La travesía de Uber

Adam Lashisnky

Fragmento

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1

Una travesía en China

Travis Kalanick va sentado en la parte trasera de un Mercedes negro mientras el conductor trata de atravesar el pesado tráfico de las calles de Beijing. El verano de 2016 va terminando; el cielo sobre la capital china luce denso por la contaminación y el aire se siente húmedo y estancado. En su papel de director ejecutivo de Uber, la empresa emergente o startup más valiosa del mundo, Kalanick ha visitado China aproximadamente una vez cada tres meses durante tres años. Todos estos viajes que inician en su hogar, en San Francisco, forman parte de una táctica quijotesca y económicamente desgastante con la que quiere reproducir, en la ciudad más habitada del mundo, el éxito global de este revolucionario servicio que permite solicitar viajes en automóvil.

Kalanick pasó los últimos tres días en Tianjin, una desmesurada ciudad en el mar Amarillo, a dos horas del sureste de Beijing. Ahí copresidió la reunión New Champions del Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés), también conocido como el Davos de Verano. A tan sólo algunas semanas de su cumpleaños número cuarenta, el director ejecutivo fue la estrella de Tianjin, donde disfrutó de las considerables ventajas complementarias de su recién alcanzada importancia a nivel mundial. La startup de California sólo tiene unos seis años de existencia, pero durante la plática internacional extemporánea, Kalanick logró conseguir una audiencia con el segundo funcionario más poderoso del gobierno chino, el primer ministro Li Keqiang. Kalanick se presentó en paneles del WEF moderados por presentadores de Occidente y China, y con el mejor de los ánimos lanzó al aire y trató de darle la vuelta a un tradicional hot cake durante una cena íntima con los gerentes responsables de las operaciones locales de Uber en Tianjin, pero también se reunió e hizo equipo con sus colegas. Entre ellos se encontraba Lei Jun, fundador de la valorada empresa china Xiaomi, fabricante de smartphones. La tendencia de Lei a hacer afirmaciones temerarias y el controversial modelo de negocios de su empresa —el cual implica la venta de teléfonos excesivamente baratos— lo hacen tan notorio en China como Kalanick lo es en el resto del mundo.

El viaje de Kalanick fue un éxito. O al menos lo fue si se le juzga a través del prisma de todas las menciones acumuladas en la prensa china e internacional que han contribuido para mejorar su imagen. El primer ministro chino Li, quien es un franco promotor de la actividad empresarial en China, dijo que Kalanick era un “pionero”. Como además lo dijo en inglés, los subalternos del director ejecutivo de Uber que trabajan de fijo en China se abocaron diligentemente a darle a conocer a la prensa local el halagador detalle. Efectivamente, cada uno de los comentarios que hizo Kalanick en ese viaje llegó a los encabezados. Cuando, durante una charla informal del WEF, le preguntaron si los vehículos autónomos provocarían que los autos conducidos por humanos se volvieran obsoletos, Kalanick respondió con una de sus características y controversiales frases breves que combinan la despreocupación, la presunción y ese humor con el que parece advertirte que no te metas con él: “Podrías tener un automóvil de la misma manera que algunos tienen un caballo —dijo sin inmutarse frente a un público que lo escuchaba con admiración—. Ya sabes, podrías salir a dar un paseo los fines de semana o algo así”.

Pero una vez que abandonaron Tianjin, en la privacidad de su vehículo conducido por un chofer, y camino a Beijing, su petulante ánimo festivo da paso a una tensión espinosa. De hecho, Kalanick tiene entre sus manos una crisis a punto de estallar. Se une a una conferencia telefónica con un equipo de ejecutivos de Uber en tres países de dos continentes distintos. Un equipo de comunicaciones le marca desde San Francisco; otro le llama de Seúl, Corea del Sur. En el automóvil hay dos ejecutivos con Kalanick y ambos ven con malos ojos las ambiciones de la empresa en Asia. Uno de ellos es Emil Michael, el principal ejecutivo de negocios de Uber y multifacético brazo derecho del director. Precisamente en este viaje, Kalanick delegó a Michael la misión de involucrarse en negociaciones secretas y de alto nivel para venderle el negocio de Uber en China a Didi Chuxing, su rival más importante. El otro ejecutivo es una dama: Liu Zhen, la empleada local más conocida y directora de estrategia de Uber China. Liu también es prima hermana de Jean Liu, antigua banquera de Goldman Sachs, ahora presidenta de Didi e hija del hombre que fundó el gigante informático Lenovo.

El propósito de la llamada es discutir si Kalanick debería o no viajar al día siguiente temprano a Seúl, como se había planeado, para asistir a una cita bastante peculiar. A finales de 2014, un fiscal coreano acusó y señaló a Kalanick como responsable de lo que el gobierno surcoreano consideraba un servicio ilegal de taxis por parte de Uber. Este servicio era una versión del popular UberX en Estados Unidos, en el cual los conductores amateur usaban sus propios automóviles para atender a pasajeros. Kalanick estuvo de acuerdo en asistir a la corte para responder a los cargos. El plan, diseñado por el equipo legal de Uber tras llevar a cabo prolongadas negociaciones con los fiscales coreanos, consiste en que Kalanick se declare culpable de lo que, en realidad, es un delito menor, y que sea liberado de inmediato.

Desde una perspectiva legal, presentarse en la corte de Seúl conllevaría poco riesgo. Los fiscales aseguraron a los abogados de Uber que la condena de Kalanick se suspendería y que tendría la libertad de salir de la capital del país. El director ejecutivo estuvo de acuerdo, ya que, para ese momento, estaba acostumbrado a involucrarse en peleas con reguladores y otros funcionarios en todo el mundo. Desde que la ciudad de San Francisco le envió su primera carta de requerimiento, Uber ha tenido enfrentamientos con adversarios desde Seattle hasta Nueva York, desde París hasta Delhi, y más allá. Por si fuera poco, su belicoso director ejecutivo ha agitado la situación con tuits escandalosos e incendiarios comentarios en los medios. En realidad, Corea del Sur no era un mercado tan importante para Uber, ya que tenía leyes sofocantes que impedían a la empresa operar con cualquier otro vehículo que no perteneciera a la versión del servicio de limusinas de lujo implantado en ese país. Por todo lo anterior, los motivos de Uber para llegar a un acuerdo en el caso no se relacionaban con aspectos comerciales, sino con la eliminación de una inoportuna y desagradable situación que afectaba directamente a Kalanick.

No obstante, a medida que el automóvil avanza serpenteando entre el enmarañado tráfico de Beijing, Kalanick se siente cada vez más agitado. Le preocupa que, lo que debería ser un sencillo procedimiento legal, se convierta en lo que él denomina un “espectáculo de mierda” en territorio coreano. En repetidas ocasiones pregunta a sus asesores de relaciones públicas y asuntos legales respecto al impacto que tendría que los medios locales se enteraran de que el renegado director ejecutivo de Uber aterr

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