¿Cuánto pesan las nubes?

David Calle

Fragmento

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Introducción

He aprendido a disfrutar de un paisaje, una canción. Una película. Un instante al lado de la persona que amo. No voy a cambiarlo. No tengo ni idea de cuántos segundos quedan. Pero van a ser apasionantes.

RÚA LOPEZ MORA,

Exprimiendo segundos

Si la vida en el Universo pudiera resumirse en un año, el ser humano solo lo habría habitado en el último segundo. Para nosotros han significado milenios. Porque el tiempo es relativo, como tantas otras cosas. Si tu vida es larga y próspera, que así sea, vivirás más de dos mil millones de segundos, aunque la tercera parte de ellos los pases durmiendo. El resto, que ya es demasiado tiempo pegado a la almohada, te tocará estar despierto, vivirlos, disfrutarlos. Porque pueden ser apasionantes.

Leer este libro te llevará el 0,0005% de tu vida, entre 7.200 y 14.400 segundos. Quizá los mismos que Blade Runner 2049 (2017) o la trilogía original de Star Wars. Si lo lees en unos años, algunas de las cosas que ahora se tienen por ciertas e incluso inmutables es posible que entonces ya no tengan sentido. Nada permanece, nada es constante. «Lo único constante es el cambio», predijo Heráclito hace 2.500 años. Es lo maravilloso de la ciencia, que avanza imparable día a día gracias al trabajo incansable, creativo y a veces genial de miles de personas dedicadas a su estudio. Aquellas a las que ojalá, quién sabe si algún día, si estás estudiando, termines sumándote.

«Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo», decía Einstein. Así, en la búsqueda inconformista de respuestas se han construido y forjado las bases del imparable avance tecnológico de nuestra civilización en los últimos siglos, sobre todo en las dos últimas décadas, mientras otras permanecen sin explicación. No había película de ciencia ficción que viera de pequeño de la que no saliera flipando por las escenas de acción y los efectos especiales, pero, sobre todo, de la que no saliera haciéndome alguna pregunta. Y, a día de hoy, me fascina más lo que plantean películas como Interstellar (2014) o series como Black Mirror que la propia acción en sí. De ahí que sea tan friki, de ahí quizá que terminara haciéndome ingeniero, primero, y profesor de matemáticas y física, después. A algunas de ellas les encontré explicación preguntando a quienes saben más que yo, que son casi infinitos. A otras, en la biblioteca o en internet, depende de la época, que ya tengo una edad. Y a muchas de ellas, sinceramente, por más que lo he intentado, no les he encontrado ninguna; y, si lo he hecho, no he conseguido entenderlas (soy consciente de mis límites, que son casi infinitos: solo soy un profe). Pero siempre aprendo algo por el camino, por poco que sea; eso es lo fascinante, la base para afrontar la siguiente respuesta. O algo chulo que contar a mis alumnos cuando intento ilustrarles algo. No falla.

Por eso, más que ofrecerte cuarenta respuestas a preguntas que quizá alguna vez tú también te has hecho, lo único que espero es que esto sea para ti simplemente el comienzo de una búsqueda desatada de razones para todo lo que ocurre a tu alrededor, sin conformarte con las respuestas que te den, con nada de lo ya establecido. Ese es mi sueño. Ayudarte de algún modo a inspirarte para que construyas los tuyos, darte alguna idea si eres profe para tus clases o, sencillamente, que te hagas preguntas, todas las que puedas. Y les busques una respuesta sin apelar a los dioses del Olimpo, que siempre aportaban una, mitológica, fascinante, pero nada científica. Aunque suyos sean los nombres de las constelaciones y los planetas.

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¿Por qué tu vecino de abajo vivirá más que tú?

Mira el reloj: tic, tac, tic, tac, avanzando siempre al mismo ritmo, indiferente, inmutable, con paso militar. Tic, tac, tic, tac. Todos los relojes marchan igual, no importa lo que uno haga, en qué lugar esté o a qué velocidad viaje. Nuestros sentidos nos dicen que vivimos en el Universo que describe la física de Newton, donde las coordenadas espaciales y la coordenada tiempo son independientes las unas de la otra. El tiempo avanza ciego, como si nada más importase, ajeno a todo. Tic, tac, tic, tac…

Pero eso es lo que nos dicen nuestros sentidos, de los que no nos podemos fiar del todo. De hecho, en la realidad en la que indagan los científicos, el tiempo no es algo tan rígido sino algo más moldeable y cambiante. Fue lo que descubrió el genial físico Albert Einstein (el personaje más importante del siglo XX según la revista Time y, con su efigie de pelos alborotados y la lengua fuera, icono de la ciencia en el imaginario popular) en su Teoría Especial de la Relatividad enunciada en 1905, el llamado «año milagroso» de Einstein por la cantidad de aportaciones revolucionarias que hizo al conocimiento científico.

Lo que Einstein supo ver es que el transcurso del tiempo varía entre dos personas que viajan a diferentes velocidades. Por ejemplo, si yo estoy quieto y tú te alejas en bicicleta (un medio de transporte muy del gusto de Einstein), el ritmo del tiempo para ti será más lento. El tiempo pasará más lento para el que viaja en bicicleta; lo llamamos «dilatación temporal». ¿Por qué no lo notamos? Porque este es uno de los llamados «efectos relativistas» (de la relatividad) y solo es apreciable a las «velocidades relativistas», es decir, las cercanas a la velocidad de la luz.

La velocidad de la luz en el vacío (300.000 kilómetros por segundo), que es igual para todas las personas, se muevan como se muevan (pues es absoluta) y un límite del Universo que no se puede superar, es la piedra fundamental sobre la que se apoyan los trabajos de Einstein. A velocidades normales (por ejemplo, cuando viajamos en bicicleta), la diferencia entre mi reloj y el tuyo resulta imperceptible (pero existe).

No obstante, ¿qué pasaría si uno de los dos viajara en una veloz nave espacial? Pues pasaría lo que se describe en la llamada Paradoja de los Gemelos, una curiosa historia que los físicos utilizan para ilustrar este fenómeno. Imagínate a dos hermanos gemelos en el planeta Tierra. Uno de ellos es astronauta y se va de viaje por el Universo en una potente nave espacial que alcanza esas velocidades relativistas, cercanas a las de la luz. El otro, menos aventurero, se queda en casa a esperarle. Pongamos que el gemelo viajero va hasta la estrella más cercana a la Tierra, Alfa Centauro (a una distancia de unos cuatro años luz), viajando al 80% de la velocidad de la luz.

A su regreso, los dos descubren, sorprendidos, que si bien al comienzo del viaje tenían la misma edad (porque son gemelos), ahora el que se ha quedado en tierra es cuatro años más viejo. En la Tierra han pasado diez años, mientras que en la nave solo seis (otro de los extraños efectos relativistas es que la distancia se contrae, luego para el astronauta el trayecto también habría sido más corto). El tiempo ha pasado a un ritmo diferente para ambos y, durante su viaje, nuestro gemelo aventurero ha celebrado cuatro fiestas de cumpleaños menos. De hecho, si el viaje del astronauta hubiera sido lo bastante largo y a la veloc

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