Por qué los primeros emojis se escribían en arcilla y otros porqués de la Historia

José Antonio Lucero

Fragmento

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¿POR QUÉ TU FAMILIA ES MÁS GRANDE DE LO QUE CREES?

No te conozco, pero voy a intentar adivinar algo sobre ti. Tal vez tengas el pelo rubio, ¿no? O a lo mejor es castaño o pelirrojo. Tienes la piel rosada, ¿o quizá morena? ¿Eres una persona alta o más bien de estatura media? Es probable que haya adivinado algo, pero habrá sido un golpe de suerte, porque en realidad no sé cómo eres. Bueno, espera, sí que sé mucho sobre ti, ahora que lo pienso. Sé que tienes una cabeza sobre el cuello. Sé que tienes dos ojos, una nariz y una boca. Y sé que necesitas alimentarte, beber agua y dormir para seguir viviendo. ¿Ves? ¡En realidad, sí que sé muchas cosas sobre ti! Los humanos poseemos la misma fisionomía, sentimos emociones parecidas y tenemos las mismas necesidades.

SIN EMBARGO, ¡TODOS TENEMOS ALGO QUE NOS HACE PRÁCTICAMENTE ÚNICOS EN EL MUNDO!

Mi hermana necesitaba manosear la vieja etiqueta de un peluche para quedarse dormida. Y un primo mío coleccionaba ramitas de perejil. Seguro que tú tienes también algo que compartes con muy pocas personas.

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¿POR QUÉ LOS SERES HUMANOS SOMOS TAN DISTINTOS, PERO A LA VEZ TAN IGUALES?

La razón es muy sencilla: porque pertenecemos a la misma especie, el Homo sapiens.

Somos parte de su gran familia, los homínidos. Sí, sé que, para ti, tu familia son tus padres, tus primos o tus abuelos, pero si nos remontamos atrás, a los tatarabuelos de tus tatarabuelos durante siglos y milenios, nuestra familia era muy pequeñita. Hoy el mundo lo conforman casi 8000 millones de personas, pero hasta hace 70 000 años, la comunidad del Homo sapiens moderno estaba compuesta por apenas miles de individuos. Los europeos, los africanos, los asiáticos y los americanos de hoy en día, tan diferentes entre nosotros, tan enemistados a veces, descendemos de ese puñado de Homo sapiens que surgió en el África oriental hace 200 000 años. Sí, hubo un tiempo en que todas las personas del mundo cabían en lo que hoy es tu barrio.

¿QUIÉN FUE EL PRIMER HOMO SAPIENS?

Arqueólogos, paleontólogos y biólogos llevan décadas estudiando nuestra gran familia, desenterrando huesos y jugando a los detectives para escribir nuestra historia más remota. Sabemos que nuestra especie proviene de África y que tuvo que haber una primera mujer sapiens de la que provenimos todos. Los expertos la llaman Eva, como la del relato bíblico. Eva debía de ser una mujer africana que vivió hace 200 000 años y que presentaba ciertos cambios físicos que la diferenciaban de sus padres, a los que podríamos denominar presapiens.

¿CÓMO SE PRODUJERON ESOS CAMBIOS?

Lo veremos un poco más adelante. Por lo demás, apenas conocemos nada de Eva y tal vez nunca la encontremos. Pero sí sabemos que tenía familia: padres, hermanos y abuelos. Estas personas vivían en comunidades pequeñas, cazaban y recolectaban y se resguardaban en pequeñas cabañas o en cuevas. También utilizaban el fuego para resguardarse del frío, para cocinar carne o para ahuyentar a animales salvajes.

Pero, ojo: los sapiens que descendieron de Eva no estaban solos. Hace 200 000 años, al menos otras cinco especies parecidas a Eva habitaban la Tierra junto a ella. Son nuestros primos los homínidos. Quizá tengamos muchos otros primos más, pero por el momento solo los conocemos a ellos.

¿QUIÉNES SON LOS HOMÍNIDOS?

En primer lugar, estaban el neandertal y el denisovano, que vivían en Europa. También estaba el erectus, que habitaba Asia; y, por último, el luzonensis y el floresiensis, que coexistían en Filipinas e Indonesia, respectivamente. ¿Sabes una cosa del floresiensis? En realidad, vivía en una isla diminuta, la Isla de Flores, y estaba adaptado a su pequeño medio isleño, por lo que medía tan solo un metro de altura. ¡Era como un hobbit de El Señor de los Anillos!

Estas especies habitaban en hasta cuatro continentes, pero todas venían de África, porque África era la casa familiar de todos. Se separaron hace tanto tiempo que ninguna especie conocía a las demás. Aun así, todos ellos venían de un ancestro común. Es decir, compartían un tatarabuelo de un tatarabuelo, y así remontándonos cientos de miles de años. Si Eva era la madre de todos los sapiens, había que ponerle un nombre a la abuela, la nuestra y la de nuestros primos homínidos. Se le puso el nombre de Lucy.

Lucy vivió hace más de tres millones de años en África. Sí, has leído bien, tres millones de años. Esos son muchos años, ¿sabes? Imagina cuántas generaciones han pasado, cuántos tatarabuelos de tatarabuelos. Lucy pertenecía a un género que hemos bautizado como australopiteco, que significa «simio del sur». Vivía en una comunidad de individuos que habitaban en los árboles y que comían frutas o pequeños roedores. Si pudiésemos verlos, diríamos que se parecen mucho a esos monos de los documentales. Pero algo hacía muy especial a Lucy y a los suyos: de vez en cuando, caminaban sobre sus extremidades inferiores y recorrían largas distancias para resguardarse en otro árbol lejano.

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Debido a una mutación genética, la comunidad de Lucy tenía más facilidad para andar sobre dos patas. Pero, no, no estoy diciendo que Lucy fuese un X-Men. Las mutaciones genéticas existen en todas las especies y suelen ser mucho más comunes de lo que crees. De hecho, están detrás de los cambios que poco a poco han ido ocurriendo con el paso de cientos y de miles de generaciones.

¿CÓMO MUTARON LOS HOMÍNIDOS?

Para entender todo eso de las mutaciones, piensa en el día de tu nacimiento. Cuando viniste a este mundo, la naturaleza copió los genes de tus padres y los pegó en tu código genético, como cuando copias y pegas texto en el ordenador. Por eso heredas los genes de tu familia, como ese color de ojos que proviene de tu abuela. Pero de vez en cuando, el código genético no se copia del todo bien y ocurre una mutación.

Vamos a verlo con un ejemplo, aunque sea un poco bruto. Imagina que, de pronto, naces con un tercer ojo. Ahora imagina que ese tercer ojo te hace sobrevivir mejor, pues tienes la oportunidad de ver los peligros desde muy lejos. Tienes una visión privilegiada y, con un tercer ojo, te conviertes también en el rey o la reina del recreo, eso seguro. Tus hijos, que heredarán tu ADN mutado, también tendrán esa ventaja, y también los hijos de tus hijos y los suyos… Al final, ese tercer ojo, estará presente en un montón de individuos con el paso de, digamos, un milenio. A este proceso es a lo que llamamos selección natural. Es decir, es como si la naturaleza seleccionase los genes de algunos individuos, que presentan una mayor ventaja, para que se copiasen más.

Así, los genes de la familia de Lucy, con mayor capacidad para andar sobre dos patas, se copiaron a saco y, con el paso de muchas generaciones y lentos cambios entre ellas, derivaron finalmente en nuevas especies: los homínidos. Nosotros, como sapiens, también somos homínidos, así como nuestros primos. Vaya lío, ¿no?

A ESTA IDEA LA LLAMAMOS «TEORÍA DE LA EVOLUCIÓN».

¿QUÉ ES LA TEORÍA DE LA EVOLUCIÓN?

Sí, ya sé: seguro que cuando oyes evolución piensas enseguida en los Pok

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