Aquí en la Tierra

Tim Flannery

Fragmento

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PREFACIO

Este libro es a la vez una biografía de nuestra especie y de nuestro planeta. Su núcleo central es una investigación sobre la sostenibilidad: no sobre cómo lograrla, sino sobre lo que es. Lo he escrito en unos tiempos en que parece ir agotándose la esperanza de que la humanidad sea capaz de actuar para salvarse de una catástrofe climática. No obstante yo no he perdido la esperanza, ya que creo que a medida que lleguemos a conocernos a nosotros mismos y a nuestro planeta, sentiremos el impulso de actuar. De hecho, el propósito de este libro es incitar a esa acción.

¿Cuál es la naturaleza de la Tierra? ¿Es análoga a una célula, a un organismo o a un ecosistema? ¿Cuánta energía requiere para funcionar? ¿Para qué se utiliza esa energía y cómo se despliega? ¿Cómo son de flexibles los sistemas de la Tierra? ¿Pueden soportar graves desafíos? ¿Es posible incrementar su capacidad de resistencia y su productividad?

¿Y qué hay de nosotros? ¿Estamos constituidos por la selección natural para ser tan egoístas y codiciosos que estamos abocados a la catástrofe? ¿O hay razones para creer que podemos superar los problemas que afrontamos y permitir que nuestra civilización siga adelante? ¿Y qué hay de la civilización en sí? ¿En qué consiste exactamente?

Estas son algunas de las preguntas a las que intento responder en este libro. Para guiarme cuento con las dos grandes escuelas de la teoría de la evolución: la ciencia reduccionista, epitomada por Charles Darwin y Richard Dawkins, y los grandes análisis holísticos de personas como Alfred Russel Wallace y James Lovelock. Cada una de estas escuelas va en busca de una verdad que a primera vista parece opuesta a la de la otra; pero en la enorme complejidad que es nuestro planeta viviente ambas operan como opuestos necesarios y complementarios. Cuando se contemplan juntas, estas dos visiones del mundo, la darwiniana y la wallaciana, como yo las denomino, proporcionan una convincente explicación de la vida como un todo... y de lo que significa la sostenibilidad.

Cincuenta mil años después de que nuestros ancestros salieran de África, nuestra especie está entrando en una nueva fase. Hemos formado una civilización global de un poderío sin precedentes, una civilización que está transformando nuestra Tierra. Nos hemos convertido en los amos de la tecnología, extraemos a nuestra voluntad energía de la materia, y con ello hemos hecho realidad los sueños de los alquimistas: transformar un elemento en otro. Hemos pisado la superficie de la Luna, hemos tocado la sima más profunda de los mares y podemos comunicar instantáneamente las mentes entre sí a través de enormes distancias. Pero a pesar de todo ello, lo que decidirá nuestro destino no es tanto nuestra tecnología sino aquello en lo que creemos.

Hoy en día muchos piensan que nuestra civilización está abocada al colapso. Como demostraré, ese fatalismo está fuera de lugar. Deriva en gran parte de una mala lectura de Darwin y de una mala interpretación de nuestros egos evolucionados. Una de dos: o sobrevive ese tipo de ideas o sobrevivimos nosotros.

Otros creen que es posible el crecimiento ilimitado. En su imaginación, solo sobreviven los más aptos y la inteligencia humana triunfará sobre todas las cosas. Este optimismo también deriva de una mala lectura de Darwin pero procede en igual medida de la ignorancia de las ideas radicalmente importantes de Wallace y Lovelock. Pese a su naturaleza patentemente defectuosa, ese tipo de ideas insensatamente optimistas llevan 150 años imperando en la civilización occidental, en su mayoría sin oposición, y ya nos han llevado muy lejos por el camino hacia un destino funesto. A menos que las corrijamos, esas ideas verdaderamente pueden convertirse en un defecto fatídico.

Los horizontes estrechos y los marcos temporales breves siempre resultan engañosos. Por esa razón es imposible determinar si, incluso en los drásticos cambios que podemos observar en el transcurso de una vida, estamos asistiendo a un descenso hacia el caos o a una profunda revolución que conducirá a un futuro mejor. Es necesaria una visión más amplia, que abarque la humanidad a lo largo de los milenios, y al mundo a lo largo de los eones, si pretendemos discernir la verdadera senda de nuestra trayectoria evolutiva. Para escribir este libro, he adoptado esa visión amplia, y, a pesar de los desafíos que afrontamos en la actualidad, me siento optimista: por nosotros, por nuestros hijos y por nuestro planeta.

Si aspiramos a prosperar, debemos tener esperanza, buena voluntad y entendimiento.

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PRIMERA PARTE

¿MADRE NATURALEZA O MONSTRUO TIERRA?

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CAPÍTULO 1

LA FUERZA MOTRIZ DE LA EVOLUCIÓN

No hay nada consciente en las actividades letales de la vida.

PETER WARD, 2009

Fuera cual fuera su agenda del día, Charles Darwin intentaba reservar un tiempo para darse un paseo por un «camino de arena» que había junto a su casa, Down House, en Kent. De acuerdo con la tradición, el camino de arena era su espacio para pensar: el lugar donde pulió su teoría de la evolución, así como las frases con que iba a ponerla por escrito de una forma tan elegante. Por consiguiente ese camino es un lugar reverenciado por muchos científicos; y cuando yo realicé mi primera peregrinación a Down House, en octubre de 2009, lo que quería ver por encima de todo era aquel lugar. Tras presentar mis respetos al despacho y al cuarto de estar del gran hombre, seguí los carteles indicadores hasta el camino. Está un poco alejado de la casa y los jardines que forman parte de ella, y al entrar en él, uno se siente instantáneamente transportado desde el ordenado mundo de los humanos hasta el más amplio d

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