. Por eso más allá del intenso trabajo de estudio e investigación, yo misma he recorrido cada una de esas calles e incluso me he enrolado en la réplica de un galeón como la Soberbia.
LENGUA: ¿Qué te impulsó a apostar por la fórmula del manuscrito encontrado?
Susana Martín Gijón: Es un homenaje a todos esos clásicos que hago desde el humor y la admiración, pero también una técnica que utilizó para visibilizar a una escritora insigne que mereció mucho más reconocimiento del que tiene.
«La denuncia social es un ingrediente sustancial de la novela negra. Si no lo hay, será otra cosa; puede que un thriller, en algunos casos una novela macabra, casi siempre criminal, pero no entrará dentro de esa categoría».
LENGUA: ¿Qué aspectos de la Sevilla de finales del siglo XVI te sorprendieron más durante el proceso de documentación?
Susana Martín Gijón: Algo que no dejó de llamarme la atención fue la violencia y el salvajismo tan interiorizado de la época. Una cosa es imaginarlo y otra constatarlo a través de los textos. También hasta qué punto pueden hacerse paralelismos con la actualidad porque, aunque afortunadamente en menor grado, seguimos arrastrando el lastre de algunas de las caras más oscuras de esa sociedad. La hipocresía, la corrupción, la desigualdad o la doble moral. Igual no hemos evolucionado tanto como pensamos.
LENGUA: Explícanos un poco el sentido de la dedicatoria: «A todas las mujeres que no hicieron historia».
Susana Martín Gijón: Parte de la necesidad de restitución del lugar que la historia les ha arrebatado a tantas mujeres carentes de derechos y de oportunidades que, de haberlas tenido, habrían dejado su huella. Por eso en el texto encontramos a Damiana y Carlina, que representan capas de la sociedad a las que no se les ha dado el protagonismo. Dos mujeres anónimas, peces fuera del agua de un mundo que no estaba pensado para ellas. También va por mujeres que existieron con nombre y apellidos, como María Salazar de Torres (sor María de San José), la priora favorita de santa Teresa y talentosa pluma a la altura de los más renombrados autores del Siglo de Oro pero que ni siquiera se menciona en los libros de texto. En La Babilonia, 1580 tendrá un papel esencial.
-Emilio-Morales.jpg)
Susana Martín Gijón. Crédito: Emilio Morales.
LENGUA: De nuevo Sevilla es el escenario de una de tus novelas. ¿Qué crees que la hace tan rica y especial a la hora de situar en ella una novela negra o un thriller?
Susana Martín Gijón: Sevilla es una ciudad fascinante que por sus circunstancias reúne los ingredientes perfectos para la novela negra. Pero es que además el siglo XVI es la época más golosa para cualquier escritor. Su etapa de máximo esplendor con el monopolio del comercio de Indias a través de su puerto, capital comercial del Viejo y el Nuevo Mundo, con una población que había crecido de forma exorbitada en las últimas décadas y, fruto de todo ello, una miseria feroz que contrastaba con las casas palaciegas y con el brillo deslumbrante de los cargamentos de oro y plata que entraban por su río. Quizá las desigualdades que hoy imperan traigan causa aún de aquella época.
LENGUA: ¿Planeas recuperar el personaje de la inspectora Carmina Vargas o en estos momentos te atraen más caminos como el representado por La Babilonia, 1850?
Susana Martín Gijón: Lo cierto es que ambos me atraen. La ambientación actual me permite ahondar en temas que nos atañen en este momento y lugar, como he hecho en cada una de las entregas de la saga de Camino, pero escarbar en nuestro pasado me ofrece la posibilidad de encontrar ese de dónde venimos que sirve para entender mejor la sociedad actual y sus fallas.
«Aunque en menor grado, hoy seguimos arrastrando el lastre de algunas de las caras más oscuras de la sociedad del siglo XVI: la hipocresía, la corrupción, la desigualdad o la doble moral».
LENGUA: Formaste parte del elenco de guionistas de La novia gitana. ¿Cómo valoras la experiencia? ¿Te involucrarías en la adaptación de tus propias novelas?
Susana Martín Gijón: Fue una experiencia muy enriquecedora que me ayudó a crecer en mi faceta de guionista, poniéndome en la piel de unos personajes que no había construido yo y haciéndolo además en una gran producción como esa.
LENGUA: El año pasado disfrutaste de una beca para incentivar la conciencia ecológica en una residencia literaria de México. ¿Cuánto tiempo te deja la literatura para volcarte en proyectos de cooperación y de otra suerte?
Susana Martín Gijón: Intento conciliar ambos, como fue el caso. Las y los escritores tenemos una herramienta muy potente, ese altavoz que nos dan nuestras letras, y puede usarse para ayudar a tomar conciencia de los problemas de nuestro tiempo, primer paso para hacer algo al respecto.
OTROS CONTENIDOS DE INTERÉS:
Carmen Mola y los límites de la novela negra
Corrupción en la India: Deepti Kappor y los vicios de un país envenenado
Pierre Lemaitre contra el tiempo: apuntes del novelista que quiere llegar a ser
Contracultura y novela negra: Sandrone Dazieri y el nuevo «giallo»
Laura Lippman o el «thriller» como método de agitación social
Alex Michaelides y el siniestro arte de llevar a los dioses al diván
Novela negra y de suspense: siete nombres clave para entender el «thriller» actual