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“No dejes que le dé sed al árbol que tanto te ama,
que atesoró tu semilla, que cristalizó tu vida a las
seis de la mañana. No dejes que le dé sed
al árbol del que eres sol”
Un proverbio chino afirma: “Cuando bebas agua, recuerda la fuente”. Del mismo modo podríamos decir: cuando sientas amor, cuando ames y seas amado, no olvides nunca quién despierta en ti esos sentimientos.
Recuerda y agradece lo que te han dado. Cuídalo y protégelo.
Hay estadísticas que afirman que damos las gracias más de 20 veces al día, con una sonrisa, con un gesto, con una palabra. Sin embargo, dar las gracias y agradecer no es lo mismo.
“Hay una gran diferencia entre dar las gracias y mostrar nuestro agradecimiento. Dar las gracias es una respuesta espontánea, automática, un convencionalismo social que por educación y por cordialidad hacemos de oficio. Es una expresión que ante algo que han hecho por nosotros cierra el círculo, pero a menudo lo cierra en falso. Porque hecho el formulismo, podemos pensar que ya hemos agradecido lo que hayan hecho por nosotros y puede que esta impresión no sea cierta en absoluto”, escribe Ferran Ramon-Cortés en El País Semanal.
El autor añade que
para mostrar al otro nuestra gratitud, los pequeños detalles son mucho más eficaces que las palabras, y mucho más indicados para transmitir nuestro sentimiento. El reto es: ¿cómo podemos hacer sentir al otro que le estamos agradecidos de verdad? ¿Cómo podemos mostrarle que ocupa un pequeño espacio en nuestro corazón y en nuestro pensamiento?
La americana Ruth Benedict escribió en la década de los cuarenta del siglo pasado el estudio antropológico La espada y el crisantemo, en el que intentaba prever cómo se comportarían los japoneses bajo la dominación americana.
Dedica un capítulo fascinante a las diferentes maneras que tienen los japoneses de dar las gracias: utilizan diferentes palabras como arigato (de uso comercial, sería por ejemplo de una vendedora a su cliente), kino doku, sumimasen (es el más profundo, y reconoce estar asumiendo una deuda) o katajikenai (sentirse agradecido, a veces casi avergonzado porque se recibe un beneficio inesperado).
La cultura japonesa es admirable por lo importante que es en ella mostrar gratitud, algo que no sucede en muchas culturas.
Los investigadores Joel Wong y Joshua Brown estudiaron los efectos de la gratitud en personas con baja salud mental. Trabajaron con 300 adultos, con estudios universitarios, que buscaban algún tipo de terapia o ayuda psicológica. Los dividieron en tres grupos: uno tuvo que escribir una carta de agradecimiento a otra persona cada semana durante tres semanas; el segundo escribió sobre sus pensamientos más profundos y sus experiencias negativas y el tercero no hizo ninguna de estas actividades.
Los que escribieron las cartas de agradecimiento mejoraron su salud mental de cuatro a 12 semanas después del experimento. Wong afirmó que “el hecho de escribir concentra tu atención en lo que agradeces, en todas las cosas buenas que recibes en tu vida. Por eso creemos que es efectivo y tiene efectos positivos en la salud mental”.
Algunos resultados interesantes que arrojó esta investigación:
- Los investigadores notaron que los pacientes que daban las gracias utilizaban menos palabras ligadas a las emociones negativas, lo cual es aún mejor que usar positivas.
- Otra ventaja sorprendente: el solo hecho de escribir las cartas ya modifica el cerebro, no hace falta enviarla.
- En algunos casos, los beneficios aparecieron no sólo después de escribir las cartas, sino más tarde.
- Se modificó la zona prefrontal del córtex medio —zona del aprendizaje— y esto tuvo un efecto prolongado en los pacientes.
Agradecer, por lo tanto, no sólo es una muestra de cortesía y de nobleza. Como demuestran los estudios científicos, también es una fuente de salud física y psíquica. Decir gracias con las palabras, sonreír, entregar un pequeño presente o escribir una carta son sólo algunas maneras de hacerlo.
“Los estudios demuestran que la gente agradecida es más feliz porque en vez de preocuparse por las cosas que le faltan, agradece lo que tiene”, aseguró el miembro de National Geographic Dan Buettner.
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“Jamás en toda la vida olvidaré tu presencia.
Me acogiste destrozada
y me devolviste íntegra, entera”
En el año 2016, la prestigiosa escuela de negocios London School of Economics publicó el estudio Los orígenes de la felicidad. Entre otros resultados, confirmaba que tener pareja nos hace más felices que un aumento salarial. Este estudio se basaba en cerca de 200 mil encuestas en cuatro países y concluía también que si acabáramos con la pobreza, la infelicidad bajaría un 5%, pero si acabáramos con la depresión y la ansiedad, la caída sería del 20%.
¿Por qué sucede eso? ¿Qué nos aporta de más tener pareja?
Lo primero que destacan los investigadores es que no es cuestión de tener una relación de pareja lo que nos trae felicidad o beneficios: la clave es tener una buena relación de pareja. El adjetivo no es un adorno del que podamos prescindir en este caso.
John Gottman, profesor de la Universidad de Washington, propone varias acciones cotidianas para conseguir que una relación sea positiva y duradera:
- Nutre día a día tu amistad con la persona con la que compartes tu vida.
- Recuerda las buenas cualidades de tu pareja.
- Haz del respeto una norma personal.
- Acepta a tu pareja tal como es. No la desapruebes ni intentes cambiarla.
- Perdona los pequeños fallos y debilidades.
- Mantén la calma ante todo.
- Deja que te influya en tus gustos y elecciones.
- Cada interacción negativa necesita cinco de positivas.
- Jamás declares la guerra por pequeñeces.
- No dejes de trabajar en ti mismo. Cuanto mejor estés tú, mejor será la relación entre ambos.