Hablemos de nosotras

Carlota Corredera

Fragmento

cap-1

Las cifras del machismo en España*

Más de la mitad de la población española es mujer, el 50,98 %

El 54,4 % de los estudiantes universitarios españoles son mujeres

Menos de un 30 % de los estudiantes de carreras técnicas y científicas son mujeres

En España se denuncia una violación cada cinco horas

1.020 mujeres han perdido la vida a manos de sus parejas o exparejas en España desde 2003

La violencia machista ha dejado 264 huérfanos en España desde 2003

45 mujeres han sido víctimas de la violencia de género en 2019

Los asesinos de estas mujeres que eran madres dejaron huérfanos a 33 hijos en 2019

Se calcula que el 80 % de las mujeres asesinadas no denunciaron

Solo el 0,01 % de las denuncias por malos tratos son falsas

En España, el 18,9 % de los niños quieren ser futbolistas, mientras que el 30,3 % de las niñas quieren ser profesoras

Las mujeres españolas cobran un 22 % menos que los hombres

3,2 millones de trabajadoras no llegan al salario mínimo

Las madres cogieron el 92,3 % de las excedencias por cuidado de hijos

La maternidad penaliza laboralmente a las mujeres: 400.000 dejan de trabajar a tiempo completo por no poder conciliar

Se calcula que la igualdad salarial se alcanzará en 2088

Las mujeres dedican 4,5 horas diarias a tareas del hogar y cuidados

Las jubiladas españolas cobran de media 450 euros menos de pensión que los jubilados

El 90 % de las víctimas de acoso laboral son mujeres

2.484 mujeres denunciaron haber sufrido acoso sexual en el trabajo entre 2008 y 2015

Se estima que más del 65 % no da el paso de denunciar estas situaciones

En España, solamente hay un 30 % de mujeres directivas y un 18 % en consejos de administración

El 70 % de las empresas estatales españolas están dirigidas por hombres

Faltan 200 años para alcanzar la igualdad real de género: llegaría en 2219

*Todos los datos aportados son hasta el 1 de octubre de 2019

 

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cap-2

Antes de hablar de nosotras…

… permitidme que os cuente una historia, la del origen de este libro. En plena resaca emocional y mediática de la publicación de también puedes, mi editora, Teresa Petit, me propuso volver a escribir. Sinceramente, no me apetecía en absoluto. Todavía estaba digiriendo las repercusiones, algunas perversas, de haberme desnudado públicamente sobre mi relación complicada y tóxica con la comida. En la contraportada de mi primer libro escribí: «No quiero ser ejemplo de nada pero me haría muy feliz que mi experiencia inspirara a las personas que lo necesitan, a las que sufren una enfermedad tan incomprendida como dolorosa». Me consta, y esto es lo más importante para mí, que he animado a muchos lectores a pedir ayuda para luchar contra su obesidad o sobrepeso. Vaya por delante que el verdadero objetivo del libro está conseguido. Y no, no me refiero al éxito editorial que supone sacar a la calle diez ediciones: el triunfo era concienciar sobre una enfermedad que se extiende sin freno por nuestro país y, también, dar esperanza. Nunca imaginé que mis sanas intenciones se tornarían contra mí y contra mi mensaje casi desde el principio. Han pasado muchos meses y muchas cosas desde mayo de 2017. He leído y escuchado mucha basura sobre mí, y no solo en las cloacas de las redes sociales. No ha sido un camino fácil, hay que tener la cabeza muy bien amueblada y un entorno muy sano para sobreponerte a tanto escarnio y escrutinio implacable sostenido en el tiempo.

Este verano, Christine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo y una de las mujeres más poderosas del mundo, declaraba en una entrevista a Yo Dona: «A las mujeres no se nos perdona nada». En cuanto leí ese titular, me vino a la cabeza una frase que me dijo un amigo sobre mi tormenta mediática: «Todo esto te ha pasado porque eres mujer, a un hombre nunca se lo harían». Me quedé de piedra. ¿Sería posible? ¿De verdad que se me ha atacado, cuestionado y machacado tanto por ser mujer? No me lo podía creer, no quería creérmelo. Me parecía demasiado simplista. Me sonaba a excusa similar a la de «eso te pasa porque te tienen envidia». Demasiado cutre para ser verdad. Pero lo cierto es que la realidad puede ser a veces muy cutre, muy mediocre y muy machista.

En la presentación de Tú también puedes, mi amigo Óscar Cornejo apuntó que, más allá de los kilos físicos, escribir sobre mis demonios me había ayudado a soltar «mucho peso emocional». No le faltaba razón. Lo que nunca calibré es que abrirse en canal te puede salir muy caro si no te proteges bien. Mi sensatez y madurez no fueron suficientes escudos para resguardarme de la sobreexposición que acompañó mi meteórico ascenso en el ranking del interés público. Las heridas están casi cicatrizadas. El aprendizaje ha sido enorme, he perdido bastante inocencia pero he salido reforzada. Ya no soy la misma persona: soy mucho más fuerte, tanto como para volver a embarcarme en la locura de escribir un libro. Tanto como para decir sí, estoy dispuesta a volver a las trincheras. La causa vale mucho la pena, creo en ella firmemente.

 

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Hace muy poco tiempo que desperté al feminismo. Era feminista pero no lo sabía, lo era pero no lo decía. El 8 de marzo de 2018 acudí junto con una gran amiga a la lectura del «Manifiesto de las periodistas» en la plaza de Callao, en Madrid. Nunca hemos estado cerca ideológicamente, más bien en las antípodas, pero ahí estábamos las dos, juntas, de la mano, reivindicando una sociedad mejor para nosotras y para nuestros hijos. Hartas de sentencias machistas, de brechas salariales, de techos de cristal y de la imposible conciliación para las madres que trabajan dentro y fuera de casa. Secundamos la huelga siendo conscientes de que éramos y somos unas privilegiadas, de que debíamos estar ahí por las que no podían permitirse faltar a sus trabajos. Fue uno de los días más bonitos de mi vida. Un gigantesco baño de sororidad. Por la tarde, en la manifestación, junto con otras buenas amigas, recorrimos las calles del centro de Madrid descubriendo a cada paso escenas inolvidables: adolescentes en pie de guerra, abuelas reclamando lo que nunca tuvieron, padres con sus hijas en brazos, mujeres llorando al no sentirse solas… Fue impresionante.

«El feminismo

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