Una mente prodigiosa

Sylvia Nasar

Fragmento

Índice

Índice

CUBIERTA

UNA MENTE PRODIGIOSA

PRÓLOGO

PRÓLOGO DE LA AUTORA

PRIMERA PARTE. UNA MENTE PRODIGIOSA

1. BLUEFIELD

2. INSTITUTO TECNOLÓGICO CARNEGIE

3. EL CENTRO DEL UNIVERSO

4. ESCUELA DE GENIOS

5. GENIO

6. JUEGOS

7. LA TEORÍA DE JUEGOS

8. EL PROBLEMA DE LA NEGOCIACIÓN

9. LA IDEA POCO CONVENCIONAL DE NASH

10. LLOYD

11. LA GUERRA DE TALENTOS

12. TEORÍA DE JUEGOS EN LA RAND

13. EL LLAMAMIENTO A FILAS

14. UN HERMOSO TEOREMA

15. MIT

16. NIÑOS MALOS

17. EXPERIMENTOS

18. ROJOS

19. GEOMETRÍA

SEGUNDA PARTE. VIDAS SEPARADAS

20. SINGULARIDAD

21. UNA AMISTAD ESPECIAL

22. ELEANOR

23. JACK

24. LA DETENCIÓN

25. ALICIA

26. EL NOVIAZGO

27. SEATTLE

28. MUERTE Y MATRIMONIO

TERCERA PARTE. UN FUEGO QUE ARDE LENTAMENTE

29. OLDEN LANE Y WASHINGTON SQUARE

30. LA FÁBRICA DE BOMBAS

31. SECRETOS

32. PROYECTOS

33. EL EMPERADOR DE LA ANTÁRTIDA

34. EN EL OJO DEL HURACÁN

35. COMIENZA EL DÍA EN EL PABELLÓN BOWDITCH

36. EL TÉ DEL SOMBRERERO LOCO

CUARTA PARTE. LOS AÑOS PERDIDOS

37. CIUDADANO DEL MUNDO

38. CERO ABSOLUTO

39. TORRE DEL SILENCIO

40. UN INTERVALO DE RACIONALIDAD FORZOSA

41. EL PROBLEMA «BLOWING UP»

42. SOLEDAD

43. UN HOMBRE COMPLETAMENTE SOLO EN UN MUNDO EXTRAÑO

44. EL FANTASMA DEL EDIFICIO FINE

45. UNA VIDA TRANQUILA

QUINTA PARTE. EL MÁS DIGNO

46. REMISIÓN

47. EL PREMIO

48. LA MAYOR SUBASTA DE TODOS LOS TIEMPOS

49. DESPERTAR

UN ÚLTIMO APUNTE

AGRADECIMIENTOS

BIBLIOGRAFÍA SELECTA

NOTAS

BIOGRAFÍA

CRÉDITOS

ACERCA DE RANDOM HOUSE MONDADORI

A Alicia Esther Larde Nash

Existieron otra raza y otras palmas de victoria.

Gracias al corazón humano que nos da vida,

gracias a su ternura, sus alegrías y sus miedos,

la flor más humilde que se abre puede ofrecerme

pensamientos que a menudo son demasiado profundos para el llanto.

WILLIAM WORDSWORTH, «Atisbos de inmortalidad»

PRÓLOGO

PRÓLOGO*

(Adaptación del texto de homenaje a John Nash por su 80 cumpleaños)

En junio de 2006 viajé a San Petersburgo para entrevistar al matemático de cuarenta años que había conseguido demostrar la conjetura de Poincaré, y que según decían era una especie de ermitaño de pelo alborotado y uñas sin cortar que vivía en pleno bosque y se alimentaba de setas. Le habían concedido una Medalla Fields y un premio en metálico de un millón de dólares, pero él había decidido mantenerse oculto, no solo de los medios sino también de la comunidad matemática. Entre tanto, unos matemáticos de Pekín aseguraban haber resuelto el enigma antes que él. Era una historia genial... si es que conseguía localizarlo.

Después de cuatro desesperantes días en Rusia, mi colega y yo no habíamos encontrado absolutamente a nadie que hubiera hablado con ese hombre o con algún familiar suyo en los últimos años. Al final, cuando estábamos a punto de tirar la toalla, encontramos medio de casualidad el piso donde vivía su madre, y ¡bingo!, allí estaba el «ermitaño», vestido con sudadera y zapatillas, a todas luces cenando y viendo un partido de fútbol por la tele.

Nos indicó con un gesto que nos sentásemos y le contásemos qué queríamos.

—Me llamo Sylvia Nasar —empecé—. Soy una periodista de Nueva York y estoy haciendo un reportaje sobre...

—¿Es usted escritora? —me interrumpió.

Asentí.

—No he leído el libro —dijo—, pero he visto la película con Russell Crowe.

Lo que intento decir es que, en cualquier parte del mundo, hay que ser realmente un ermitaño para no conocer la emocionante historia de John Nash.

Se han escrito muchas historias sobre la ascensión y el declive de personajes notables. Pero hay pocas, muy pocas, y menos aún ciertas, que incluyan realmente un tercer acto. La historia de Nash tuvo —tiene— este tercer acto. El tercer acto de la biografía de Nash es su milagrosa recuperación.

Es este tercer acto el que convierte la historia de Nash en algo tan significativo para personas de todo el mundo, en especial para aquellas que han sufrido algún trastorno mental devastador o que tienen entre sus seres queridos a alguna persona que lo sufre.

En un momento de la película, cuando parece que a Nash no le pueden ir peor las cosas, su mujer, Alicia, le toma la mano, se la lleva al corazón y dice: «Tengo que creer que puede suceder algo extraordinario».

Y era cierto: lo extraordinario sucedió.

De todas las cartas de los lectores, mi favorita es una que me envió un indigente. Llegó en un sobre sucio, sin remite, garabateada en un papel de color naranja fosforito. Estaba firmada por «Berkeley Baby». Si hubiera sido después del caso del ántr

Suscríbete para continuar leyendo y recibir nuestras novedades editoriales

¡Ya estás apuntado/a! Gracias.X

Añadido a tu lista de deseos