Pierre Lemaitre contra el tiempo: apuntes del novelista que quiere llegar a ser
Con prisas confesas porque llegar tarde a la literatura le fuerza ahora a recuperar el tiempo perdido, Pierre Lemaitre vive inmerso en un febril (y feliz) proceso creativo del que en España acaba de publicarse el penúltimo episodio, «El ancho mundo» (Salamandra), novela histórica de motor folletinesco. Inundado a proyectos que no contemplan la vuelta a la ficción de crímenes, la aparición el año pasado de «La gran serpiente» -su primera novela policíaca- y de «Diccionario apasionado de la novela negra» llenan el vacío.
Por Antonio Lozano

Pierre Lemaitre en París en 2016. Crédito: Getty Images.
Pierre Lemaitre (París, 1951) llegó a la literatura con 56 años pero ya ha conseguido sorprender al mundo literario por lo menos en tres ocasiones: aportando una mirada fresca al género policíaco con su ciclo dedicado al comisario enano Camille Verhoeven -Irène, Alex, Rosy & John y Camille- y más adelante al thriller con los títulos Vestido de novia, Recursos inhumanos y La gran serpiente; ganando el Premio Goncourt a partir de una relectura contemporánea del folletín con Nos vemos allá arriba (2013); y entrando en una espiral de creatividad y ambición en la última década, a lo largo de la cual ha completado la trilogía sobre el periodo de entreguerras bautizada como Los hijos del desastre (que conforman, junto al título anterior, Los colores del incendio y El espejo de nuestras penas) y se encuentra inmerso en una tetralogía que seguirá los avatares de un mismo clan familiar, los Pelletier, desde finales de la Segunda Guerra Mundial hasta 1956. El ancho mundo abre el fuego llevándonos al Beirut, Saigón y París de 1948 para vivir infinidad de peripecias, conflictos e historias de amor en una confesa traslación de los mecanismos del folletín a escenarios contemporáneos. El pasado enero apareció en Francia el segundo volumen, El silencio y la cólera, y el autor, que trabaja actualmente en el tercero, ha expresado su deseo de ponerse seguidamente con una trilogía, que se extendería desde los años 70 hasta la caída del Muro de Berlín.
Ante el anuncio de que este encadenamiento de frescos históricos digno de un Balzac o de un Dumas le va a impedir regresar a las ficciones de crímenes, queda el consuelo de acudir a su Diccionario apasionado de la novela negra (2022), un repaso personal a sus filias y fobias como amante del género negro y del thriller que reúne un saber enciclopédico y sirve de profusa guía de recomendaciones.
Lemaitre habló con LENGUA en un hotel de Barcelona durante su extenuante gira promocional por Europa -a sus 72 años exhibe una energía descomunal para escribir y defender lo escrito- demostrando su proverbial sentido del humor.
LENGUA: Uno se apresura a creer que un estudiante de Psicología tendrá algo ganado a la hora de sentarse a retratar personajes, pero no sé si es una idea simplista y perezosa.
Pierre Lemaitre: Un poco simplista, sí, porque, si bien no he llevado a cabo ningún estudio para verificarlo, tengo la sensación de que si consigo hacer un buen retrato de personajes es gracias a mi experiencia de la vida, a mi edad, que no a mis estudios. Para ser novelista necesitas tener una cierta intuición respecto a la psicología de las personas. Una novela se basa ante todo en el hecho de que los personajes sean complejos, y si no posees un cierto don intuitivo para leer a las personas, aunque tu formación sea óptima, no conseguirás darles relieve.
LENGUA: ¿Y usted dio muestras tempranas de poseer este don?
Pierre Lemaitre: No, pero sí que construía ficciones de manera permanente. No es que fuera especialmente visionario respecto al carácter de la gente, pero lo que no podía evitar hacer en todo momento era imaginar un poco qué historia había llevado a ese desconocido con el que me cruzaba por azar a ese preciso lugar en ese preciso momento, al tiempo que me preguntaba qué sería de su vida a continuación. Un ejemplo tonto. Si veía a alguien caerse, me preguntaba de dónde venía y qué había hecho para acabar en el suelo exactamente ahí y justo entonces. Fue pues más esta pulsión por fabricar historias dentro de mi cabeza lo que me convirtió en novelista.
Beirut, París, Saigón, 1948...
LENGUA: Empezar tardíamente a publicar… (interrumpe con fingida cara de sorpresa)
Pierre Lemaitre: Bueno, bueno, 56 años, no es tan tarde, eh. Si sigues así me levanto y me voy (ríe).
LENGUA: Reformulemos, ¿por qué no fue un autor temprano?
Pierre Lemaitre: ¿Qué versión escojo de todas las que he ido dando a lo largo de mi vida? La última, venga. No, en serio. Siempre había tenido ganas de ser escritor, pero procedo de un entorno muy humilde en el que esté tipo de ambiciones no tocaban, no estaban permitidas. Ojo, mis padres hubieran soñado con tener un hijo novelista, pero mi origen social me encaminaba hacia el sector terciario, en plan administrativo en una compañía de seguros. Como explica el sociólogo Pierre Bourdie, nacemos con un capital cultural que te permite tomar ciertas vías al tiempo que te ciega otras. Pero yo estudié Psicología, empecé a dar clases de literatura…, y así, poco a poco, la actividad que me permitía ganarme la vida fue haciéndose cerebral, esto es, intelectual. El paso siguiente consistió en que yo mismo necesité cambiar de clase para autorizarme a convertirme en escritor. En definitiva, acabé convertido en un intelectual, algo que mis padres no eran en absoluto, y a partir del momento en que pude acceder al estatus de intelectual, me pude imaginar algo como una carrera novelística, la ambición recibió autorización, por así decirlo. Después hay otra cosa, yo llego tarde a todo, cuanto he hecho en mi vida lo he hecho un poco tarde: casarme, tener hijos, cambiar de profesión… Por algún motivo que se me escapa soy muy lento. Luego, claro, es todo prisa, prisa, prisa. Me queda poco tiempo para escribir todo lo que quiero.
«Si veía a alguien caerse, me preguntaba de dónde venía y qué había hecho para acabar en el suelo exactamente ahí y justo entonces. Fue pues más esta pulsión por fabricar historias dentro de mi cabeza lo que me convirtió en novelista».
LENGUA: ¿Cómo cree que se ha beneficiado su literatura de empezar a publicar a los 56 años?
Pierre Lemaitre: El recorrido vital, el tiempo en sí, facilitan el proceso de fabricación de historias. Para empezar, por el simple hecho de que dispones de un stock de experiencias de las que tirar. A los 56 cuentas con una reserva de historias incomparablemente más grande que a los 26. Aquí radica la diferencia entre el novelista y el poeta. Los buenos poetas son jóvenes mientras que los buenos novelistas son mayores. Es lo único que nos separa a Rimbaud y a mí (risas).
LENGUA: ¿Cuándo empezó con este ciclo tenía en mente reformular el folletín de una manera personal?
Pierre Lemaitre: En absoluto. Mi motor no es nunca cuestionar los modelos, simplemente los sitúo en la contemporaneidad. El folletín es un sistema narrativo antiguo y lo podemos trasponer a la actualidad para convertirlo en una herramienta contemporánea. El modelo sigue funcionando a la perfección si lo adaptas a los códigos del presente.
LENGUA: ¿Qué posibilidades que brinda el género se le antojan más atractivas?
Pierre Lemaitre: Durante mucho tiempo, la literatura francesa ha sido muy psicológica, a veces diría que incluso un punto narcisista, una literatura anticuada y superada, centrada en explicar historias pero no de una manera muy noble. Esto es una herencia histórica de las letras francesas. Pero yo vengo de unos orígenes literarios que se basan en el principio de contar historias, he ido un poco a contracorriente, pero es que si quieres contar historias has de acudir a métodos narrativos que sean eficaces a la hora de hacerlo. Y uno de los más eficaces ha sido el folletín, por su capacidad de generar tramas que agarren al lector por el pescuezo. Es por esto que en 2013, pese a que yo soy un outsider total, gano el Goncourt, contra todo pronóstico, para sorpresa de todos y solo después de haber vendido 200.000 ejemplares. Resultó que había un público que estaba disfrutando con las historias que le contaba un cierto tipo y la academia Goncourt tuvo a bien reconocer la existencia de esos lectores, deseosos de reconectar con determinada tradición literaria. Al menos así es como yo lo recuerdo o como me lo he montado en mi cabeza.

Pierre Lemaitre. Crédito: Marta Calvo.
LENGUA: La Comedia Humana de Balzac está en boca de todos a la hora de definir este ciclo literario, pero me pregunto en qué precedentes o influencias se reconoce más.
Pierre Lemaitre: Por un lado, recupero el modelo de Balzac porque me parece que es el que más se ajusta a mi proyecto. Su método de construcción me interesaba mucho más que sus ficciones. Por otro lado, el escritor adulto que ahora soy es el heredero directo del niño lector que fui. Para mí escribir es recuperar el placer de contar el tipo de historias que me apasionaba leer de pequeño, es un intento por conectar desde el otro lado con la alegría que trajo a mi vida descubrir Los tres mosqueteros. Las principales referencias detrás de mis novelas son del siglo XIX: Hugo, Dumas, Stevenson… Todo está ahí. No somos conscientes de la potencia de atracción que siguen encerrando estas historias. El Conde de Montecristo o Los miserables son capaces de convertir a un señor de 70 años en un chaval de 16.
«Yo llego tarde a todo, cuanto he hecho en mi vida lo he hecho un poco tarde: casarme, tener hijos, cambiar de profesión… Por algún motivo que se me escapa soy muy lento. Luego, claro, es todo prisa, prisa, prisa. Me queda poco tiempo para escribir todo lo que quiero».
LENGUA: ¿Hasta qué puntos anima el ciclo el deseo de destapar aspectos ocultos, controvertidos o por lo menos poco conocidos de la historia reciente de Francia como, por ejemplo, el papel de los legionarios franceses en Saigón en El ancho mundo?
Pierre Lemaitre: Hablamos de una pura necesidad técnica, no de un deseo intelectual. Cuando te decantas por una historia, entre las cosas que te preguntas está para qué sirve contar esa historia en concreto. ¿Qué voy a encontrar a finales de la Primera Guerra Mundial que me va a impulsar a escribir la novela? Pero la primera pregunta es dónde radica el valor añadido que yo poseo respecto a todos los que me han precedido a la hora de abordar este mismo tema. Rápidamente llegué a la conclusión de que no es que yo fuera particularmente original como para permitirme agarrar cualquier tema con la certidumbre de que serviría para algo. De cara a ilustrarlo: cuando en mi modesto recorrido por el siglo XX llego a la Segunda Guerra Mundial, tengo a mi disposición miles de libros sobre la Resistencia y la Ocupación, ¿qué puedo aportar que no se haya dicho ya? ¡Nos lo sabemos de memoria! Reflexionemos pues acerca de dónde hallar algo que le sorprenda tanto al lector como a mí. Oiga, escribir una novela es algo muy largo y hay gente que ni siquiera es capaz de escribir una novela mala porque requiere mucho tiempo. Y pasarse mucho tiempo en una historia que no se te haga original puede ser un infierno. La única manera de gozar del proceso es tener novedades y sorprenderte. De modo que no busco lo oculto o lo marginal en el relato histórico por sí mismo, sino que, de aparecer, forma parte de ese cálculo estratégico de eficacia que me garantice que voy a poder resistir durante largos meses la escritura de la jodida novela (risas).
«Las principales referencias detrás de mis novelas son del siglo XIX: Hugo, Dumas, Stevenson… Todo está ahí. No somos conscientes de la potencia de atracción que siguen encerrando estas historias. El Conde de Montecristo o Los miserables son capaces de convertir a un señor de 70 años en un chaval de 16».
LENGUA: ¿La documentación es infierno o diversión?
Pierre Lemaitre: No la disfruto especialmente, es verdad que me procura lecturas placenteras y formativas pero, si pudiera hacer novelas que me la ahorrasen, estaría feliz porque me lleva muchísimo tiempo, un tiempo que preferiría dedicar a trabajar la trama y los personajes. Lo hago con gusto, ojo, pero la sacrificaría encantado.
LENGUA: Tengo la intuición de que con lo que mejor se lo pasa es con el retrato de los personajes.
Pierre Lemaitre: No conozco ninguna novela bien hecha que no se base en la potencia de los personajes. Cojamos a Agatha Christie, por ejemplo, en sus novelas encontramos mecánicas intrigantes perfectamente engrasadas y motores narrativos de primera pero ahí no hay ningún personaje que te provoque emociones, son historias puramente intelectuales. La literatura convence cuando fabrica emociones y estas solo llegan siempre por los personajes, no por la intriga.

Pierre Lemaitre. Crédito: Marta Calvo.
LENGUA: Quería preguntarle acerca de su relación con el rigor histórico, ¿la imaginación que vuelca en personajes y trama requiere que el momento y los lugares históricos se traten con el mayor respeto?
Pierre Lemaitre: Hablamos de una cuestión moral, no literaria. Vamos a ponernos en la piel de un lector de 17 años. Nunca ha oído hablar de la guerra de Indochina porque no se aborda en los libros escolares, por lo que su única fuente va a ser mi novela. ¡Menuda responsabilidad! Si yo le cuento cualquier tontería, su buena fe como lector hará que me crea. Si decido que puedo hacer lo que me da la gana con la Historia, que carezco de toda responsabilidad, mañana puedo hacer una novela en la que afirme que el Holocausto nunca existió. No sólo sería algo deleznable, sino que entraría en flagrante contradicción con quien yo soy como persona. Volviendo al principio, todo esto significa pues que tengo una responsabilidad como novelista que es más moral que literaria. Que de vez en cuando cuele apuntes históricos que no son ciertos, sí, puede pasar en cualquier página, pero no es nada que ponga en riesgo mi responsabilidad moral. Presto atención a la verdad histórica porque me siento responsable de lo que escribo, sobre todo de sus consecuencias.
LENGUA: Este proyecto literario tan ambicioso demanda un esfuerzo de vertebración, los títulos son independientes pero siguen una cronología y comparten intereses los unos con los otros. ¿Los ve como los miembros de una sola familia, unidos pero al final cada uno con su propia personalidad, y usted en la piel del patriarca Pelletier, intentando que no se le desboquen y que cada uno acabe tirando por su lado?
Pierre Lemaitre: Me parece una imagen bastante acertada. Podríamos decir que el proyecto literario funciona un poco como una familia, en la que todos sus miembros están vinculados por los hechos históricos pero, en paralelo, cada volumen es autónomo. La pregunta era larga pero la respuesta puede se corta: sí (risas).
LENGUA: ¿Sin qué rasgo de su carácter no podría haber hecho frente a un fresco así de descomunal?
Pierre Lemaitre: Soy una persona muy organizada y estructurada, forma parte de mi naturaleza. El hecho de que por carácter sea alguien que anticipa mucho las cosas me ayuda mucho a la hora de escribir… Continuamente estoy pensando en mañana, el mes que viene, el año próximo… es mi manera de ser en la vida en general. Semejante neurosis me permite diseñar a largo plazo las novelas.
LENGUA: ¿Más allá del tesón y de la disciplina, cuáles cree que son los motores que permiten sostener la escritura de un ciclo así de colosal?
Pierre Lemaitre: La densidad de los acontecimientos narrativos. Si despliegas cualquiera de mis novelas, advertirás que hay muchos episodios y acontecimientos. Esta variedad mantiene el agua hirviendo, el fuego siempre está encendido al mínimo, pero nunca se apaga. En estos momentos, me inquieta que me encuentro al final de la primera parte de la nueva novela -la tercera entrega de la tetralogía- pero ya llevo escritas 350 por lo que existe el riesgo de que me salga un libro demasiado largo. ¿Y por qué?, me pregunto. Porque pasan demasiadas cosas en las vidas de los personajes, algo que es a la vez señal de calidad y de defecto en mi trabajo.
«Si despliegas cualquiera de mis novelas, advertirás que hay muchos episodios y acontecimientos. Esta variedad mantiene el agua hirviendo, el fuego siempre está encendido al mínimo, pero nunca se apaga».
LENGUA: Sus novelas negras se singularizaban por la ruptura de expectativas y un marcado sentido del humor. ¿Había en ello una voluntad de romper con los rígidos clichés que impone el género?
Pierre Lemaitre: Igual que con el folletín, no pensaba revolucionar nada. Si rompía algunos códigos, no era impulsado por el deseo de renovación sino más bien porque, en ese momento, aquel recurso en concreto se me antojaba eficaz o divertido. Yo no estoy para dar lecciones a la literatura. Si la hago evolucionar de alguna manera, será simplemente por las ganas de ser contemporáneo.
LENGUA: Ha avanzado que en la última entrega del ciclo será policíaca. ¿El género vuelve a tentarle tras declarar que no regresaría a él?
Pierre Lemaitre: Se ha producido una especie de malentendido. Lo que he querido decir es que estos cuatro volúmenes van a explicar una saga familiar y que en cada uno de ellos incluiré una especie de saludo a un género literario diferente. Eso no significa que las novelas respondan en bloque a un registro concreto. Por ejemplo, la novela que escribo ahora es un saludo o guiño a las novelas de espionaje, pero no es sólo una novela de espionaje. Uno de los protagonistas vive una aventura en ese ámbito, pero el conjunto no responde al género. De la misma manera, en la última entrega habrá una línea narrativa negra dentro de un marco mucho mayor.
LENGUA: ¿No hay esperanza pues para los fans de sus novelas policíacas que piden nuevas incursiones?
Pierre Lemaitre: Recuerde lo que le he dicho antes, cada vez me queda menos tiempo y este proyecto va a concentrar todas mis energías. Un no rotundo, désolé (risas).
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