Antes de que sea tarde

Víctor Manuel

Fragmento

antes-3.xhtml

A modo de prólogo

Podría encadenar adjetivos que provienen ya de mis padres, incluso de antes; elogios por nombre e historia, por norte y geografía próxima, pero me quedo con tu abrazo de minero, de abuelo y padre, cálido y recio, con esa mirada que, por edad, llegué a pensar que podría llegar a apagarse.

Desafiaste al tiempo, a lo establecido y correcto, tomaste partido por tu voluntad asturiana (por lo que te dio la gana), y un choca esos cinco, que donde cabe un mi tiéndase un sol también. Nos hiciste sentir bien, huésped en tu casa, voz del quieres, telúrica, brisa de roble y carbón, besos de nube y pasión.

Vienes de un tiempo solidario que agoniza pero militas en el entusiasmo de lo cotidiano recorriendo etapas de rabia y puño en alto, batallando con las armas de la palabra y el argumento sin límites de tu voz.

Nací en el 83. Me dedico a la música, en gran parte, por las cintas que mis padres ponían en el coche en los viajes de lluvia. Pude decirte en persona cuánto de ti había en ellos. Cuando accediste a cantar conmigo agarré uno de esos casetes y llamé a mis padres entre lágrimas.

—Va a cantar conmigo, me dijo que sí.

—¿Cómo es? ¿Qué te dijo?

—Humilde. Celebra cincuenta años de profesión y es humilde. Le conté lo que significa para mí, para vosotros, y con sonrisa tímida contestó: «Muchas gracias».

Hubo un largo silencio de orgullo y agradecimiento.

Entre la Puerta de Alcalá y Mieres, sucede que el amor es un punto equidistante, partidario de mantener el yo y el tipo. El equilibrio es una lágrima que me resbala cuando ellos pasean de la mano y solo pienso en ti.

La única vez en mi vida que vi llorar a mi padre fue cuando impartía clases en un centro de educación especial y vio la imagen tras la ventana de dos de sus alumnos agarrados de la mano. Sonaba tu canción en la radio. Entonces no entendía nada. Luego todo. Nunca se habló del tema, no hizo falta.

Nacen voces en el escenario que compartes y nos metemos en tu chistera, desde platea a general. Lo preciso, lo necesario es el adjetivo exacto justo antes del principio que anula el vértigo y el vacío, amarrando las estachas del querer. Ya no nos lleva el viento, instalaste la armonía en tu voz y tu eco que regresa a este oficio en otras voces, esculpiendo entre otros tu memoria.

Me imagino al hombre, al artista relativizando su gran historia y con la discreción propia acogiéndonos en sus bolsillos. Una vida de un hombre valiente al que la palabra le debe tanto, con la frente bien alta.

Reivindico, entonces, el uso de tu palabra y memoria para aquellos que han de venir, antes de que sea demasiado tarde. Incluso siendo así, siempre te estaremos esperando.

 

ANDRÉS SUÁREZ

antes-4.xhtml

La radio y otras músicas

Comenzó a interesarme la música escuchando Discomanía y a Raúl Matas, su conductor. Tenía un suave acento chileno, que no identificaba entonces, y programaba músicas para mí desconocidas. En casa no había tocadiscos. Discomanía programaba rock con acento latino; primero Los Teen Tops, Enrique Guzmán, Los Llopis, Los Camisas Negras con César Costa, su cantante; luego artistas que cantaban historias descarriadas, boleros delirantes y también canción francesa e italiana: Leny Escudero, Françoise Hardy, Gilbert Bécaud, Aznavour, Adamo, Jimmy Fontana, Pino Donaggio... Voces nada ortodoxas que hacían surco y enterraban semillas en mi cerebro: descubrí que se podía cantar sin ser engolado ni tener una voz académica y contar en una canción cualquier cosa que se te pasara por la cabeza. Discomanía era una ventana al mundo desde aquel valle donde vivía y donde los horizontes podían tocarse solo con extender los brazos. Completaba mi formación musical con los tristes cancioneros que se editaban aquí y buscaba cada mes Salut les copains, fantástica revista francesa editada primorosamente que se ocupaba de la música de su país pero también de lo que ahora llamaríamos «tendencias».

Camino del instituto había un salón de juegos con futbolines, petacos y un jukebox donde me dejaba todo lo que tenía escuchando las canciones de moda.

La televisión comenzaba a emitir y esa era temporalmente la revolución. Había un programa musical a las ocho y media de la tarde. Era juvenil comparado con la vetustez de todo lo demás y en él cantaban artistas que estaba descubriendo y me gustaban mucho. Los TNT, por ejemplo: Tim, Nelly y Tom, uruguayos que probaban fortuna en España. Hacían armonías impecables y Nelly más que cantar gemía. Pero también estaban Billy Cafaro y su Marcianita o Enrique Guzmán cantando Cien kilos de barro:

 

Con solo barro los formó, en su creación perfecta,

con sus dos manos modeló, le dio la forma correcta

y así fue que la creación llegó a su culminación,

ha creado a un hombre y de compañera una mujer.

Oh, oh, una mujer...

 

En la tienda de electrodomésticos de la que mis padres eran clientes les dejaron a prueba un televisor en casa durante seis meses para ver si se animaban. Yo disfrutaba con aquella ventana que me permitía asomarme al exterior. Recuerdo, como si lo estuviera viendo ahora, el escaparate de la tienda y su luz de neón, los electrodomésticos, su colocación y el lugar que ocupaba un single de Miguel Ríos donde cantaba Oh, mi Señor, rematado por una tarjeta escrita a mano que le señalaba como el rey del twist. Fue la primera noticia que tuve de él. Cumplido el plazo mi madre dijo que se llevaran el televisor, para mi gran desolación.

Toda la música que sonaba en la radio de galena entraba en mí como cuchillo en la mantequilla. Aquel dial te transportaba a lugares donde no solo no habías estado, sino que probablemente no ibas a conocer nunca: Hannover, Hilversum, Praga, Sofía... La misma radio en la que algunas noches, muy bajito y a veces incluso tapándose con una manta, mi padre escuchaba arrimando la oreja las noticias de Radio España Independiente —también conocida como Pirenaica—, que él debía interpretar a su manera porque muchas de ellas, visto lo visto, aunque estaban fuera de lo real él las aceptaba igual. Esa estrecha ventana a otra

Suscríbete para continuar leyendo y recibir nuestras novedades editoriales

¡Ya estás apuntado/a! Gracias.X

Añadido a tu lista de deseos