Índice
CUBIERTA
UNA MENTE PRODIGIOSA
PRÓLOGO
PRÓLOGO DE LA AUTORA
PRIMERA PARTE. UNA MENTE PRODIGIOSA
1. BLUEFIELD
2. INSTITUTO TECNOLÓGICO CARNEGIE
3. EL CENTRO DEL UNIVERSO
4. ESCUELA DE GENIOS
5. GENIO
6. JUEGOS
7. LA TEORÍA DE JUEGOS
8. EL PROBLEMA DE LA NEGOCIACIÓN
9. LA IDEA POCO CONVENCIONAL DE NASH
10. LLOYD
11. LA GUERRA DE TALENTOS
12. TEORÍA DE JUEGOS EN LA RAND
13. EL LLAMAMIENTO A FILAS
14. UN HERMOSO TEOREMA
15. MIT
16. NIÑOS MALOS
17. EXPERIMENTOS
18. ROJOS
19. GEOMETRÍA
SEGUNDA PARTE. VIDAS SEPARADAS
20. SINGULARIDAD
21. UNA AMISTAD ESPECIAL
22. ELEANOR
23. JACK
24. LA DETENCIÓN
25. ALICIA
26. EL NOVIAZGO
27. SEATTLE
28. MUERTE Y MATRIMONIO
TERCERA PARTE. UN FUEGO QUE ARDE LENTAMENTE
29. OLDEN LANE Y WASHINGTON SQUARE
30. LA FÁBRICA DE BOMBAS
31. SECRETOS
32. PROYECTOS
33. EL EMPERADOR DE LA ANTÁRTIDA
34. EN EL OJO DEL HURACÁN
35. COMIENZA EL DÍA EN EL PABELLÓN BOWDITCH
36. EL TÉ DEL SOMBRERERO LOCO
CUARTA PARTE. LOS AÑOS PERDIDOS
37. CIUDADANO DEL MUNDO
38. CERO ABSOLUTO
39. TORRE DEL SILENCIO
40. UN INTERVALO DE RACIONALIDAD FORZOSA
41. EL PROBLEMA «BLOWING UP»
42. SOLEDAD
43. UN HOMBRE COMPLETAMENTE SOLO EN UN MUNDO EXTRAÑO
44. EL FANTASMA DEL EDIFICIO FINE
45. UNA VIDA TRANQUILA
QUINTA PARTE. EL MÁS DIGNO
46. REMISIÓN
47. EL PREMIO
48. LA MAYOR SUBASTA DE TODOS LOS TIEMPOS
49. DESPERTAR
UN ÚLTIMO APUNTE
AGRADECIMIENTOS
BIBLIOGRAFÍA SELECTA
NOTAS
BIOGRAFÍA
CRÉDITOS
ACERCA DE RANDOM HOUSE MONDADORI
A Alicia Esther Larde Nash
Existieron otra raza y otras palmas de victoria.
Gracias al corazón humano que nos da vida,
gracias a su ternura, sus alegrías y sus miedos,
la flor más humilde que se abre puede ofrecerme
pensamientos que a menudo son demasiado profundos para el llanto.
WILLIAM WORDSWORTH, «Atisbos de inmortalidad»
PRÓLOGO*
(Adaptación del texto de homenaje a John Nash por su 80 cumpleaños)
En junio de 2006 viajé a San Petersburgo para entrevistar al matemático de cuarenta años que había conseguido demostrar la conjetura de Poincaré, y que según decían era una especie de ermitaño de pelo alborotado y uñas sin cortar que vivía en pleno bosque y se alimentaba de setas. Le habían concedido una Medalla Fields y un premio en metálico de un millón de dólares, pero él había decidido mantenerse oculto, no solo de los medios sino también de la comunidad matemática. Entre tanto, unos matemáticos de Pekín aseguraban haber resuelto el enigma antes que él. Era una historia genial... si es que conseguía localizarlo.
Después de cuatro desesperantes días en Rusia, mi colega y yo no habíamos encontrado absolutamente a nadie que hubiera hablado con ese hombre o con algún familiar suyo en los últimos años. Al final, cuando estábamos a punto de tirar la toalla, encontramos medio de casualidad el piso donde vivía su madre, y ¡bingo!, allí estaba el «ermitaño», vestido con sudadera y zapatillas, a todas luces cenando y viendo un partido de fútbol por la tele.
Nos indicó con un gesto que nos sentásemos y le contásemos qué queríamos.
—Me llamo Sylvia Nasar —empecé—. Soy una periodista de Nueva York y estoy haciendo un reportaje sobre...
—¿Es usted escritora? —me interrumpió.
Asentí.
—No he leído el libro —dijo—, pero he visto la película con Russell Crowe.
Lo que intento decir es que, en cualquier parte del mundo, hay que ser realmente un ermitaño para no conocer la emocionante historia de John Nash.
Se han escrito muchas historias sobre la ascensión y el declive de personajes notables. Pero hay pocas, muy pocas, y menos aún ciertas, que incluyan realmente un tercer acto. La historia de Nash tuvo —tiene— este tercer acto. El tercer acto de la biografía de Nash es su milagrosa recuperación.
Es este tercer acto el que convierte la historia de Nash en algo tan significativo para personas de todo el mundo, en especial para aquellas que han sufrido algún trastorno mental devastador o que tienen entre sus seres queridos a alguna persona que lo sufre.
En un momento de la película, cuando parece que a Nash no le pueden ir peor las cosas, su mujer, Alicia, le toma la mano, se la lleva al corazón y dice: «Tengo que creer que puede suceder algo extraordinario».
Y era cierto: lo extraordinario sucedió.
De todas las cartas de los lectores, mi favorita es una que me envió un indigente. Llegó en un sobre sucio, sin remite, garabateada en un papel de color naranja fosforito. Estaba firmada por «Berkeley Baby». Si hubiera sido después del caso del ántr