Miedo

Osho

Fragmento

Prólogo

Prólogo

LA DIFERENCIA ENTRE UN VALIENTE y un cobarde no radica en que el valiente no sienta miedo y el cobarde sí; no, esa no es la diferencia. Ambos sienten miedo, en la misma medida. Entonces ¿cuál es la diferencia? La diferencia es que el valiente sigue adelante a pesar de su miedo, y al cobarde le detiene el miedo. ¡Ambos sienten miedo!

Si encontraras una persona que no sintiese miedo, ¿cómo ibas a considerarla valiente? Sería una máquina, no un hombre. Solo las máquinas están exentas de miedo; pero no se puede decir que las máquinas sean valientes. ¿Cómo vamos a considerar «valiente» a una máquina?

Ser valiente es actuar a pesar del miedo. El miedo está ahí, el temblor está ahí, pero no te detiene; no te bloquea. Lo utilizas como un trampolín y, a pesar del miedo y del temblor, entras en lo desconocido.

Ambas posibilidades, el miedo y el valor, existen en todos los seres humanos. Todo dependerá de cuál de ellas elijas. Nunca elijas el miedo, el miedo mutila, paraliza, te destruye sin posibilidad de resurrección. El valor también te destruirá; te destruirá tal como eres, pero esa destrucción será creativa, te proporcionará un renacimiento.

Tanto el miedo como el valor, destruyen; pero el miedo solo destruye. La semilla, simplemente, se pudre. Cuando siembras la semilla del valor, también muere, pero no se pudre. Muere… muere para dar lugar a un nuevo fenómeno, de ella surge un retoño.

El valor, al igual que el miedo, también te matará; pero el miedo te matará y no te proporcionará una nueva vida. El valor sí te proporcionará una nueva vida. Elige el valor; elige siempre el valor.

Es duro, pero también aventurero. Es difícil, incómodo, inconveniente, pero también proporciona grandes éxtasis. Es el precio que hay que pagar por esos éxtasis.

La vida es inseguridad. Cada momento es un acercamiento a la inseguridad. Es una apuesta, uno nunca sabe lo que va a pasar. ¡Y eso es lo maravilloso! Si la vida fuera predecible, no merecería la pena vivirla. Si todo fuese como tú quisieras que fuera, y todo estuviera asegurado, no serías un ser humano, serías una máquina. Solo las máquinas pueden tenerlo todo asegurado y garantizado.

El hombre vive en libertad; y la libertad implica inseguridad e incertidumbre.

También es verdad que, si eres realmente inteligente, dudas a menudo; porque no tienes ningún dogma por el que guiarte, en el que apoyarte. Tienes que observar cada nueva situación y responder.

Lao Tzu dice: «Tengo dudas, y voy alerta por la vida porque no sé lo que va a ocurrir. No tengo principios que seguir. Tengo que decidir cada momento. Nunca decido de antemano. ¡Tengo que decidir cuando llega el momento!».

Entonces uno tiene que estar listo para responder. De eso se trata la «responsabilidad». La responsabilidad no es una obligación, la responsabilidad no es un deber, es la capacidad de responder. Quien quiera descubrir qué es la vida ha de estar listo para responder.

Es algo que los seres humanos han perdido. Siglos de condicionamiento os han hecho parecer máquinas. Habéis perdido vuestra humanidad, la habéis mercadeado por seguridad. Estáis seguros y cómodos, y todo ha sido planeado por otros. Ellos lo han puesto todo en el mapa, lo han medido todo; lo cual es completamente absurdo porque la vida no puede ser medida, es inconmensurable. No se puede trazar ningún mapa de la vida porque es un flujo constante. Todo está cambiando. Nada, excepto el cambio, es permanente. Heráclito dice: «No puedes bañarte dos veces en el mismo río».

Los caminos de la vida van en zigzag, no son como las vías del tren; no, la vida no va sobre raíles. Y en eso radica su belleza, su gloria, su poesía, su música, en que siempre es sorprendente.

Si buscas seguridad, certeza, tus ojos se cerrarán. Cada vez te sorprenderás menos, perderás la capacidad de asombro. Y cuando pierdes la capacidad de asombro, pierdes la religiosidad. La religiosidad es la apertura de tu corazón asombrado, es una receptividad hacia lo misterioso que nos rodea.

No busques seguridad; no busques consejo acerca de cómo vivir tu vida. Algunas personas vienen y me piden: «Osho, dime cómo debería vivir mi vida». No tienen interés en saber qué es la vida, ¡tienen más interés en matar la vida que en vivirla! Quieren que se les imponga una disciplina; y, claro, en todas partes hay sacerdotes y políticos al acecho dispuestos a hacerlo. Que vayan a ellos, ellos están dispuestos a imponerles su disciplina, disfrutan del poder que les proporciona imponer sus propias ideas a los demás.

Yo no estoy aquí para eso. Estoy aquí para ayudarte a liberarte. Y cuando digo que estoy aquí para ayudarte a liberarte, incluso de mí, estoy aquí para ayudarte a liberarte también de mí.

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